Ecofeminismo
La referente ecofeminista, Yayo Herrero, estrena nuevo libro: Metamorfosis
En plena celebración de la COP30 en Belém, Brasil, a la que nos cuesta llegar con optimismo y energías, una brisa de esperanza activa nos abraza tras la lectura del nuevo libro de Yayo Herrero.
El texto hace un recorrido desde lo que Herrero llama encrucijada y extravío, con datos, mitos, teorías y acontecimientos que dan cuenta de la magnitud del problema que tenemos delante, de cuáles son sus raíces históricas, económicas y culturales y como todas ellas están enredadas profundamente. Al final de este extravío, Yayo se pregunta cómo comenzamos la frágil tarea de reparación, la frágil tarea de volver a hacernos terrestres dado que es aquí, en la Tierra, donde tendremos que permanecer por mucho que Elon Musk, recuerda con humor, pretenda evadirse de la realidad terrenal acabando sus días en una cueva en Marte cultivando, qué paradoja, patatas en humus transportado desde aquí.
“El extravío de la cultura occidental ha provocado el cambio de casi todas las cosas que dábamos por ciertas”.
Concluye Herrero esta primera parte confirmando que el extravío de la cultura occidental ha provocado el cambio de casi todas las cosas que dábamos por ciertas y que si pretendemos hacer frente a los cambios necesarios con los mismos dogmas haremos más profunda la grieta. Llega el momento de hacer algo. Gaia está aquí y es un poder con el que no se puede negociar. Podemos elegir orientar esos cambios hacia la protección de todas las vidas o hacia mutaciones distópicas y monstruosas.
Ha llegado el momento de la metamorfosis, última parte del libro. El momento de mirar el futuro con esperanza y confianza. Para ello, es preciso que entendamos ese extravío, las causas, intrincadas y profundamente enraizadas en nuestra cultura, que nos han traído hasta esta policrisis ecosocial. Es preciso hacer un buen diagnóstico, pasarlo por el cuerpo, empatizar con otras, entender su dolor, organizarnos y ser capaces de inspirarnos colectivamente para andar el camino.
“Mirar a lo lejos y a la vez a las vidas concretas”.
Es el momento de una auténtica revolución y hacerla, plantea Herrero, requiere una profunda metamorfosis social. En ese afán de alfabetización ecológica de Yayo nos recuerda qué significa metamorfosis y qué tipos se dan en la naturaleza. Se trata de un proceso biológico por el cual un animal experimenta desde su nacimiento hasta la madurez grandes cambios estructurales y fisiológicos. Y hay de dos tipos: la que hacen los gusanos de seda, que se encierran en un capullo que se transformará en mariposa y la que hacen los saltamontes, que pasan por varias mudas de su exoesqueleto hasta transformarse en individuos adultos sin dejar de estar activos y de alimentarse. Esta segunda es a la que nos invita Yayo, pues aunque nos den ganas de hacerlo, no podemos enrollarnos en un capullo y dejar de ser humanas durante una temporada.
Perder el norte en esta tarea metamórfica es demasiado fácil: lo que es factible políticamente y lo que no, agarrarnos al mal menor, el tamaño de las grietas que somos capaces de abrir en el sistema, nuestra incapacidad de entender a las otras. Necesitamos una buena brújula que nos oriente y esa brújula está para la autora en los ecofeminismos.
Hay que leer a Yayo y escuchar a activistas ecofeministas para entender de verdad el planteamiento ecofeminista, que se marca como horizonte político poner la vida en el centro. “Se trata de mirar a lo lejos y a la vez a las vidas concretas. Este es el arte de los ecofeminismos. Que se preocupan a la vez de los procesos y por la vida concreta. Se trata de poner la vida en el centro”. Y es que, en un momento en el que se demandan alternativas de forma constante, “aportar soluciones a los síntomas de la crisis se queda corto cuando el reto está en hacer una revolución antropológica”.
Nos dice Yayo sobre el ecofeminismo: “Es una propuesta sencilla, ligada a los territorios, las necesidades humanas, con la conciencia de la vulnerabilidad y la finitud, con la compresión de los límites humanos y ecológicos, cuestiones estas que solo son incomprendidas si se vive bajo el privilegio de no tener que ocuparse de la vida concreta”.
Sabemos que esta propuesta no es rimbombante, que parte de mujeres, en la mayoría de los casos de comunidades pobres, que no se para a discutir sobre cada etiqueta o palabra que usamos para definir lo que pretendemos y que muchos encontrarán naif, floja, incluso dentro del propio ecologismo. Pero nos permite generar otros marcos de sentido, otros sentidos comunes que reconstruyan vínculos, que nos recuerden que la vida, en mayúsculas y en minúsculas, está sujeta a límites, que coloquen la suficiencia y la redistribución en el centro de la transición, que manejen un sentido de la justicia (también de la climática) que reconozca y repare, que permitan politizar malestares, que reorganicen los tiempos encajando la producción mercantil en la reproducción de la vida y no al contrario o que permitan desmontar el mandato de la masculinidad.
Puede que estas claves ecofeministas sean poco rimbombantes pero son necesarias, son humildemente revolucionarias, dice Yayo, no saben de atajos pero permiten imaginar buenos futuros y pueden empezar a practicarse aquí y ahora haciéndonos cargo de lo que nos toca.
Ojalá este libro como lectura en cada grado universitario y en cada instituto. Ojalá todes pudiéramos ahora mismo salir a pasear, ver un saltamontes y entender la metamorfosis que necesitamos.
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