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Aceptar y proteger una realidad: la Ley Trans

El Ministerio de Igualdad, liderado por Irene Montero, ya tiene el borrador de la Ley Trans, con la que se pretende alcanzar una igualdad real y efectiva para ese colectivo. Esta norma, sin embargo, ha dividido tanto al movimiento feminista como a los propios socios del gobierno.
Manifestación del 8M 2020 en Zaragoza
Manifestación del 8M 2020 en Zaragoza Adriana López Marturet Andrea Aragón Reyes

Nomenclaturas

Invisibilización, vulnerabilidad, precariedad. Son las condiciones de vida de las distintas identidades trans. En una sociedad donde solo se habla de hombre y mujer, donde se impone una cis-normatividad, la diversidad no tiene cabida.

Una persona cisgénero es aquella que se siente plenamente identificada con el género que le asignaron al nacer. Sin embargo, hay muchas más realidades. Una persona trans, por su parte, no se siente identificada parcial o totalmente con el género que le asignaron. Además, están las realidades queer, que incluyen diferentes espectros de género tales como género fluido, agénero, bigénero, genderqueer, etc.

Así lo explica Dune Solanot, activista feminista. “Muchas veces es más sencillo preguntar por los pronombres”, señala. “Es una manera de situar a la persona. Es más fácil y respetuoso preguntar con qué pronombre o pronombres quieres que me dirija a ti que preguntar por una etiqueta”.

Dune es género fluido y, en su caso, utiliza los pronombres ella y elle –asignado en nuestra lengua a los géneros no binarios–. Una persona puede transicionar de muchas maneras: procesos de hormonación, cirugía o algo tan básico como el cambio de nombre. Este es el tránsito que Solanot eligió hace ya dos años. “No fue una decisión fácil, ni ha sido sencillo socialmente, porque imagínate cambiarte el nombre a partir de los 40, después de toda mi vida con el nombre que me pusieron”. El nombre Dune representa un desierto con sus miles de partículas en movimiento, tal como ella/elle siente el género.

Aparte de todas estas realidades, el término “expresión de género” también es importante. No va vinculado a la sexualidad ni a la orientación sexual de la persona, sino que hace referencia a la forma en la que esa persona se proyecta a la sociedad. “Si te proyectas de una manera más normativa, en el caso de una mujer con los estereotipos externos de feminidad normativos, en el caso de un hombre lo mismo con la masculinidad, o si te proyectas de una manera más andrógina o ambigua”, explica Dune.

Este lenguaje inclusivo no es un capricho declarado por las diferentes realidades de género, sino que corresponde a una serie de identidades que ya existían pero que no tenían, ni tienen, reconocimiento pleno. Lo que no se nombra no existe. Por eso, que instituciones como la RAE aún se resistan a incluir términos como el pronombre elle entre sus páginas supone negar una realidad evidente.

Pilar Suárez, presidenta de Chrysallis Aragón, busca que se reconozca el derecho a la propia identidad. “Aquí hay una serie de personas que no tienen los mismos derechos y que se ven discriminadas en muchos aspectos de su vida, sobre todo los menores”. Porque las personas trans solo encuentran trabas en el camino. Todavía deben presentar documentos patologizantes, papeles médicos donde se incluye la “disforia de género” o “incongruencia de género”, palabras estigmatizantes, que siguen tachando de enfermedad a cualquier realidad trans. “Lo que queremos es que se reconozca la identidad de género de cada persona sin que tengan que mediar ni temas médicos ni psicólogos ni de nada”, apunta Pilar.

Tanto Dune como Pilar entienden la vida como un ciclo en continuo movimiento. “Creo que hay que tener un pensamiento más líquido, menos estático y rígido en la vida”, destaca Dune. “Las personas no son siempre lo mismo, no son seres estáticos. Cambiamos, evolucionamos. La vida es un proceso, no es una cosa estática o inamovible”, completa Pilar.

Lo personal es político

El Ministerio de Igualdad lleva meses trabajando en la denominada Ley Trans, un proyecto estatal que supone un avance destacable en cuanto a los derechos, las libertades y la seguridad de un colectivo invisibilizado y marginado a lo largo de los años.

Para poder comprender mejor en qué consiste esta ley, debemos remontarnos a 2007, año en el que ve la luz la Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas. Según indica el Ministerio de Igualdad, esta ley -antecesora de la nueva norma-, fue pionera entre los países de nuestro entorno al permitir la rectificación registral del sexo sin necesidad de tratamientos quirúrgicos de cirugías genitales. Sin embargo, contaba también con ciertas carencias que impedían una garantía plena de los derechos y libertades de las personas trans.

Alejandro Sierra, técnico de educación de la asociaciónSOMOS LGTB+ Aragón, lo explica así: “Las condiciones que se tienen que cumplir para poder acceder a ese cambio son muy exigentes. Obliga a las personas a realizar una terapia hormonal, a tener un diagnóstico en el que prácticamente hay que llevar un papel en el que ponga que estás enfermo, y aparte de esto solo se permiten documentos españoles. Entonces, las personas que son extranjeras no pueden optar a esto”. Además, la norma no permite a las personas menores de edad solicitar la rectificación de la mención registral del sexo, por lo que quedan excluidas.

Estas carencias saltaron a la vista desde el principio, y, sin embargo, han tenido que pasar 14 años para que se intenten corregir mediante una nueva norma que tiene como objetivo la despatologización de las identidades trans y que se presenta como necesaria debido a la situación de vulnerabilidad de estas personas: “Nuestro objetivo principal es que se reconozca el derecho a la propia identidad. Es gente muy vulnerable, son personas que están en peligro, nos enfrentamos todos los días a problemas de lesiones, a problemas de maltratos, a problemas de bullying, a ideaciones suicidas… una situación que verdaderamente no tiene por qué ser”, explica Pilar Suárez.

Entre las medidas y avances más destacables de esta ley encontramos la autodeterminación de género, es decir, que cada persona tenga el derecho de identificarse como realmente es sin que esto esté condicionado a la presentación previa de un informe médico/psicológico ni a la modificación previa de la apariencia de la persona mediante intervenciones quirúrgicas o médicas.

Aunque suponga un avance sustancial, esta nueva ley no supone una novedad. Son ocho las comunidades autónomas en España que ya han legislado sobre esto, garantizando el derecho a la autodeterminación de género de aquellas personas que manifiesten tal intención. Entre estas comunidades está Aragón, que cuenta con la Ley 4/2018, de 19 de abril, de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad Autónoma de Aragón, una ley ejemplar en cuanto a la garantía de los derechos de las personas trans. Además de ser muy completa y de utilizar un léxico fácilmente comprensible, establece medidas en todos y cada uno de los ámbitos en los que se debe actuar: educación, familia, ocio, cultura, deporte, juventud y personas mayores, cooperación internacional al desarrollo, comunicación, fuerzas y cuerpos de seguridad, etc. “Es una ley exclusiva para las personas trans. Es una maravilla. Esta es la ley estatal que queremos”, afirma Pilar Suárez.

La nueva Ley Trans debe, por lo tanto, entenderse como un instrumento que amplía los derechos y vela por una mayor seguridad de las personas trans. Cualquier norma que suponga una ampliación de las libertades de cualquier colectivo -y que al mismo tiempo no perjudique a otros- debería siempre ser bienvenida. Sin embargo, desde que el Ministerio de Igualdad anunciase su intención de llevar a cabo este proyecto, su cuestionamiento ha sido constante y la oposición ha ido en aumento. Gran parte de esta oposición viene desde el propio movimiento feminista, que se ha convertido en un auténtico campo de batalla.

Bandera Trans

El discurso transexcluyente

La transmisoginia dentro del feminismo no es nada nuevo, pero es cierto que en España nunca había tenido tanta fuerza como la tiene ahora. El feminismo radical transexcluyente sostiene un discurso biologicista que da por hecho que existen diferencias naturales entre hombres y mujeres y que cada uno de los sexos debe vivir acorde a su naturaleza.

De este modo, excluye a las personas trans y niega su identidad. “Se supone que el feminismo lo vas construyendo tú mediante tu propio ser. Entonces, partiendo de allí me parece algo absurdo que se quiera excluir a un grupo que se autodetermina, como nosotras, mujeres trans. Sostienen el hecho de que ‘sigo siendo feminista, pero tú no lo eres porque tienes algo que no va con tu cuerpo’. Me parece algo absurdo e hipócrita”, explica Leticia Ojeda, integrante de la asociación SOMOS LGTB+ Aragón.

El feminismo radical surgió a finales de los años 60 en Estados Unidos, vinculado a movimientos sociales como el de la nueva izquierda norteamericana o el movimiento contra la Guerra de Vietnam. Se denomina “radical” porque defiende que lo que hay que hacer es llegar a la raíz misma del patriarcado para así erradicarlo. Entiende el feminismo como un movimiento autónomo y autosuficiente, como una posición política que se legitima por sí misma.

Este feminismo supuso una crítica al feminismo liberal, cuyo principal objetivo era plantear una serie de reformas legales para mejorar las vidas de las mujeres. Las feministas radicales lucharon por dejar atrás la dicotomía entre la esfera privada y la pública, y es aquí donde nace la famosa consigna “lo personal es político”. Entre las principales representantes encontramos a Kate Millett, Shulamith Firestone o Andrea Dworkin.

Este feminismo realizó aportaciones muy importantes. Defendió la libertad sexual siempre que esta no estuviese sujeta a ninguna relación de poder. Es decir, siempre que la mujer no fuese vista como un objeto sexual cuyo cuerpo puede comprarse por un determinado precio.

A partir de los 70 comenzaron a proliferar en EE. UU. los estudios de género, siendo Robert Stoller y John Money los pioneros. Introdujeron el significado de género, que hasta entonces se había empleado indistintamente junto al término “sexo”. Esta variable vino a cuestionar el pensamiento social y político. Es decir, si entendemos la sociedad dividida en dos géneros y entendemos que estos son construidos, se puede impugnar prácticamente cualquier pensamiento social: se pueden impugnar, por ejemplo, los roles de género.

Otras pensadoras como Monique Wittig, principal representante del lesbianismo radical, fueron un paso más allá y defendieron que la categoría “sexo” se trata también de un constructo social producto de la sociedad heterosexual en la cual los hombres se apropian de la reproducción y la producción de las mujeres.  Esta concepción “hace de la mitad de la población seres sexuales donde el sexo es una categoría de la cual las mujeres no pueden salir”, explica Wittig en su conocida obra El Pensamiento Heterosexual.

Estas son tan solo algunas de las muchas aportaciones realizadas por el feminismo radical. Sin embargo, la riqueza de las mismas se está viendo opacada por la vertiente más reaccionaria de este feminismo, criticada por su discurso reduccionista y transexcluyente de todo lo anteriormente mencionado.

El borrado de las mujeres es el principal argumento que este sector del feminismo emplea para deslegitimar la Ley Trans. Según defienden, la autodeterminación de género permitirá que las personas se identifiquen libremente tal y como son, de modo que esto pondría en peligro a las mujeres cis porque cualquiera podría ser mujer. Este discurso, impregnado de biologicismo, asume que tan solo las mujeres cis pueden considerarse como tal. Es decir, ellas son las “verdaderas” mujeres. “¿El borrado? Pues que poca tinta tenía el movimiento feminista para que se borre tan pronto. Resulta que creíamos que estábamos escribiendo realmente con lucha y debíamos estar escribiendo con tiza, que se borra tan pronto”, dice de modo irónico Pilar Suárez.

Pero este no es el único argumento. Hay más. En primer lugar, está el argumento que dice que debido a la Ley Trans personas con pene podrán entrar en los lavabos femeninos y agredir sexualmente a las mujeres. Relacionado con este, existe otro muy común que defiende que cualquier hombre culpable de violencia de género podrá no ser juzgado por ello si dice ser una mujer.

La Ley Trans puede ayudar a miles de personas. Incluso puede salvar vidas. Además, no haría daño a nadie, porque las mujeres cis no perderían absolutamente ningún privilegio. Sin embargo, se ignoran los beneficios que pueda tener y se apela a que ciertas personas puedan hacer un uso fraudulento -de suceder, estaríamos hablando de un porcentaje ínfimo- para así oponerse a ella. Estos argumentos que apelan a los peligros de un supuesto fraude son perfectamente comparables a la famosa excusa de las “denuncias falsas” en la que tanto se apoyan los sectores ultraconservadores para rechazar la ley de la violencia de género.

Estos discursos están construidos para hacer daño y para señalar a las personas trans. Aprovechando su fuerza, las feministas transexcluyentes han vuelto a sacar a la luz debates que históricamente han sido utilizados para atacar a la comunidad LGTB+: “Están acercándose mucho a planteamientos ultraconservadores, rescatando fantasmas del pasado como la pedofilia, el abuso sexual en los baños y todas estas cosas que son discursos que se han utilizado contra la población LGTB y sobre todo contra hombres gays y mujeres trans, y que parecía que estaban más o menos superados, y es precisamente este tipo de movimiento el que los está recuperando otra vez”, explica Alejandro Sierra.

Debido a su influencia, es innegable que este movimiento transmisógino pone en peligro el proyecto de la Ley Trans. Sin embargo, también está consiguiendo que los colectivos y entidades trans se unan y luchen todavía más. Lo explica Leticia Ojeda: “Ahora que se ven estos movimientos, se hacen grupos de trabajo y la gente está más concienciada con lo que está pasando. Se está hablando de este movimiento y el trabajo que tenemos nosotras de luchar en contra de estos discursos de odio y de exclusión. Entonces claro, comparando las dos opiniones, es como un impulso para nosotras de decir: ‘Bueno, puedes decir eso porque es tu versión y posicionamiento, pero no quiere decir que sea así. Nosotras tenemos esta ley aquí, tenemos una autodeterminación, tenemos unas vulnerabilidades de muchísimos años, entonces, ¿qué es lo que va a pasar?’ Yo creo que la gran mayoría va a apoyarnos a nosotras”.

Una de las principales herramientas que emplean las feministas transexcluyentes para alzar su voz son las redes sociales, entre las que destaca Twitter. La inmediatez y la facilidad para viralizar contenido con la que cuenta esta plataforma la convierte en la herramienta ideal para la difusión de cualquier tipo de opinión. Y es aquí donde este movimiento se hace fuerte, y más teniendo en cuenta que varias de sus exponentes tienen un considerable número de seguidores.

Es el caso de Lucía Etxebarria, protagonista de una de las últimas grandes polémicas surgidas en la red social. El colectivo LGTB+ de Madrid, COGAM, entregó el pasado 18 de diciembre los premios Triángulo 2020 en un acto celebrado en la sede del Ministerio de Cultura y Deporte. Como de costumbre, se otorgó el denominado premio Ladrillo, que castiga actitudes que atentan contra las personas LGTB+. El honor recayó sobre Lucía Etxebarria, que no se tomó del todo bien este logro. A modo de respuesta, decidió recurrir, cómo no, a Twitter. Mediante un hilo, además de intentar justificar sus actitudes tránsfobas, acusó a COGAM de incitar al acoso contra ella y a Irene Montero de aplaudirlo.

Podríamos pensar, viendo el peso que tienen en las diferentes plataformas, que las feministas transexcluyentes tan solo actúan y se pronuncian mediante las redes sociales. Pero no es así. El discurso que mantienen en Twitter se ha trasladado a conferencias y ponencias reputadas, como es el caso de las jornadas de la Escuela Feminista Rosario de Acuña celebradas en 2019 en Gijón.

“Y digo tío porque son tíos”, decía la filósofa Alicia Miyares refiriéndose a las mujeres trans en una de sus intervenciones en dichas jornadas. Además de Miyares, participaron mujeres de renombre como Amelia Valcárcel, Anna Prats, Rosa María Rodríguez Magda o Ángeles Álvarez, todas ellas sosteniendo discursos tránsfobos. Esta última tuvo un papel importante en el bloqueo de la ley estatal de Igualdad LGTBI, proyecto que buscaba entre otras cosas la despatologización de la transexualidad. Tenía que haber sido aprobada en 2019. Sin embargo, no fue posible debido a la oposición que mostraron ciertos sectores respecto a medidas que mejorarían notablemente las vidas de las personas trans. Álvarez, que en aquel momento era diputada y portavoz de Igualdad del PSOE en el Congreso, soltó algunas frivolidades como que “no se puede estar cambiando cada cinco minutos la identidad“.

No debemos olvidar que estamos hablando de personas. De vidas. En ocasiones, el debate es tan intenso que parece que pasamos por alto el sufrimiento que esto puede ocasionar a un colectivo que siempre ha estado marginado. Los ataques en redes sociales no son simples tweets, sino palabras que hieren a personas que están detrás de las pantallas. Una cosa es dudar de la Ley Trans. De su eficacia, de sus medidas. Y otra muy distinta atacar, señalar y herir a las personas trans.

Será interseccional o no será

“Somos feminismos luchando frente al patriarcado”. Dune Solanot defiende la interseccionalidad como parte fundamental del feminismo. Por su vida, sus experiencias y sus procesos, no entiende que exista un sector exclusivo y excluyente –que deja de lado a mujeres trans, a hombres trans, a personas no binarias–.

El planteamiento de la lucha feminista como abanderada de un único sujeto del movimiento es erróneo e irreal. Por eso es esencial fijarse en el objetivo común y “construir alianzas que nos unen, sumar fuerzas y objetivos”, tal como explica Dune. “Y, sobre todo, no negar a nadie ni hablar por nadie”.

Hablar de feminismos en plural no divide el movimiento, sino que acepta e incluye la diversidad existente y las diferentes realidades que atraviesa cada persona. Por eso hay que dar voz al ecofeminismo, al feminismo radical, a los distintos feminismos decoloniales –negros, latinos, árabes…–, al feminismo queer y transfeminismo y al feminismo intergeneracional. “También en cuanto a personas de diferentes funcionalidades, corporalidades y no neurotípicas”, añade Dune.

Manifestación del 8M 2020 en Zaragoza

Alejandro Sierra (SOMOS LGTB+) apuesta por un feminismo que apoye el aperturismo y la diversidad. “Creo que la corriente más mayoritaria del feminismo sí que va a continuar respetando la diversidad, abriendo la mente, debatiendo, analizando los propios prejuicios y fallos que se puedan tener dentro de las entidades”.

Pilar Suárez también se posiciona a favor de este feminismo interseccional y señala que “en cualquier grupo cuando se han conseguido derechos para una minoría, se han revertido a favor de todo el grupo”. Cualquier avance en materia de derechos humanos, como en este caso el derecho a ser, siempre amplía los derechos de las demás personas. Dune también sostiene esta idea porque “cuando se dignifica la vida de un grupo oprimido, mejora la sociedad en general”.

La necesidad de este feminismo interseccional que aúne esfuerzos para derrocar al enemigo común, el patriarcado, es ya una realidad. De nada sirve que el movimiento defienda unos valores, libertades y derechos y que, al mismo tiempo, prive de ello a tantas personas. Como dice Dune, lo normativo, con sus rígidos mandatos sociales, ha dejado a mucha gente fuera. Ya es hora de combatir unidas.

Archivado en: Ley Trans LGTBIAQ+
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#83384
23/2/2021 14:58

Excelente artículo, palabras, planteamientos, reflexiones que nos llevan a pensar, a ponernos en el lugar de ellas, elle, ellos. Nos invita a hacer un alto y entender que se trata de seres humanos, no dejemos que las diferencias políticas nos sitúen de un lado u otro, busquemos, apostemos por lo justo, por la equidad. Dice Paulo Freire, somos seres humanos en constante crecimiento, no somos seres acabados.

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#83373
23/2/2021 13:25

Por favor, dejemos de lado el debate superficial sobre qué todos y todas podemos ser lo que queramos y vayamos al fondo de la cuestión, el por qué hay polémica con este tema y por qué hay sectores contrarios. El feminismo no rechaza a las personas trans, pensar que rechazar una ley significa rechazar a las personas que supuestamente representa es de ser un poco básico o básica.
Si este tipo de "reportajes" hablasen con gente con opiniones diferentes, que desde el respeto explican su punto de vista y lo argumentan, sería más sencillo forjarse una opinión.
Estas dos chicas seguro que tienen muy buena intención, pero desde el momento en el que determinan que las personas que están en contra de la ley trans están en contra de las personas trans y las llaman "transexcluyentes" pierden toda la credibilidad.
Mi pregunta es, ¿Para quién están hechos estos reportajes? Para las personas que ya opinan esto, una persona que no tenga forjada una opinión es complicado que se entere de la problemática y la polémica con esta pieza que ni siquiera es periodismo.

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#83371
23/2/2021 13:15

Este artículo tiene un grave problema, y es la falta de fuentes por un lado y el exceso por otro. Parece más una pieza de opinión que un reportaje, lo podría usar el ministerio de "Igualdad" como propaganda, porque lo tiene todo.
Por otro lado, a nivel periodístico, no entiendo que en la entradilla se hable del conflicto en el Gobierno y no se desarrollé, por lo menos dar la información, aunque las autoras claramente se dejen llevar por su sesgo ideológico, estaría bien aportar los datos y que la gente llegue a sus propias conclusiones. La objetividad no existe, pero en este caso es una total y absoluta subjetividad. Les recomiendo a las autoras, si es que son periodistas, repasar un poco sus apuntes porque creo que se saltaron varias lecciones.

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#83358
23/2/2021 11:31

A las señoras que han comentado aqui, solo recordarles que negar los derechos humanos fundamentales es fascismo. Fin.

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#83357
23/2/2021 11:25

Para quien no lo sepa, y para prevenir, como cada vez que aparece un artículo sobre este tema, ahora van a haber un montón de comentarios de terfs negando derechos y atacando a personas. Solo para que quede claro que no es un sentir general, si no parte de su lucha, a modo bot, de lanzar odio.

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#83307
22/2/2021 20:17

La necesidad que tenéis de mentir descaradamente sobre el feminismo radical demuestra que teméis que la gente se informe y esté de acuerdo con nosotras. No es una postura biologicista, en todo caso tienes una definición muy equivocada. Pero ya habéis dejado claro que no entendéis de definiciones. Este artículo es una sarta de falacias.

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#83303
22/2/2021 19:39

Vergüenza de Ti u artículo, ignorancia de la lucha de las mujeres, si tanto interés se tiene en ponerse tacones, melenas, tretas, cuyos nadie les impide, por otra parte, que se queden en el grupo de HOMBRES con distinta estética, dejarnos a las mujeres tranquilas, nunca nunca seréis mujeres , seréis HOMBRES disfrazados de mujeres. Ya vale .

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#83283
22/2/2021 15:31

El artículo quiere venir a decir que en algunos sectores del feminismo hay una negación de l@s trans.
Nadie niega a l@s trans.
Lo que se está negando es una "supuesta Ley Trans" que favorecerá que si ya estaban invisibilizad@s l@s Trans, lo estén aún más.
NO ES UNA LEY TRANS
La supuesta "Ley Trans" antepondrá el "GÉNERO" al SEXO y, además de seguir siendo machista (¿dónde están los hombres trans?, sigo sin verlos) igualará situaciones de un sentimiento a las de una construcción biológica...

¿De verdad no creen que no hay que revisar la ley?
¿Y cómo puede ser de que se quejen de que hace falta una prueba u hormonación para cambiar el SEXO (el "género"), cuando en su misma ley propone la hormonación infantil, según los comportamientos del niñ@? Que alguien me lo explique por favor.

El género es una construcción social preconcebida, es una educación forzada, un "ente" inventado...yo soy hombre, y jugaba la mayoría del tiempo con juguetes de "niño" (¿y?). Pero también había veces jugaba con mi hermana con muñecas. (¿y?)

¿Qué tal si de una vez por todas abolimos el GÉNERO CREADO y desvirtuamos gustos, estereotipos con lo que alguien "tiene que ser"? Quizá dejemos de crear inseguridades innecesarias en l@s niñ@s. Ell@s deben jugar, experimentar. No es una etapa de su vida para pensar esas cosas. Tendrán tiempo en el futuro para pensar y ubicarse en esas construcciones sociales cuando les toque y empiecen a entenderlo, como nos ha pasado a tod@s.

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