Abusos a la infancia
Violencia sexual contra la infancia dentro de casa: hablan las víctimas

Uno de cada cinco niños y niñas sufren agresiones sexuales en la infancia. El 40% de los agresores pertenecen al entorno familiar. Blanca, Nerea y Paloma ponen voz a las cifras.

Este reportaje podría contener voces de expertas, análisis, informes, cifras para sacar a flote todas las evidencias documentadas que hay sobre la violencia sexual que sufre la infancia en el seno familiar. Pero no ha sido necesario. Los testimonios de Blanca, con nombre ficticio por no haber alcanzado la mayoría de edad, Nerea, quien ya tiene 20 años pero aún no quiere mostrar sus apellidos, y Paloma Rodríguez Fernández, que tiene 47 y hace tiempo que decidió salir del anonimato, son más que suficientes para destapar este tabú.

Antes de dejar que hablen ellas, aportaremos un par de datos. El primero: el Consejo de Europa calcula que la violencia sexual afecta a una de cada cinco niñas y niños antes de cumplir los 18 años. El segundo: según el último informe de Save The Children Por una justicia a la altura de la infancia, en ocho de cada diez casos los agresores son personas conocidas y el 40% pertenecen al entorno familiar. En el siguiente texto se han respetado las palabras de las tres víctimas que han hablado con El Salto y se plasma cada caso tal y como han querido que se refleje. Ahora sí, que hablen ellas.

Blanca, 16 años: “La justicia no ha hecho nada a mi favor”

Mis padres se divorciaron cuando yo era un bebé. Desde muy pequeña sabía lo que me hacía mi padre cuando le veía y no sabía cómo contárselo a mi madre. Además, él me decía que eran cosquillas y que era un juego. A mí no me gustaba lo que me hacía, pero él me decía eso. Cuando tenía seis años o así se lo conté a mi madre. Me acuerdo de que estábamos en el salón y le dije: “Mamá, te lo juro”. Mi madre me creyó y denunció, pero no nos creyeron.

Después de que se lo conté a mi madre, un día vinieron a recogerme al cole mi padre y mis abuelos paternos. Me llevaron a un parque al que iba muchas veces con mis amigos al salir del colegio. De repente vino mi madre y mi abuelo materno para que me fuera con ellos. Y yo, obviamente, me fui con ellos. Mi abuela paterna estuvo tirando de mí hasta hacerme daño en un hombro. Ese fue el momento exacto en el que empecé a darme cuenta de todo lo que estaba pasando.

Tras la denuncia, no sé cuántas veces he tenido que contar lo mismo. En el juzgado, delante de psicólogas, trabajadoras sociales… pero no me han creído. Mi padre aparecía en la puerta del colegio y yo me negaba a ir con él. Venía hasta la policía. Yo sabía que en algún momento me tendría que ir con él. Un día que me tocaba irme con él, antes de que acabara la última hora de clase, le dije a la profesora que si podía ir al baño y me escondí una grabadora en el calcetín. Y le grabé. Y a pesar de que en la grabación admite lo que hacía, no sirvió para nada.

Cuando dijeron que las visitas con mi padre deberían realizarse en un Punto de Encuentro mi madre me llevaba, pero yo me negaba rotundamente a entrar. Las trabajadoras no me escuchaban, querían que entrase. Decían que tenía que entrar y ya está. Yo me acuerdo de que una vez de las que fui me dejaron en una sala aparte y escuché a mi padre desde fuera dando gritos. Yo estaba súper asustada y obviamente encima viendo eso, ¿cómo voy a entrar?

Panorama Trimestral 73 - 1

Un día a mi madre la detuvieron por pertenecer a la asociación Infancia Libre. Me acuerdo de todo muchísimo, estaba en sexto de Primaria. Yo estaba en el colegio y al salir tenía teatro como extraescolar. Antes de entrar a teatro me dijeron que cuando saliera tenía que ir con la profesora. Yo ahí ya, con mis experiencias pasadas, me olía que estaba pasando algo. Estuve toda la hora de teatro súper nerviosa. Cuando por fin salgo, me acompañó la profesora hasta el hall y vi a mis abuelos paternos. Luego veo a la prensa, a los policías… y mi primera reacción es irme corriendo.

Lo pasé muy mal porque salió hasta la puerta de mi colegio en las noticias y en el cole se corrieron los rumores. Los días siguientes todo el mundo me señalaba. Durante un patio me tuve que meter al baño porque no podía más. Decían que mi madre era una criminal.

Hace un montón que no veo a mi padre, ya ha pasado tiempo pero al final es una cosa que sé que se me va a quedar para siempre. Es bastante difícil sobrellevarlo. Va a haber veces en las que lo lleve mejor, veces en las que lo lleve peor. Eso sí, después de todo lo que he vivido, me cuesta muchísimo más confiar en la gente y sobre todo en los hombres.

He decidido contar mi historia porque es algo a lo que no se da tanta visibilidad. Yo creo que a la gente le cuesta creer estas cosas porque está como fuera de lo considerado como normal. Para la gente, lo normal es una familia, un padre, una madre con sus dos hijos felices, les llevan al cole por las mañanas, luego se van a trabajar y luego vuelven y cenan todos juntos viendo la tele. ¿Cómo un padre, que se supone que es la persona que tiene que querer más a su hijo, puede hacerle tal cosa?

La gente no lo ve tanto y yo creo que es bastante importante que lo vean y que se den cuenta de que lo que me ha pasado a mí le ha pasado a un montón de gente y es totalmente injusto. Ya no podemos más y se tiene que hacer justicia. Para nosotros y para los que lo estén pasando ahora mismo y que tampoco les crean. Recuerdo cómo la policía, a la salida del colegio, me veía llorando porque no me quería ir con mi padre, con un ataque de ansiedad en medio de la calle, pero como lo decía la ley, pues me tenía que ir con él sí o sí. Al final la justicia no ha hecho nada a mi favor, ni en el de mi madre. Por mucho que digan, la infancia no es lo más protegido de este país, si fuese así me hubiesen protegido de mi padre la primera de las veces que lo conté.

Mi madre adelgazó un montón, yo la veía muy mal. De pequeña me sentía muy culpable porque sabía que había hecho bien en contarle lo que me hacía mi padre, pero sentía que si yo no le hubiese dicho nada a mi madre, ella no lo estaría pasando mal. Yo sé que no tengo la culpa de esto, pero a veces me cuesta mucho asimilarlo. Si yo no hubiese contado nada, ahora mi madre estaría bien, aunque yo a saber cómo estaría.

A una peque que esté pasando por esto le diría que no tenga miedo de contar por lo que está pasando. Que al final todos vamos a crecer. Y si no te creen ahora, cuando tú seas mayor, vas a poder hacer justicia y todos te van a escuchar. Y que al final nosotros vamos a dejar de tener miedo y los que van a empezar a tener miedo son ellos.

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La madre de Blanca fue detenida en el seno de la operación contra la asociación Infancia Libre, una trama fabricada por la policía, y archivada por la fiscalía, que acusaba a mujeres de sustracción de menores. Madres que declaran que lo único que intentaban era proteger a sus hijos e hijas de abusos sexuales por parte de sus padres. Hoy la madre de Blanca tiene dos causas judiciales pendientes por desobediencia, derivadas de la negativa de Blanca a ir con su padre a la salida del colegio y en los Puntos de Encuentro.

Nerea: “Mi cerebro ha borrado parte de mi vida y esto me duele mucho”

Los abusos empiezan desde que tengo uso de razón. Mis padres nunca han vivido juntos. Mi padre estuvo un año y medio sin reconocerme. Luego empezó a visitarme. Con dos años me penetraba por el ano. Tengo una fisura a día de hoy. A mí me han contado que yo me ponía malísima y en el médico le dijeron a mi madre que yo estaba sufriendo abusos, que lo denunciara. Y denunció. Yo ya tenía seis años.

No le veía mucho, pero cuando le veía se aprovechaba. De los cero a los nueve años lo tengo todo borrado, solo me acuerdo de las violaciones. Mi cerebro ha borrado parte de mi vida, tengo 20 años y parece que tengo 12 de recuerdos, y esto a mí me duele mucho, muchísimo. Mi abuela me ha explicado que con cuatro años se lo conté, mientras ella cocinaba. Le dije que mi padre tenía un armario y que nos metía a mí y a otra niña. Nos decía que íbamos a jugar y el juego no era juego. El juego era desnudarnos, tocarle y cosas así. Después de denunciarlo hubo muchos procedimientos, muchos test psicosociales, muchos juicios. He tenido que contar mi historia más de cinco veces ante jueces, fiscales, psicólogos...

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A mí madre le aplicaron el Síndrome de Alienación Parental —falso síndrome que indica que la menor está siendo manipulada por uno de los progenitores. Su utilización ha sido prohibida por la ley de protección a la infancia—. Mi madre no ha ganado un juicio en su vida y siempre le han dado la razón a él. Le dieron mi custodia.

En marzo de 2012, la policía me cogió del colegio y me llevó con mi padre. Yo tenía nueve años. Ese día le tengo grabado a fuego en el pecho. Durante el recreo un profesor me subió a clase. Me dijo que cogiera el abrigo mientras yo veía a una mujer detrás de mí recoger las cosas. Vi el panorama y me dio un ataque de ansiedad muy grande. Me puse a patalear, a llorar, a decir que no me movía. Mi madre, por suerte o por desgracia, me había preparado para ese momento que iba a llegar. Cuando pisaba la calle yo iba como a la guerra. Me llevaron a secretaría y, después, las tres policías me metieron en un todoterreno blanco. “Que no, Nerea, que no nos vamos a ningún lado. Vente, que luego te traemos y te vas con tu madre”, me decían. No volví. Allí estuve desde los nueve hasta los 14 que me escapé.

Lo pasé muy mal durante esos años, no me daban de comer, yo sobrevivía. No podía salir a la calle, no podía tener amigos, no podía tener pareja. Yo ya sabía que estaba al límite, pero era muy pequeña como para reconocerlo. Un sábado en el cumpleaños de mi tía, me dije ¿qué hago yo aquí? Era irme o cortarme las venas. Y tomé una buena decisión.

Mi madre vive en Palencia, entonces dije: me voy con ella. Esa misma noche hice la maleta. Metí todos los libros posibles y dos camisetas. Robé 50 euros, cogí la mochila como si me fuera al colegio. Yo tenía un ex que me dijo que si en algún momento decidía irme escribiera una carta y la entregara en el juzgado. Cogí un bus, me fui al juzgado, entregué la carta. Me vine a la estación de Chamartín y pedí en la taquilla un billete de ida a Palencia sin vuelta. Esto me hizo mucha ilusión.

A mitad de trayecto recibí un mensaje de mi padre. “No sé qué cojones haces, pero vuelve al colegio”, decía. Apagué el móvil. Llegando a Palencia le pregunté a mi madre que dónde estaba y le dije que yo estaba llegando a Palencia. Fue a buscarme a la estación. No sabían qué hacer conmigo.

Al día siguiente fuimos a la policía. Dimos con un policía majo que me dijo que no abriría el expediente porque en cuanto lo abriera si había una orden de búsqueda y captura me tenía que llevar. Finalmente, a mi madre la denunciaron por secuestro. Fuimos al juzgado y la jueza, por riesgo de suicidio, me dejó en casa de mi madre. El juez de Madrid dijo que daba igual y que me tenían que ir a buscar. El encuentro con la familia de mi padre era en Palencia pero no se presentaron.

El juez de Madrid ordenó que mi padre pasara una manutención, que tenía que vivir en el pueblo constantemente y que si volvía a Madrid dictaría custodia compartida. Mi padre rechazó la custodia compartida. Yo estuve dos años viviendo en el pueblo y luego volví a Madrid. Hice bachiller, un grado medio. Ahora estoy en un superior y estoy estudiando, trabajando y sacándome el carné.

Ahora ayudo a gente que lo está viviendo. Me consideran como la salvadora porque me escapé y poca gente lo ha hecho. Pero yo no me veo así para nada, yo siempre digo que sobreviví y que lo único que hice fue salvarme la vida. Yo sobrevivía, ahora vivo.

Cuando alguien dice que la infancia es lo más protegido de esta sociedad me da la risa. En cuanto se separan tus padres y hay una denuncia de por medio, abusos, maltrato físico o psicológico, ahí se acaba la protección y ya sabes con quién vas a ir. Y esto pasó hace más de 12 años, ahora está todo muchísimo más difícil. De esta generación muy poca gente va a salir. Es muy difícil salir y darte cuenta. Tienes que estar sufriendo mucho y te tiene que doler mucho el alma. Porque si no, te quedas, te conformas. Te bailan el agua. Te persuaden, te convencen.

Yo no quiero ser madre por todo lo que he vivido. Yo no quiero que mis hijos vivan lo mismo que he vivido yo. No se lo deseo a nadie. Al final siempre se defiende al padre. Yo tengo a pocos hombres en mi vida, la mayoría de mis amigas son chicas. Para mí los hombres son ogros.

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La madre de Nerea fue acusada por el juzgado de intentar instrumentalizar a su hija en contra de su padre. La mayoría de las madres que denuncian agresiones sexuales intrafamiliares por parte de los progenitores se ven envueltas en procesos posteriores que penalizan sus prácticas de protección con el uso del SAP. En concreto, un 72 % de las mujeres se han visto involucradas en procedimientos judiciales de este tipo, según el estudio Violencia institucional contra las madres, financiado por el Ministerio de Igualdad.

Paloma Rodríguez Fernández, 47 años: “De vez en cuando mi mente libera imágenes de abusos”

La violencia sexual comienza desde bien pequeña. Mis primeros recuerdos los tengo con dos o tres años y quizá el último lo puedo ubicar sobre los diez u once. Tengo una amnesia brutal, guardo solo tres recuerdos puntuales. Cuando empecé a ir a terapia y a remover la historia empecé a sacar más cosas y todavía siguen saliendo, mi mente de vez en cuando libera imágenes de abusos. Fue el padre de mi padre.

Fui consciente de lo que había ocurrido cuando empecé a tener las primeras relaciones sexuales con mi pareja, a los 18 años. Me vinieron flashbacks. Hay muchas víctimas que cuando les llega el recuerdo dudan de él, entienden que no ha pasado. Pero yo siempre tuve la certeza de que eso era cierto y que eso me había pasado.

Se lo conté a mi pareja, casi no podía tener relaciones por eso. No supimos qué hacer con ello y ahí se quedó hasta que inicié un proceso terapéutico. Para mí era algo que solo me había pasado a mí, que se iba a morir conmigo y no se lo iba a contar absolutamente a nadie. Y ahí se quedó, hasta que de repente una amiga colgó en Facebook una cosa sobre abusos en la infancia. Le mandé un privado y le dije que me había pasado a mí. Y ella me dijo que también le había pasado. Me pasó un teléfono para iniciar una terapia y ahí empezó mi proceso, en 2009, con casi 33 años.

Panorama Trimestral 73 - 8

Antes de ir a terapia estuve en un foro. En ese foro había una lista de secuelas que eran como 50, yo había tenido 49. Cosas muy locas que yo pensaba que eran cosas mías, como por ejemplo entrar en cualquier sitio y buscar el espacio más seguro, que mi espalda dé a la pared y yo pueda ver la puerta. Yo lo hacía de manera automática y sin saber por qué. Cuando empiezo a ver en el proceso terapéutico que soy más normal de lo que he querido ver y que todo tiene un por qué, empiezo a necesitar contárselo a la gente de alrededor. Lo empiezo a contar en familia o en grupos de amigos del instituto y siempre salía alguien que lo había sufrido. La gente no lo cuenta, la gente no lo habla.

Mi agresor murió en el año 1993. Yo en ese momento todavía no tenía recuerdos pero en el sepelio no sentía nada, yo no lloraba. No sabía por qué me estaba pasando eso, estaba totalmente fuera del duelo. En realidad, para mí era una liberación pero yo no lo sabía. 

Me quedé embarazada y mi embarazo me dio como una fuerza extraordinaria. Y pensé que era el momento de decirle a mis padres lo que había pasado. Mi madre no estaba nunca en casa y no se enteró de nada. Pero mi padre me dijo: “Es que tu abuelo era un poco así con otras niñas del barrio y tal. Pero bueno, de eso ya ha pasado mucho tiempo”. Me estaba diciendo que lo sabía o que lo intuía. Y claro, fue un shock. Esa ha sido la parte más difícil. Ese abandono y esa negligencia se me clavaron como una puñalada.

La infancia no está protegida, eso es mentira. Se están haciendo muchas cosas y será cuestión de tiempo, pero será cuestión de mucho tiempo y no sé si lo llegaremos a ver. Si alguien se entera de que su hija está sufriendo abusos de primeras no acude a la justicia, acude a otras personas que han pasado por esto. Hay muchos profesionales que todavía no saben en qué consiste un abuso, no están formados. La violencia en la infancia es la puerta a otro tipo de violencias y hay que frenarla. Si el señor de al lado está pegando gritos y voces y está maltratando a su hijo hay que intervenir. Y en mi casa no solo sufrí abuso, también maltrato, pero es que mis vecinos oían todo lo que ahí pasaba. Nadie hizo nada, nadie hace nada. Estás totalmente solo. Cuando hice terapia y entraba en mis recuerdos yo siempre estaba sola. A lo mejor no lo estaba pero sí me sentía así.

Esto es un delito muy grave y yo lo voy a arrastrar de por vida. Mi trastorno de ansiedad y mi trastorno de estrés postraumático están, por temporadas, más o menos fuertes, pero están. Yo convivo con eso a diario. Estoy en la cama y de repente, me despierta la ansiedad, siento el dolor, siento la sensación de que me estoy ahogando.

Se habla mucho de los abusos sexuales en la Iglesia, por un profesor, por un entrenador, pero es que el que más ocurre es en casa. Pero da miedo meterse ahí. Da miedo abrir la puerta de una casa y ver que alguien está violando a un niño. Pero existe, está ahí y somos un montón.

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Paloma Rodríguez Fernández pertenece a la Asociación El Mundo de los ASI que denuncia que solamente el 10% de las víctimas reciben apoyo familiar cuando piden ayuda porque en el 80% de los casos los agresores son familiares o del entorno cercano.

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isa
9/3/2024 9:57

Como señala Elorduy en su Editorial sobre Violencia Sexual en la Familia, el Defensor del Pueblo declaró en su informe y ante los medios que un gran porcentaje del abuso sexual infantil se produce en el ámbito familiar.
Era una práctica frecuente hace décadas y, aunque en menor medida, sigue siéndolo en la actualidad.
El dolor, la vergüenza y las implicaciones familiares y sociales son tan inmensas que ocultarlo es casi vital para las partes implicadas: no sólo las personas abusadas , las abusadoras y su entorno familiar y social, sino también aquell@s profesionales de la sanidad, la educación y la "Justicia"que conociendo o sospechando los hechos (antes o ahora) los justifican y/o miran a otro lado.
Es tan grande el dolor, el trauma, sus consecuencias, que yo me pregunto incluso si los tres artículos aparecidos ayer y hoy sobre Violencia Sexual en la Familia están siendo abiertos y leídos con la frecuencia habitual.
Este tabú tiene para décadas porque no toca sólo a una parte, mancha a la sociedad entera.

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Pablo Elorduy
9/3/2024 20:25

Hola! Gracias por la lectura, pero el editorial lo han hecho Patricia Reguero y Sara Plaza, que fueron las que se curraron el tema de violencia sexual, normalmente rotamos los textos de editorial. Un abrazo

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isa
10/3/2024 12:29

Muchas gracias Patricia y Sara. Este es un tema ocultado de graves consecuencias y muy largo recorrido. Habrá que insistir!

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Sirianta
Sirianta
8/3/2024 15:54

Mi madre quedó huérfana de padre a los 11 años. A los pocos meses fue a ayudar a su tía en las labores del campo. El marido de la tía aprovechó un momento en que la encontró a solas para intentar abusar sexualmente de ella: "Si no quieres dármelo, al menos chúpamela". Mi madre es una mujer muy fuerte y aquel día no lo fue menos. Logró coger algo contundente del suelo y darle un buen golpe en la entrepierna que lo dejó sin aliento. Escapó y, mientras corría, en la distancia puedo escuchar a su tía gritando: "¿Qué le hiciste a la niña?".
Nunca se lo contó a nadie antes que a mí, nunca ha hablado de ello con alguien más. Su tía, si sospechó lo ocurrido en aquel pajar, tampoco dijo nada.
Recuerdo desde muy pequeña sus palabras: "Si algún hombre te hace algo, si intenta violarte, si lo consigue... Tú dímelo a mí. Yo me encargaré de él y nadie lo sabrá. Lo haré pedazos y nunca encontrarán sus huesos".
Me sentí siempre protegida y con la confianza de hablar si algo pasaba. Por suerte, mi madre nunca tuvo que esconder ningún cadáver... por ahora.

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