Andalucía
“La islamofobia es el ariete para tumbar la democracia y acabar con los derechos de todas y todos”
La novela de María Iglesias, la cuarta de la autora especializada en temas migratorios y derechos humanos, ha generado un intenso debate entre sus lectores. La obra, con una estructura coral y un dilema moral íntimo como motor, interpela directamente a las contradicciones de la izquierda y al “complejo de salvadora blanca” del Norte global. Iglesias, que basa su ficción en una profunda investigación periodística sobre el terreno, desde Lesbos hasta Nador, analiza las fisuras de la legalidad internacional y la responsabilidad individual y colectiva en un momento de “gran desafío a la democracia”.
La novela está siendo un éxito de venta y genera muchísimo debate. ¿Qué te impulsó a abordar una historia tan compleja y con tantos matices en la actualidad? ¿Por qué este libro?
Desde 2016, cuando fui a Lesbos, me he ido especializando en historias relacionadas con la migración. No es algo que yo decidiera, me han llevado mis inquietudes sociales. Al conocer historias de personas migrantes he visto de una manera más palpable, más encarnada en gente concreta, la injusticia norte-sur.
“Yo pienso que si yo no soy capaz de decantarme, los demás lectores y lectoras tendrán ese mismo conflicto”
En este proceso, se me ocurrió una historia más íntima, menos geoestratégica, que me permitiera abordar la complejidad. Yo quería reflejar que, en mi experiencia de la vida, la mayoría intentamos conducirnos de forma ética, con buena intención, pero cada uno tenemos una aproximación distinta, y a veces colisionan. Eso es lo que me llevó a escribir esta historia.
¿Cuánta de esa experiencia profesional hay en la novela, y ¿Cómo fue el proceso de investigación?
Yo sobre todo soy una apasionada de comunicar por distintas vías. En toda novela, parto de elementos reales sobre los que fabulo. En esta hay elementos que yo he conocido: un orfanato real de Nador me sirve para fabular el que está en la novela. Está también hacia el final el caso del ahogamiento en el río Guadalquivir en Sevilla de Mamut Bakun, que yo lo fabulo y lo sitúo en París. La historia en sí es una ficción literaria, pero soy una convencida de que la ficción literaria a menudo comunican tanta o más verdad que los géneros más teóricamente objetivos.
La trama se sustenta en la amistad de Alba y Simone. Una es la prudente española y la otra la pragmática francesa. ¿Por qué decidiste articular este dilema moral a través de dos visiones tan diferentes?
Necesitaba dos personas que quisieran ayudar ambas frente al caso concreto de una niña africana en difíciles circunstancias, pero una se ciñera a la legalidad y la otra dijera, bueno puesto que la legalidad internacional se viola a diario, yo voy a impartir mi justicia. Y que eso fuera el motor del conflicto. También me parecía interesante que fueran dos visiones de distintos países porque España y Francia tienen distintas relaciones con respecto a África y al neocolonialismo. Y luego hay otro contraste: esas dos miradas, siendo diferentes, no dejan de ser europeas occidentales blancas, contrastadas con las miradas magrebíes y del África subsahariana que aportan otros personajes.
Decides elaborar la novela de una manera coral, con el narrador saltando constantemente. ¿Por qué decides que el lector tenga que ir componiendo el puzle con esos distintos puntos de vista?
Esto es un cambio sustancial, un punto de inflexión. En una primera versión con un narrador único, el propio narrador te iba forzando como lector a posicionarte. Se me ocurrió escribirlo de esta manera con capítulos breves que van aportando distintas perspectivas con las que el lector va componiendo el puzle. Creo que se parece más a cómo funcionamos en la vida y me ahorraba tener que decirlo todo. Es un juego también más interesante y más activo para el lector.
¿Se decanta la gente por una de las dos protagonistas, o casi todas las opiniones giran en torno al laberinto mental?
La respuesta que estoy recibiendo de los lectores es que se identifican casi con todos los personajes en distintos momentos. Comprenden las razones de unos y luego se sorprenden a sí mismos comprendiendo las razones del que actúa de forma totalmente distinta. Modestamente me atrevo a compartir que creo que es un defecto muy enraizado en la gente de izquierda progresista y que explica mucho de cómo nos es difícil articular proyectos colectivos.
La novela también toca ese empeño que proviene de personas blancas europeas de “salvar al inmigrante”. ¿Planteas el fracaso de ese impulso?
Por supuesto, en el libro es fundamental el complejo de salvador blanco, o en este caso de salvadora blanca, es clave. Hay una dimensión estructural de expolio del Sur global por el Norte, porque no se da al revés.
“Nos creemos capaces de salvar a una persona concreta, pero incapaces de remangarnos y ponernos a trabajar por la justicia social”
Mi propuesta reflexiva es por qué no nos damos cuenta de que el sistema capitalista nos educa en impulsar heroicidades individuales, salvamentos entre comillas, que siempre llevan una pérdida de identidad o de país, pero a la vez nos educan en minusvalorar la búsqueda de soluciones sociales, globales, colectivas, de la justicia. Nos creemos capaces de salvar a una persona concreta, pero incapaces de remangarnos y ponernos a trabajar por la justicia social.
Vemos personajes que identificamos como “malos” al principio, pero luego comprendemos su contexto de supervivencia. ¿Fue intencionado dibujar ese termómetro moral donde nadie es tan malo ni tan bueno?
El proceso de mi especialización ha sido un proceso de deconstrucción, de desaprender una serie de prejuicios y de esquemas mentales. Tenemos todos los miedos de serie sobre África y la idea paternalista de pensar que todas las personas africanas son pobrecitos que necesitan nuestra ayuda. A medida que he ido conociendo y entrevistando a personas africanas, te encuentras con personas diversas, de clases sociales diversas, de aspiraciones diversas. Algunos migran por necesidad, pero otras simplemente migran por el deseo de mejorar su expectativa vital, por el anhelo de conocer otros mundos, como nosotros. La diferencia está en que a ellos les tenemos puesta una especie de jaula. Como vivimos un momento de tanto racismo y criminalización, yo creo que el mejor antídoto es conocer, comprender, escuchar, acercarte.
Hay una frase en el libro que me gustó mucho: “La vida mejor siempre está en otra parte, más al norte, en el suelo aún no pisado que uno, que puede uno soñar”. En este contexto, ¿crees que la literatura y el periodismo tienen el deber de luchar contra los discursos racistas, ahora muy enfocados a lo musulmán?
Yo todo lo que escribo o comunico lo concibo como mi aportación a la conversación social. Yo sí creo en el poder transformador de la palabra. Estamos viviendo un momento de gran desafío a la democracia, a la convivencia, al bienestar mínimo. Los demócratas, en los países que tenemos la suerte de vivir en democracia, debemos protegerla y mejorarla. El problema es que el ultracapitalismo nos ha machacado con que “las ideologías están muertas”, y ellos no se lo han creído para sí mismos. Ellos cada vez han profundizado más en su ideología ultracapitalista y neofascista.
¿Cómo ves estas ideologías enfocadas a la cultura musulmana?
El tema de la xenofobia y los ataques a la comunidad musulmana son muy graves. La islamofobia y ese construir el chivo expiatorio, tenemos que reaccionar contra ello, porque es de justicia. Además, la historia ya nos ha demostrado que, como en los años 40 con los judíos, es el ariete para tumbar la entrada en la ciudad fortificada, para entrar en la democracia y acabar con los derechos de todas y todos. Nos concierne personalmente. El ultracapitalismo voraz va a extender como una manta de aceite la desigualdad y la exclusión, haciendo que las personas no puedan vivir de su trabajo. ¿Cómo podemos afrontar eso? Tendiendo puentes entre las sociedades civiles del mundo frente a las élites expoliadoras.
¿Consideras este libro el colofón de tu saga sobre migración? ¿Tienes algo en mente?
Esa ultraproductividad tampoco es necesaria. Cuesta mucho esfuerzo hacer el libro, y no es necesario estar continuamente sacando, porque para producir tú tienes que sembrar y tienes que tener tu época de barbecho. Ahora es el momento de darlo a conocer, leer a otras autoras, ver películas, reflexionar. Es probable que surjan nuevas historias, pero no debemos meternos la presión de estar todos los días produciendo. Hay que nutrirse, reflexionar, colaborar, a generar proyectos colectivos. La vida es misteriosa, no sabemos por dónde nos llevará.
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