Portugal
Lisboa, una batalla final para las izquierdas portuguesas

“Yo contacté con todas las familias. Mi equipo estuvo con ellas, todas están teniendo apoyo total”. Es lo que dijo la semana pasada Carlos Moedas, alcalde de Lisboa, sobre las víctimas del accidente de funicular que ocurrió en el centro de la ciudad el pasado 3 de septiembre. El problema es que hay familiares de algunas de las 16 personas que perdieron la vida aquel día que afirman no haber recibido ninguna llamada de responsables municipales. Es más, denuncian que llevan días llamando ellos mismos para preguntar por el fondo municipal de apoyo anunciado hace un mes, y dicen que nadie es capaz de informarles al respecto.
Mentir sobre las víctimas de una tragedia que ha conmocionado a la opinión pública no es lo más conveniente para alguien que se juega su reelección en las urnas el próximo domingo. En general, las sombras sobre su responsabilidad en el mantenimiento del funicular no están siendo convenientes para Moedas, que partía como claro favorito al frente de una coalición de derechas y a quien las últimas encuestas auguran resultados que oscilan entre la victoria raspada, la derrota o el empate técnico con su principal rival, Alexandra Leitão. La candidata del Partido Socialista, que tiene amplia experiencia en altos cargos gubernamentales y llegó a ser ministra con António Costa, se está aferrando ahora a la errática gestión del accidente para darle la vuelta al diagnóstico inicial.
Si Leitão no lo consigue, tendremos debate sobre la unidad de la izquierda para rato, ya que se presenta en coalición con dos partidos más a la izquierda (Bloco de Esquerda y Livre), y otro animalista (PAN). El motivo es que en Portugal, por ley, en los municipios gobierna siempre el partido más votado. Estas cuatro fuerzas defienden la coalición preelectoral como la única posibilidad realista de victoria, pero el Partido Comunista ha preferido ser fiel a su ideario y concurrir aparte.
El 12 de septiembre, por primera vez, una encuesta encargada por el 'Diário de Notícias' aseguraba que Chega podría ser el partido más votado a nivel nacional
Los comunistas apuestan por João Ferreira, un candidato tan evidentemente cualificado que Leitão llegó a ofrecerle la vicealcadía si accedía a unirse a su candidatura. Ferreira, que lleva doce años como concejal, está deslumbrando en los debates con una retórica inusualmente rigurosa en este panorama político, y por ello hay encuestas que le dan entre el 8 y el 11% de los votos. Sería un resultado muy meritorio porque quedaría por delante de Chega, la extrema derecha en fulgurante ascenso. Y también le traería reproches si sus votos acaban siendo los que le faltan a Leitão para vencer a Moedas.
Los mismos fantasmas que recorren toda Europa
Moedas estrenó alcaldía en 2021, después de catorce años de gobiernos socialistas. Llegó desde Bruselas, después de ser comisario europeo de Investigación, Ciencia e Innovación, para desarrollar la visión de ciudad que se puede esperar con esos antecedentes. Su proyecto estrella ha sido la llamada “fábrica de unicornios”, un vivero de start-ups que aspiran a valer mil millones de dólares.
Con el accidente del funicular se ha recordado que recortó cuatro millones de euros a la empresa pública de transportes mientras regalaba la misma cantidad al Web Summit, una conferencia anual de tecnología en la que se reúne la flor y nata de las big tech y los cripto-negocios. Otros cuatro millones famosos son los que invirtió en un escenario para una misa del papa Francisco durante la Jornada Mundial de la Juventud, que en verano de 2024 dejó claro que en esta ciudad el turismo es prioritario.
El turismo masivo se relaciona directamente con el principal problema percibido por la ciudadanía: la vivienda. El centro de Lisboa tiene la mayor densidad de pisos turísticos de Europa. Según Idealista, en la ciudad el precio medio del alquiler está en 22,5 €/m². Por comparar, la misma fuente estipula casi lo mismo para Madrid (22,7 €/m²), pero en la capital española los salarios son un 30% más altos. Moedas está centrando su campaña en repetir que ha entregado 2.800 viviendas sociales —a lo que el socialismo responde que la mitad fueron construidas por iniciativa del anterior gobierno—, mientras elude prolongar la suspensión de nuevas licencias para pisos turísticos que caduca en noviembre, a la espera de una nueva normativa pendiente cuyo trámite dilata.
El racismo de la sociedad portuguesa ha sacudido el debate electoral en todo el país, pero en la peor dirección posible
Su propuesta para aliviar a quienes pagan alquiler son las bajadas de impuestos, en clara sintonía con el primer ministro, Luís Montenegro, que pertenece al mismo partido liberal-conservador (PSD) y está aplicando esa receta mientras desregulariza el mercado de la vivienda en todo el país. Les observa impotente el movimiento por la vivienda, que consiguió convocar varias manifestaciones masivas en 2023 y últimamente parece desinflado. En Lisboa, se concentró en recoger firmas para promover una iniciativa legislativa popular que prohibiera destinar casas al turismo. Para cuando consiguieron presentarlas, Montenegro había cambiado la ley para aumentar su competencia en esta materia, así que la iniciativa fue rechazada por el Tribunal Constitucional por interpretar que no tenía sentido a nivel municipal.
Otro movimiento social importante en la ciudad en esta legislatura es el de Vida Justa, una red de asambleas que se organizan en los barrios periféricos, donde viven mayoritariamente personas racializadas, para protestar por la precariedad habitacional y de los transportes públicos. En el área metropolitana de Lisboa, donde el chabolismo nunca fue erradicado del todo, la crisis de vivienda están llevando a más personas a vivir en barrios autoconstruidos. Vida Justa cobró aún más relevancia con su discurso antirracista en el contexto de los disturbios que prendieron fuego a la periferia de la ciudad en octubre del año pasado, después de que la policía asesinara al inmigrante caboverdiano Odair Moniz en una actuación todavía no aclarada.
Unas elecciones locales marcadas por los discursos racistas
El racismo de la sociedad portuguesa ha sacudido el debate electoral en todo el país, pero en la peor dirección posible. Montenegro está intentando endurecer la ley de extranjería para seguir los dictados de Chega. En Oporto, donde la derecha tradicional gobierna desde hace 24 años, lo reseñable es que Pedro Duarte, candidato favorito y exministro de Montenegro, está disputando a Chega el discurso antimigración; en Sintra, la alcaldía recaerá en la coalición de derecha amplia o la de centroizquierda, pero Rita Matias, estrella juvenil de Chega, puede conseguir un impresionante 25%.
En el resto de las ciudades más grandes del país no habrá sorpresas: la derecha tradicional renovará en Vila Nova de Gaia, Cascais, Braga, Oeiras... En Loures, una ciudad dormitorio de Lisboa donde prendieron los disturbios de 2024, quien probablemente renovará es un socialista que tampoco evita vincular crimen y migración. El relato de un supuesto aumento de la inseguridad, que no cuadra con los datos, ha calado incluso para Leitão en Lisboa, que lleva en su programa multiplicar la policía y la videovigilancia.
El último cartucho del centroizquierda
El actual panorama político portugués puede ser difícil de entender para quien recuerde que, en enero de 2022, el primer ministro era António Costa y su gestión fue respaldada con una mayoría absoluta. Un año y diez meses después de aquellas elecciones, Costa dimitió por un inexplicable caso de corrupción que parece haber quedado en nada (salvo la constatación de que el lawfare también existe en Portugal). Le sucedió Luís Montenegro, que también cayó por otro caso de corrupción. Este está más claro y sigue adelante, pero no importó a su electorado, que le premió reeligiéndole el pasado mes de mayo. El descrédito, no obstante, se nota en el crecimiento de la ultraderecha: el 12 de septiembre, por primera vez, una encuesta encargada por el Diário de Notícias aseguraba que Chega podría ser el partido más votado a nivel nacional.
Después de la municipales, la próximas elecciones serán presidenciales, en enero de 2026. Marcelo Rebelo de Sousa (también del PSD) está acabando su mandato con una popularidad relativamente alta, y parece el último ejemplar de una época en la que la política se hacía con elegancia y pretendido consenso. El candidato mejor posicionado para sucederle es el almirante Henrique Gouveia e Melo, conocido por dirigir la campaña de vacunación contra el covid-19, que desde entonces ha recorrido las televisiones haciendo gala de un populismo conservador que es difícil de calificar de otra manera que no sea “cuñadismo antipolítica”.
Otros candidatos están demasiado a la izquierda para un puesto que se juega a dos vueltas y tiende a premiar figuras de centro, o son demasiado insulsos como para mantener el pulso al último candidato confirmado: André Ventura, líder de Chega. En las apuestas va ganando que la segunda vuelta será eso: Gouveia e Melo vs. Ventura, susto o muerte.
Es necesario hacer un último apunte para dibujar el contexto, sobre el estado del poder mediático: una cadena de cierres y golpes de timón editoriales ha dejado un panorama muy poco plural y bastante escorado a la derecha, tanto en televisión como en los diarios. Si el próximo domingo las izquierdas no consiguen asegurar algunas posiciones institucionales desde las que mantener su relevancia, el camino de la extrema derecha para seguir marcando agenda y llegar al poder estará muy despejado para sus representantes.
Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!