Coronavirus
El dolor de un sufrimiento evitable

Cuando empezó a extenderse el covid19, desde la residencia en la que estaba mi padre nos dijeron que todo estaba controlado y que no había peligro.

Palacio de Hielo 24-03-20 - 5
Un vehículo de una funeraria entra el Palacio de Hielo, habilitado como morgue improvisada en la capital durante la pandemia del coronavirus. David F. Sabadell
16 abr 2020 07:00

Mi familia, como muchos ciudadanos, tenía a mi padre en una residencia de mayores de la Comunidad Madrid por no poder atenderle nosotros ni mantenerse él por sus propios medios. Cuando empezó a extenderse el covid19, desde la residencia nos dijeron que todo estaba controlado y que no había peligro. Era principios de marzo, y como recibíamos estas informaciones estábamos tranquilos.

Sin embargo, el 2 de abril recibimos un mensaje por correo electrónico diciendo que una de las cuidadoras estaba en urgencias afectada de coronavirus. Aquí es cuando empezó nuestra sorpresa: ni siquiera nos habían llamado para decirnos qué estaba pasando con las personas que estaban al cuidado de la residencia donde se encontraba mi padre o si había alguna situación especial de la que deberíamos estar informados. Nuestra reacción fue de total asombro y de perplejidad. Después de llamar y hablar con ellos, y ante la falta de informaciones claras, decidimos ir a por nuestro padre.

Cuando me presenté allí, la situación no tenía nada que ver con lo que nos estaban diciendo. En ese momento me di cuenta de que algo no iba bien: la UME estaba saliendo de desinfectar, algo que resultó impactante, ya que es una residencia privada y con lo que pagamos mensualmente entendíamos que había unas garantías —incluso en una situación como la que estamos viviendo— para que se pudiera contratar una empresa que desinfecte. Por si fuera poco, todas las pertenencias de mi padre estaban en bolsas de basura en la puerta.

Lo único en lo que pensaba en ese momento era en llevarme a mi padre a casa para que estuviese mas cómodo y en cómo podía quitarle el dolor que estaba sufriendo

También tenían preparado un acta de baja para ser firmado autorizando la salida inmediata de la residencia. Esto me sorprendió bastante, porque tampoco nos habían dado ninguna información al respecto. Sacaron a mi padre del centro y me quedé perplejo por cómo salió. Estaba demacrado y con un aspecto lamentable. Al moverlo de la silla de ruedas para meterle en el coche se puso a llorar. Aunque en ese momento no sabía qué hacer, lo único que quería era llevármelo a casa para que estuviese mas cómodo y ver cómo podía quitarle el dolor que él sufría en esos momentos.

Cuando llegamos a casa nuestra sorpresa fue aún mayor al ver que mi padre tenia 39 de fiebre, además de unos dolores terribles. Le dimos un paracetamol y en una hora le bajamos la fiebre a 36,7. No habían hecho algo tan simple como tomarle la temperatura a mi padre y darle un paracetamol antes de avisarnos. Empezamos a llamar a fisioterapeutas y a preguntar sobre qué podíamos hacer, ya que mi padre no nos podía decir dónde le dolía por sus limitaciones de comunicación y movilidad.

Al tratar de ponerle ropa limpia y cambiarle, la imagen fue todavía más desoladora. Tenía el culo en carne viva, en una situación de higiene y cuidado que indicaba que no le habían cambiado y tampoco le habían movido. Empezamos a curarle las heridas con cremas especiales. Mi padre estuvo un día entero chillando de lo que le dolía el antibiótico cuando le estaba curando.

En la residencia no habían hecho algo tan simple como tomar la temperatura a mi padre y darle un paracetamol antes de avisarnos para que fuéramos a por él

Después de dos días terroríficos, mi padre empezó a estar mejor. Ya no le dolía y, más o menos, dábamos por finalizado el problema: su temperatura se mantenía a unos niveles normales. Pero al tercer día, mi padre empezó a encontrarse mal de nuevo, hasta que el domingo 13 de abril cuando se despertó ya no podía respirar. Llamé a los médicos de urgencia para que le atendiesen y decidieron llevárselo en ambulancia por la gravedad en la que se encontraba.

Mi padre ha fallecido en un hospital y estamos sufriendo sin poder estar junto a él, como muchas otros familiares estos días. El dolor que hemos pasado en esta semana mi familia y yo ha sido tremendo. Creemos que esto se podía haber evitado si en marzo nos hubiesen dicho que lo mejor era que saliera de la residencia, pero nos tememos que no lo hicieron porque eso significaba una cuota menos en sus ingresos.

No se nos dio ninguna información y solo se nos avisó cuando encontramos a mi padre con 39 de fiebre, prácticamente desahuciado y en unas condiciones de salud e higiene inhumanas. Tuvimos la sensación,  en la puerta de la residencia, de que querían quitarse una cifra de la lista de personas muertas en los centros de mayores de la Comunidad de Madrid y que mi padre muriese en casa. Su negligencia al menos sirvió para que nosotros le pudiésemos curar en sus últimos momentos.

Creemos que esto se podía haber evitado si en marzo nos hubiesen dicho que lo mejor era que saliera de la residencia, pero nos tememos que no lo hicieron porque eso significaba una cuota menos en sus ingresos

Con todo esto empezamos a informarnos sobre cuáles son los mínimos de calidad para abrir una residencia en la Comunidad de Madrid y me di cuenta de que es el lugar de España donde menos regulación hay. Esto nos tendría que hacer pensar que una residencia no es una “comercio” cualquiera. No se debería permitir que nuestros mayores vivan estas situaciones, hay que exigir medidas estrictas para garantizar una calidad de vida de gente que es totalmente vulnerable, que se han tirado toda su vida trabajando y no merecen ser abandonados sin que la administración ponga ninguna garantía de cuidados sobre estas personas.

No culpamos de lo ocurrido a los trabajadores y trabajadoras de las residencias, ya que normalmente son gente que trabajan en condiciones duras y cobrando unos salarios bajos. Esas personas tienen familias y tienen miedo, porque no tienen ni la formación necesaria ni los EPIS que deberían proporcionarles las residencias.

Las residencias deberían disponer de personal cualificado para labores de enfermería, aunque esto implique menos beneficios para las empresas a las que se han adjudicado este tipo de centros. Empresas que, por lo que hemos visto en el caso de mi padre, sí son culpables de la desatención y el olvido que están sufriendo muchas personas que no merecen terminar así su vida.

Es curioso ver cómo parte del personal sanitario tuvo que migrar a otros países porque las empresas que gestionan las residencias prefieran tener beneficios desorbitados

Es curioso, además, ver cómo desde hace unos años, mientras nuestros mayores están cuidados por gente sin ningún tipo de cualificación, muchos de nuestros enfermeros y personal sanitario tuvo que ir a otros países porque estas empresas que tenemos gestionando las residencias prefieren tener unos beneficios desorbitados, sin importarles el estado de nuestro mayores. Para ellos es un negocio, muy lucrativo por cierto.

Espero que escribir y denunciar esto sirva de algo, porque el dolor que hemos pasado estos días y la tristeza que nos invade es de unas dimensiones enormes. Ojalá cuando termine la pesadilla del covid19 nos planteemos realmente en qué tipo de sociedad queremos vivir.

Familiares de E.M.Y (D.E.P).

Sobre este blog
Ante estos días extraños en los que vivimos entre la tragedia y la esperanza, entre quienes afrontan un futuro incierto en un pasillo de urgencias y quienes unen sus manos para practicar el apoyo mutuo, es necesario poner voz y rostro a todas esas personas que no abren telediarios pero que están construyendo esta página de la historia. Abrimos 'Los rostros de la cuarentena' con el ánimo de dar luz a testimonios de gente desconocida que batalla contra el covid19 desde todos los frentes: tanto dentro de los hospitales y residencias, como en los descansillos de las comunidades, donde se amontona la compra traída a alguna vecina. Tanto en los balcones donde originales iniciativas permiten a las peques tener cine gratis, como en las habitaciones donde las impresoras 3D trabajan a todo meter y un grupo de 'makers' prepara mascarillas para su centro sanitario. Tanto de quienes cuidan de su familia y de otras personas del barrio, como de quienes no pueden tener contacto con sus familiares y viven su destino pendientes de una llamada. Si tienes una historia que contar, este también es tu sitio.¡Bienvenidas!
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