Abusos a la infancia
Pau Lluc: “La casa no es un lugar seguro para muchos niños y niñas”

Pau Lluc (Alboraia, 1974) sufrió violencia sexual cuando era pequeña por parte de su padre. Asegura que necesitamos relatos para que la sociedad tome conciencia de que ella no es la excepción. Para ello hace públicos sus apuntes en ‘Despojos’ ('Despulles').
Pau Lluc y Pérez
La superviviente de violencia sexual en la infancia Pau Lluc y Pérez.

Pau Lluc (Alboraia, 1974) sufrió violencia sexual cuando era pequeña por parte de su padre. Tardó tiempo en entender lo que le estaba sucediendo. Y más tiempo tardó en darse cuenta de que debía de hablar de ello. Difundirlo. Fue tras nueve meses de terapia grupal cuando decidió publicar el poemario Despojos (Reclam editorial, 2024), Despulles en catalán. Durante las sesiones tomaba apuntes. Un año después volvió a ellos. Al pasarlos al ordenador reparó en que debía hacerlos públicos. Afirma que necesitamos relatos, por un lado para que las víctimas se reconozcan en ellos y no se sientan bichos raros y por otro para que la sociedad abra los ojos de una vez por todas hacia la violencia sexual que sufre la infancia, esa que aún hoy permanece silenciada. Especialmente la que sucede dentro de casa. Y para ello ha creado un compendio de sentimientos en forma de versos y otros apuntes. Letras que canalizan rabia y denuncia.

Antes de publicar el libro hizo dos cosas: acudir a comisaría para denunciar los abusos sexuales a los que fue sometida desde pequeña por parte de su padre y hablar con él. Necesitaba poner todo en orden y señalar al culpable. Un hombre que, asegura, ha hecho vida normal y hasta ha ocupado algún cargo político en su pueblo. Para el libro utiliza un pseudónimo, María Babiloni. Asegura que es parte del proceso de renombrarse a sí misma y desvincularse de su apellido paterno, al que le ha retirado alguna letra. También es un homenaje a sus abuelos. María es el nombre de su abuela, Babiloni el apellido de su abuelo. Las personas que construyeron su espacio seguro, ese que debía haber sido su casa.

Tú sufriste violencia sexual cuando eras pequeña durante bastante tiempo. Este tipo de violencia en la infancia opera de una manera muy perversa. ¿Cuándo te das cuenta realmente de lo que está sucediendo?
Empiezo a ser consciente de ello poco a poco. Como muchas otras víctimas, no sé exactamente cuándo empieza la violencia sexual, pero calculo, que por recuerdos, alrededor de los 12 años. A los 15 o así empiezo ya a ponerle palabras y tengo hasta algún recuerdo escrito pero yo no lo verbalizo hasta casi los 17 años.

¿Y a quién decides contarlo?
En mi caso a mi madre a partir de una pregunta que me hizo. Por eso siempre digo que las preguntas están bien, cuando vemos a un niño o una niña que no se encuentra bien con una persona, preguntarle: “Oye, te veo mal con esta persona. ¿Todo bien?”. Para mí fue el catalizador. Yo sabía que había algo mal, pero no sabía a quién contárselo ni cómo poner palabras. Hace muchos años y estábamos también en otro momento. Y el hecho de verbalizarlo fue lo que puso fin a esa violencia en un primer momento.

Yo no tenía un entorno ni una sociedad preparada para acoger mi relato y tuve que de alguna manera volver a mi silencio, a sentir por segunda vez que yo tenía que ocultar algo

¿Tú crees que tu entorno tardó en verlo o que tardó en intervenir?
Yo siempre digo que cuando lo manifesté el entorno tiene una primera reacción y corta con esa violencia que yo estaba sufriendo pero luego, como en muchos otros casos, casi toda la familia se acaba reestructurando alrededor de mi agresor, con lo cual yo me vuelvo a un segundo silencio. 

Yo no tenía un entorno ni una sociedad preparada para acoger mi relato y tuve que de alguna manera volver a mi silencio, a sentir por segunda vez que yo tenía que ocultar algo, cargar otra vez con la vergüenza, con la culpa de haber vivido todo esto, de esconderme yo, de cruzarme por la calle con mi agresor, de que incluso ocupase una posición privilegiada dentro del pueblo donde yo vivía y ser yo la que me escondía otra vez. 

Abusos a la infancia
Rompiendo el tabú Violencia sexual contra la infancia dentro de casa: hablan las víctimas
Uno de cada cinco niños y niñas sufren agresiones sexuales en la infancia. El 40% de los agresores pertenecen al entorno familiar. Blanca, Nerea y Paloma ponen voz a las cifras.

¿No había una sociedad receptiva hacia esta realidad?
No. Yo no sabía dónde situarme en una sociedad que tampoco hablaba de estas cosas. No sabías dónde acudir. De hecho, yo acudí en aquel momento a personas de los círculos feministas que había en la ciudad. Pero el feminismo en aquel momento no tenía elaborados estos temas de las violencias hacia la infancia.

Estamos hablando de los años 90. Había asociaciones feministas incipientes. Hoy ya se ha hecho un largo recorrido. ¿Crees que en la violencia contra la infancia el feminismo ha hecho el mismo recorrido que ha hecho con otro tipo de violencias?
En mi opinión ha hecho otros recorridos en relación a la violencia contra las mujeres y está muy incipiente en el tema de la violencia hacia la infancia. Yo creo que empiezan a ponerse las pilas y hay sectores que sí que empiezan a moverse en este sentido. Creo que el camino recorrido en relación a la violencia de género nos puede ayudar, pero aquí hay otros elementos que también hay que tener en cuenta. Dicen que vamos como 20 años atrás con respecto a la lucha por los derechos de las mujeres.

Las estadísticas dicen que en tres de cada diez denuncias de violencia sexual en la infancia el agresor es un padre. Esto cuestiona de pleno la estructura patriarcal de nuestra sociedad, y no queremos ponerla en cuestión

¿Por qué crees que la violencia sexual en la infancia, y especialmente la que sucede dentro de casa, está tan silenciada? 
Por una parte, lo importante es darnos cuenta que esto no son casos aislados, que yo no estoy sola, sino que todas las estadísticas nos dicen que un 20% de la población sufrimos violencia sexual durante nuestra infancia y adolescencia, lo que quiere decir que es algo estructural. Y luego hay que preguntarse: ¿Y entonces por qué sucede? Principalmente hay dos factores, por una parte, la sociedad patriarcal que vivimos. Vivimos una tradición de milenios donde el pater familias tiene la posesión tanto de las mujeres como de los que están en su familia o en su entorno. El 90% de los agresores son hombres. Y por otra parte, venimos de una sociedad adultocéntrica donde las jerarquías se establecen por edad.

Yo creo que igual que hablamos de la cultura de la violación podemos hablar de la cultura de la violencia hacia la infancia y está tan dentro de la estructura de la sociedad que ni siquiera nos damos cuenta. Sí que hemos llegado a un punto en el que decimos que no debemos pegar a los niños o no podemos, gritarles, pero tenemos que ir aún más allá, porque lo que estamos haciendo con la infancia es sometiéndola a una constante violencia de la que ni somos conscientes, a través de la manipulación, de la directividad, del engaño, del chantaje, de la obediencia ciega a todo lo que es el mundo adulto.

Por tanto, un niño o una niña, ¿cómo puede ser capaz de percibir una violencia, más cuando proviene del entorno más cercano, si siempre se le ha dicho que se tiene que obedecer a los adultos? ¿Cómo un niño o una niña pueden llegar a entender que quien le protege es quien le está haciendo daño? Tenemos que cambiar esa cultura hacia otra donde veamos la infancia desde otros términos de derechos de igualdad, de buen trato, de respeto. Y yo creo que es ahí donde tenemos que estar ahora, en cambiar esa mirada hacia la infancia.

Violencia sexual
Agresiones sexuales Casi el 45% de las demandas por violencia sexual son de víctimas menores de 18 años
Las organizaciones llaman a desterrar falsos mitos como el del agresor desconocido y a reforzar los mecanismos de prevención como la educación sexoafectiva.

Se habla mucho de los abusos sexuales dentro de la iglesia. Han conseguido el protagonismo que merecen, pero se habla muy poco de los abusos sexuales dentro de casa y en el entorno familiar. Sin embargo, las cifras dicen que la mayoría de abusos es donde se suceden. 
Entre un 60 y un 65% de los abusos suceden en un entorno familiar y no se habla. Las estadísticas también dicen que en tres de cada diez denuncias el agresor es un padre. Esto cuestiona de pleno la estructura patriarcal de nuestra sociedad que no queremos ponerla en cuestión. Está muy bien que hayan salido los casos de dentro de la Iglesia, han conseguido una resonancia mediática, pero yo creo que por una parte quizá era fácil desde la izquierda poder cuestionar eso, y lo digo siendo una persona con sentimiento anticlerical. A la Iglesia la podemos atacar pero hay otras instituciones que nos cuesta más, ¿no? Y continúan siendo más mediáticos los casos donde las víctimas son hombres, parece ser que vende más.

Se ha abierto ese camino y podemos entenderlo así. Pero ahora hay que ver que donde suceden la mayor parte de casos es en entornos familiares y yo creo que es el gran reto pendiente, que podamos cuestionar esa institución familiar. Igual que las cuatro paredes de casa no son un lugar seguro para muchas mujeres, tampoco es un lugar seguro para muchos niños y niñas. Y que no es una cuestión privada, que no es una cuestión de esa familia, que si un niño o una niña está sufriendo violencia, de cualquier tipo, pero también violencia sexual, es una cuestión que nos corresponde a toda la sociedad atender.

Igual que las cuatro paredes de casa no son un lugar seguro para muchas mujeres, tampoco es un lugar seguro para muchos niños y niñas

En este sentido surgen ahora nuevos términos, como por ejemplo violencia vicaria, que lejos de poner a la niña o el niño en el centro de la violencia que sufren, ponen a la madre. No sé qué te parece a ti esto.
Yo creo que el término violencia vicaria tiene la parte positiva de que ha puesto sobre la mesa el hecho de cuando hay violencia contra una mujer dentro de una casa, lo más probable es que haya violencia también contra los niños y las niñas. Y eso es importante cuando llegamos a temas judiciales: cuando una mujer está denunciando violencia contra ella, es muy probable que sus hijos también lo estén sufriendo.

Ahora bien, como dice Noemí Pereda, yo creo que se está desviando la atención, y en esa jerarquía el niño y la niña siguen estando en el último lugar. Entonces ponemos el foco en la mujer y lo que sufren los niños y niñas es como una violencia desviada. Pero es que quien está sufriendo la violencia, quien acaba muerto muchas veces o quien sufre la violencia sexual, es ese niño o niña. Sirvió en un momento, pero es quizás el momento de reinventar el término.

Volviendo a tu proceso, a los 17 años dices que lo verbalizas y luego comienzas una terapia...
Yo he seguido terapias distintas. En aquel momento no encuentro una terapia especializada, tampoco tenía dinero y acudo a Servicios Sociales. Las personas que se han puesto en mi camino me han ayudado siempre. Estuve por ejemplo también con la psicóloga María Jesús Duato hasta los 40 y pocos años que no era especializada en el tema, pero también me ayudó a dar pasos muy importantes. 

En los últimos años busqué ayuda terapéutica, a través de la Asociación Garaitza que trabaja en el País Vasco. Una de las cosas más interesantes de aquella terapia fue que era una terapia grupal. Éramos un grupo de nueve mujeres en una terapia que dura durante nueve meses de manera intensiva unos fines de semana. Y lo interesante también era el espejo, cuando te ves reflejada en otras víctimas es muy terapéutico.

Y supongo que en ese grupo habría perfiles diferentes
Lo que intento decir en el libro es que viniendo de situaciones muy diferentes, y nuestros agresores eran personas diferentes, al final el lugar común era el mismo. Y con esto no quiere decir que todas las víctimas pasen por los mismos procesos, porque tampoco hay que ponernos en el mismo saco, que es algo de lo que huimos las víctimas, pero sí que suele haber toda una serie de sentimientos comunes o de emociones que solemos compartir y en las cuales nos reconocemos en ese espacio terapéutico.

Hay personas que dicen que la revictimización victimiza más que la propia agresión sexual. Entonces es importante hablar pronto, pero es importante que estemos preparadas para atender a ese niño o niña

Lo que dicen los especialistas es que cuanto antes se verbaliza y cuanto antes se reconoce es mejor la recuperación.
Cuanto antes mejor se atiende. A los niños y las niñas les cuesta hablar. Al final hablan, pero hablan como pueden. A veces hablan con su gestualidad, a veces hablan con su malestar, a veces hablan con su rabia, a veces hablan con una palabra y si no queremos ver esto se nos pasa y cuando se nos pasa y no atendemos eso es el problema. La detección temprana es importante, hablar pronto es importante, pero también una actuación correcta, porque si no caemos en una revictimización. Yo tuve que volver a guardar silencio y todos los años de guardar silencio me han supuesto una serie de secuelas que se han sumado a las secuelas iniciales.

Hay personas que dicen que la revictimización victimiza más que la propia agresión sexual. Entonces es importante hablar pronto, pero es importante que estemos preparadas para atender a ese niño o niña. Porque si un niño o una niña en su colegio, por ejemplo, habla pero no se hace nada respecto a eso, qué es lo que está pasando, entonces nos quedamos con que ese niño o esa niña vuelve a callar y durante años puede que lo guarde ya en silencio para toda su vida o que no vuelva a hablarlo hasta que sea mucho más mayor. 

Opinión
Opinión Una entre tantas: los abusos sexuales contra la infancia
Claro y alto os lo digo: yo fui víctima de abusos sexuales cuando era niña y no soy un caso raro, soy una entre tantas, una entre cinco. ¿Se entiende? Y si se entiende, ¿qué pensamos hacer al respecto?

Y eso fue lo que te pasó a ti.
Eso de alguna manera es lo que nos ha pasado a muchas víctimas, que no se nos acaba de creer.

Tu libro es el resultado de esa terapia.
Es el resultado de nueve meses de terapia, donde yo iba y tomaba notas para mí. Y no es hasta pasado un año que retomo esas notas, las paso al ordenador y empiezo a pensar que quizá podrían ser compartidas. 

Una de las primeras veces que lo conté colectivamente fue en unas jornadas sobre temas de género en Lakabe y recuerdo que fue algo como una catarsis, hubo un montón de mujeres que empatizaron con el relato y ahí te das cuenta de la importancia de poner palabras.

Otras víctimas cuentan que cuando de repente verbalizan lo que les ha sucedido y lo cuentan en un grupo, salen más casos.
Claro, es que salen y entonces es cuando dices es que igual lo tengo que contar. Necesitamos relatos, no relatos morbosos, pero sí relatos donde nos veamos unas a otras, nos reconozcamos y donde nos animemos a poder contar. 

Yo recuerdo que la primera vez que lo conté una mujer se puso a llorar porque a su nieta le estaba pasando. Otra chavala me dijo que es que su tío estaba abusando de ella y que aún no se la había contado a nadie. Y de repente, esa soledad con la que vives siempre, ese sentirte como un bicho raro, se desvanece. 

La sociedad tiene que empezar a tomar conciencia de que esto no son casos aislados y que nos pasa en todos los sitios, que pasa en las mejores familias. No es una cuestión de clase. Pero para eso también necesitamos formación y tenemos que cambiar esa perspectiva que decíamos antes de cómo nos relacionamos con la infancia.

Hace poco decides denunciar lo que te ha ocurrido en comisaría,y confrontar con tu padre, como cuentas en el libro.
Sí.

¿Por qué decides dar el paso en comisaría cuando sabes que el caso va a ser archivado? ¿Por qué decides hacerlo?
Yo era una cosa que llevaba en mi cabeza hace muchos años. María Jesús Duato que me animaba mucho. Necesitaba decirlo y necesitaba decírselo a él. Dice Inma García de la asociación ACASI que hemos callado tanto que cuando empezamos a hablar no podemos callar. Necesitamos gritarlo a los cuatro vientos para que abráis los ojos a esta realidad y hagamos algo en concreto. 

Yo necesitaba quitarme esta culpa y decir “es tuya”, es del agresor. Y entonces pensé que aunque estos delitos estén archivados por que han prescrito por el paso del tiempo, necesitaba que esto constara. Necesitaba decirle a alguien que tiene autoridad para hacer algo respecto a esto, que yo he sufrido agresiones sexuales y que no tendrían que estar prescritas. Es como poner blanco sobre negro lo que me ha pasado. Porque muchas veces muchas víctimas hasta nos cuestionamos lo que ha sucedido. Y necesitaba ponerlo por escrito, hay un culpable y el culpable no soy yo, el culpable es este señor. 

Y por otra parte, de alguna manera era una lectura también política porque esto no tendría que prescribir. Es que si resulta que las víctimas de agresiones sexuales en la infancia tardamos tantos años en poder hablar, entre otras cosas porque el mundo adulto tampoco nos lo permite, no puede ser que cuando ya puedo contarlo ustedes me digan que esto no es delito o que esto está prescrito, o que este señor no tiene que responder ante nada. Quería sumarme a esas voces que dicen vale, está muy bien, hemos avanzado, tenemos leyes protectoras de la infancia, pero son mejorables, ¿no? Y una de las cosas mejorables es el hecho de que estos delitos no pueden prescribir y tenemos derecho a una justicia, independientemente de cuando hablemos, independientemente del poder adquisitivo que tengamos. Igual que tenemos derecho a una ayuda terapéutica, no la tenemos que buscar después de mil peregrinajes y luego pagar. 

Yo llevaba dentro el hecho de que esta persona había normalizado su vida hasta ocupar un cargo político en mi pueblo. Y yo tenía que poder decir: este señor es culpable

¿Y por qué decides hablar con tu padre?
Yo tenía que poder decir: este señor es culpable y se lo tengo que decir a él también. Necesitaba enfrentarme a él, yo había hablado con diferentes personas de mi familia, con mi madre, con mis tíos, con mi hermano. Pero a él me ha costado muchos años llegar a saber qué le quería decir. Al final le dije lo que pongo en el libro: tú eres culpable de esto, yo no tengo una sentencia, pero la sentencia la dicto yo. 

El tema es que no tenemos que ser las víctimas las que nos procuremos nuestra propia justicia, tiene que ser una sociedad que responda a esto y que señale a los agresores, porque si no somos nosotras las que vamos cargando con la culpa.

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