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El símbolo de los partidos verdes europeos es el girasol. Es una planta anual cuyas semillas, comestibles, tienen múltiples usos, y cuya flor siempre mira a la mayor fuente de energía con la que cuenta la Tierra: el Sol. Aparentemente, cuando los girasoles alcanzan su madurez, este fenómeno —conocido como heliotropismo— cesa, la cabeza deja de moverse y se orienta en exclusiva al este para calentarse rápidamente con la luz de la mañana. Lo que vale para los girasoles parece valer para Los Verdes.
Estas formaciones, surgidas en los años 80, experimentan desde hace unos años —sobre todo en los medios de comunicación— una especie de ciclotimia política: ciclos cortos de (relativo) auge seguidos por otros de (relativo) descenso. Durante los primeros, el éxito —que quizá habría que entrecomillar— se ha traducido en la entrada en coaliciones de Gobierno con otros partidos. Hace años que la mayoría de estos partidos se han desprendido de sus orígenes contraculturales, permitiéndoles entrar en coalición con partidos conservadores (como ocurre en Austria o en los estados federados de Renania del Norte-Westfalia, Schleswig-Holstein y Baden-Württemberg en Alemania) o con los liberales además de los socialdemócratas (como ocurre en el caso de la llamada ‘coalición semáforo’ en Berlín).
El girasol mira a la derecha, donde se calienta más rápidamente, y ha dejado de moverse
Este ciclo parece estar dando muestras claras de agotamiento. El girasol mira a la derecha, donde se calienta más rápidamente, y ha dejado de moverse. Por citar los dos ejemplos más recientes: en Austria Los Verdes han perdido en las elecciones legislativas 10 escaños tras registrar una caída de 5,7 puntos, mientras que en Alemania han dejado de estar representados en los parlamentos regionales de Turingia y Brandeburgo y superaron por una sola décima el porcentaje necesario para estar representados en el de Sajonia.
Este descenso no tiene, por supuesto, un único motivo. Los militantes y partidarios de estas formaciones lo atribuyen a los constantes ataques de la derecha y de una ultraderecha al alza a su programa ecologista y a su promoción y defensa de los derechos de colectivos históricamente minorizados (LGTBI+, inmigrantes). Razón desde luego no les falta, pero obvian algo a lo que apuntan desde hace tiempo sus críticos desde la izquierda: las elecciones políticas adoptadas y la gestión misma de este programa —que ha llevado a que sea percibido por cada vez más capas de la población trabajadora no como una defensa de cambios necesarios para la protección del medioambiente y de derechos fundamentales para una parte de la población, sino como algo así como un entretenimiento de clase media-alta urbana—, por una parte, y la estrategia de conducir a estas formaciones al centro, de la que se esperaba obtener grandes réditos políticos, por la otra.
Los Verdes alemanes como síntoma
Sea como fuere, los malos resultados, unidos a la poca popularidad de la coalición semáforo —de acuerdo con un sondeo para el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, sólo un 3% de los encuestados valora positivamente para el país la coalición tripartita de gobierno, una alianza por lo demás marcada por la desconfianza entre socios y frecuentes disputas internas—, han precipitado a Los Verdes alemanes a una crisis.
El 25 de septiembre, Ricarda Lang y Omid Nouripur presentaron su dimisión como copresidentes de Los Verdes tras los malos resultados obtenidos en el último ciclo electoral. El partido mantendrá a la dirección hasta el próximo congreso de noviembre, donde saldrá elegida una nueva ejecutiva, que se espera que esté bajo la influencia del actual vicecanciller y ministro de Economía, Robert Habeck. Éste será asimismo, con toda probabilidad, el candidato a canciller en las próximas elecciones legislativas.
Con Habeck se consolidará previsiblemente el giro a la derecha de la formación, con vistas a una posible coalición a nivel federal con la Unión Cristiano Demócrata (CDU) tras los comicios de octubre de 2025. Por este motivo, Wolfgang Michal ha hablado en Der Freitag no de una “debacle” ni de un “nuevo comienzo” —una expresión empleada por Habeck—, sino de un “proceso de ajuste acelerado” (Anpassungsprozess) con vistas a las elecciones. Franziska Brantner, la candidata de Habeck a suceder a Lang en la presidencia de Los Verdes, ya ha manifestado su aspiración a abrir el partido a nuevos votantes y “no hacer política para un pequeño nicho” electoral.
Por su parte, la CDU prefiere por ahora mantener todas las opciones abiertas. Los Verdes gravitan en torno al 10% en las últimas encuestas de intención de voto y la hoja de servicios de Habeck no cuenta con la aprobación de todos los conservadores, ni mucho menos. El periodista Ansgar Graw, autor de Die Grünen an der Macht – eine kritische Bilanz (Los Verdes en el poder: una evaluación crítica, 2020) y actualmente vinculado a la fundación Konrad Adenauer (asociada a la CDU), recordaba en una entrevista con el diario suizo Neue Zürcher Zeitung que Alemania vive “en su crisis más profunda desde la fundación de la República Federal Alemana, en todos los frentes: las empresas se marchan, los precios de la energía son elevados, y lo mismo los impuestos”. “Y con todo”, seguía Graw, “el ministro de Economía verde ha cerrado las tres últimas centrales nucleares sin que fuese necesario” y además “importa gas de fracking de países lejanos por un precio elevado y con un equilibrio de CO2 miserable, sin comprobar antes si había alternativas en Alemania”.
La ex copresidenta de las juventudes de Los Verdes, Svenja Appuhn, argumentó que “a medio plazo, no hay mayorías en el partido para una política con orientación de clase que sitúe las cuestiones sociales en el centro”
A esta enumeración podría añadirse, como apuntaba un miembro de Los Verdes en Telepolis, cómo muchas medidas prometidas por Los Verdes no se han implementado una vez en el Gobierno, como la prohibición del glifosato —que se aplaza por 10 años— o la del motor de combustión, por las presiones de los influyentes sectores químico y automovilísticos.
A pesar de todo, los ministro-presidentes de los tres estados federados donde gobiernan con Los Verdes avalan este paso: “Se puede confiar en ellos en una coalición, se puede trabajar con ellos con plena confianza”, ha asegurado por ejemplo el ministro-presidente de Schleswig-Holstein, Daniel Günther, a los medios.
Las juventudes reclaman un ecologismo con “orientación de clase”
Horas después de anunciar su dimisión la cúpula de Los Verdes lo hizo la dirección de sus juventudes, que en un comunicado justificó su decisión de abandonar el partido y calificó a la coalición de Gobierno —en la que Los Verdes, junto con los liberales, han asumido frente al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) las posiciones más agresivas y pro-atlantistas en política exterior en relación a los conflictos en Ucrania y Gaza— de “amarga decepción”. La ya ex copresidenta de las juventudes de Los Verdes, Svenja Appuhn, argumentó que “a medio plazo no hay mayorías en el partido para una política con orientación de clase que sitúe las cuestiones sociales en el centro o muestre perspectivas para un sistema económico fundamentalmente diferente.”
En su declaración, la dirección de las juventudes de Los Verdes, que cuenta con unos 18.000 miembros, manifestó su decepción ante el hecho de que “Los Verdes no están dispuestos a plantar cara a los ricos y los poderosos”. “Quien se niega a hacer que los ricos paguen permite que sea la población quien pague”, protestaban al agregar que en ningún otro ámbito era más claro que en las medidas adoptadas para combatir el cambio climático. Para los dimisionarios, hace falta “una fuerza política que ponga a fin a cómo se hace la política actualmente”. Con ese fin, adelantaron sus planes de crear una nueva organización juvenil de izquierdas que preceda a la creación de un nuevo partido político.
Pocos días después, el 1 de octubre, la mayoría de miembros (seis de ocho) de la dirección de las juventudes de Los Verdes en Hamburgo anunció que abandonaría el partido, siguiendo a otros miembros de las direcciones de Baviera, Renania-Palatinado, Baja Sajonia y Renania del Norte-Westfalia. Con esta ola de dimisiones emerge hasta la superficie la división generacional que afecta a los partidos verdes europeos. En los últimos años estas nuevas generaciones de ecologistas —organizadas en movimientos como Extinction Rebellion— han criticado a Los Verdes y se han llegado incluso a manifestar contra ellos frente a las sedes del partido.
“Estimados verdes, pensaba que eráis diferentes, pensaba que ibais en serio con el cambio climático”, lamentó en un acto una activista de Exctinction Rebellion de Potsdam
Un punto de inflexión en este desencuentro fue el desalojo por parte de la policía en enero del año pasado de los manifestantes que protestaban en Lützerath (Renania del Norte-Westfalia) contra la ampliación de una mina de carbón a cielo abierto en la que opera la mayor grúa excavadora del mundo. Los Verdes ocupan cuatro carteras en el Gobierno de Renania del Norte-Westfalia, entre ellas las de Economía, Industria, Protección del Medioambiente y Energía, la de Medio Ambiente y Transporte y la de Justicia, por lo que fueron vistos, en propiedad, como coresponsables del desalojo.
“Estimados verdes, pensaba que eráis diferentes, pensaba que ibais en serio con el cambio climático”, lamentó en un acto una activista de Exctinction Rebellion de Potsdam. “Fui ingenua, ahora lo sé”, continuó, “sois el partido que fue elegido por su lucha decidida contra el cambio climático ¿y ahora capituláis en Lützerath ante los gerifaltes de una empresa energética fósil? Esperábamos de vosotros el impulso y la defensa de las políticas ecológicas en la coalición semáforo y en Renania del Norte-Westfalia sois los que las habéis enterrado”.
¿Hacia una reconfiguración del mapa político?
Como no tardaron en ver algunos medios de comunicación, esta oleada de renuncias ocurrió antes en la vecina Austria, donde las juventudes de Los Verdes acabaron integrándose en el Partido Comunista de Austria (KPÖ). La salida natural en Alemania, como apuntó Sebastian Friedrich desde las páginas del semanario Der Freitag, sería su incorporación a La Izquierda.
De suceder, La Izquierda vería justificada su estrategia de acercarse a posiciones verdes, una estrategia que hasta ahora no le ha proporcionado réditos electorales. Al mismo tiempo, no es claro que el desembarco de las juventudes de Los Verdes —de producirse y no crear otro partido que fragmentase aún más el espacio de la izquierda en Alemania— fuese suficiente como para relanzar al partido.
Además de la escisión de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) —que no solo ha irrumpido en los parlamentos regionales de Sajonia, Turingia y Brandeburgo, sino que se ha convertido en una fuerza clave para la formación de Gobierno en estos tres estados federados—, se rumorea desde hace meses que un sector de La Izquierda, agrupado en torno a la corriente marx21 y descontento con las decisiones de la dirección, podría romper con el partido para crear otro netamente anticapitalista, lo que dejaría a La Izquierda como una fuerza rojiverde del estilo de las existentes en los países nórdicos.
La propia aparición de BSW habría afectado el desempeño electoral de Los Verdes a juicio de Graw en la entrevista antes citada. “Como bastión moral contra la derecha, Los Verdes eran y son creíbles: cuanto más fuerte era Alternativa para Alemania (AfD), mayor era la popularidad de Los Verdes como oposición a AfD”, explicaba Graw, “pero ahora esta esperanza ha quedado hecha añicos porque AfD tiene que compartir de repente una parte de su programa con BSW, y el antifascismo ritual de Los Verdes ha dejado de funcionar”.
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Durangoko Azoka Zeren zain zaudete, irakurleok?
Muchos de los partidos "Verdes" son militaristas, así que deberían llamarse partidos "Caqui". Es cierto que Petra Kelly se volvería a morir al ver en que se ha convertido el Partido Verde alemán. (Por cierto, ¿Petra Kelly y su pareja se suicidaron, o los suicidaron?).
Todo indica que fue un asesinato machista y posterior suicidio del asesino
La deriva de Die Grünen a posiciones no sólo reformistas y burguesas, sino belicistas e imperialistas avergonzaría a Petra Kelly y otros pioneros antinucleares y pacifistas. Decididamente los verdes ya son parte del problema, no de la solución. En cuanto a este atribulado país: en 2010 escribía en Diagonal que el 'éxito' de Equo iba a depender básicamente de 2 cuestiones, a saber: tener un programa económico transformador anticapitalista, decrecentista y de colonial, y establecer una vida interna verdadera y radicalmente democrática. Ninguna de las dos premisas se cumplió, el partido ya nada más nacer fue cooptado por eco-bugueses con aspiraciones a carguito y otros despojos de izquierda hundida con ambiciones tan grandes como su ego, y cuanto al programa económico se contentaron con un tibio discurso socialdemócrata ambientalmente corregido o simple 'capitalismo verde' (perdonen el oxímoron), luego al estilo inaugurado por iglesias-errejón se dividieron para convertirse en comparsas de esos dos que nunca fueron ni ecologistas ni antimilitaristas para dar su escaño de mierda a Uralde y Sabanés respectivamente... Y se cargaron, y se cagaron en, toda 'la esperanza verde' (título del primer libro de Petra Kelly traducido al castellano). Pero hay que agradecerles algo: a los que estamos en la defensa de Gaia nos dejaron claro que la vía institucional está definitivamente clausurada.