We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Tribuna
¿Desencanto o restauración? Mapa de un Madrid post electoral
En cuatro años, el espacio de la nueva política ha renunciado a la pelea por la economía política, lo que, definitivamente, ha supuesto la derrota del proyecto de Manuela Carmena en un contexto de retroceso material de las condiciones de vida en la ciudad y la región.
I. Una bestia ‘psoeiforme’
En la película de David Cronenberg La Mosca, el protagonista, inventor y científico, se somete a un autoexperimento de teletransportación basado en la descomposición y recomposición de su organismo en dos cabinas diferentes. Todo suena bien, pasar del lugar 1 al lugar 2 sin el engorroso trámite del desplazamiento. Pero el descuido hace que se teletransporte con una mosca dentro de la primera cabina. Todo parece normal, incluso el protagonista aumenta la fuerza y la seguridad en sí mismo, hasta que progresivamente se da cuenta de que está convirtiéndose en un híbrido de persona y mosca, y finalmente en una mosca gigante. Algo parecido le ha sucedido a la nueva política, pero en lugar de descuidarse con una mosca haciéndolo con el PSOE. Poco a poco, se han ido cayendo las capas de la nueva carne hasta que de ellas ha emergido un PSOE de un tamaño mil veces mayor al que se introdujo subrepticiamente en la cabina número uno.
La nueva política madrileña, con Podemos a la cabeza, ha ido moviéndose en dos sentidos en los últimos tres años. Por un lado, de forma simultánea a lo que ha ido sucediendo en el resto del Estado, la lógica gobernista y electoralista salida de Vistalegre 1 ha ido empujando a Podemos hacia el espacio tradicional del PSOE hasta lograr, desde fuera, el renacimiento de la cosa en sí.
Por otro, en un fenómeno propiamente madrileño, ha ido concentrando sus únicas cartas en la figura de su órbita que ya era del PSOE, Manuela Carmena. Hemos visto, desde entonces, una carrera tan absurda como destructiva para ganar el favor de la alcaldesa de la capital por parte de las dos fracciones que componían el Podemos oficial, errejonistas y pablistas.
En última instancia, han sido los errejonistas quienes han ganado el favor de la soberana absoluta, muy probablemente porque han sido los más dispuestos a asumir la mayor cantidad de disfraces políticos dentro del campo progre, incluido por supuesto el de mutante psoeiforme, con tal de sobrevivir políticamente, y porque, a fin de cuentas, no se sienten nada a disgusto con el traje de clase media progre que ha definido el campo semántico sociata tradicionalmente.
El PSOE, en este caso más entendido como una posición relativamente estable del modelo de Estado que como la organización política concreta —‘el ministerio de la izquierda’ podríamos llamarlo— solo tiene sentido por oposición al otro gran espacio político integrado en el modelo de gobernanza: el ministerio de la derecha. Cada uno de estos partidos/ministerios ha ido asumiendo distintos elementos que convencionalmente los distinguen de los de la acera de enfrente. En concreto, el modo PSOE se ha adjudicado la modernidad ideológica en los periodos de expansión, o, al menos, como es el caso actual, de estancamiento económico. El “que viene la derecha”/“desalojemos al PP” es la manera de movilizar voto que tiene el PSOE, y en esta fase la forma que ha tenido la subalternización de la nueva política.
En esa retirada de la pelea por la materialidad de la economía política firman su derrota las izquierdas institucionales, siempre tan temerosas de abandonar la esfera del Estado
Mientras el PP / ministerio de la derecha, lo ha hecho con los elementos de seguridad y refugio en el Estado en los momentos de crisis económica, el “virgencita, virgencita, que me quede como estoy” que Mariano Rajoy representó a la perfección. Los “que viene el paro / contra el despilfarro socialista” serían los grandes momentos de agregación de voto del PP / ministerio de la derecha. Sin embargo, “la unidad de España”, como bien se vio en las últimas elecciones generales, y a pesar de la creencia tanto culta como popular, es un elemento más residual que otra cosa, que marca más un suelo que un techo en la capacidad de movilizar votos del bloque de derecha. El deshinche de Vox a una velocidad aún más rápida que la de Podemos parece dejar este cuadro esquemático intacto.
Fácilmente asimilables al PP, Vox ha elegido el camino, por fortuna, menos dañino de los posibles, ser una especie de satélite neocon, aznarista y aguirrista del PP. Demasiado franquistas para organizar un verdadero tercerismo rojipardo que capitalice las bolsas de rencor y malestar en las periferias. Es precisamente esta domesticación temprana de los de Abascal la que hace que todavía durante un tiempo puedan servir de conveniente espantajo para movilizar el voto del miedo. Aunque, como se ha visto en los cambios de composición del voto desde las generales a las locales y autonómicas, el “que viene Vox” ha bajado notablemente en su eficacia para captar voto. Y lo mismo se puede decir del otro lado, la capacidad de Vox para aparecer como unos antisistema de derechas ha ido erosionándose a altísima velocidad.
En última instancia, hay dos momentos diferentes de la reproducción del imaginario de las clases medias hispánicas, el de expansión cultural (PSOE) y el de repliegue en el Estado (PP). Sin embargo, estas no son sino manifestaciones superficiales de un modelo económico y social que sigue construyéndose a partir de la especialización de la economía española en el sector inmobiliario y financiero. Y que en los momentos de estabilidad del régimen, definidos por el enfrentamiento entre PP y PSOE como patas del Estado, ha tendido a permanecer perfectamente invisible desde el punto de vista político.
En sí, es cosa bastante poco sorprendente que, en los contextos financiarizados, se oculten los verdaderos resortes del crecimiento, en el juego de expectativas en el que se forman los precios de la vivienda y los alquileres, decir que una espiral de crecimiento de precios no está soportada por los “fundamentos de la macroeconomía”, léase aumentos de población o salariales, es tanto como sabotear su rentabilidad, algo a lo que, visto lo visto, no ha estado dispuesto el oficialismo de la Nueva Política. Y que el Carmenismo/Errejonismo directamente ha hecho en sentido contrario.
En España, y más concretamente en Madrid, donde hace lustros que no hay más ciclos de crecimiento que los que producen las burbujas inmobiliarias y financieras a través de los efectos riqueza de origen patrimonial, es ya habitual que quienes tendrían la función política de atacar la brutal estructura de poder y dominación que reproduce el modelo económico español, acepten la versión oficial a cambio de un siempre dudoso rendimiento electoral a corto plazo. Le pasó a Zapatero y le pasa ahora a la nueva política.
Achicharrado sin remedio el Forza Manuela que se ha pergeñado para dar cobertura al free flow político de la por poco tiempo más alcaldesa, Errejón es quien parece postularse, cada vez con un capital político más exiguo, como el siguiente en pasar a la palestra, y de ahí con casi total seguridad al horno crematorio al primer cambio del viento económico.
Una vez calcinada la figura de la alcaldesa/jueza bondadosa y paternalista, que quiere lo mejor para nosotros sus súbditos, incluso para los más revoltosos, el salto del errejonismo a los bajos del PSOE esta ya aquí
Y es que en esa retirada de la pelea por la materialidad de la economía política, esa autonomía de lo político que también encaja con las atribuciones del PSOE/ministerio de la izquierda en el arreglo turnista, firman su derrota las izquierdas institucionales, siempre tan temerosas de abandonar la esfera del Estado. Una vez de derrotadas bajo la forma de derrumbre del espejismo de progresismo y modernidad, llega el ministerio de derechas que se hace cargo de la austeridad, la “seguridad” reactiva y la mano dura.
II. Entre el neozapaterismo y la bunkerización.
El destino zapaterista ha estado siempre inscrito como posibilidad en la deriva de la nueva política. El errejonismo, desde luego, partía con ventaja para ocupar ese lugar en la medida en que ha sido capaz de llevar más hasta el final el vaciado de contenido político sustantivo de su posición hasta convertir su partido/dispositivo en una especie de entidad táctica-lapa adosada a los bajos de la jefatura carismática de Carmena.
Una vez calcinada la figura de la alcaldesa/jueza bondadosa y paternalista, que quiere lo mejor para nosotros sus súbditos, incluso para los más revoltosos, el salto del errejonismo a los bajos del PSOE esta ya aquí. No de una manera automática y orgánica, algo que el PSOE simplemente no quiere, sino como una nueva fase de la subalternización de lo que fueron las energías transformadoras del ciclo 15M/nueva política a la larga sombra del PSOE. No hay más que ver que el primer movimiento de los de Errejón, frente a la demanda cerril y desesperada de ministerios y secretarías de Estado de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez, ha sido postularse como un espacio donde es posible la inclusión cultural en lo progre sin estar sometido directamente a la disciplina política del PSOE, aunque sí tutelado por ella. Y desde ahí, a plantear la posibilidad de un pacto PSOE-Cs-MM, una vieja cuenta pendiente desde 2016, y que sellaría en lo imaginario la entrada de Errejón en el olimpo, no menos imaginario, de los grandes hombres políticos patrios.
Las centurias naranjas de Ciudadanos son una versión simétrica del errejonismo desde otro punto del espacio político. Un dispositivo hueco, definido por las ambiciones personales de sus componentes, donde la renuncia a cualquier ambición reflexiva o intelectual se transforma en una adaptabilidad conveniente para el qualunquismo ambiente del que pretenden nutrirse. Donde el errejonismo ve una coyuntura conservadora a la que adaptarse, Ciudadanos ve una coyuntura progre a la que adaptarse. Ambos proyectos gobernistas necesitan inmediatamente cargos de cierta relevancia para poder seguir vendiendo su aspiración a gobernar desde una inserción subalterna en el orden institucional a PP y PSOE, y desprovista de red o comunidad alguna de referencia más allá del orden institucional.
Aunque es poco probable que estos dos dispositivos de captura configuren un nuevo bipartidismo que sustituya al de los dos mastodontes de Estado. Más cuando la caída de Carmena en Madrid ciudad ha vuelto a demostrar que la instancia central por detrás de Carmena siempre ha sido el PSOE. Pero ambas empresas políticas están condenadas a entenderse como puntales del nuevo orden, mucho más desde la escisión de la fracción errejonista del aparato podemita que ha facilitado la descarga de los gimmicks europeronistas que servían como marcas de separación fraccional en Podemos. Una vez que ya no cumplen su función de “epatar a los rojos”, los delirios de patria y bandera se han caído por su peso y han sido sustituidos por la letanía de la “realpolitik”, la responsabilidad de Estado y, cómo no, el miedo a la derecha.
El caso errejonista arrastra, por supuesto, mayor carga ideológica pero mientras esta se va depurando en los contenidos, siempre se intenta conserva una vía de contacto en el orden de los afectos con las distintas formas de activismo y militancia de la izquierda y los movimientos sociales, principalmente a partir del uso simbólico de las trayectorias de algunos de sus miembros.
El fichaje regular por parte del errejonismo de notables de los movimientos o la izquierda permite lanzar una narrativa de maduración política y superación de antiguas posiciones que dura tanto como dure el aura carismática de la figura en cuestión y que se dirime en el ámbito de los afectos y la informalidad. Mientras dura este efecto relacional, dura la ilusión de “posibilismo” que el errejonismo alimenta para intentar apaciguar los frentes internos. Algo parecido, aunque mucho menos problemático, sucede con la relación de la multitud de cuadros medios de la empresa privada taponados en sus trayectorias ascendentes que componen la tropa naranja y el discurso de un capitalismo de la mediana empresa y el autónomo sacrificado.
Del otro lado, la peripecia de Podemos empieza a parecerse a la expedición de Aguirre o la colera de Dios de Werner Herzog. Cada vez quedan menos componentes en una balsa que marcha a la deriva por la red fluvial secundaria, en la que un Klaus Kinski paranoico y ultraviolento, valga la redundancia, va eliminando a sus compañeros de viaje por los motivos más peregrinos hasta terminar con los ojos fuera de las órbitas, con un tití verde como único ser sobre la faz de la tierra digno de su confianza. Entre los últimos componentes de la balsa, el equipo encabezado por Isa Serra, ha logrado terminar de malograr lo que fuera un capital político notable.
Desde luego, no era fácil reflotar la nave después del fiasco de la política de apoyo cerril a Carmena. Después de dos años ejerciendo de ejército privado de la emperatriz de Cibeles, era complicado romper el silencio para criticar la posición pro capital inmobiliario-financiero de Carmena o su, ejem, personalismo, sin que pareciera una mezcla de rencor actual y cinismo pasado. Pero desde luego, la posición de Isa Serra llamando al voto indistintamente a Mas Madrid o a Madrid en Pie en el ayuntamiento para “parar a la derecha” se volvía como un boomerang contra su propia candidatura en la Comunidad. Si lo importante era parar a Vox, también lo sería en la comunidad. Si no había motivos para no votar a Carmena, tampoco los había para no votar a Errejón.
En ese sentido, suponemos que el equipo de Isa Serra está feliz con el resultado de Más Madrid y con el de Podemos, y también lo hubiera estado si se hubiera quedado sin representación, cosa que ha estado cerca de suceder, puesto que según ellos eran proyectos equivalentes para parar nosequé. Lo mismo, y con mayor razón, se puede aplicar a la posición tibia en extremo de Pablo Iglesias, al que se le supone la responsabilidad última de esta catastrófica campaña junto a visionarios de la fontanería como Juanma del Olmo o Jacinto Morano.
III. No llores por mí, Arganzuela
Pero, en última instancia, el que no hayan dado los números para cambiar el gobierno de la Comunidad de Madrid no puede ser leído tan sólo desde el punto de vista de la exigua franquicia a la que hoy llamamos Podemos Comunidad de Madrid. La promesa de transversalidad, y de victoria, errejonista ha fracasado con todas las letras en este ámbito.
La súper estrategia de apoyarse sobre el rebufo de Manuela Carmena, a la que se presentaba cómo una suerte de “máquina de ganar elecciones” tipo Felipe González en los ochenta, para lanzar a Iñigo Errejón en la Comunidad le ha permitido hacerse con un buen número de votos del ámbito de Podemos pero no ha roto frontera política y simbólica alguna.
Cómo en 2015, Carmena ha vuelto a ser la candidata informal del PSOE en el Ayuntamiento y Gabilondo su pareja de baile en la Comunidad. Si en 2015, el entonces emergente, Podemos veía con preocupación sus resultados en Madrid Ciudad en las autonómicas, hoy, después de cuatro años de gobierno en la ciudad se ha vuelto a repetir la misma dinámica.
Si en las autonómicas de 2015, Podemos obtenía 287.000 votos en Madrid Ciudad, con Errejón esa cifra ha bajado hasta los 262.000. Si se considera que el tándem Carmena-Gabilondo ha sido el voto dominante dentro del ámbito progre, este sólo se desacopla para dar mayoría en las autonómicas al errejonismo en los dos bastiones tradicionales de la nueva política: Centro y Arganzuela. Estos son también los dos únicos distritos en los que en las elecciones generales, el aumento de participación debido al efecto “miedo a Vox”, resultó en un avance de Podemos y no del PSOE.
En algunas pocas secciones censales Errejón también doblega a Gabilondo. En concreto, el ensanche de Vallecas y los aledaños a la zona del Bulevar en Puente de Vallecas o en la zona de urbanizaciones nuevas en las cercanías del doce de Octubre, en Usera. En todos los casos, zonas en que la promesa de restauración del estatuto de clase media para los nuevos profesionales urbanos cala especialmente, en los casos de los nuevos desarrollos tipo PAU para aquellos que se han visto atrapados en enclaves territoriales relegados tras el estallido de la burbuja, una suerte de bantústanes de clase media profesional hipotecada residuo de la expansión inmobiliaria del ciclo anterior.
En el segundo caso, el entorno del Bulevar de Vallecas, por el cambio poblacional producido por la expulsión de esas mismas categorías de profesionales urbanos de los barrios del centro por la burbuja de los alquileres. Expulsión territorial que remite, una vez más, a la expulsión de los parámetros de la reproducción de las clases medias y entre las promesas de “todo será como antes” de Mas Madrid y la de Ciudadanos, se prefiere la de Errejón, algo muy posiblemente explicable por la peculiar forma de atar informalmente sectores de movimiento o izquierdistas a partir del “aura carismática” de algunos de sus cooptados.
Salvo en tres secciones censales en Rivas-Vaciamadrid, resultado fácilmente explicable por la presencia de Tania Sánchez en la candidatura de Errejón, Más Madrid no ha ganado al PSOE en ningún otro punto de la Comunidad de Madrid. Demasiado poco para tanta retórica “ganadora” y “transversal”.
IV. El régimen urbano de la burbuja
La élite europea ha ganado la batalla del ciclo español que se inició en 2011 mediante un doble encajonamiento de su expresión institucional y electoral: por un lado, se ha encajonado a los nuevos partidos en la esfera estrictamente española y, por otro, se les confina a la esfera convencional de “lo político”, esa producción discursiva permanente que despliegan la representación política y sus aparatos ideológicos acerca de sí mismos en medios de comunicación y parlamentos.
En este doble movimiento de control, la nueva política acepta evitar el choque con la esfera de la economía política, en la que se verían forzados a radicalizar su propuesta, cosa que quizá habría puesto en riesgo los resultados a corto plazo de la “máquina de guerra electoral” pero habría provocado una apertura en el medio plazo que hubiera evitado la aniquilación casi completa de la Nueva Política apenas cinco años después de su emergencia.
Una más que probable reverberación de la crisis dejará la situación de miles de hogares madrileños en manos de unas máquinas de maximizar la extracción de riqueza a la sociedad sin ninguna vinculación al territorio
A esto le sumamos un mercado laboral al que la reforma laboral, al abaratar drásticamente los costes de despido en previsión de situaciones de crisis, ha convertido en completamente procíclico. La relajada composición capital/trabajo del sector servicios dominante en la creación de empleo, permite que las empresas contraten trabajo adicional o sustituyan trabajo a un coste muy bajo en situaciones de un mínimo dinamismo del consumo. El reverso será la descarga de trabajo excedente de forma semi automática y masiva ante las sacudidas económicas que muy probablemente vienen. Pero, de momento, a partir de este esquema, más de rotación acelerada en el mercado de trabajo que de creación de empleo neto, el gobierno del Partido Popular primero, y el del PSOE después, ha podido maquillar las cifras del paro.
Desde 2017, y con el pleno apoyo del gobierno de Carmena a los gobiernos amigos del PSOE y Juncker, los grandes bancos europeos que financiaban la anterior burbuja se han visto sustituidos por una nueva estructura de concentración del poder inmobiliario en manos de fondos de inversión y fondos buitres norteamericanos. El gigante financiero Blackstone, con 20.000 millones de Euros en activos es hoy el mayor propietario de activos inmobiliarios de España, mercado en el que también ha incrementado sus operaciones Goldman Sachs. Dos de los principales bancos de inversión del mundo, beneficiarios directos o indirectos del rescate a las finanzas estadounidenses y globales, tienen hoy fuertes posiciones en el mercado de alquiler español a través de sus Socimi, cinco en el caso de Blackstone.
Pero ademas, correlativamente, al menos desde hace un año estos gigantes financieros, están comprando masivamente prestamos en peligro de impago o en situación de mora a los bancos españoles. Cosa que en el sistema bancario español y el gobierno se favorece para terminar de llegar allí donde el FROB no llegó y para que los ahora bancos privados procedentes de la privatización de las Cajas de Ahorro puedan recapitalizar sus balances en un momento en que los reguladores europeos van a obligar a los bancos de la Eurozona a aprovisionar sus balances con capital de calidad. De hecho, estas instancias han sido las promotoras de estas operaciones que, de paso, descargan de futuras responsabilidades sobre el sistema financiero español al gobierno alemán. Hoy por hoy, a pesar las siempre solemnes declaraciones de Macron cada cierto tiempo pidiendo la mutualización de las deudas de la eurozona, la Unión Europea sigue profundizando en la sumisión de sus poblaciones al poder financiero global.
El balance del antagonismo real con las élites que gobiernan la ciudad es penoso. Hoy Madrid es una ciudad incomparablemente más sometida al poder de bancos, constructoras y fondos buitre de lo que lo era en 2015
Pero esto no sucede gratis, las leyes de desahucio exprés son la garantía para este tipo de operaciones, con lo cual tanto la llave del mercado de alquiler, y en última instancia, del dinamismo de las economías urbanas, como la situación de los balances de los bancos privados están en manos de agentes financieros, en muchos aspectos más poderosos que los estados-nación. Una más que probable reverberación de la crisis dejará la situación de miles de hogares madrileños en manos de unas máquinas de maximizar la extracción de riqueza a la sociedad sin ninguna vinculación al territorio. Ni siquiera al territorio europeo. Quizá en ese momento se repare en cómo se acepto acríticamente la privatización de las cajas de ahorro por una inmensa mayoría de la población. Clientelares y corruptas como eran las cajas, su crisis provino de comportarse como agentes financieros privados no por su estatuto de utilidad pública.
V. Ni heroína, ni cooptación
El desencanto es una figura sociológica y política ya clásica en la historia de la ciudad de Madrid. Remite tanto a la explosión de las luchas sociales de la transición y al tardofranquismo como a la desolada implosión de los barrios de la periferia madrileña posterior a la desmovilización desde arriba decretada por los Pactos de la Moncloa, que se selló con la cooptación de los líderes sindicales y vecinales, y prácticamente una generación entera desaparecida por la heroína.
Los barrios de Madrid se llenaron de una población excedente desde el punto de vista de lo que fue la gran apuesta de la restauración de los años ochenta y noventa, la construcción de una clase media progre orientada a Europa, respaldada materialmente por una conjunción singular de neoliberalismo ascendente y welfare felipista que se especificaba en nichos de empleo públicos, aseguración pública, efectos riqueza asociados al patrimonio inmobiliario y a la subida de precios de la vivienda, y subvenciones directas o indirectas de la, entonces, Comunidad Económica Europea. Hoy, sin embargo, las múltiples encarnaciones del discurso progre —y el Carmenismo ha sido una de las principales de los últimos tiempos— se tienen que conformar con vender la versión desmaterializada de este discurso, mucho circo y nada de pan, una política de gestos sin el más mínimo contenido económico transformador, y sin tampoco capacidad para una cooptación digna de tal nombre.
De hecho, para rematar su filiación zapaterista, Mas Madrid se agarra al meme del Green New Deal, así, en inglés, que ya fue ensayado, con otro nombre, por Cristina Narbona durante el gobierno de ZP, mientras miraba hacia otro lado en la mayor burbuja inmobiliaria que ha experimentado España. El ahora llamado Green New Deal es una forma estrictamente publicitaria de abordar los importantes cambios en la producción para detener el avance del cambio climático, que se presenta como una solución sin fricciones, ni antagonismo alguno, frente al capital. Un nudo mágico en el que keynesianismo, ecología y tecnología solucionan los grandes problemas ecológicos de nuestro tiempo sin abordar los problemas seculares de fondo de la caída de las tasas de beneficio por exceso de capacidad o por su intensidad en capital, las contradicciones de los partenariados publico-privados o la posición de las finanzas en tal cambio epocal. Poco fundamento para una restauración propiamente dicha
El revival neoprogre de la nueva política se mueve en los muy marcados limites temporales y temáticos que marcan las políticas de expansión cuántitativa del Banco Central Europeo. Unas políticas de inyección permanente de liquidez en los mercados, que, dadas las enormes turbulencias que atraviesan hoy el capitalismo global, ha sido incapaz de retirar, a pesar de que se ha anunciado tal cosa en innumerables ocasiones desde el verano del año pasado. Estas políticas han marcado el retorno de las formas del dominio financiero inmobiliario avaladas por la incapacidad de las nuevas formaciones para hacerles frente. Es decir, por la aceptación hace ya tiempo de su derrota como proyectos políticos de radicalidad democrática tanto política como económica. Desde la Operación Chamartín a los nuevos desarrollos del sureste, el ayuntamiento de Manuela Carmena ha sido extraordinariamente complaciente con los poderes reales de la ciudad. Y, como era de temer, ni siquiera estas alianzas le han valido la reelección.
El balance en este sentido, el antagonismo real con las élites que gobiernan la ciudad, es penoso. Hoy Madrid es una ciudad incomparablemente más sometida al poder de bancos, constructoras y fondos buitre de lo que lo era en 2015. Y las así llamadas clases medias dependen, en un marco en el que la devaluación salarial ha sido salvaje, aún más de la propiedad inmobiliaria, la transmisión patrimonial y los efectos riqueza que en 2015. Entre otras cosas, porque la candidatura que tenía la misión histórica de enfrentarse a tal poder financiero e inmobiliario no sólo no lo ha hecho sino que le ha puesto la alfombra roja.
En unos barrios de Madrid que soportan ya mas de diez años de desinversión, recortes, privatizaciones, paro, precariedad y sobreendeudamiento, es sencillo comprobar que el carmenismo no trabaja para ellos. Y es que, más allá de la comprensión técnica de los fenómenos inmobiliarios, Carmena se ha regodeado visiblemente en su complicidad con los poderes económicos y ha pretendido que con su optimismo naif sobreactuado se compensaría su catastrófica política económica desde el punto de vista de los que menos tienen.
A pesar de la compulsiva y desquiciada culpabilización que desde Mas Madrid se ha hecho a la candidatura de Madrid en Pie de que los números no les den para revalidar el ayuntamiento, lo cierto es que desde hace mucho tiempo, muchas voces críticas veníamos señalando que el ayuntamiento de Carmena no estaba para desperdiciar apoyos. Pero la peculiar mezcla de soberbia y torpeza del análisis carmenista-errejonista saldó con el piloto automático argumental esta pérdida de soporte social como un asunto marginal y minoritario, y prosiguió con su delirante cháchara mayoritarista. Las consecuencias son estas: la perdida del ayuntamiento de Madrid por deméritos propios.
Relacionadas
Tribuna
Tribuna El día después del derrocamiento de Al Asad en Siria
Tribuna
Tribuna Personas solicitantes de asilo, las grandes olvidadas en la reforma del Reglamento de Extranjería
Tribuna
Tribuna Vivienda: es hora de organizarnos
Javier Lezaola
@JavierLezaola
El posibilismo se podrá compartir o no, pero es respetable. Lo que no es respetable es ser un vendido y disfrazarlo de posibilismo"
No lo puedo leer en el movil, salen dos birras verticales por envia del donde: por si interesa
Pudimos, la pata izquierda del régimen fascista colonial españito.
Muy buen análisis, a ratos difícil deseguir por el peculiar estilo humorístico (con hallazgos impagables). Por lo que a Madrid ciudad se refire, quédense con el final:
"Hoy Madrid es una ciudad incomparablemente más sometida al poder de bancos, constructoras y fondos buitre de lo que lo era en 2015. Y las así llamadas clases medias dependen, en un marco en el que la devaluación salarial ha sido salvaje, aún más de la propiedad inmobiliaria, la transmisión patrimonial y los efectos riqueza que en 2015. Entre otras cosas, porque la candidatura que tenía la misión histórica de enfrentarse a tal poder financiero e inmobiliario no sólo no lo ha hecho sino que le ha puesto la alfombra roja.
En unos barrios de Madrid que soportan ya mas de diez años de desinversión, recortes, privatizaciones, paro, precariedad y sobreendeudamiento, es sencillo comprobar que el carmenismo no trabaja para ellos. Y es que, más allá de la comprensión técnica de los fenómenos inmobiliarios, Carmena se ha regodeado visiblemente en su complicidad con los poderes económicos y ha pretendido que con su optimismo naif sobreactuado se compensaría su catastrófica política económica desde el punto de vista de los que menos tienen.
A pesar de la compulsiva y desquiciada culpabilización que desde Mas Madrid se ha hecho a la candidatura de Madrid en Pie de que los números no les den para revalidar el ayuntamiento, lo cierto es que desde hace mucho tiempo, muchas voces críticas veníamos señalando que el ayuntamiento de Carmena no estaba para desperdiciar apoyos. Pero la peculiar mezcla de soberbia y torpeza del análisis carmenista-errejonista saldó con el piloto automático argumental esta pérdida de soporte social como un asunto marginal y minoritario, y prosiguió con su delirante cháchara mayoritarista. Las consecuencias son estas: la perdida del ayuntamiento de Madrid por deméritos propios."
Suso De Toro
@SusodeToro1
Tras el informe y la petición de la comisión de la ONU sobre los presos políticos catalanes: para mí lo terrible es que tantas personas españolas no comprendiesen ni se solidarizasen con esos demócratas presos. Que prefiriesen alinearse con la política de este estado."
Magnífico análisis, Isidro: en la mejor tradición de lo que una vez se llamó materialismo. Gracias!