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Racismo
Mamá, dicen que tenemos que irnos de Almendralejo por ser rumanos
Soy madre, rumana, y resido en Almendralejo (Badajoz) junto con mi familia. Tengo dos hijas escolarizadas en la localidad, una en educación primaria y la otra en secundaria. Hoy, cuando he llegado a casa, una de ellas me ha preguntado preocupada “si nos van a echar de Almendralejo”: “Mamá, me han dicho mis compañeros en la hora del recreo que tenemos que salir de Almendralejo, que este sábado ha habido una manifestación contra nosotros, los rumanos, y que nos van a echar“. Hay muchos niños rumanos en los colegios y en los institutos en esta misma situación. Se te saltan las lágrimas cuando llegan a casa y preguntan: “¿Es verdad que nos echan?”. Sé que esto no solo ha ocurrido en mi casa esta semana.
Opinión
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¿Saben que le he contestado yo a mi hija?, pues que nosotros los rumanos hemos empezado nuestra vida aquí trabajando duro en el campo, recogiendo en las diferentes campañas la uva para que luego las bodegas puedan hacer el vino; hemos recogido también las aceitunas para que las cooperativas tengan sus aceites de oliva virgen; hemos cortado ajo en campos a 45° al sol en España y Portugal; hemos podado, limpiado, despiojado y descogollado olivos; y como estos muchos otros más trabajos duros hemos hecho en el campo. Antes de llegar a Extremadura recorrimos casi toda España: en Albacete cortamos ajos; en Córdoba recogimos aceitunas; o en Huelva arándanos y fresas. Tu padre y muchos rumanos más son camioneros y llevan la mercancía de norte a sur y de este a oeste de España y a toda Europa.
Aquí en Almendralejo hay muchos rumanos autónomos, enfermeros, cuidadores y cuidadoras de personas mayores, limpiadoras, agricultores... Hay rumanos aquí que llevan toda una vida viviendo con sus casas en propiedad.
La vida para los trabajadores rumanos emigrados no ha sido, ni lo es, fácil. Cuando llegué a España el primer año tuve que dormir con mi marido en naves en medio del campo y en una tienda de campaña. En invierno calentábamos el agua para ducharnos en una candela. La ducha era de leños y paja. Y cuando era otoño, y llovía mucho, la tienda de campaña se llenaba de agua y teníamos que subirnos al coche. Había rumanos que no tenían ni coche y los pobres qué mal lo pasaban, ya que por aquella época no les alquilaban casas.
Cuando llegué a Almendralejo hace unos años yo también sufrí el problema de acceso a una vivienda por ser rumana, ya que cuando quise alquilar un piso o una casa nadie nos la quería alquilar, a pesar de buscar en inmobiliarias o en internet.
Los rumanos hemos sufrido y sufrimos a día de hoy racismo. Por ejemplo, desde que mi hija mayor empezó en el instituto he tenido una batalla continua contra el racismo que sufría en el centro. En el recreo le tiraban el bocadillo al suelo. Cuando estaba en el cuarto de baño le abrían la puerta para humillarla. Cada día que pasaba tenía que estar en el instituto constantemente hasta que he conseguido finalmente que paren, gracias a mis reclamaciones a la directora y a su tutora. Mi hija, algunos días decía incluso que no quería ir al instituto.
Mis hijas en primaria también varias veces han sufrido bullying, racismo y xenofobia. Siempre he luchado para que mis hijas no sufran. Puedo decir que mis hijas son rumanas pero tienen abuelos españoles que viven en Cortegana, que las han criado y cuidado mucho. Tengo muchísimos amigos españoles que son como mis hermanos y siempre me han apoyado y han estado a mi lado. Doy gracias a la mayoría de la población de Almendralejo, que son 33.681 habitantes, ya que a la manifestación no acudió ni el uno por ciento de la población.
Hace 17 años, cuando llegué a España, ya existía la cárcel. No se creó solo para nosotros, para los rumanos. Si hay delincuentes entre nosotros, que la policía se encargue de buscarlos y la justicia de juzgarlos, como hacen con el resto de ciudadanos
En mi trabajo como mediadora intercultural y técnica de apoyo en la ONG Médicos del Mundo Extremadura acompaño a mis paisanos a las instituciones públicas para que puedan sacarse la tarjeta sanitaria, un empadronamiento, el NIE o varios papeles que necesitan, y siempre ellos se encuentran con barreras para poder obtenerlos. Hay gente que trabaja en la oficina de Extranjería que se los rechazan o les hablan mal, y siempre les ponen barreras. Hasta yo misma he sufrido racismo cuando hace cuatro años tuve que ir a comisaría a renovar mi NIE.
Sufrimos racismo a la hora de buscar trabajo también. Yo estudié en Rumanía, y en España he estudiado para obtener los títulos de auxiliar de farmacia, auxiliar de enfermería y también de técnico de ambulancia. Cada vez que he intentado buscar trabajo de lo que he estudiado nunca me han llamado de ninguna parte, y siempre he pensado que no lo hacían porque soy rumana. En Almendralejo y Mérida casi todas las farmacias tienen mi currículo y también todas las residencias de mayores. Cuando por fin conseguí un trabajo, tuve que hacerme una cuenta bancaria para poder cobrar la nómina, pero en el banco me rechazaron por ser rumana.
Hace 17 años, cuando llegué a España, ya existía la cárcel. No se creó solo para nosotros, para los rumanos. Si hay delincuentes entre nosotros, que la policía se encargue de buscarlos y la justicia de juzgarlos, como hacen con el resto de ciudadanos. Somos personas y no es de recibo que nos metan a todos en el mismo saco, hablando de delincuencia constantemente cuando ciertas personas hablan de nosotros, porque nadie tiene los dedos iguales de una mano, y eso que vienen de su mismo cuerpo.