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Sindicatos
Necesitamos un nuevo sindicalismo
¿De verdad habrías votado en contra?
Sí.
¡Son solo siete minutos!
No, por lo que representan esos siete minutos.
7 minutos. Michelle Placido.
Este diálogo está sacado de la película “Siete Minutos”, en la que se muestra una escena que representa bastante bien el mundo del trabajo y el sindicalismo en la actualidad. Una gran empresa ha comprado una fábrica y les ofrece a las trabajadoras mantener todos los puestos de trabajo; A cambio, solo pide una cosa: disminuir en siete minutos el tiempo de descanso. Decimos que es muy descriptiva porque las escenas y el guion recogen los rasgos fundamentales del trabajo en nuestros días. La sindicalista, una mujer de cierta edad que sabe que esos siete minutos no son más que otro recorte de derechos que se suma a una larga lista amparándose en la falta de oportunidades para encontrar un empleo y las malas condiciones de las mayorías de ofertas de trabajo. Por contra, el resto de las empleadas son en su mayoría jóvenes que no han vivido la época en la que las trabajadoras tenían fuerza y conquistaban derechos; algunas emigrantes que vienen de países con unas condiciones de vida mucho peores; o la compañera que tiene una discapacidad física y sabe que sus posibilidades de encontrar otro empleo son también más limitadas.
Sindicatos
Sindicato Nace una nueva fuerza sindical en Extremadura: el sindicato 25 de Marzo
Sin embargo, al final la tenacidad de la sindicalista y su capacidad de pedagógica les hace entender que la solidaridad y la unión entre ellas pueden doblarle el brazo a la empresa para no perder ese derecho al descanso y mandar con ello un mensaje de debilidad a la empresa. Todo un ejemplo del dilema de nuestros días. A mayor organización sindical, mejores condiciones de empleo y vida para la clase trabajadora. No hay duda sobre esto. Quienes mejor lo entendieron fueron los políticos neoliberales, que eran plenamente conscientes de que, por tanto, eliminar el poder de los sindicatos era fundamental para imponer otro modelo de relaciones laborales – y de sociedad en último término- para ampliar el margen de beneficios del capital. Margaret Tactcher los calificó como “el enemigo interno”. Felipe González escribió en sus notas para reaccionar al 14D “No se puede decir todo lo que se piensa”.
A mayor organización sindical, mejores condiciones de empleo y vida para la clase trabajadora. No hay duda sobre esto. Quienes mejor lo entendieron fueron los políticos neoliberales
No es casual, por tanto, que uno de los objetivos fundamentales del proyecto neoliberal haya sido la destrucción del sindicalismo. Al menos del sindicalismo como hasta entonces se había entendido. Por qué el sindicalismo no se agotaba en la función de herramienta de negociación entre clases sociales dentro de un sistema económico capitalista; el sindicalismo era un arma poderosa de una clase que se reconocía como tal y que conquistaba derechos desbordando con su acción las normas del sistema. Los discursos que especulan con la idea de que “la clase obrera ya no existe”, expresan muy bien ese asalto a la subjetividad. Dos conceptos han venido a sustituir al concepto de clase trabajadora, clase media, por arriba, y exclusión social, por abajo. “Era la visión neolaborista del fenómeno chav: un colectivo disfuncional y excluido en lo más bajo, y luego, el feliz resto de todos nosotros”, como dice Owen Jones, en La demonización de la clase obrera, analizando la naturaleza y consecuencias del thatcherismo y del nuevo laborismo de Blair.
Esta destrucción de la identidad no es solo un aparato ideológico, por supuesto. La precariedad, las ett´s, los contratos en prácticas, los falsos autónomos o los bajos salarios son las bases materiales sobre las que se han asentado este ataque consciente a la clase trabajadora y su fuerza. Las sucesivas reformas laborales y el resto de las políticas neoliberales han puesto a los trabajadores y trabajadoras a los pies del capital y dejando un panorama en el que la explotación laboral y el miedo son los dos ingredientes más comunes en la mayoría de los sectores productivos. Ya no son solo las leyes, es que ni siquiera se cumplen. Lo vivimos de cerca. Como trabajadores y como activistas, quienes hemos recorrido con la Asociación 25 de marzo los campos de frutales en los que se niegan a pagar el salario mínimo, las compañeras de la hostelería a quienes les regatean más de la mitad de las horas de alta en la seguridad social e incluso en empresas dependientes de la administración como las del transporte sanitario o la limpieza de edificios públicos.
Contra la resignación. Por un nuevo sindicalismo
En este viaje que ha sufrido la clase trabajadora, y en esta profunda transformación de sus herramientas más genuinas no solo han intervenido sus enemigos naturales. La apuesta por el diálogo social y el pacto entre clases aplicadas por defecto y la asimilación de los mensajes derrotistas por parte del sindicalismo mayoritariamente existente han tenido también una importante contribución. Si bien la participación de la clase en diversos conflictos que se van dando en multitud de empresas representan una esperanza y una prueba de las posibilidades de lucha cuando se interviene correctamente, la subordinación de la dirección de muchos de esos aparatos sindicales define lo frustrante de los resultados generales del sindicalismo en la actualidad.
Pero no hay peor derrota que la de caer en el pozo sin fondo de la resignación. Por eso hay un amplio grupo de trabajadores y de trabajadoras, de activistas, que hemos dado el paso de lanzar un nuevo sindicato: El Sindicato 25 de marzo. Porque creemos que es necesario, y porque sabemos que para ello hay que poner los medios. Rescatando las mejores tradiciones del sindicalismo de nuestro país. Apostando por un sindicalismo que mira por el conjunto de la clase trabajadora pero que también aboga por la máxima participación de esta. “El Sindicato Único era una apuesta fuerte por la unidad de clase, que fue acompañada por medidas como la lucha contra el trabajo de los menores, la extensión de la sindicación de las mujeres, la prohibición de realizar horas extra mientras hubiera trabajadores en paro y el impulso de un jornal único para todos los trabajadores” (Xavier Domenech, en un texto sobre Salvador Seguí).
Pero no hay peor derrota que la de caer en el pozo sin fondo de la resignación. Por eso hay un amplio grupo de trabajadores y de trabajadoras, de activistas, que hemos dado el paso de lanzar un nuevo sindicato: El Sindicato 25 de marzo
El sindicato 25 de marzo es una apuesta por superar los métodos, pero también los límites en los objetivos. Necesitamos superar la resolución puntual de los conflictos concretos. Porque somos conscientes de que los conflictos sociales y laborales tienen raíces profundas. Raíces que hay que aspirar a erradicar, uniendo siempre lo concreto y lo general; El corto, el medio plazo y el largo plazo; Uniendo los tres con el objetivo final de la superación del sistema capitalista. “La Federación Española de Trabajadores de la Tierra salió definitivamente de su letargo. Los campesinos ya estaban aguerridos en las luchas contra la burguesía brutal, ya les guiaba a todos un solo pensamiento uniforme y ya no les hacían mella las persecuciones de la Guardia Civil. Es decir, que las organizaciones de campesinos, dándose cuenta del papel que tenían que desempeñar en la contienda constante de la lucha de clases, adquirieron conciencia de sí mismos, formando un ejército perfectible, capaz de reñir las más duras batallas con los terratenientes y sus mercenarios, porque ya se les habían agotado las reservas de ilusiones, al comprobar el fracaso de las promesas de los regímenes burgueses” (Marzo de 1938, Recordando la gesta sublime de los campesinos extremeños, Antonio Rodríguez, miembro del secretariado de la FTT-Badajoz).
La necesidad de un nuevo sindicalismo es recuperar lo mejor de las tradiciones sindicales de lucha, es superar los límites de lo concreto, y es tener “el oído atento a la clase obrera” para reconocer y adoptar las nuevas formas de lucha que la clase trabajadora crea de forma genuina cuando se organiza y lucha. En palabras de Marcelino Camacho “El nacimiento de CCOO es una nueva forma de sindicalismo. Rompe con el tradicional porque no había otra forma de hacer sindicalismo en la dictadura. ¿Como vas a reivindicar más salario si levantas la mano y te han fichado? La única manera de arroparte era la gente. Ir todos juntos a la puerta del director” (Marcelo Camacho, en una entrevista sobre el documental de su padre Marcelino Camacho). Un nuevo sindicalismo que hoy nos muestran los riders, las kellis o tantos otros colectivos de trabajadores, que de su imaginación y su experiencia colectiva crean métodos de lucha para enfrentarse a los nuevos -pero también a otros viejos conocidos- métodos de explotación.
La necesidad de un nuevo sindicalismo es recuperar lo mejor de las tradiciones sindicales de lucha, es superar los límites de lo concreto, y es tener “el oído atento a la clase obrera”
El sindicato 25 de marzo es una apuesta, por último, por proteger y asociar a los trabajadores y a las trabajadoras dentro y fuera de los centros de trabajo. Una apuesta por un sindicato-movimiento. Porque la pertenencia a la clase trabajadora nos acompaña en cada aspecto social de nuestras vidas. Cuando una familia es desahuciada, cuando sufre los recortes en sanidad, cuando se dificulta el acceso a una beca, es su condición de pertenencia a la clase trabajadora, a los humildes, la que está siendo atacada. Por eso recogemos el testigo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, de la Marea Básica y de movimientos muy cercanos como el Campamento Dignidad en su lucha contra la precariedad en las diferentes formas en las que se manifiesta. En este sentido, dedicamos una especial atención a las Marchas de la Dignidad como movimiento que supo aunar el sindicalismo social y laboral y llevarlo, aunque fuera temporalmente, a su máxima expresión no solo aquel 22 de marzo sino en las sucesivas movilizaciones que fue convocando.
En un 1º de mayo que precede a unas elecciones en las que se teme una nueva cristalización del resurgimiento del fascismo y en las que se duda también sobre el papel de la clase trabajadora, escribimos este artículo abogando por esta ambiciosa apuesta de organización sindical convencidos de que es más necesario que nunca llevar a la práctica aquel viejo lema que reza que “solo el pueblo salva al pueblo”. Hagámoslo realidad.Relacionadas
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pues sí, es más necesario que nunca un nuevo sindicalismo, o más bien recuperar lo que siempre ha sido el sindicalismo