Construyendo juntas una industria ecofeminista

¿Qué vínculo pueden tener la industria y el ecofeminismo? Dos mundos que quizá parezcan enfrentados pueden, y deben, ir de la mano.
Altri Non Repor  - 11
Lourdes Jiménez Necesitamos una industria de cercanía, que ponga la vida en el centro

¿Qué vínculo pueden tener la industria y el ecofeminismo? Dos mundos que quizá parezcan enfrentados pueden, y deben, ir de la mano. 

Cuando pensamos en Industria a la mayoría de la gente se nos vienen a la cabeza imágenes de enormes edificios grises con chimeneas de humo negro a las afueras de las ciudades donde trabajan mayoritariamente hombres manchados de grasa o hangares gigantes donde decenas de mujeres trabajan en las maquilas. Fábricas en propiedad de grandes empresas que se enriquecen a costa de explotar a sus trabajadores y que contaminan todo con sus desechos. Por eso nos resulta tan chocante hablar de industria y ecofeminismo en la misma frase. ¿Es acaso posible una industria ecofeminista? ¿No es una contradicción en sí misma? ¿Qué industria nos estaríamos imaginando?

Las reticencias están justificadas, ya que el modelo industrial actual tiene grandes impactos ambientales y sociales: causa el 24% de las emisiones globales de CO₂, contamina las  aguas y deforesta los bosques. Profundiza  las desigualdades y se basa en un crecimiento económico sin miramientos que necesita de la explotación y el extractivismo. Se produce de forma sobredimensionada y, a pesar de ello, no se cubren las necesidades de la población, incluso se imposibilitan al explotar territorios y poblaciones hasta la extenuación. Este escenario no casa para nada con las propuestas del ecofeminismo de poner la vida en el centro. 

Sin embargo, la industria no es solo eso: es también una pequeña fábrica de calcetines en un pueblo que da empleo a sus habitantes fijando población, o una cooperativa de transformación de alimentos locales. La industria es todo aquello que permite obtener, transformar o transportar productos; o sea, sin industria no existirían bicicletas, gafas, lavadoras, material quirúrgico, o incluso agua corriente. Por tanto, es un sector que engloba actividades superfluas y dañinas con graves consecuencias ambientales y sociales, pero también otras que son esenciales para sostener una vida digna para todas. La cuestión es, ¿cuánta industria y de qué tipo  es necesaria? ¿Bajo qué forma de producción, dónde y en manos de quién?

Una cosa es clara: la industria tiene que servir para mejorar la vida de la gente, sin dejar a nadie atrás y sin destruir el planeta. Por eso, necesitamos una transformación industrial justa que no se limite a reducir las emisiones o mejorar levemente las condiciones laborales, sino que produzca lo realmente necesario para sostener nuestras vidas, que reduzca las desigualdades, reparta la riqueza y funcione de forma integrada con los ecosistemas. Y todo esto recordando que ya hemos superado algunos límites del planeta y que vivimos en plena crisis climática. Por eso, la industria que venga no puede ser cualquiera: tiene que ser, sí o sí, una industria ecofeminista. Este enfoque invita a repensar una forma de organización social, política y económica que ponga las vidas en el centro y atienda a la condición tanto ecodependiente como interdependiente del ser humano. La cuestión es, por lo tanto, plantearse cómo podemos llevar a cabo esa transformación industrial incorporando una perspectiva ecofeminista.

Para plantearnos la construcción de una industria ecofeminista y reflexionar juntas sobre esta cuestión, Ecologistas en Acción organizó el pasado mes de julio un grupo de diálogo con 17 mujeres procedentes de diferentes ámbitos relacionados con la industria: 2 de sindicatos, 3 del ámbito educativo, 2 empresarias, 2 trabajadoras, 5 de ONG y 3 de organizaciones de la sociedad civil. Durante esta jornada, y en base al trabajo previo del posicionamiento sobre una industria ecosocial realizado por Ecologistas en Acción, se profundizó en el planteamiento de la reconversión industrial desde una mirada ecofeminista. Para ello, las participantes se dividieron en tres grupos, de la forma más equilibrada posible para tener perfiles de todo tipo en cada uno de ellos, y a cada uno se le plantearon dos temas de debate. Seis temas en total que corresponden a distintos ámbitos de interés en esta cuestión: aspectos materiales, laborales, educativos, de producción y demanda, de participación social y de diversidad.  Cada grupo hizo un diagnóstico y trabajó sobre los objetivos, las barreras y las necesidades. 

A continuación, compartimos las conclusiones extraídas de la jornada, que son un primer paso hacia una construcción colectiva de una Industria ecofeminista.

  1. El modelo industrial actual es insostenible social y ecológicamente, ya que está basado en el extractivismo, la hiperproducción y la invisibilización de impactos negativos sobre la vida de mujeres, comunidades vulnerabilizadas y territorios. No es viable una industria basada en el crecimiento económico ilimitado, la producción en masa y la acumulación de riqueza para unos pocos. Se sigue percibiendo socialmente la  industria  como una fuente de riqueza, pero desde una visión amoral que invisibiliza todo aquello que queda fuera de su foco inmediato y que externaliza los daños. Unos daños que no afectan de igual modo a todo el mundo: la industria actual produce desde y para un perfil hegemónico representado en un hombre blanco, rico y occidental, dejando fuera el resto de subjetividades y ahondando en las desigualdades. Para cambiar esto no es suficiente con un cambio de técnicas, energías o materiales: para evitar perpetuar el capitalismo verde y generar sociedades basadas en una justicia ecosocial precisamos de un cambio de modelo con propuestas ecofeministas. 
  2. La industria debe replantearse desde un enfoque ecofeminista que priorice la vida, los cuidados y el bienestar colectivo por encima del crecimiento económico ilimitado. Una industria realmente transformadora debe poner la vida en el centro: el objetivo debe ser producir lo necesario para una vida digna para todas, manteniéndose dentro de los límites de los ecosistemas y trabajando para vivir, no viviendo para trabajar. Debemos identificar colectivamente qué y cuánto se produce y ajustar la producción, la demanda y la cantidad de trabajo a las necesidades reales. Todo esto conllevará un necesario decrecimiento en la esfera material que no puede dejarse al azar, sino que debe realizarse atendiendo a los principios de redistribución y justicia social. 
  3. Es imprescindible reducir y relocalizar la producción industrial, con control comunitario y menor dependencia de cadenas globales injustas. El conjunto de la producción tendrá que disminuir para ajustarse al consumo energético y material que nos permita vivir dentro de los límites de los ecosistemas, y habrá que planificar colectivamente qué priorizar para cubrir las necesidades de todas y qué descentralizar, reducir o incluso eliminar en el caso de ser dañinos. Precisamos un modelo más local, con mayor control por parte de las trabajadoras y con mayor uso de los recursos locales, que disminuiría notablemente los impactos ambientales y sociales. También reduciría las desigualdades sociales, permitiendo una mayor soberanía de la propia población para cubrir las necesidades reales de todas y eliminando las grandes cadenas globales que externalizan los daños. Es necesario replantear el modelo de producción y descentralizar algunas industrias para recuperar una producción local, y en algunos productos también, la producción artesanal, ya que ello conllevaría beneficios en cuanto al empleo local y consumo cercano. 
  4. El trabajo industrial debe integrar el trabajo productivo y reproductivo con modelos de gestión colectivos y garantizando derechos no solo en lo laboral, también desde una óptica ecosocial. En el ámbito laboral es necesario garantizar la igualdad de oportunidades, condiciones y de acceso a puestos de representación y toma de decisiones, así como salarios y condiciones dignas para todas. Pero más allá de eso, para cambiar de modelo debemos replantear cuánto, cómo y para qué trabajamos. El trabajo debería tener como objetivo aportar al bien de la comunidad, y por tanto hay que reconsiderar qué industrias son necesarias y esenciales para la reproducción de las vidas, priorizarlas y gestionarlas desde otros modelos que no estén a merced de lógicas de mercado, como las cooperativas o una cogestión pública como ciudadanos de las industrias esenciales. Además, es imprescindible superar la división entre el trabajo productivo (lo que solemos llamar empleo, remunerado y con reconocimiento social) y reproductivo (las tareas de cuidados que sostienen la vida, que suelen estar invisibilizadas, menos valoradas y recaen en mujeres y personas del Sur Global). Los trabajos reproductivos deben ser reconocidos y redistribuidos equitativamente y, para ello, es necesario integrar los cuidados, la conciliación y la equidad de género como ejes centrales de la organización industrial y las condiciones laborales. Por tanto, la movilización laboral debe buscar cubrir las necesidades básicas más allá del empleo con enfoques como el biosindicalismo, que articulan derechos sociales, ecológicos y laborales. La reducción de la jornada laboral es clave en el escenario de disminución de producción y permitiría que todas las personas trabajadoras pudieran tener el espacio y el tiempo necesarios para mantener vidas dignas y de calidad. Todo esto requiere una planificación en la que tengan un papel importante las organizaciones de la sociedad civil y sindicatos. 
  5. La transformación de la industria requiere alianzas entre movimientos sociales, sindicatos, feminismos y ecologismos, así como presión social para lograr cambios estructurales y culturales. Para poder llevar a cabo esta transformación, que requiere cambios profundos en la manera de organizarse, es necesario un cambio cultural y estructural que ponga la vida por encima del crecimiento económico. En un momento como el actual, con un aumento de discursos reaccionarios, es fundamental seguir trabajando conjuntamente y fomentar confluencias entre feminismos, ecologismos, sindicatos y organizaciones sociales para aumentar la conciencia crítica y la presión social sobre las decisiones políticas e industriales. Las experiencias y referencias positivas, tanto de confluencias como de alternativas industriales, son importantes para aprender e impulsar iniciativas reales. Además, a la hora de trabajar en un cambio de mentalidad, es importante el papel que se puede jugar desde el ámbito educativo.
  6. La educación debe incorporar perspectiva ecofeminista, superar el sesgo de género en los estudios técnicos, y coordinarse mejor con la industria para formar una ciudadanía crítica y comprometida con una industria justa. Es necesario reformar los planes de estudio para incorporar una formación técnica con enfoque ecofeminista. Para ello el ámbito educativo y la academia deben tener mayor conexión con los cambios que se producen en la industria, en los que actualmente están desactualizados, e incorporar perspectivas sociales y ambientales. Los estudios técnicos e industriales con esta perspectiva pueden ser más accesibles, atractivos y equitativos para perfiles más diversos, rompiendo los sesgos de género actuales y la tendencia de una industria hecha por y para el sujeto hegemónico.

Con estas conclusiones queremos sembrar el inicio de una conversación importante, urgente y necesaria: ¿cómo construimos una industria más justa entre todas? Seguiremos trabajando para aterrizar estos objetivos en medidas y estrategias concretas, porque nos va el presente y el futuro en ello.

Sobre este blog
Saltamontes es un espacio ecofeminista para la difusión y el diálogo en torno al buen vivir. Que vivamos bien todas y todos y en cualquier lugar del mundo, se entiende. También es un espacio para reflexionar acerca de la naturaleza, sus límites y el modo en que nos relacionamos con nuestro entorno. Aquí encontrarás textos sobre economía, extractivismo, consumo, ciencia y hasta cine. Artículos sobre lugares desde donde se fortalece cada día el capitalismo, que son muchos, y sobre lugares desde donde se construyen alternativas, que cada vez son más. Queremos dialogar desde el ecofeminismo, porque pensamos que es necesario anteponer el cuidado de lo vivo a la lógica ecocida que nos coloniza cada día.
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