Joanna Macy y la espiral que no termina

El 19 de julio murió la pensadora ecologista Joanna Macy y Gabriela Vázquez le rinde homenaje compartiendo con el blog Saltamontes muchas de sus aportaciones al ecologismo.
Joanna Macy
Autoría: Brooke Porter

@plansin_fisuras
Fundación Entretantos



https://gabrielavazquez.substack.com/
25 jul 2025 07:07

El sábado pasado murió la pensadora ecologista Joanna Macy. A los 90 y tantos, en su casa, rodeada de sus seres queridos. Vamos, “como hay que morirse”.

Como buena mujer blanca del s.XXI, que se haya muerto justo ahora me parece que tiene un simbolismo personal inescapable, porque desde que escribí este artículo hace un par de meses he estado obsesivamente leyendo todo lo que había escrito esta mujer, sin saber que estaba enferma, como si no llegara a tiempo para algo. No sabía para qué, pero así ha sido. Ahora tengo todo el tiempo que quiera para seguir leyéndola con calma.

Joanna escribió fundamentalmente sobre el “duelo por el mundo”, sobre cómo procesar y encarar el aspecto emocional de las crisis planetarias y utilizarlo para encontrar dirección y motivación en nuestras acciones. Digo “escribir” y he dicho “pensadora”, pero su trabajo ha estado también en la acción, en la articulación, en el trabajo físico de acompañar a miles de personas en este tránsito, durante cinco décadas, desde sus talleres en los 80 sobre los residuos radiactivos.

El proceso, como ella lo describe, es una espiral con cuatro fases, que se ponen en marcha cada vez que recibimos el impacto de este “dolor del mundo”: agradecer, honrar el dolor, ampliar la mirada y emprender la acción.

Ante el dolor de su pérdida, me sale, para empezar, agradecer el trabajo que heredamos. En un mundo en el que el colapso asoma por todos los rincones, es fácil no ver lo que sí que va bien, lo que sí que ha ido bien. Ver que ahora, en este momento, estamos respirando oxígeno y en el mar hay peces. Ver, mientras Trump sale en la tele a todas horas, que en la mayor parte de los sitios, la mayor parte del tiempo, la mayoría de la gente elige no ser psicópatas con quienes les rodean, sino cooperar, dentro de lo que cabe, con amabilidad. Que sigue habiendo árboles, sigue habiendo hierba. Que, además de microplásticos, en estas décadas hemos acumulado conocimiento, articulación, luchas, tecnología, debates, acuerdos. Que gracias a gente como Joanna tantas personas han usado el dolor como combustible y están preparadas para actuar, o llevan ya actuando mucho tiempo.

Pero me sale, también, siendo fiel a su enseñanza, no tratar de esquivar ese dolor. No tratar de ocultar que la otra cara existe, que los plásticos están, que nos queda menos cobre que hace 50 años y no lo hemos utilizado en lo que mejor nos habría servido. Que, desde su primer taller en los 80, se han perdido el 73% de las poblaciones de vida silvestre monitoreadas y la huella ecológica per cápita se ha triplicado. Que Trump existe y está, y cada año agotamos más pronto los recursos que tenemos, nuestro “sueldo” anual, y pasamos a vivir a crédito de los que vendrán después. 

La muerte de Joanna es, para mí, la muerte de la época en la que “aún había tiempo” para hacer las cosas bien. Honrar el dolor también es para mí entender que vamos a jugar en escenarios sucios, rugosos, subóptimos. Rescatar lo que se pueda y buscar cómo darle sentido. Renunciar al final feliz porque en las espirales no hay un final, hay un celebrar lo que se pueda, limpiarse el polvo y empezar otra vuelta. Cada generación que pase va a heredar más trabajo hecho, pero también más ruinas.

La tercera fase tiene que ver con “ampliar la mirada”, y enmarcarnos en un linaje que nos conecta con todo lo vivo, desde tiempos inmemoriales: no solo con otros humanos que han resistido catástrofes, plagas y hambrunas, que han construido civilizaciones y se han querido y matado en todos los escenarios posibles; sino también con el impulso de la vida abriéndose paso desde antes de que el oxígeno estuviera en la atmósfera, de la vida que ha sobrevivido a cinco extinciones masivas, la vida en la que los humanos hemos aparecido en el último minuto de la última hora del último día del año. En este impulso de la vida – incluso en nuestra niebla cegadora de estos últimos siglos – somos lo mismo que la selva, que el micelio subterráneo, que la fauna misteriosa de las fosas marinas. Somos una apuesta diferente a una bacteria viviendo en una piscina de lava, pero parte de lo mismo. Visto desde ahí, mis herramientas me parecen muchas más potentes que si solo me considero una humana en pijama, tomando un Colacao delante del ordenador. Si ampliamos la mirada de la identidad, y podemos identificarnos con “todo lo vivo” (si podemos, en medio de toda esta vorágine, recordar lo que somos) pelear es una maniobra egoísta y no sacrificial, dejamos de tener la responsabilidad de “salvar a” para revivir nuestra historia de “avanzar con”, como hemos hecho, literalmente, desde que el mundo es mundo.

Esto me lleva a la última parte, la de encarar la acción, la de “¿cuál es mi papel en todo esto?”, “¿qué puedo hacer?”. Qué puedo hacer yo, como individuo, y qué podemos hacer los humanos, como especie. Si nos comparamos con la bacteria de la fumarola, nuestra capacidad de transformación del entorno es muchísimo mayor, para bien y para mal. Si la utilizásemos en beneficio del conjunto, “esta ambición desmedida” - que diría C Tangana - podría ser el mayor activo que tuviera la biosfera a su favor. Nuestra capacidad para encontrar un objetivo a largo plazo y estrategizar el conseguirlo, para parar incendios, para cuidar otras especies, podría ser el recurso más valioso… si no fuera por nosotros mismos. Antes del torbellino de acciones dispersas nos vendría bien, seguramente, parar. Parar y recordar en dónde estamos, de dónde venimos, cuál es nuestro papel y nuestro propósito en todo esto. Somos, como decía Carl Sagan, la forma que tiene el Universo de conocerse a sí mismo. Utilizar esta capacidad para ver quién consigue más jets privados parece un desperdicio de potencial sin precedentes.

Se ha muerto Joanna y, para mí, necesitamos un ciclo nuevo en el que movilizarnos (e inmovilizarnos), de las mismas formas y a la vez diferentes. Igual que en nuestras vidas personales cada vez que creemos que hemos aprendido algo nos lo volvemos a encontrar con una cara nueva – la misma piedra – creo que socialmente no nos queda otra que aprender de nuevo las herramientas que llevan ahí desde hace cinco décadas, desde hace cinco millones de años… y continuar.

Si te han entrado ganas de leer a Joanna Macy, su libro más conocido y traducido al castellano se llama Esperanza Activa. Las metodologías para el trabajo en grupo están más detalladas en El Trabajo que Reconecta, cuya versión actualizada (Coming Back to Life) ha sido traducida al castellano y está disponible aquí. Si te atreves a leerla en versión original, tiene una autobiografía preciosa titulada Widening circles, y varios libros más cuyos títulos puedes consultar aquí
Sobre este blog
Saltamontes es un espacio ecofeminista para la difusión y el diálogo en torno al buen vivir. Que vivamos bien todas y todos y en cualquier lugar del mundo, se entiende. También es un espacio para reflexionar acerca de la naturaleza, sus límites y el modo en que nos relacionamos con nuestro entorno. Aquí encontrarás textos sobre economía, extractivismo, consumo, ciencia y hasta cine. Artículos sobre lugares desde donde se fortalece cada día el capitalismo, que son muchos, y sobre lugares desde donde se construyen alternativas, que cada vez son más. Queremos dialogar desde el ecofeminismo, porque pensamos que es necesario anteponer el cuidado de lo vivo a la lógica ecocida que nos coloniza cada día.
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