Portugal
Portugal, alumno modelo con asignaturas pendientes

El Gobierno de izquierdas de Portugal ha reducido el déficit, pero se mantienen los problemas estructurales y la desigualdad. El Partido Socialista de António Costa apunta a una ruptura de sus socios y se enfrenta a la creciente conflictividad.

Transporte Público Portugal
Usuarios de un tranvía en Oporto. Álvaro Minguito
22 may 2019 07:00

Lejos quedan ya aquellos viernes en los que representantes de la Troika aterrizaban en Lisboa para evaluar el estado de las medidas y anunciar nuevos recortes, esos viernes que eran acogidos por la población con una mezcla de resignación, miedo e indignación que aún resuena en la memoria colectiva de los portugueses. Ahora, el país vecino presenta unos números que ilustran esta mejora tan alabada por Europa y que algunos bautizan como “milagro portugués”. El país ha reducido el déficit y el paro y ha experimentado un crecimiento económico del PIB. Todo ello “renunciando a las políticas de austeridad”, tal y como presume el Gobierno del Partido Socialista. Portugal ha pasado de ser un país en crisis y rescatado por la Unión Europea a ganarse el sobrenombre de “alumno modelo”.

Sin embargo, bajo esta apariencia de recuperación y cifras positivas que le han servido para obtener el reconocimiento y las felicitaciones de la Unión Europea, Portugal continúa siendo un país con “grandes desigualdades sociales y graves problemas de pobreza”, apunta la profesora de Economía y Sociología Manuela Góis. De hecho, a pesar de que el índice de pobreza se redujo respecto al de 2017, todavía hay 2,4 millones de portugueses que están en riesgo, lo que representa un 23% de la población, según el último informe divulgado por el Instituto Nacional de Estadística luso. “En un país con diez millones de habitantes es muchísimo”, sostiene Góis.

El economista ecologista e investigador del Center for Environmental and Sustainability Research (CENSE) Filipe Alves también se muestra preocupado por esta situación: “Existe una creciente centralización de poder económico, político y social en manos de empresas y familias que dominan el mercado y la política”, detalla. “Creo que en Europa hay una imagen de un Portugal fuerte que crece con una unión de una izquierda sólida y segura que derrotó la austeridad”, pero, según defiende, “en gran medida es una narrativa falsa y una visión parcial”. Además, advierte de que el coeficiente de GINI, que calcula la diferencia de ingresos entre la población, muestra una sociedad polarizada y cada vez más desigual con la desaparición de la clase media y la clara separación de quienes tienen propiedades y capital y quienes no los tienen.

Por este motivo, Manuela Góis considera necesaria una mayor inversión en gasto público: “No es necesario presentar una cifra de déficit tan baja [a la UE], se debería utilizar ese dinero para cambiar estructuras de la economía”. Desde que el Partido Socialista de António Costa llegó al poder en 2015 para gobernar en solitario con el respaldo de los partidos de la izquierda, Bloco de Esquerda, Partido Comunista Portugués y Partido Ecologista Os Verdes, el déficit en porcentaje del PIB se ha ido reduciendo hasta llegar a alcanzar cifras incluso más bajas que las de países como Francia y España. Pero tras esta imagen positiva continúan subsistiendo problemas de base que afectan a los ciudadanos y ciudadanas: “Ese dinero que no se gasta para demostrar buenas cifras a la UE se debería invertir para crear mejores infraestructuras”, mantiene Góis.

Entre las asignaturas pendientes del país se encuentra la mejora del sistema de salud, sobre todo en zonas rurales

Entre las asignaturas pendientes se encuentra el sistema de salud, pues es en las zonas rurales y de interior donde la población tiene grandes problemas para acceder al mismo. También es necesaria la creación de mejores estructuras de transportes, sobre todo ferroviarias, poner fin al empleo precario e invertir en la cualificación de mano de obra “para que la productividad aumente”, explica la docente. Un punto en el que también coincide el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Lisboa António Costa Pinto, quien asegura que, a pesar de las cifras, “Portugal mantiene las mismas debilidades que tenía antes de la crisis” porque “no ha habido ninguna alteración estructural de la economía”.

Los motivos que explican esta “prosperidad económica” son claros para este politólogo: “Se debe a una coyuntura económica muy favorable de la que el Gobierno no es completamente responsable”. Portugal es una economía pequeña, por lo que gran parte de su mercado depende de otros países de la Unión Europea y, sobre todo, de España, su principal socio comercial. Por ello, Costa Pinto cree que el período de recuperación que se vivió en Europa tuvo un impacto positivo en el país. En este sentido, el economista ecologista Filipe Alves explica que a partir de 2014 era evidente que Europa entraba en un nuevo ciclo de crecimiento; el actual Gobierno “entró en un momento perfecto para surfear esa ola, pero diría que el 70% u 80% no dependió significativamente de sus políticas”.

Turismo

Fue esa misma ola la que hizo aumentar la demanda del exterior, y con ella llegó el consecuente aumento de las exportaciones, otra de las razones del “milagro económico”. Todo ello unido a una explotación de las low cost y a una campaña de imagen de Portugal como país pacífico y seguro en el que nunca pasa nada, sin ataques terroristas ni convulsiones sociales, barato, con buen tiempo y con una oferta turística cada vez mejor y más profesional, lo que provocó el estallido del ya conocido boom turístico.

El turismo repercutió en la economía, pero trajo consigo algunas problemáticas que aún hoy continúan. El principal inconveniente es el de la vivienda, sobre todo en las grandes ciudades, como Lisboa y Oporto, donde cada vez es más difícil encontrar una casa con precios razonables para los locales, cuyo salario mínimo es de 600 euros. Este fenómeno “está causando un aumento de la especulación y protestas de la población”, ilustra Costa Pinto. Como ya sucediera en algunas ciudades españolas, propietarios de casas y de edificios echan a los residentes que allí viven para alojar turistas o convertir esos inmuebles en alojamiento local. Tiendas y restaurantes emblemáticos echan el cierre y son comprados por grandes cadenas dejando a los barrios sin apenas identidad propia. Donde antes había tabernas en las que sonaba fado y se bebía vino, hay ahora restaurantes gourmet o de sushi.

Mujer Barriendo Portugal Oporto
Una mujer barre una calle de Oporto. Álvaro Minguito

Esta coyuntura económica ayudó a la estabilidad del Gobierno de la llamada geringonça, chapuza en español. Con los deberes hechos para Bruselas, el Ejecutivo socialista pudo “ceder en gran medida a los compromisos de la izquierda”, explica Costa Pinto. Por su parte, el Bloco y los comunistas moderaron sus posiciones “para sorpresa de la sociedad portuguesa”, admite. De hecho, estos dos partidos “tuvieron una posición muy responsable a cambio del incremento del salario mínimo, un aumento relativo de las pensiones y algunas disminuciones en los recortes”. Con la presión de las fuerzas de izquierda también se pusieron en marcha los manuales escolares gratuitos, que han hecho que disminuya el abandono escolar, y se ha rebajado el precio de los transportes. Pese a estas concesiones, la formación de António Costa mantuvo los “aspectos fundamentales” de su posicionamiento y una “enorme moderación”, estima el politólogo.    

Todo eso unido a la gran popularidad del presidente de la República, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa (PSD), que en un sistema semipresidencial como el portugués, donde ambos dirigentes comparten responsabilidades, creó las bases para una estabilidad que se ha podido mantener a lo largo de estos casi cuatro años. Algo de lo que muchas personas dudaban cuando la izquierda se unió por primera vez en la historia de la democracia portuguesa para arrebatar el gobierno a una derecha que había ganado las elecciones.

Alumno aplicado

La Unión Europea también tuvo sus dudas inicialmente. Con un Gobierno de centro-izquierda apoyado por los comunistas, los verdes y el Bloco, “la UE desconfió porque pensaba que el Partido Socialista podría poner en cuestión los acuerdos presupuestarios”, recuerda Costa Pinto. Sin embargo, a medida que los indicadores económicos mejoraban, que Portugal iba anticipando el pago de la deuda al FMI y que cumplía sus obligaciones internacionales, la desconfianza desapareció. “Aunque son de izquierda, es un alumno que se portó bien, por eso la UE dejó de presionar”, ríe el politólogo.

Tras las elecciones europeas y entrando en la recta final de la legislatura, las posiciones entre los partidos se están endureciendo, aparecen más tensiones y se refuerzan las diferencias políticas entre las formaciones, “como es natural”, califica Costa Pinto. Al respecto, el investigador Filipe Alves opina que la alianza de la izquierda “es mucho más frágil de lo que parece” y considera que difícilmente se volverá a repetir, dado que el Partido Socialista ha seguido en muchas ocasiones “su propio camino, en total desarticulación con la izquierda”.

Ejemplo del refuerzo de las diferencias y las tensiones fue la amenaza de dimisión por parte de António Costa unas semanas atrás ante la protesta de los profesores: “Significa la tentativa de Costa de reforzar el ala centrista del partido como una formación responsable que no cae en las estrategias de la izquierda”, asegura el politólogo Costa Pinto. Los docentes portugueses van a cumplir tres años de una lucha en la que reivindican la recuperación de los salarios congelados durante los años de crisis. Hace unas semanas, Costa decía que, de aprobarse esta iniciativa, se rompería el compromiso de equilibrio. Por su parte, el secretario general de la Federação Nacional dos Profesores, Mário Nogueira, critica lo que considera un “chantaje” y una “amenaza” porque “los técnicos del Parlamento dicen que no pondría en causa el presupuesto ni los compromisos con Bruselas”. Para los profesores este es un gobierno que se dice de izquierda y que ha aprobado sus presupuestos con los votos de los partidos izquierdistas, pero que tiene políticas “claramente de derechas”.

Partido Comunista Portugués Sede
Una mujer pasea frente a la sede del Partido Comunista Portugués en Oporto. No CC. Álvaro Minguito

Enfermeros y enfermeras portugueses también se hacen eco de reivindicaciones. Guadalupe Simões, dirigente nacional del Sindicato de Enfermeiros Portugueses, reconoce que el resultado de las negociaciones no ha sido el que deseaban: “La fijación del Gobierno por cumplir el tratado presupuestario de la UE y de la disminución del valor de la deuda pública está poniendo en peligro derechos”, critica. Las demandas del sector de la enfermería pasan por un aumento de salario, el reconocimiento de tres categorías profesionales y una jubilación anticipada. Simões se queja de que el Gobierno “no haya aumentado el peso del gasto en sectores como el de la salud o la educación” y reconoce que, aunque ya se han recuperado de algunos recortes, como la rebaja de 40 horas laborales a 35, esperaban “haber llegado más lejos”.

El debate ecologista es cada vez más fuerte y la población ahora sabe que el camino actual no es sostenible

El debate ecologista también es cada vez más fuerte. La población comienza a ser consciente de que Portugal “no está en un camino sostenible ni resiliente —explica Filipe Alves—, estamos todavía más expuestos a riesgos externos de lo que estábamos antes de la crisis”. Y es que las industrias portuguesas todavía tienen prácticas que dejan un gran impacto ambiental. De hecho, dos de las fábricas de Energías de Portugal están entre las más contaminantes de Europa. Además, se extiende la agricultura intensiva de invernaderos en el sur del país, que trae consigo la llegada de inmigración asiática bajo deplorables condiciones de vida y trabajo. Sin embargo, la elección de un miembro del partido Pessoas-Animais-Natureza fue una “conquista simbólica muy importante”, así como la aparición de colectivos como Climáximo.

Con este escenario, aunque el Gobierno haya acabado con ciertos recortes y haya algunos indicadores económicos positivos, el “milagro” tendrá que esperar. Pues mientras Portugal se consolida como “destino de moda” para famosos y turistas y recibe los aplausos y las felicitaciones del FMI, el “alumno modelo” todavía tiene asignaturas pendientes.

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afernandez
8/6/2019 11:53

Primero enhorabuena por el articulo.Vengo de recorrer en bici por el centro este y una vez mas,salvo la desgracia de ver el arrasamiento por incendios,veo un pais envidiable en muchos aspectos,aunque a primera vista son mas pobres que nosotros,los otros habitantes de Iberia,en lo importante me parecen mucho mas adelantados que nosotros,como muestra un detalle,no se ve ni de lejos la exhibición de banderas nacionales que aqui se vé,salud.

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Catarina
22/6/2019 11:51

Sí, es cierto que no somos declaradamente fachas como se puede ver por espña con las banderitas y fotos de franco. Pero, hay que tomar cuidado cuando nos paseamos por el interior, pues, aunque no sean consciente y abiertamente fachas de honor a salazar, la realidad es que la sociedad (principalmente rural, pero tambien en lisboa y oporto) es estupendamente conservadora, reaccionaria, xenofoba, homofoba y un largo etc de valores a lo Vox... Economicamente, seguimos tod@s hij@s de lagarde y no hubo cambios estructurales con el gobierno de "izquierdas"... Van todos a las cenas de bilderberg y, nosotr@s seguimos pagando solo para entrar en el hospital, antes siquiera de un triage... 18 pavos... repito, solo de entrada, consumo minimo como en la disco...

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