Tribuna
El espejo deformado de Pedro Sánchez

La era Sánchez comienza en el terreno de lo simbólico, orillando a Ciudadanos y Podemos, y estableciendo un equilibrio entre la política de gestos y el continuismo en política económica.
Pedro Sánchez -promete su cargo
Pedro Sánchez promete su cargo ante la presencia de Felipe VI. Foto de La Moncloa.
Daniel Ripa

Exdiputado de Podemos en Asturias.

7 jun 2018 16:01

Piensa que entras en una casa de espejos deformados en una feria. Mientras caminas, tu reflejo se verá más grande, más alargado, más gordo, más delgado, en función del espejo al que mires. Hasta que encuentras uno que te refleja de forma correcta. Se parece a la vida real. Lo miras con alivio. Por fin te ves bien, en ese espejo ‘real’. La paradoja es que la belleza llega por el horrendo de los espejos anteriores.

Ahora piensa en la historia de Pedro Sánchez. Imagínalo en la casa de los espejos, pasando a través de espejos concavos y convexos, hasta llegar a uno donde finalmente luce correctamente. Pero ha sido lo que se veía en los espejos deformados anteriores, el reflejo del PSOE que no gusta, el sometido a Susana Díaz y Javier Fernández, al Ibex 35, a la troika, lo que hace que ese último espejo brille. Cualquier imagen alternativa a ese PSOE era bella, aunque no sepamos exactamente cuál es. Cualquier espejo no deformado, nos gusta.

En el reflejo de un Rajoy que encarceló a dirigentes políticos y sociales, buscando tapar su corrupción, cualquier proyección diferente a Rajoy es bella. Sánchez ni necesitaba mostrarse ni explicar su alternativa. Lo recordaba Antonio Maestre tras la victoria sanchista: “Es una creación involuntaria de sus adversarios, que en su empeño por masacrar su figura la han engrandecido”. Le ofrecieron “un relato, una historia, un argumento de movilización y de unión efectiva, racional y emocional”. La empatía que provocó en bases y dirigentes de Podemos hizo el resto: parecía llegar un PSOE renovado que rompía con su pasado (sin impugnar sus políticas). La marca Pedro es un significante vacío construido por sus adversarios, donde su valor es ser algo diferente a Susana y Rajoy, como sucedió con Zapatero y Aznar. No conocemos el contenido, aunque miramos fascinados el reflejo del espejo.

Un poco de historia: del cortafuegos de Rajoy al éxito de la moción

Mayo de 2017. Pedro Sánchez sugiere, tras ganar las primarias, que puede convertir su “No es no”, “¿Qué parte del ‘no’ no ha entendido”, en una moción que tumbe al gobierno de Rajoy. Pero aún no. Podemos acababa de registrar una moción de censura en plenas primarias socialistas y el nuevo presidente necesitaba un camino propio, que culminaba en otoño. Rajoy veía la mano y necesitaba un cortafuegos: La crisis catalana cumpliría esa función.

Con periódicos y tertulias abordando día y noche el monotema, ¿cómo el PSOE iba a hablar de otra cosa? Recuerden el silencio ante el final del juicio de la Gürtel (en otoño la fiscalía concluía “queda sobradamente probada la existencia de la caja b del PP”, y nadie en el PSOE se inmutaba). Cada telediario que abría con noticias sobre Catalunya, no lo hacía sobre corrupción. Con Catalunya ardiendo, Sánchez no podía acercarse a los partidos independentistas, en cuarentena, ni siquiera aceptar su voto a cambio de nada. Tras la mediación de Iglesias con los nacionalistas, el PP también alejaba al PSOE de Podemos. Era la cuadratura del círculo.

No duden de las llamadas de la Troika y del Ibex 35 en la tarde del jueves 31 de mayo (encerrarse en un bar fue lo más inteligente que pudo hacer Rajoy). El resto del trabajo de la moción lo hizo Rivera, que cayó en la trampa

El PSOE necesitaba esperar a que España hablase de otra cosa. Calmar los ánimos, discutir sobre otros temas. Ganar alianzas. Y llegó una primavera social que cambió el foco del país. España habla de igualdad entre hombres y mujeres y del maltrato a nuestros pensionistas. Catalunya genera cansancio entre la opinión pública. El PP comprende que la crisis catalana sólo refuerza a Rivera. Necesita rebajar la tensión y cambiar la agenda. Por otra parte, con el conflicto enquistado y los dirigentes catalanes encarcelados se abría la puerta a los votos sin contrapartidas de Esquerra y PdeCat (“echar a los carceleros”, en el vocabulario de Rufián; trabajar a medio plazo por la independencia, en el de Junqueras). Faltaba el catalizador y la sentencia de la Gürtel (“no hay nada nuevo en la Gürtel”, dijo Javier Fernández al investir a Rajoy) otorgaba la excusa.

Pero la operación podía salir mal para el PSOE. ¿Y si impulsar la moción derivaba en elecciones generales y el sorpasso de Podemos? Segundo (doble) catalizador: Tras la consulta sobre el chalet (maximizada por los medios en la semana de la Gürtel), las encuestas dan temporalmente a Sánchez la delantera a Podemos y el PP se desploma hacia Rivera. ¿Cómo va a convocar elecciones Rajoy si la consecuencia sería la pérdida de 50 diputados, de la mayoría absoluta del Senado y de decenas millones de euros? ¿Sánchez habría presentado la moción sin estos dos factores? ¿Podemos, un mes antes, habría pedido conformar gobierno en vez de convocar elecciones generales?

En apenas una semana llegaba el desenlace. Escaso tiempo para negociaciones, pero menos aún para las presiones de adelantar elecciones. No duden de las llamadas de la Troika y del Ibex 35 en la tarde del jueves 31 de mayo (probablemente encerrarse en un bar fue lo más inteligente que pudo hacer Rajoy). El resto del trabajo de la moción lo hizo Rivera, que cayó en la trampa. Lo dijo el PNV: Ciudadanos planteó elecciones y Podemos ofreció el convocarlas (en la maniobra que hizo posible la moción), por lo que no existía alternativa de gobierno. ¿Por qué apoyar a Rajoy si Ciudadanos, Podemos y PSOE convocarían elecciones días después? 

El déjà vu del PSOE

La primavera ‘social’, una pléyade de movilizaciones de pensionistas, mujeres y colectivos de trabajadores, confrontaba el otoño conservador-populista (más banderas y centralismo, menos impuestos, más populismo punitivo). La España del 15M y del 8M amplió los límites de la hegemonía social, no gritando más sino convenciendo a millones de personas de que pusieran la igualdad o los derechos sociales en el centro de sus prioridades.

Ante el sentido común de la calle, el ciclo populista-conservador dejó de ser tan ruidoso (en las calles, pero también lo habría dejado de ser en las urnas). La investidura de Sánchez tiene una consecuencia inmediata: asegura la vuelta de ese ciclo populista-conservador. No es extraño que las redes sociales se poblaran de mensajes a favor del fin de Rajoy, pero también de críticas a Sánchez por “llegar al poder a cualquier precio”. También hay luces: se rescata a una buena parte del voto progresista de una más que segura abstención tras la depresión ocasionada por el gobierno de Rajoy.

Es clave recordar que la moción de censura era instrumental. Era necesario echar a Rajoy, el candidato de Susana Díaz y Javier Fernández. Como en Oviedo, donde Somos Oviedo acabó con 24 años del PP al cambiar su voto cinco minutos antes de la investidura y así apoyar a un candidato socialista menos votado. Necesario pero insuficiente. Suspirar con alivio y coger impulso decía Alba Rico en 2004 ante la paradoja de un gobierno del PP al que echó la gente, pero para poner al PSOE. ‘Como si a la pasión más arrebatada sólo se le permitiese un beso y además con los labios cerrados’, reflejaba lo fugaz de su alegría. De ahí la lucha por la paternidad de echar a Rajoy y los cánticos del sí se puede (como también sucedió en esa investidura de Oviedo).

Sánchez es una pieza que ha movido la ciudadanía para derribar a Rajoy, pero que una vez en el cargo, puede (a la historia nos remitimos) ser factiblemente la otra cara de la moneda. El bipartidismo, desgraciadamente, no ha cambiado tanto. El nombramiento de los ministros de Sánchez representa una vuelta a un zapaterismo de carácter tecnocrático: gestos simbólicos y avances en derechos civiles, feminismo, talante y diálogo territorial y ortodoxia neoliberal económica en sintonía con Bruselas, al que le añade la incorporación de perfiles profesionales.

A pesar de los inteligentes gestos hacia la base electoral de Ciudadanos (desde los perfiles tecnocráticos a Grande Marlaska en Interior y Borrell en Exteriores) y de los guiños al Ibex 35 y a Bruselas con la Ministra de Economía, veremos una reacción sin precedentes del entramado mediático que Aznar constituyó a partir del año 2000.

Cuando salgan del shock, comenzarán los ataques —aunque ¡ojo! habrá cambios en RTVE y el Grupo Prisa cambió su línea editorial el mismo día de la investidura—. Lo recuerda Jonathan Moriche: “¿Os acordáis de la oposición “a lo Tea Party” de la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, los obispos, la AVT, los Peones Negros y el sursum corda, ‘Zapatero encamado con la ETA’, ‘Zapatero rompe España’, ‘Zapatero matafetos’, etc.? Pues, a poco que Pedro Sánchez haga cualquier cosa más allá de respirar, aquello va a ser poca cosa”. Ante ello, nuestra reacción intuitiva será salir en su defensa y vincularnos emocionalmente a Sánchez. Tomemos aire y recordemos que eso no le va a hacer bueno. El PSOE utiliza “la agresividad de la derecha para generar lealtades en torno a un gobierno de izquierdas que no disputa en el terreno de juego de la estructura económica, pero tampoco transforma la cultural: la lógica del mal menor”, recuerda Brais Fernández. No permitamos nosotras, nuevamente, que de los espejos distorsionados construidos por los adversarios, hagamos bueno el espejo real.

¿Hasta dónde llegará Sánchez?

El 15M se hizo contra el bipartidismo. Contra el PP de la Gürtel y contra el PSOE de Zapatero, de recortes sociales, retraso de la edad de jubilación o precarización progresiva de las y los jóvenes. Pedro Sánchez era diputado y, junto al PP, pactaron la reforma del 135 que constitucionalizaba la austeridad. Aunque Sánchez no es el mismo, recordemos que cada generación de este país ha tenido una decepción con un gobierno del PSOE.

Sánchez al menos dedicó su discurso en la moción a contener el optimismo. Créanle. Sus cambios serán más simbólicos que materiales. Emprender una fase de negociación para realizar avances políticos de calado mostraría precisamente aquello que quiere evitar, reconocer que es rehén parlamentario de nueve partidos y que tiene contraprestaciones con ellos. ¿Cuál será entonces su agenda de gobierno? En primer lugar, necesita impulsar medidas que permitan cierta regeneración institucional, de lucha contra la corrupción, protección de denunciantes, etc.

La feminización del gabinete de Sánchez es más que un gesto: tras el 8M, el feminismo es hilo político conductor al que ninguna fuerza política debiera abstraerse, ha de estar en el centro de todas sus políticas

La ley anticorrupción que se está tramitando en el Congreso, y que incluye la posibilidad de denuncias anónimas, será aprobada en tiempo récord. Los cambios legislativos para que se finalice la persecución a músicos y artistas y el fin de la Ley Mordaza son también esperables.
En segundo lugar, tiene que normalizar las relaciones con Catalunya sin realizar ninguna contraprestación (la mezcla entre Borrell y Meritxell señala por dónde van a ir los tiros, talante pero inflexibles). Permite atisbar un horizonte sin excepcionalidad en la próxima legislatura. Su calma se confrontará con la urgencia independentista de que sus líderes queden libres antes de unas próximas elecciones que podrían caer del lado de Ciudadanos.

Aunque desde la perspectiva independentista el mandato de Sánchez es una oportunidad, por motivos radicalmente diferentes al PP y Ciudadanos. El independentismo creció con Rajoy y Aznar, pero se afianzó tras la decepción de Zapatero y la implosión del PSC tras renegar de su discurso federal. Si Sánchez no puede avanzar o si, al poco, llegara un gobierno de Ciudadanos, constataría la idea que ha sido la gasolina del procès independentista: “España es irreformable”. Más gasolina y nuevo auge independentista. Sánchez lo sabe y también que parte de su reelección se la juega, al igual que Zapatero en 2008, en recibir un voto masivo en Catalunya y Euskadi. No es improbable (se jugará una decena de escaños con En Comú Podem y Podemos Euskadi) si es capaz de cuadrar el círculo en el profundo sur de España.

En tercer lugar, necesita una agenda social en dos vías: concesiones a pensionistas y, especialmente, una política feminista. El feminismo será eje conductor del mandato de Pedro Sánchez, que nadie lo dude. La feminización de su gabinete es más que un gesto: tras el 8M, el feminismo es hilo político conductor al que ninguna fuerza política debiera abstraerse, ha de estar en el centro de todas sus políticas. Es, de hecho, la principal identidad entre las más jóvenes.

El nuevo presidente sabe que es su línea diferencial con Ciudadanos (ya adelantaba Errejón, “Yo con Ciudadanos estoy a años luz en cuestiones como el feminismo, pero hay cosas que o nos entendemos o no van a salir”). Pero también que puede hacerle un desaguisado electoral a Podemos si este partido no confluye su avanzada agenda feminista con una imagen pública despatriarcalizada.

Pedro Sánchez dotará de fondos al Pacto contra las violencias machistas, avanzará en iniciativas legales contra las violencias sexuales e impulsará el feminismo en el terreno cultural. El éxito de su operación estará influenciado [disculpad el mansplaining, compañeras, pero los hombres debemos hablar también mucho de políticas feministas en este ciclo] en si el 8M es capaz de mantener la tensión en el terreno económico: pensiones mínimas de las mujeres, brecha salarial, factores estructurales económicos con efectos de género, crisis del sistema de dependencia.

Con los pensionistas el nuevo gobierno también planteará avances, pero cuesta creer que dé el paso a derogar las reformas laborales y de pensiones, lo que iría en la línea de flotación de las exigencias de la Troika. Ahora veremos las ventajas de un movimiento de pensionistas autónomo de los sindicatos que puso, con la oposición del PSOE y UGT, la derogación de la reforma laboral y de pensiones del PSOE como eje de sus reivindicaciones. ¡No dejéis las calles ahora!

El PSOE tomará medidas de carácter medioambiental, como el fin del impuesto al Sol y el apoyo a las renovables y, probablemente, una apuesta por el I+D+i incluyendo planes de retorno de investigadores.

El proyecto sanchista a nivel territorial está por definir. Tendrá que ver más con anuncios de futuro, con carácter de precampaña de las autonómicas, que con compromisos firmes. Sólo hay una persona claramente “de partido” en el gobierno de Sánchez: el secretario de organización, José Luis Ábalos, en el Ministerio de Fomento. Se paseará durante el próximo año por ciudades y comunidades autónomas prometiendo infraestructuras mientras cierra listas electorales y da soporte a candidatos afines. Parecen más complicadas las apuestas de calado: ¿Se actuará contra la crisis demográfica? ¿Se avanzará en infraestructuras (en el caso asturiano, contra el aislamiento, desde la finalización de la variante de Pajares a la supresión del peaje del Huerna, o demandas ciudadanas como la cesión de la fábrica de La Vega a Oviedo, propiedad del Ministerio de Defensa, o terminar el Plan de Vías de Xixón)?

Los anuncios serán buen marketing, pero dentro de un año no habrá grandes avances y cada anuncio hecho le pasará factura.

Finalmente, es de suponer cierto relajamiento de la Ley Montoro y del techo de gasto (lo que permitiría a los ayuntamientos del cambio acabar el mandato con un ciclo expansivo presupuestario y con ofertas públicas de empleo).

La hiperactividad institucional de Podemos

Podemos buscará desbordar al PSOE. Mostrar que en la calle y en la institución hay una sociedad que pide ir más allá. El primer problema es que en el corto plazo el gobierno de Sánchez tendrá tregua en las calles, con permiso del 8M y los pensionistas, hasta mitad del otoño. Y es que podría haber cierta desmovilización (del ciclo 15M, pero no del ciclo populista-conservador): es más fácil combatir a Rajoy que a un PSOE legitimado por ti (y al que no le dará tiempo a deslegitimarse). No tenemos ese margen. Necesitamos desborde real y política de movimiento que empujen, con agenda propia de cambio, desde pensionistas y 8M, a libertad de expresión y reforma del código penal, vivienda, educación, reversión de privatizaciones, renta básica o rechazo a las políticas de la troika.

En la institución, Podemos impulsará una multitud de iniciativas. Se abre una competencia virtuosa para desbordar a Sánchez, intentando mostrar sus límites y señalando sus pocas ganas de ir más allá. Querrá mostrar que sigue atado a los grandes intereses económicos, que en materia económica, laboral o social es el reverso de la moneda del PP. Corre, eso sí, el riesgo de mostrarse como demasiado inflexible o arrogante, de no dejarle gobernar y ser responsable de una nueva convocatoria electoral. Y todo ello sin caer en lo que Miguel Álvarez Peralta señala, “esa izquierda enfadada que siempre anticipa las decepciones y anuncia antes que nadie los castigos que vendrán”. Más allá, “¿y si el éxito de Sánchez es no poder gobernar?”, señalaba un articulista de El País. En el bloqueo forzado por los otros, gana Pedro. El presidente, por su parte, si no hace algunas concesiones a Podemos podría parecer arrogante y presentarse como culpable de su aislamiento. Su amplio gabinete no es una apuesta a largo, sino a corto plazo. Intentará legitimarse en este breve tiempo, dejando caer que, después de elecciones, dará pasos más grandes. Un gobierno de gestos simbólicos, calculados, sin mucho desgaste hacia un Ciudadanos (al que el PSOE lanza hacia la derecha para una guerra encarnizada con el PP), pero recogiendo voto de Podemos.

Para evitar la subalternidad, Podemos y las confluencias deberán de poner en agenda al menos cuatro ejes. En materia feminista, necesitamos avances en la financiación de la dependencia, acabando con las listas de espera y los copagos. Retomar los permisos parentales iguales e intransferibles es un acierto. Poner la brecha salarial y la grieta en las pensiones entre hombres y mujeres. Es decir, medidas que afectan a la propia constitución del sistema económico.

En materia laboral, se insistirá en la supresión de las reformas laborales y de pensiones del PSOE y del PP, que tensionan directamente con la troika, así como la derogación del artículo 135 de la Constitución. Más importante, debe desbloquear desde ya mismo la subida del salario mínimo interprofesional a 1.000 euros, paralizada tras haber recibido más de 40 ampliaciones de plazo en el Congreso.

En materia demográfica, debe proponer la universalidad y gratuidad de un sistema público de escuelas infantiles de 0 a 3, así como planes de retorno de las y los emigrados. Un país de futuro, que apuesta por apoyar a las familias jóvenes.

A nivel territorial, los morados deben impulsar agendas propias. Descentralizar a nivel autonómico y local la acción política para explorar el límite de lo posible de este gobierno central. Frente a las palabras, hechos. Si no, veremos un gobierno de promesas en cada territorio, reforzando la idea del cambio a nivel autonómico y trasladando liderazgos (a dirigentes del PSOE más jóvenes, pero con décadas en cargos públicos).

En Asturias y Andalucía, Podemos debe confrontar la idea de que critica la corrupción del PP, pero calla ante la del PSOE (que nadie dude que se volverá a hablar, y mucho, de los EREs de Andalucía, si el PSOE no da tregua con la Gürtel). Han de ser contundentes ante la corrupción, venga de quien venga, pero también insistir y mantener las diferencias éticas, mostrar que se es diferente.

Achicar agua hacia Podemos y Ciudadanos, arrinconándoles en los extremos generando un espacio intermedio, ha sido la obsesión sanchista desde el 2014. Convocará elecciones tan pronto como, en las encuestas, recupere la delantera a Ciudadanos y mantenga a Podemos a raya y, a ser posible, antes de tener que hacer concesiones en los presupuestos de 2019. No es descartable que las elecciones generales cumplan la función que tuvieron las andaluzas en 2015 (incluso podrían coincidir en fecha). En 2015 fue tres meses antes de las autonómicas y municipales, para frenar a Podemos. Ahora, buscarán parar a Ciudadanos y recuperar poder local y autonómico. Y es que la moción se hizo contra Rivera y el segundo paso que requiere el PSOE es la renovación profunda del PP que bloquee a los naranjas, que aún no pueden competir con la red territorial del PP. Rajoy ya ha dado el primer paso.

Comienza, ya con el PSOE en el gobierno, una nueva fase de ‘la batalla de los órdagos’, donde “intentarán que el otro no pueda seguirles”. Pedro siempre pensó que a Podemos y a Ciudadanos no se les confronta acercándose al PP, en un cierre de régimen, sino tensionándoles en su propio espacio, subordinándoles a los socialistas. Desde el partido morado, por su parte, obligarán a Sánchez a traspasar su zona de confort, tensionarle. Por ello, no habrá tregua. Estén atentos. Pero no olviden que el mayor riesgo es que nosotros reflejemos en Sánchez alguien que no es y que no desea ser.

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#18441
10/6/2018 1:56

En la linea del Errejonismo,nada nuevo bajo la lluvia de hoy en Uvieu,si no llegas a fin de mes,los niños se alimentan mal,te cortan la luz,etc y por otra parte el gobierno actual no tiene autonomia para revertir la desigualdad y la miseria,por culpa de la Troika,todo lo demas,aunque importante,es tristemente secundario.

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#18303
8/6/2018 12:10

http://www.publico.es/politica/posible-victima-del-robo-bebes-pide-tome-declaracion-margarita-robles.html
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7/6/2018 18:19

ENTREVISTA A ANGELES MAESTRO
https://www.lahaine.org/est_espanol.php/lcon-el-gobierno-de-pedro

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#18266
7/6/2018 18:06

El unico problema de apaña es que soy muy apañol@s y mucho apañol@s y tod@s llevais camisa azul.

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#18255
7/6/2018 17:03

Un artículo muy acertado e inteligente la estrategia que se proponer a seguir a Podemos

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