Opinión
Andalufobia… ¿Sí o qué?
Vestrynge o Tejerina. No serán los últimos, ni su actitud de superioridad cuando se refieren a la población andaluza es una novedad. Las muestras de andalufobia vienen de lejos y siguen reproduciéndose. ¿Hasta cuándo?
Psicóloga Social
El penúltimo en llegar ha sido Jorge Vestrynge, que el 25 de octubre en el programa Al rojo vivo (la Sexta) arremete con la juventud andaluza. Según él "mucho rebujito, mucha cervecita, muchas gambitas, mucha playita, mucho ordenador o móvil" es lo que mueve a las y los jóvenes de nuestra tierra.
Pocos días antes, la exministra Tejerina en el programa Los Desayunos de TVE afirmaba, con rostro serio y tono profundo, que en Andalucía lo que sabe un niño de diez años es lo que sabe uno de ocho en Castilla y León.
El listado de agravios contra quienes vivimos y somos de Andalucía es largo y variopinto aunque, y como los diez mandamientos (esos que nos enseñaban en las clases de religión católica), se pueden cerrar en dos cuestiones: sobre cómo hablamos y sobre cómo afrontamos el trabajo o los estudios.
El 15 de septiembre de 2009, la diputada del PP catalán Montserrat Nebrera se despachaba en la tertulia del programa de radio 'A vivir que son dos días' de la Cadena Ser sobre el acento de la entonces Ministra de Fomento Magdalena Álvarez. Consideraba esta diputada que “su problema (refiriéndose a Álvarez) es que tiene un acento de chiste”. Dijo más: “Ella es un chiste malo”. En octubre de 2011, Artur Más decía en una intervención en el Parlamento catalán que "estos niños sacrificados bajo el durísimo yugo de la inmersión lingüística en catalán sacan las mismas notas de castellano que los de Salamanca; y no le hablo ya de Sevilla, de Málaga,… porque allí hablan el castellano, efectivamente, pero a veces a algunos no se les entiende".
Odón Elorza le dijo a Noelia Vera: "Para ser andaluza eres más educada que yo".
Cayetano Martínez de Irujo el 11 de diciembre de 2011, y dentro del programa de Salvados (de la Sexta) manifestaba que: "Cuando ves que la gente joven no tiene el menor ánimo de progresar, eso es grave. Eso solo pasa en Andalucía. Sinceramente. Eso en el norte de España no pasa, en el centro tampoco. Ni tan siquiera en Extremadura". Añadía que los jóvenes agricultores andaluces tienen pocas ganas de trabajar, al contrario que ocurre en otras zonas como Salamanca o Extremadura.
En noviembre de 2017, Odón Elorza (PSOE), que participaba en La Sexta Noche en un debate sobre la reforma constitucional, le dijo a la diputada Noelia Vera (Podemos): "Para ser andaluza eres más educada que yo".
En enero de 2018, y tras el estreno de la serie de televisión La Peste (dirigida por el sevillano Alberto Rodríguez), se generó un intenso debate que llegó a la prensa en forma de artículos de opinión y que llevó a que se vertieran contestaciones diversas en twitter ¿El problema inicial?: que el acento andaluz de actores y actrices hacía que NO se entendiera bien. Algunos titulares: El polémico acento andaluz de “la Peste” (El Periódico de Catalunya); Críticas y alabanzas por el acento andaluz en “La Peste” (Huffington Post); ¿Por qué molesta que se hable en andaluz en “La Peste”? (El Confidencial); Peste de vocalización (El País/Cultura).
De todo esto saco en claro algunas cuestiones:
Una, que aunque puedan cuestionarse los datos que proporcionan diferentes informes (como el hipermencionado PISA, por ejemplo), sí que pienso que el tema debería convertirse en foco de atención para las instituciones públicas. Repensar sobre la Educación siempre es oportuno aunque el punto de partida sea un exabrupto. Esto es, considero que debatir sobre la Educación que tenemos y que queremos es conveniente, es saludable. Cierto es que el punto de partida en nuestra comunidad en Educación era paupérrimo (hay que recordar las tasas de analfabetismo que dejó la dictadura) con lo cual, los logros y los puntos débiles deberían medirse incorporando otras variables.
También es cierto que en el desarrollo educativo intervienen factores como los entornos socioeducativos o el cuidado de las y los profesionales del sector que podrían explicar los datos de alguno de esos informes. De todas maneras habría que repensar, insisto, junto con los agentes educativos y con la propia comunidad, qué pasa para que se constate un gran número de niños y niñas que repiten en Primaria y en la ESO o el desconcertante número de abandonos. En fin, que la crítica debe generar análisis en positivo y no exclusivamente defensa (personal) ante lo que a veces se vive como ataque sin sentido.
Dos. Debo confesar que lo que llevo peor es esa inquina, generalizada, a nuestra habla. Aunque ese arremeter contra uno de los parámetros de la propia identidad social también nos debe hacer reflexionar. En este caso, sobre las consecuencias que tiene adscribirse a una determinada categoría social y a un determinado grupo de personas. Hay que recordar que sentirse miembro de un grupo provoca unos procesos cognitivos específicos reforzándose las similitudes que se tienen con el propio grupo de pertenencia (endogrupo) y resaltándose las diferencias que se tienen con los otros (exogrupo).
Los efectos perniciosos en el uso de estereotipos hacia las personas de un grupo determinado se describen en la posibilidad de acomodarse a las expectativas.
Ya los trabajos de Tajfel y Turner en los años setenta del siglo XX subrayaron que sentirse miembro de un grupo repercute en el comportamiento individual. Sus estudios afirmaban, igualmente, que las percepciones y las categorías que nos unen o nos separan ayudan a construir y perpetuar estereotipos y prejuicios. Esta no es una cuestión baladí porque provocan que entren en juego comportamientos finales inadecuados. Los efectos perniciosos en el uso de estereotipos hacia las personas de un grupo determinado se describen en la posibilidad de acomodarse a las expectativas. Esto significa que a base de recibir una imagen determinada sobre el grupo al que se pertenece, las personas llegan a comportarse de modo consecuente con ella. Son las denominadas expectativas de autocumplimiento.
Aunque están descritas más de quinientas fobias, dentro de las fobias sociales hay que incluir ahora una más: andalufobia. Poner nombre a las cuestiones ayuda a poner remedios. Diagnosticar certeramente permite proponer tratamientos adecuados. Vayamos a por ello y defendamos un autoconcepto y una autoestima andaluza sin lastres.
En fin, no sé si se me ha entendido.
Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!