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Derecho a la vivienda
Paralizado un nuevo desahucio en el barrio valenciano de Orriols
Saray y su hija de seis meses cruzan el portal. Su marido se queda arriba, no se fían de que el piso quede vacío. Fuera, en la calle San Juan de la Peña de Orriols, en València, les esperan decenas de personas reunidas desde primera hora de la mañana, aunque esté previsto que la comitiva judicial llegue a las 10:45. Está en juego el desahucio de una familia sin más alternativa habitacional que el “irnos a un albergue”, como cuenta la propia afectada.
Los militantes del sindicato Orriols En Bloc, así como los vecinos del barrio, gritan cánticos contra los desalojos y la connivencia policial cuando queda poco para la llegada de la comitiva. A todo vehículo que quiera circular por la calzada se le pide que toque el claxon en apoyo a la causa, y pocos lo rehúyen. Mientras, varios coches de la policía nacional se reúnen al final de la calle.
Con la llegada de la comitiva la tensión no se rebaja. Parece ser que no pretenden aplazarlo, que no hay informe de vulnerabilidad y que por tanto las órdenes son proceder con el desalojo. Las vecinas, porque en su mayoría son mujeres, comienzan a organizarse en torno al portal; no queda otra que salir a rastras. En su oficina, la abogada de la defensa trabaja para buscar alguna solución a lo que por el momento parece un día más en el día a día de indefesión y fondos buitre.
Los diálogos y las llamadas telefónicas entre comitiva, policía y afectadas se suceden. Hasta que, de pronto, las sonrisas se extienden entre quienes pueden estar al tanto del curso de los acontecimientos. Alguien del sindicato coge el micrófono y grita primero un “força sindical!” antes de poner al corriente al resto de los allí reunidos. Se ha conseguido el informe de vulnerabilidad y la jueza ha aplazado un mes el desahucio. Entre los gritos de alegría se busca un hueco para recordar, micrófono en mano, que el próximo martes 17 vuelve a haber un desahucio a pocos minutos a pie de allí, en el barrio de Benimaclet.
A pesar del triunfo de hoy, desde el sindicato son cautos. Esta es una “victoria parcial”, dicen, y aseguran que no queda otra que “seguir luchando para que los fondos buitre saquen sus sucias manos de nuestros barrios”. Saray, por su parte, habla con seguridad a la hora de referirse al papel que ha jugado el apoyo mutuo en la comunidad barrial, en especial con el sindicato: “sin ellos ahora mismo estaba en la calle”.
No es la primera vez que Saray sufre un intento de desalojo, aunque sí que es el primero por vía judicial. “Hace unos meses —aseguran desde el sindicato Orriols En Bloc— se presentaron en la puerta de su casa cinco hombres con tatuajes de esvásticas y chalecos antibalas para amenazarla y tratar de sacarla del piso por la fuerza”. Se intentó entonces negociar con el fondo para acordar un alquiler social, algo a lo que la empresa respondió, afirman desde el colectivo, llamando “analfabetos” a la familia.