Sindicatos
CIT: la nueva aventura internacional desde el sindicalismo radical
El sindicato estadounidense IWW aprobó a principios de diciembre unirse a la nueva Internacional encabezada por la Confederación Nacional del Trabajo.

La administración norteamericana Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo) aprobó en su referéndum anual a principios de diciembre de 2018 incorporarse a la Confederación Internacional del Trabajo (CIT). Se unía así a diversos sindicatos europeos que el pasado mayo fundaron en Parma (Italia) una nueva Internacional.
El impulso partía de la española Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la idea es la de coordinar al “sindicalismo revolucionario”. ¿Y esto qué significa, a estas alturas de la película? Miguel A. Pérez, afiliado de CNT y secretario de CIT, explica a El Salto que se trata de aquellas centrales sindicales cuya “práctica en el mundo laboral no está orientada simplemente al logro de mejores condiciones o a prestar servicios de asesoría a las personas empleadas. Tal y como entendemos la actividad sindical, lo que se pretende es conquistar cuotas de control sobre el sistema productivo y de consumo de la sociedad capitalista”. En su fundación participaron también la italiana USI, la alemana FAU, ESE (Grecia) e IP (Polonia).
Viejas glorias en busca de nuevos laureles
Más allá de su actual afinidad, si buscamos conexiones entre las principales secciones de la CIT, lo que se observa es una historia similar. Sindicatos nacionales que se crearon a raíz de sus diferencias de criterio con el sindicalismo vigente hasta entonces: perspectiva socialista revolucionaria, mayor democracia interna y menor burocratización, e independencia de los partidos políticos. Todos ellos con cientos de miles de afiliados, jugaron un papel destacado en la época de mayor efervescencia obrera en sus respectivos contextos, para acabar siendo destrozados por el militarismo y el fascismo. Unione Sindicale Italiana se desarrolló en la segunda década del siglo XX hasta alcanzar el liderazgo en algunos sectores como el metalúrgico. Protagonista en el bienio rojo de 1919-20 que puso al país al borde de la revolución, el régimen de Mussolini fue una losa insoportable para el movimiento.Refundada en los 50, la USI ha ido progresando, lentamente, hasta formar hoy parte del atomizado panorama sindical italiano. Una historia casi igual a la de la Freie Arbeiter Union Deutschslands (FAUD, Unión de Trabajadores Libres de Alemania), el poderoso sindicato con gran peso en el Ruhr minero que no sobrevivió el nazismo y fue refundado, a una escala mucho menor, como FAU en 1977.
IWW en Estados Unidos experimentó algo parecido. Presente en los mayores conflictos laborales del país a principios del siglo XX, IWW vivió un rápido auge. Igual de rápido fue su descenso. Sin un régimen fascista estadounidense propiamente dicho, la represión llegó de todas formas. Su oposición a la participación en la I Guerra Mundial le supuso graves problemas, agravados por un importante cisma interno. Cuando empezaba a levantar cabeza tras la II Guerra Mundial, la ‘caza de brujas’ contra la disidencia volvió a sumir a los wobblies en la irrelevancia. Es en el siglo XXI cuando, con trabajo de hormiga, las siglas IWW están volviendo a sonar.
En nuestro contexto, la CNT llegó a ser el mayor sindicato de España, y llegó más lejos que cualquiera de sus socios con la Revolución que se dio en la zona republicana durante la Guerra Civil. Tras el Franquismo, decenas de miles de personas acudieron en masa a la CNT. En un clima constante de caos y enfrentamiento entre tendencias, sumado a las aportaciones del Estado en forma de montajes policiales que arrastraron por el fango la imagen del sindicato, la gran mayoría de afiliados se fue a su casa y en los 80 se haría efectiva la escisión entre la CNT y la hoy CGT. A partir de entonces, lo que dentro del sindicato se conoce como “la travesía en el desierto”: sectarismo y guardia de ‘las esencias’ en el interior, marginalidad e irrelevancia hacia el exterior. Con el cambio de siglo, CNT parece empezar a adoptar una dinámica más positiva y prometedora.
De la negatividad a la ambición
Pérez es enormemente crítico con la anterior época cenetista. Señala que “CNT se definió y se entendió a sí misma en negativo, por lo que no era”, mostrando una “evidente incapacidad de abordar conflictos sindicales importantes”, dando como resultado “un progresivo enroque en actitudes discursivas y autojustificativas, que por supuesto no resolvían nada”. Con el nuevo siglo se involucra en algunas localidades en conflictos laborales de cierta categoría. Huelgas como la de Mercadona (en Barcelona), Tomares y Lebrija (Sevilla) empiezan a cambiar, poco a poco, la autopercepción y, en consecuencia, su proyección hacia el mundo laboral.Con la decisión de la administración norteamericana (también existe en otros países) de IWW de entrar en la Confederación Internacional del Trabajo, ésta salta el charco y acoge a un sindicato radical activo en Estados Unidos
El simple rechazo a la representación unitaria (caracterizado fundamentalmente por los comités de empresa, que el sindicato critica al considerar que fomenta un modelo antidemocrático y delegacionista) deja paso, indica Pérez, a “un modelo de actuación e implantación bien perfilado y de una propuesta sindical propia que nos ha permitido empezar a construir una alternativa real al sindicalismo estatal desde un planteamiento positivo”.
El modelo de CNT se centra en la figura jurídica de la sección sindical, común al resto de sindicatos pero que en este caso es el órgano prioritario, compuesto por los afiliados y afiliadas en una determinada empresa y regido por las decisiones de los mismos.
El secretario de la CIT reconoce que este proceso ha tenido su lado negativo. Por un lado, en varias ciudades CNT se ha quedado sin presencia al negarse esos grupos, con escasa afiliación, a aplicar la estrategia y, por otro, hay sindicatos “que se mantienen estables en torno a un número determinado de personas y, en general, cuesta romper una cierta barrera que permite el despegue de la afiliación en una localidad concreta”. No obstante, Pérez señala que el balance es positivo y hoy pueden “enfrentar conflictos sindicales más complejos y abordar proyectos más ambiciosos en todos los ámbitos, con garantías de éxito”. Disponer de varios sindicatos con más de dos centenares de afiliados, que hace diez o 20 años podía parecer una utopía, es hoy ya una realidad, gracias a esa ambición mostrada, indica Pérez, en algunos ejemplos muy recientes, como la actividad entre los trabajadores de la Xunta del sindicato de Compostela, las luchas en el sector del metal en Zaragoza o con las kellys en Sevilla.
Este giro, que Pérez caracteriza indistintamente como “cambio de mentalidad”, “esfuerzo por ser agentes de un cambio revolucionario”, “cambio cultural”, “proyecto de construcción real” o “momento de afirmación”, es en su opinión compartido por las demás secciones de la CIT, algo que no ocurría con la Asociación Internacional de Trabajadores, el proyecto global de CNT durante mucho tiempo y que ésta abandonó antes de lanzar su nueva iniciativa. La AIT, que con la pérdida de CNT, USI y FAU ha visto mermada su afiliación en un 90%, está conformada por varios grupos, incluidas escisiones en España, y su tarea fundamental es el ataque permanente a sus antiguos compañeros, catalogados (un clásico en el mundillo de raíces libertarias) como “reformistas”.
Trabajadores militantes en el país de Trump
Con la decisión de la administración norteamericana (también existe en otros países) de IWW de entrar en la CIT, ésta salta el charco y acoge a un sindicato radical activo en Estados Unidos. Allí la legalidad sindical es muy diferente a España, aunque no necesariamente más amigable para quienes plantean un modelo más democrático. Según indica Liss, responsable de prensa de IWW y residente en Nueva York, a El Salto, “el modelo es mucho más corporativo. En el 10% de las empresas con representación sindical, se le da a un solo sindicato los derechos exclusivos para representar a todos los trabajadores, independientemente de lo que éstos piensen. En cambio, para el 90% de los trabajadores empleados por una empresa no sindicalizada, simplemente no hay presencia sindical”.“IWW busca organizar a la clase obrera para derribar este modelo y crear uno nuevo donde los trabajadores formen sindicatos directamente, basándose en su propia actividad”, resume Liss. Por este motivo, IWW permite la afiliación dual de sus miembros. De este modo, los trabajadores de las empresas sindicalizadas, por ejemplo en la educación, tienen la opción de “formar un polo militante y democrático dentro del sindicato” en cuestión, explica Brandon, militante de IWW en Atlanta. En las no sindicalizadas, por ejemplo en la hostelería, la pelea es por poder funcionar como IWW. Para ellos, ese modelo es responsable de la extrema debilidad del sindicalismo estadounidense, fuera de ciertas empresas.
Para Brandon, de la IWW, “la Internacional sólo significará algo si sus seccionas tienen una presencia real en los trabajos y calles de sus respectivos países”
Otras de sus diferencias con el sindicalismo al uso, afirma Liss, es su afán de organizar “trabajadores tradicionalmente ignorados”, como presos, sin papeles o trabajadoras del sexo. En este sentido, IWW dispone del Comité Organizador de Trabajadores Encarcelados, encargado de extender el sindicalismo en las prisiones y que colaboró en la huelga de trabajadores presos del pasado agosto.
Internacional ¿para qué?
Si tenemos en cuenta que el origen de la primera Internacional de trabajadores era unificar a toda la clase obrera por encima de las fronteras, y si después observamos la sorprendente oferta de internacionales sindicales a día de hoy, aparentemente con escasa relevancia para sus supuestos beneficiarios en el puesto de trabajo, nos podemos preguntar ¿para qué otra Internacional?Pérez admite que “a menudo el internacionalismo ha sido un brindis al sol. Parece que se ha considerado una especie de extensión lógica del movimiento obrero, algo en lo que había que estar para justificar nuestra pretensión de internacionalistas. Es como si el internacionalismo existiese de forma separada de la práctica de la solidaridad internacional, como si fuese algo previo a esta, con existencia propia en el altar de las ideas”. A continuación, incide en la razón de ser de colaborar más allá de las situaciones de cada cual: “Es de la necesidad de nuestras secciones locales, como CNT misma, que surge la importancia de pertenecer a una internacional en la que desarrollar este trabajo conjunto. Y la medida en que la Internacional sea capaz de responder a estas necesidades, reforzando el trabajo local, va a ser la medida de su éxito”.
En el mismo sentido reflexiona Brandon, para quien “la Internacional sólo significará algo si sus seccionas tienen una presencia real en los trabajos y calles de sus respectivos países”. En esa línea, explica que ya se están dando los primeros pasos, con intercambios sobre experiencias como la Huelga General Feminista en España o la Huelga de Prisiones en EE UU, así como sobre la actividad en compañías globales como Amazon. “Serán los trabajadores y trabajadoras quienes concluyan si es útil o no”, concluye Pérez.
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