Gaza Activestills - 4
Un palestino rescata a un bebé prematuro que estaba junto a su madre cuando ésta murió en un ataque aéreo israelí dirigido contra su casa en la ciudad de Gaza, el 11 de octubre de 2023. Mohammed Zaanoun/ ActiveStills

Análisis
Gaza o la angustia de la desesperanza

Claves históricas y geopolíticas para entender los últimos 20 años del estado de guerra permanente de Israel, la asfixia del pueblo palestino y sus cómplices necesarios en Oriente y Occidente.

Arabista en la Universidad Autónoma de Madrid.

14 oct 2023 05:30

En septiembre de 2006, recién terminada la llamada por los libaneses Guerra de Julio o y conocida en Israel como 2ª Guerra de Líbano, el secretario general de Hezbolá, Hasan Nasrallah, hizo unas declaraciones en las que decía arrepentirse del apresamiento de unos soldados israelíes en la frontera libanesa. O, mejor dicho, en una porción de tierra que Líbano reclama como suyo e Israel ocupa desde hace décadas. Las declaraciones de Nasrallah, recogidas en primera instancia por medios de comunicación libaneses, muchos de ellos abiertamente hostiles a los islamistas de Hezbolá, generaron gran polémica. Tanto, que el propio dirigente del Partido de Dios tuvo que salir a la palestra y desmentirlas, alegando que se habían manipulado sus palabras. No se arrepentía de haber dado la orden a sus hombres de atacar la patrulla israelí, afirmó, pero sí reconoció el enorme impacto de la respuesta israelí, que arrasó buena parte del sur de Líbano y las zonas de mayoría chií confesión a la que pertenece Hezbolá en Beirut, además de dejar a numerosas regiones sin agua ni electricidad durante semanas. El grado de destrucción sufrido por Líbano en infraestructuras y servicios básicos sólo podría compararse, quizás, a la invasión de 1982.

Ocupación israelí
Ocupación Israelí Israel da 24 horas para evacuar a más de un millón de personas que viven en el norte de la Franja de Gaza
El ejército israelí prepara una incursión terrestre en la Franja de Gaza mientras la ONU denuncia las “consecuencias calamitosas” que podría tener una evacuación de estas características en una población bloqueada.

Lo que venía a decir Nasrallah en aquel momento y que se ha repetido muchas veces en Líbano es que el estado de Israel, cuando se trata de recomponer el orgullo herido, generalmente tras una operación militar sorpresiva del “enemigo árabe”, reacciona siempre con una violencia desmedida e insoportable para cualquier sociedad. Eso le pasó a Hezbolá, cuya popularidad se desplomó en los círculos ajenos al islamismo chií o la militancia anti-sionista: por su culpa, pensaron muchos libaneses, estamos pagando un precio inasumible. Numerosos analistas concluyeron que el ejército de Israel, a la vista de la rapidez y envergadura de la respuesta militar, llevaba preparando esta incursión desde hacía tiempo, incluida una invasión terrestre de limitado alcance.

En realidad, Israel vive en estado en guerra permanente, con unas fuerzas armadas en las que todo ciudadano apto es considerado un combatiente en la reserva; sus presupuestos dedican partidas millonarias a la producción, compra y desarrollo de armas de última tecnología. Por ello, reparando además en su impronta eminentemente colonialista y que su propia fundación vino acompañada de una guerra que le sirvió para ampliar sus territorios originales, no es de extrañar que disponga de una capacidad única para lanzar operaciones militares fulgurantes en contra de cualquiera de sus vecinos.

Los ataques militares de Israel no serían posibles sin el apoyo incondicional, económico, diplomático y militar, de Estados Unidos y Europa

Esto no sería posible, por descontado, sin el apoyo incondicional, económico, diplomático y militar, de Estados Unidos y Europa, así como de la cobertura mediática prestada por la tupida e influyente red de instituciones y personalidades partidarias de Israel que se afanan un día sí y otro también en alabar sus grandezas y minimizar sus errores. Si a esto le añadimos el influjo de la tradición bíblica del castigo y la venganza podemos hacernos una idea del calibre de las campañas militares israelíes, repetidas cada cierto periodo de tiempo.

Desde fuera, resulta complicado entender y menos justificar la decisión del Movimiento de la Resistencia Islámica, Hamás, de lanzar el 7 de octubre pasado un ataque contra objetivos israelíes. Todo el mundo sabía, los habitantes de Gaza en primer lugar, que la represalia del gobierno israelí sería demoledora. Al contrario que los libaneses, que han tenido que tragar la quinina de la maquinaria bélica israelí en un número contado de ocasiones, con excepción de los habitantes de la frontera meridional, los gazatíes han sufrido bombardeos y ataques indiscriminados en numerosas ocasiones desde 2006, fecha en la que otro apresamiento de un soldado israelí dio lugar a bombardeos que concluyeron en el bloqueo por tierra, mar y aire que sufre la franja desde entonces.

Buena parte de los gazatíes viven de las ayudas humanitarias prestadas, en algunos casos, por los mismos estados que luego justifican y amparan las operaciones de castigo israelíes

Este se reforzó un año después con la llegada de Hamás al poder, que expulsó a las fuerzas de la Autoridad Nacional Palestina y controla el enclave desde entonces. Durante este periodo, contando con la actual, Gaza ha sufrido al menos cinco operaciones militares de gran alcance, acompañadas en algún caso de intervenciones terrestres. En estos 17 años la Franja, sin recursos naturales ni fuentes de ingresos propios, ha malvivido bajo un asedio inclemente que el régimen de Tel Aviv ha ido modulando según sus propios intereses. Antes del bloqueo, Gaza era conocida por su actividad de manufacturación y comercio; hoy, nada queda de eso.  Ni siquiera la pesca, una de las escasas empresas productivas, ha paliado la situación, porque la armada israelí constriñe el perímetro marítimo y ataca, cuando se produce eso que llaman allí “escalada de tensión”, las barcazas de los pescadores palestinos.

Buena parte de los gazatíes viven de las ayudas humanitarias prestadas, en algunos casos, por los mismos estados que luego justifican y amparan las operaciones de castigo israelíes en los foros internacionales, o estados árabes, como Qatar, que aporta dinero desde 2014 los salarios de los funcionarios, las ayudas para el combustible o la construcción de infraestructuras básicas. Sin este aporte de liquidez, que muchas veces Israel interrumpe o simplemente inhabilita destruyendo los proyectos financiados desde el exterior el célebre aeropuerto de Rafah financiado con dinero español es un buen ejemplo los habitantes habrían muerto de hambre y sed; desde el punto de vista anímico y psicológico, los gazatíes se hallan desde hace tiempo en un estado de muerte clínica.

Ocupación israelí
Ocupación israelí Las acciones de los especuladores de la guerra se disparan mientras Israel bombardea Gaza
Estados Unidos, que otorga a Israel 3.800 millones de dólares anuales en asistencia militar, se está preparando ahora para enviar armamento adicional.

La angustia y la desesperación se han convertido en la rutina existencial de los habitantes de la Franja. Los reportajes periodísticos suelen referirse a ella como “la mayor cárcel del mundo a cielo abierto”. También se habla de los prolongados periodos de tiempo en los que se queda completamente aislada. Para no suscitar las críticas de la “comunidad internacional”, Tel Aviv permite el acceso de mercancías de forma regular desde un único punto, la frontera sur de la franja con Egipto a través de Rafah; y aun así, impone el cierre a los egipcios si percibe que los milicianos palestinos utilizan la red de túneles que, se dice, abundan por allí o, lisa y llanamente, quiere asfixiar Gaza en respuesta a incursiones palestinas.

El gobierno egipcio, también, impone cierres parciales cuando se indispone con los dirigentes de Hamás, que en ocasiones dejan en mal lugar a la diplomacia de El Cairo frente a estadounidenses e israelíes, o cuando los grupos islamistas radicales egipcias que operan en la península del Sinaí realizan atentados contras las fuerzas de seguridad locales y estas argumentan algún tipo de colaboración desde el interior de Gaza. El resto del perímetro terrestre, vigilado por el ejército israelí, está reforzado por vallas y muros de unos 65 kilómetros de largo, con sensores y puestos de vigilancia, incluida una barrera marítima, equipada con cámaras y radares. Ha sido este sistema de contención, completado en 2021, lo que los milicianos de Hamás han esquivado con sorprendente facilidad, para desesperación y terror de numerosos israelíes, que pensaban que lo de Gaza era una especie de relato horripilante, superado ya para siempre. Allí encerrados, sin que nadie hable de ellos, se habían olvidado de ellos casi por completo.

El paquete de medicinas, el gasóleo para los generadores o los componentes para depurar el agua, dependen de prioridades que escapan a la voluntad de los gazatíes

De Gaza no se puede salir, ni entrar, sin permiso de las autoridades israelíes. El paquete de medicinas, el gasóleo para los generadores o los componentes para depurar el agua, dependen de prioridades que escapan a la voluntad de los gazatíes. También a la de los dirigentes de Hamás, que controlan con mano férrea la seguridad dentro de la franja pero no gestionan nada de enjundia, salvo sus vías propias para rearmarse y mantener una estructura militar que en ningún caso puede ponerse en comparación con la superioridad incontestable del ejército israelí. Pueden imaginarse la frustración permanente de los gazatíes, que, aun cuando no medien operaciones militares israelíes, ignoran si habrá alimentos en el mercado dentro de un rato ni agua ni electricidad; desesperados porque de allí no sale casi nadie, sólo quienes desempeñan funciones oficiales o han tenido la fortuna de recibir una beca o respaldo de cualquier tipo para estudiar o trabajar en el exterior; aburridos porque la angustiosa situación económica  y la falta de recursos limitan las oportunidades de divertirse, a lo que se une la visión islamista prototípica de Hamás sobre los “vicios” como el alcohol, el teatro indecoroso, los bailes licenciosos, etc.

Con un 75% de la población con menos de 25 años, sin dinero, con una renta per cápita inferior a 300 dólares, con un 45% de paro, sin capacidad de navegar siquiera en internet de forma estable porque te lo cortan con cierta frecuencia, ¿qué se puede hacer en una extensión plana de 360 kilómetros poblada por unos 2,4 millones habitantes, más de la mitad de ellos, encima, refugiados, hacinados en campos y construcciones que en su tiempo pretendían ser temporales? Suele decirse también que Gaza tiene una densidad demográfica insoportable, superior a la de muchas áreas metropolitanas superpobladas en Europa o Asia, pero debe añadirse que la obligatoriedad de que las zonas limítrofes con la valla de seguridad estén completamente deshabitadas, so pena de demolición inmediata, reduce más aún el espacio habitable. Por no hablar de que la ciudad de Gaza, donde se concentra más de un cuarto de la población total de la franja, tiene índices de ocupación demográfica que doblan el del resto de enclaves urbanos relevantes allí.

En apenas cinco días, la aviación, la marina y la artillería israelíes, todas al alimón, habían dejado 340.000 desplazados internos, pululando entre sus 41 kilómetros de largo y 12 de ancho

A esta degradación de la condición humana, perenne, se unen los bombardeos sistemáticos, las “operaciones de inteligencia” de las fuerzas israelíes, los bombardeos de hospitales y escuelas, la destrucción de centrales eléctricas y plantas para la potabilización del agua o el tratamiento de basuras… En apenas cinco días, la aviación, la marina y la artillería israelíes, todas al alimón, habían dejado 340.000 desplazados internos, pululando entre sus 41 kilómetros de largo y apenas doce de ancho, sin nadie que les pueda prestar ayuda, entre otras cosas porque las instalaciones de la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos no tiene fondos ni víveres para asistirlos y sus escuelas se hallaban ya desbordadas con miles de personas sin hogar (más de mil edificios de viviendas reducidos a escombros; hágase el cómputo de personas sin techo en tan solo cinco días).

Según la Cruz Roja Internacional, nada sospechosa de connivencia con Hamás, el jueves 12 de octubre los hospitales tenían apenas combustible para mantener los generadores en marcha un día más. 600.000 personas estaban ya sin agua, mientras buena parte de los que se han quedado sin vivienda no saben a dónde ir porque la aviación israelí bombardea con celo los centros de acogida o los espacios amplios (eso de amplio en Gaza es un decir) donde la gente pueda concentrarse. Ni las ambulancias se han librado de la vesania militar Israel: se cuentan ya por decenas los enfermeros, camilleros y conductores de ambulancia asesinados y heridos por los bombardeos, muchos de ellos selectivos.

Esta barbarie poco tiene de novedosa: los gazatíes la han padecido antes. No con esta intensidad ni, probablemente, esta prolongación en el tiempo, pues el gobierno israelí habla sin tapujos de una campaña punitiva larga. Pero en esencia, no se ven grandes diferencias. La indignación occidental ante las imágenes de los civiles israelíes asesinados por Hamás —alguna, como la de los supuestos cuarenta bebés acuchillados en un Kibutz no las hemos visto ni se atienen a la lógica de los acontecimientos, pero han servido para engrasar la maquinaria propagandística sionista— va a permitir que el cerco y los bombardeos se refuercen y expandan de una forma que nunca antes hemos visto. Las declaraciones oficiales de Washington, en el sentido de que la operación será directamente proporcional a la dimensión del ataque original de las facciones islamistas, despierta numerosos interrogantes, sobre todo si proliferan bulos en torno a supuestas matanzas realizadas por palestinos que luego nadie documenta ni argumenta.

El régimen israelí lleva actuando como una milicia de forajidos desde 1948: asesina, expulsa, confisca, desplaza, roba, arranca, demuele, miente y abunda en exacciones sin que nadie le pida cuentas

El ministro de defensa israelí, junto con otros responsables, hablan abiertamente de que no habrá consideraciones humanitarias mientras Hamás, la Yihad y compañía no liberen, “humanitariamente” a los rehenes. No permitirán la entrada de víveres ni combustible mientras no se les devuelva la libertad. Por ello, han amenazado al gobierno de Egipto de que bombardearán cualquier camión que vean con intención de acercarse al puesto fronterizo de Rafah, aunque estén en suelo egipcio. Al final habrá que dar la razón a dirigentes como Rayip Erdogan en Turquía, cuando dice que Israel no puede comportarse como una organización armada ni ponerse a la altura de las mismas. Pero el régimen de Tel Aviv lleva actuando como una milicia de forajidos desde 1948. Asesina, expulsa, confisca, desplaza, roba, arranca, demuele, miente y abunda en exacciones sin que nadie le pida cuentas. Hoy, numerosos líderes israelíes hablan abiertamente de borrar Gaza del mapa y perseguir a “los animales humanos”, o los “humanos animales” o los “animales”; o las “ratas”, como decían y siguen diciendo determinados líderes de las hordas de colonos que llevan años haciendo cosas como las que critican ahora en Hamás: entrar en casas, arramblar con todo y disparar contra quien hace movimientos extraños o muy sospechosos.

Lo hemos visto tantas veces, en Cisjordania por ejemplo, que no llama la atención que lo sigan haciendo. El grado de desprecio que parte de la sociedad israelí y sus dirigentes, cada vez más escorados al radicalismo y las tesis ultra-violentas, profesa hacia los palestinos y los árabes no se detiene en los musulmanes y llega asimismo a la doliente minoría cristiana. Como muestra más de la intolerancia de los colonos y ultra ortodoxos sionistas, ante la complicidad de las fuerzas de seguridad, se ha puesto de moda de un tiempo a esta parte atentar contra los símbolos cristianos, ortodoxos, católicos o armenios, con acosos constantes a sacerdotes, irrupción en las iglesias, escupitajos en la calle (a un sacerdote armenio le escupieron 90 veces en un año, una especie de happening devenida en la última sensación entre los jóvenes ultraortodoxos) empellones y mofas al paso de las procesiones, quema incluso de algunos templos. Llama la atención que las organizaciones y círculos cristianos occidentales que apoyan sin cuestionar absolutamente nada las tesis de la ocupación israelí no sepan que prácticamente todas las comunidades religiosas cristianas de Jerusalén han condenado estos actos hostiles.

En fin, conociendo que la respuesta del ejército israelí iba a ser esta, peor incluso que los precedentes conocidos, ¿por qué Hamás se avino a lanzar este ataque, orquestado, para vergüenza del “ejército mejor preparado de Oriente Medio”, con fusiles de asalto, lanzagranadas y parapentes motorizados, con la cobertura apenas de misiles de fabricación artesanal en muchos casos? Las explicaciones basadas en consideraciones geoestratégicas apuntan el deseo, apoyado por Irán, de torpedear las posibilidades de una paz definitiva entre los estados árabes reticentes, Arabia Saudí en primer lugar, e Israel. Es fácil suponer que la tendencia congénita de los dirigentes israelíes, más ante una bofetada de este calibre, nunca vista desde la guerra de 1973, a arrasar las zonas palestinas a sangre y fuego hará muy difícil que nadie, menos un país con el fundamento religioso islámico de Arabia Saudí, firme una paz con gente así. Puede ser: Hamás, lo mismo que otros miembros del llamado arco de la “Resistencia (islámica) frente a Israel” son conscientes de que la normalización entre los principales países árabes e Israel hará mucho más difícil todavía el mantenimiento de una opción militar estable contra Tel Aviv y convertirá la cuestión palestina en secundaria.

De este modo, la ofensiva del 7 de octubre ha devuelto aquella a su lugar de privilegio, aunque sea en un contexto de guerra y destrucción. También hay análisis que recuerdan algo que sucedió en julio de 2023, cuando las autoridades de Gaza anunciaron que no podían pagar los sueldos de los funcionarios porque las partidas procedentes de Qatar se habían retrasado un mes. Al final, Doha liberó el dinero, aunque los responsables de Hamás, que mantienen relaciones muy cordiales con los cataríes, solicitaron más, para evitar la asfixia completa de la franja. Esta crisis de financiación tenía que ver, de nuevo, con los proyectos de la gran paz árabe-israelí: el régimen de Tel Aviv deseaba que hubiera tranquilidad en la franja, costeada por las monarquías del Golfo, para evitar levantamientos internos que pusieran en peligro la imagen de estabilidad y fiabilidad que pretendían exportar al mundo, sobre todo al árabe. Para Qatar, se trataba de una apuesta arriesgada: “comprar la paz social” en Gaza implicaría reforzar la buena imagen israelí y dar argumentos a los saudíes (y emiratíes) para justificar su acercamiento a Israel, poniendo en peligro así uno de los pilares de la política exterior catarí —o eso dicen ellos—, a saber, la búsqueda de una solución estable y justa para la causa palestina. A principios de octubre Doha seguía reluctante, Tel Aviv expectante y los palestinos, con un presente más incierto todavía.

Todo eso puede ser pero les vamos a añadir una, de mayor trascendencia desde nuestro punto de vista: la gente de Gaza, civiles, políticos y milicianos, están hasta las narices. Han intentado de todo: hacerse laicos, nacionalistas, panarabistas, izquierdistas intentar ver a los Estados Unidos con buenos ojos —qué difícil es esto, pero lo han intentado, al menos—, apoyar la paz, apoyar la guerra, apoyar la no paz-no guerra, hacerse islamistas moderados, islamistas radicales e islamistas así, en abstracto; han aceptado negociaciones de paz y concesiones de todo tipo, han mostrado paciencia e incluso resignación en numerosos momentos. Pero no se puede vivir siempre bajo el asedio, la humillación y el desprecio. Esto puede imaginárselo cualquier que conozca las raíces y desarrollo de la tragedia palestina, incluidos los promotores y defensores del sionismo que, por cinismo y conveniencia, no lo dicen, salvo los representantes de los movimientos colonos y ultraortodoxos, cuya falta de inteligencia política y destreza en el discurso neo colonialista les lleva a decir cosas como que hay que echar a todos los palestinos de Palestina y que la legalidad internacional está para no hacerle caso. Todo en nombre de los derechos sagrados e incuestionables de la nación israelí.

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