Las paredes hablan lo que los medios callan

Instagram refleja el enorme potencial de las pintadas como armas reivindicativas. La vida de un mensaje escrito en la pared es efímera, pero las redes sociales ayudan a prolongar su alcance y su memoria.

2 jun 2019 06:00

Preguntemos a quien preguntemos, nos dirá que lleva viendo grafitis toda su vida. Porque están ahí desde siempre, transgrediendo en forma y contenido los discursos oficiales, convirtiendo en espacio de escritura lo que a priori no lo es. Son mensajes anónimos y espontáneos, quejas explícitas y certeras que reflejan un malestar y una sensación de indiferencia y desinterés ante unos problemas que la mayoría de veces son generalizados, pero en ocasiones también son personales. Los motivos expuestos son variados y dependen del lugar y el momento. Tradicionalmente, hemos tendido a entenderlos como expresiones marginales, pero su recepción también puede variar según la persona y según el contexto, y su presencia no se limita a barrios periféricos o a los muros que rodean las vías del tren. Se dejan ver en cualquier rincón.

Naomi Klein explicaba en No logo: el poder de las marcas que, cuando las calles son uno de los bienes más preciados en la cultura publicitaria, el hecho de que se criminalice el arte urbano, como muchas iniciativas populares o como la mendicidad en todas sus formas, es criminalizar “lo que hay de realmente público en la vida de las ciudades”. El discurso oficial lo desaprueba claramente, lo define como vandalismo y lo persigue.

Aunque con matices. Ya en los años 90, el catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Castillo Gómez, experto en lectura, escritura y alfabetización, lo explicaba así: “Los mismos poderes que controlan el uso gráfico del espacio urbano y persiguen las escrituras murales espontáneas pueden legitimarlo cuando es para colocar sus propios mensajes o para convertirlos en soportes publicitarios”. Y da un ejemplo que lo ilustra bien: en los años 70 las pintadas eran consideradas como trabajo asumido por la militancia política hasta el punto de que la Secretaría de Propaganda del Partido Socialista Obrero Español tenía directrices claras sobre la manera de llevarlas a cabo: grupos de tres personas como mínimo para una vigilancia correcta mientras se realiza la pintada, no utilizar nunca espray de color azul, evitar producir deterioros no reparables o escribir textos cortos y firmados con las siglas del partido, entre otras. Pero una vez adquirido el poder, los partidos menosprecian estas acciones.

Aun así, las instituciones no dejan del todo fuera de su campo de acción la expresión mural y la incluyen cada vez más entre sus actividades. Es el caso del proyecto de Peter Claesson para Naciones Unidas “Arte para todos”, realizado en diferentes puntos del globo y que, en colaboración con el Área de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, trajo a la ciudad en 2010 a muralistas de todo el mundo que, junto con otros autores locales, cubrieron varias fachadas deterioradas del Polígono San Pablo.

Otro caso reciente de inclusión oficial de las pintadas es la campaña “Versos al paso”, un proyecto del Ayuntamiento de Madrid y del grupo de artistas urbanos Boa Mistura que ha escrito más de mil versos en pasos de peatones de la ciudad, como medida para el fomento de la lectura y la transformación del paisaje urbano de Madrid.

Y, sin duda, el uso comercial del grafiti es una realidad frecuente y cada vez más establecimientos decoran sus paredes y sus cierres metálicos con imágenes realizadas por artistas del espray.

Pero, a pesar de la existencia autorizada y aceptada de este tipo de grafitis, la espontaneidad de los mensajes oficiosos nunca ha dejado de estar vigente. Los espacios públicos son palimpsestos. Como las pintadas son efímeras, al cabo de un tiempo una misma pared puede albergar contenidos muy diferentes. Además, el carácter dialógico de las pintadas hace que algunas veces haya varias respuestas a un mensaje. Las calles son el espacio público por excelencia y en un contexto social de saturación mediática se vuelve necesario encontrar nuevas formas de demanda de atención, ocupando y resignificando estos espacios.

Mensaje en la pared o en la pantalla

Si lees el mensaje, devienes mensaje. La voz que te habla desde la palabra escrita en la pared trasciende lo privado y se convierte en pública. Al igual que solo hay que tener predisposición para encontrar y leer estos mensajes, basta con fijarse para encontrar variadas cuentas de Instagram que los difunden. Y a pintadas anónimas, instagramers que a menudo también lo son. Abundan los perfiles que recogen y difunden pintadas y arte urbano en todas sus expresiones. Algunos de ellos merecen mucho la pena: @semenamoraelma, “andalusian style”, como ella misma se define; @unaantropologaenlascalles, también de Andalucía, que se centra en el potencial activista del arte urbano; @poesiaentucalle, otra andaluza, que busca la poética en forma y contenido y otra cuenta manchega, @laexiliadaromantica, que recoge expresiones feministas en el arte urbano.

“Las pintadas me encuentran a mí”, dice @poesiaentucalle. “Una de las premisas de mi colección es indicar la fecha, para que quede registrado el momento, puede que esa foto sea única, puede que al día siguiente esa frase ya no esté”.

“Las paredes son un reflejo de lo que pasa en la calle, de lo que dice la gente. Creo que era Ana María Matute quien decía que escribir siempre es protestar. Hacer una pintada es subvertir el orden establecido, es una forma de protesta. Pienso que es un medio de expresión, más o menos espontáneo, y muy accesible a todo el mundo”, explica @semenamoraelalma, que comenzó a hacer un registro de pintadas cuando decidió realizar su tesis sobre el tema. “Al final, la historia mutó, pero seguí con un registro más relajado; si veía algo en la calle, le hacía la foto y luego, si me acordaba, la subía. Ahora subo lo que me motiva, lo que me enamora el alma, lo que me da para hablar de lo que tengo en la cabeza o de lo que pasa en la calle. Desde el humor siempre es más fácil empatizar”.

Detrás de la cuenta @unaantropologaenlascalles también hay algo más que una colección de fotos, hay un trabajo de fin de máster que traslada la voz de la calle al ámbito académico: “Lo que voy recogiendo en mi perfil, y lo que se observa en el de muchas compañeras de Instagram, podría ser definido como artivismo; con este trabajo quiero reconocer las pintadas como intervenciones políticas artísticas callejeras. La sociedad juzga mucho las pintadas y las asocia directamente al vandalismo, la falta de estética, invadir la propiedad privada... No gustan, son ‘feas’, las personas no las aceptan, pero en esa fealdad reside su componente más político y subversivo, porque interpela y molesta. Para mí, la pintada no es el punto final de la creación de una obra, porque su objetivo no es la estética ni el valor que tiene. Esa es la idea que quiero potenciar: (re)educar a través de las ‘feas artes’, porque otorgan otro sentido, al tratarse del espacio público sus intervenciones artísticas fomentan la crítica y el cuestionamiento de nuestra sociedad, costumbres y representaciones de esta”.

Paredes feministas

Respecto a los temas más frecuentes parece haber consenso entre instagramers: “Estamos en un momentazo histórico, el feminismo está en muchas conversaciones diarias. Al final, las paredes son un reflejo de ello. Y cuando ya tienes las gafas violeta y lees noticias diarias sobre violencias machistas, llega un momento en que necesitas hacer algo, llevar un rotulador en el bolso es una forma más de activismo. También hay activismo, barrio, gentrificación, derechos humanos, LGTBI+, antifascismo, educación, Andalucía, actualidad, el odio, la vida…”, dice @semenamoraelalma. “El feminismo siempre ha tenido ese horizonte de reivindicación callejera y creo que seguirá así”, opina @laromanticaexiliada. Para @unaantropologaenlascalles, “lo más importante es saber que las pintadas con reivindicaciones feministas son colectivas porque te hacen partícipe del mensaje sin escribirlo, porque estás en la lucha sin pintarlo. Y, desde la propia individualidad de cada artista, las acciones que manifiestan esos mensajes transmiten una lucha colectiva de muchas mujeres feministas o no, lesbianas o no, trans o no, indígenas o no, negras o no. Y esta carga simbólica que conlleva hace que las mujeres tomen las calles para plantear en el espacio público problemas personales y, por tanto, políticos, torna la individualidad de nuestros disgustos en lucha colectiva”.

En algunos casos, la línea entre fotografiar pintadas y hacerlas termina por desdibujarse y hay instagramers que pasan a la acción, como @laromanticaexiliada, que asegura que “lo normal es que las respuestas sean positivas: hubo dos personas que me buscaron por Instagram para agradecerme intervenciones que había hecho: un David de Miguel Ángel transgénero y un ‘Feminismo para rato’. También ha habido alguien con LGTBIfobia que me ha hecho algún comentario, pero das tu punto de vista, argumentas y ya está. Siempre que sea con respeto, el debate es bueno”.

@semenamoraelalma está de acuerdo en que un poco de cuestionamiento respetuoso es sano: “Apenas tengo haters. Pero a un club de fans de Los Morancos no le sentó demasiado bien que subiese una pintada que decía ‘No hay Moranco bueno’. Y luego está esa agrupación política con nombre de diccionario que me agregó una vez”. Explica que con esta agrupación tuvo una pequeña e incómoda conversación que acabó en bloqueo mutuo de perfiles.

Las paredes hablan lo que los medios callan, como escribió alguien en una pintada. Nunca han dejado de decir lo que la gente estaba harta de repetir sin que la escucharan. El espacio público hace las veces de potencial página en blanco y el trabajo de quienes las comparten en sus redes amplifica estos mensajes y los mantienen vivos durante mucho más tiempo. Porque otra forma de comunicación siempre es posible.

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