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Masculinidades
Perdón
Miembro de la Asociación de Hombres Por la Igualdad de Género (AHIGE) de Andalucía.
Llevo algún tiempo ya intentando modificar mi masculinidad y transitar hacía un modelo de hombre más igualitario. Escribiendo, criticando, y diciéndome a mí mismo y a los demás hombres lo que debemos y no de hacer. Unas veces desde la arrogancia, otras desde la afabilidad y el intento de comprensión y empatía con los maltratadores (nosotros).
Pero hasta ahora nunca había caído en la cuenta de que estaba construyendo la casa por el tejado, y que así no es posible generar ningún argumento que tenga credibilidad ante las mujeres, el feminismo y sus siglos de lucha.
A veces no entendía bien las duras críticas y desconfianzas hacía los hombres igualitarios por el llamado “feminismo radical”. Hago un paréntesis en la reflexión, busco en Google y las primeras acepciones que me encuentro del término radical dicen: “de la raíz o relacionado con ella; que afecta a la parte fundamental de una cosa de una manera total o completa” y es ahora cuando comprendo que no puede haber feminismo si no es radical, si de lo que trata es de lograr de una forma total y completa la abolición de un régimen y un sistema injusto y opresor como el patriarcado.
Como decía no entendía las críticas e incluso me sentía ofendido, porque las consideraba injustas, egoístas, poco empáticas y llenas de resentimiento hacía los hombres “igualitarios”, que lo único que pretendíamos era trabajar por la misma causa. Olvidaba, sin embargo, que la mayor parte de las veces lo hacemos desde la misma tribuna, planteamientos, vicios y errores que decimos combatir.
Uno no puede de un día para otro quitarse el traje de hombre con en el que tan cómodo y seguro ha estado, que nos pusieron cuando nacimos, heredamos de nuestros ancestros y con tanto orgulloso hemos lucido
Los colectivos de “hombres por la igualdad", que somos hombres que reconocemos la desigualdad existente entre los sexos, el daño que el género causa a las mujeres y los privilegios que a nosotros nos reporta, llevamos tiempo diciendo y escribiendo que trabajamos por cambiarnos y cambiar a los hombres y es verdad. Pero algo debemos estar haciendo mal cuando la mayoría de los hombres no somos capaces de ver y reconocer nuestro machismo, cuando en la escala de preocupaciones la violencia de género no ocupa un lugar principal, y ello a pesar de que los asesinatos de mujeres se suceden cada semana, y cuando nos seguimos sintiendo tremendamente cómodos en la estructura social, cultural, política y económica que sostiene estas violencias y desigualdades.
Quizás los hombres “igualitarios” nos miremos demasiado el ombligo, pensado en nosotros, pasando horas entre talleres, conversatorios, grupos de hombres, terapias y actos feministas; leyendo a ilustres mujeres pensadoras e intentando ir tras sus estelas, y olvidando la realidad que tenemos que cambiar, la de los otros hombres, que son mayoría. De ahí los vaivenes e indefiniciones que vamos dando: nuevas masculinidades, masculinidades diversas, masculinidades igualitarias, hombres feministas, hombres por la igualdad, hombres igualitarios.
Uno no puede de un día para otro quitarse el traje de hombre con en el que tan cómodo y seguro ha estado, que nos pusieron cuando nacimos, heredamos de nuestros ancestros y con tanto orgulloso hemos lucido, y presentarse como un hombre igualitario sin más.
No es fácil ver la realidad con otras lentes y dejar de mirar desde la superioridad y el desdén, creyéndonos diferentes, solo por el hecho de ser hombres y haber comenzado a tomar conciencia de nuestra posición de privilegio.
Pero sí hay algo que podemos y debemos hacer y a eso me refería cuando al principio escribía del error de construir la casa por el tejado, no es otra cosa que pedir perdón a las mujeres y reparar el daño causado.
Perdón por tener miedo a no ser el hombre que me dijeron que debía de ser. Por no ser capaz de ver y renunciar a mis privilegios masculinos, por preocuparme y procurar la justicia social y olvidar la mayor de las injusticias, la que los hombres cometemos con las mujeres
Porque y aunque ahora nos sintamos y creamos diferentes, no podemos olvidar cuál ha sido nuestra trayectoria hasta llegar a ser lo que somos, y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Por eso pido disculpas a todas las mujeres, a las que he conocido y a las que no, por haberme comportado la mayor parte de mi vida como un hombre machista, por adaptarme y disfrutar de las ventajas de una cultura supremacista que me otorgaba privilegios y maltrata a las mujeres. Por haber adoptado una forma de entender el mundo, nuestro mundo, el de los hombres, al que solo le interesamos nosotros y desprecia a las mujeres. Por no plantar cara a una sociedad que nos permitía todo tipo de licencias.
Perdón por mis continuos escaqueos en las responsabilidades familiares y de cuidados, y sobre todo, por creerme y presumir de ser un hombre igualitario cuando me queda tanto camino por recorrer.
Disculpas por mis bromas de mal gusto, comentarios, risas y pensamientos machistas, y por no tener la valentía de haber hecho frente a todos los micromachismos que ha sucedido en mí presencia, y de los que en ocasiones he sido participe, perdón por no enfrentarme a la manada.
Perdón por tener miedo a no ser el hombre que me dijeron que debía de ser. Por la violencia emocional, psicológica, social y cultural que este modelo de hombre ha causado. Por no ser capaz de ver y renunciar a mis privilegios masculinos, por preocuparme y procurar la justicia social y olvidar la mayor de las injusticias, la que los hombres cometemos con las mujeres.
Perdón por tener la osadía de escribir sobre igualdad y feminismo. Perdón a las mujeres de mi vida. Perdón a todas.
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