Alemania
La ‘coalición semáforo’ se apaga en Alemania

Alternativa para Alemania (AfD) se convirtió en la fuerza más votada en Turingia y en la segunda fuerza en Sajonia. Los tres partidos de la coalición de gobierno en Berlín han encajado una derrota sin paliativos cuando falta un año para las elecciones al Bundestag.
Olaf Scholz OTAN JUL-2024
El canciller alemán, Olaf Scholz durante la cumbre de la OTAN el pasado mes de julio en Washington, DC.

Se esperaba tormenta y la tormenta llegó. Alternativa para Alemania (AfD) se convirtió en la fuerza más votada en Turingia (32,8%) y en la segunda fuerza en Sajonia (30,6%), donde el pasado domingo se han celebrado elecciones a sus respectivos parlamentos regionales. En el primer estado federado la ultraderecha tiene una ventaja de casi diez puntos sobre la Unión Cristiano Demócrata (CDU), que ha obtenido un 23’6%, mientras en el segundo, donde la CDU ha obtenido un 31,9%, AfD ha quedado solamente a un punto porcentual de empatar con los conservadores. La participación ha sido elevada y la ultraderecha, que obtiene buenos resultados entre los votantes más jóvenes y los de mayor edad, gana en casi todos los distritos electorales y solo parecen resistírsele los centros de las grandes ciudades. 

Aunque no con los porcentajes que preveían las encuestas de intención de voto, la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), el otro partido sobre el que estaban puestas todas las miradas, ha irrumpido en ambos parlamentos regionales —es la tercera fuerza en Turingia (15’8%) y en Sajonia (11’8%)—, convirtiéndose en el primer partido de la historia de la República Federal Alemana en conseguir representación parlamentaria con porcentajes de dos dígitos y en el mismo año de su fundación. El alza de BSW en Turingia se debe sobre todo a antiguos votos que iban a La Izquierda (84.000), muchos más de los procedentes de la CDU (18.000), el SPD (11.000) o AfD (11.000), según los datos publicados por el semanario Der Spiegel en su edición digital. Los números son muy parecidos en Sajonia, donde BSW absorbe 73.000 votos de La Izquierda, 43.000 de la CDU, 23.000 de AfD y 16.000 del SPD. En ambos casos ha conseguido movilizar a antiguos abstencionistas: 13.000 en Turingia y 45.000 en Sajonia. 

Los buenos resultados obtenidos en Turingia y Sajonia dan alas tanto a AfD como a BSW para crecer y consolidarse en el sistema de partidos alemán

Los buenos resultados obtenidos en Turingia y Sajonia y, previsiblemente, también en Brandeburgo el próximo 22 de septiembre, dan alas tanto a AfD como a BSW para conseguir, si no porcentajes iguales a los conseguidos en estos Länder, sí al menos para crecer y consolidarse en el sistema de partidos alemán.

Por su parte, los tres partidos de la coalición de gobierno en Berlín han encajado una derrota sin paliativos. El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) ha obtenido un 6’1% en Turingia y un 7’3% en Sajonia. Los Verdes (3,2%) y los liberales del FDP (1,1%) han quedado por debajo del umbral del 5% en Turingia y no estarán representados en la cámara, mientras que en Sajonia Los Verdes han entrado por los pelos (5,1%) y el FDP se queda fuera del parlamento. La Izquierda, que gobernaba Turingia, se ha desplomado con una caída de 18 puntos en este estado federado, y en Sajonia, donde ha obtenido un 4,5%, no perderá su representación en el parlamento gracias a dos diputados elegidos por mandato directo y que ayudan a maquillar ligeramente la crisis que vive el partido. Martin Schirdewan, copresidente de La Izquierda, cargó duramente contra BSW, a la que tildó de “un regalo para AfD, porque la izquierda social y también mi partido sufren, pero también porque la extrema derecha ve sus posiciones reforzadas gracias a BSW”.

De mantenerse el cordón sanitario a AfD, la formación de gobierno en ambos estados federados se antoja complicada. En Turingia ninguna coalición logra sumar una mayoría de 45 diputados. La que más se acerca es un tripartito entre la CDU, el SPD y BSW, aunque BSW podría llegar a gobernar en un tripartito con La Izquierda y el SPD (33 diputados) tolerado por la CDU, que a su vez podría gobernar con BSW (38 diputados) si el resto de partidos tolerasen esta coalición. En el caso de Sajonia se requieren 61 diputados para obtener una mayoría, una suma que únicamente alcanzan un tripartito entre la CDU, el SPD y BSW (66 diputados) o entre la CDU, BSW y Los Verdes (63 diputados), aunque una coalición entre la CDU y BSW podría gobernar de ser tolerada por Los Verdes. En cualquiera de los casos, Alemania se adentra en un terreno político totalmente nuevo.

Los medios de comunicación han levantado argumentos que atribuyen los resultados electorales del domingo a su pasado autoritario, un argumento gastado cuando han pasado 33 años desde la Reunificación y en Alemania del Este vive ya una generación que no ha conocido la RDA

No menos previsiblemente, los medios de comunicación han intentado estos días levantar los conocidos diques argumentales en torno a los estados federados de la antigua República Democrática Alemana (RDA), atribuyendo los resultados electorales del domingo a su pasado autoritario. El problema con este argumento no es ya el evidente aspecto gastado y raído de sus sacos terreros, sino el riesgo de regresar a sus autores como un bumerán, pues han pasado 33 años desde la Reunificación y en Alemania del Este vive ya una generación que no ha conocido la RDA —aunque indirectamente pueda recibir aún los ecos de su influencia a través de sus padres y abuelos—, pero sí, en cambio, los problemas estructurales que aquejan a Alemania oriental desde entonces: la desindustrialización, el desempleo y la falta de oportunidades, la emigración hacia el oeste y la despoblación.

Aunque desde ciertos medios de comunicación se haya llegado incluso a publicar artículos sobre cómo los alemanes orientales creen que “hay una conspiración contra ellos”, lo cierto es que estos problemas, muy reales para una parte nada desdeñable de la población, ya no son exclusivos de los llamados “nuevos estados federados” (neue Länder), sino de todo el país, de ahí que los resultados de este domingo sean un toque de atención para el gobierno federal.

Cómo Ucrania cortocircuitó al ‘semáforo’

Acaso consciente de la fragilidad de los diques argumentales ya mencionados para evitar que los resultados electorales desborden Alemania oriental y se extiendan al resto del país, el gobierno de Olaf Scholz decidió fijar la convocatoria de las próximas elecciones al Bundestag el 28 de septiembre de 2025. La convocatoria aleja así la posibilidad de un desastre en las urnas en unas eventuales elecciones anticipadas para los tres partidos que forman la coalición de gobierno —en la última encuesta de intención de voto publicada antes de las elecciones del domingo el SPD, Los Verdes y el FDP sumaban un 31%—, que se concede de este modo un balón de oxígeno para intentar remontar en los sondeos en los próximos meses. Pero un año da para muchas cosas, y ese período de tiempo también puede llevar a un mayor desgaste. El tiempo de vida restante de la coalición de gobierno, llamada ‘semáforo’ (Ampel) por los colores de los partidos que la integran —rojo (socialdemócratas), amarillo (liberales) y verde (ecologistas)—, puede convertirse en una maratón para quienes forman parte de ella.

Antes de las elecciones, Der Spiegel publicó en su edición impresa un reportaje sobre el maltrecho estado de la coalición de gobierno en Berlín, en la que el ministro de Finanzas, Christian Lindner (FDP), ya no se habla con el vicecanciller, Robert Habeck (Los Verdes), mientras Scholz intenta oficiar de árbitro entre ambos. El tripartito alemán, que se dio a conocer el 24 de noviembre de 2021 al mundo con el título de “coalición de progreso” —que hoy ya no recuerda nadie—, arrancó con la esperanza de que esta alianza de gobierno inédita significase un avance en la política alemana, pues obligaba a todos los participantes a negociar y encontrar consensos. 

Al frente de ella se encontraban tres políticos —Scholz, Habeck y Lindner— con trayectoria y experiencia, que habían sufrido derrotas electorales y extraído lecciones de ellas para volver a la palestra con fuerzas renovadas. Atrás quedaban la ajada gran coalición entre socialdemócratas y conservadores y la coalición entre conservadores y liberales, las últimas encarnaciones de las cuales habían tenido lugar bajo los auspicios de Angela Merkel durante los largos años de estancamiento en los que todo parecía ir bien. El tripartito era, en comparación, algo nuevo y prometedor. “De esto puede surgir algo así como una coalición”, declaró Scholz. “Hemos reconocido en él una personalidad dirigente”, dijo Lindner de Scholz. Habeck aseguró “haber aprendido los unos de los otros” durante las negociaciones para formar coalición.

Tras la invasión de Ucrania, las sanciones comunitarias al petróleo y el gas rusos llevaron, como era de prever, a que los precios de la energía se disparasen, arrastrando consigo a la otrora poderosa industria alemana

La invasión rusa de Ucrania, el 22 de febrero de 2022, tres meses exactos después de que se presentase el acuerdo de coalición, y los acontecimientos que la siguieron —desde el sabotaje al gasoducto NordStream hasta las sanciones occidentales contra Rusia y su respuesta asimétrica por parte del Kremlin—, con sus consecuencias económicas para el continente, y de manera marcada para Alemania, precipitaron las cosas para el flamante gobierno tripartito. Las sanciones comunitarias al petróleo y el gas rusos llevaron, como era de prever, a que los precios de la energía se disparasen, arrastrando consigo a la otrora poderosa industria alemana, necesitada por otra parte de una urgente puesta al día en varios ámbitos, y disparando la inflación, que pronto se dejó notar en el bolsillo de los ciudadanos.

El tope de deuda (Schuldenbremse), ensalzado durante los años de la crisis de deuda en la Unión Europea (UE) que terminaron con el castigo ejemplarizante a Grecia, impedía cualquier política anticíclica con la que, al menos, paliar los efectos económicos de estos acontecimientos, que pronto se tradujeron en un creciente malestar social y las protestas, de manera destacada, de los agricultores, que llevaron sus tractores hasta Berlín. Además, Los Verdes, a través de su beligerante ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, comenzaron a presionar a los socialdemócratas, históricamente más inclinados al entendimiento con Rusia para el buen funcionamiento del país, para que abandonasen esta posición y entregasen a Ucrania cada vez más armas y dinero, a pesar de la oposición de la mayoría de la población alemana, reflejada hasta hace muy poco de manera constante en las encuestas.

Con las relaciones ya bastante degradadas, los tres socios de gobierno esperan  que algún acontecimiento internacional, como una nueva crisis del petróleo o la victoria de Donald Trump, les permita marcar un perfil propio

Todos los desencuentros posteriores proceden, de alguna manera, de aquí. En febrero de 2023 alguien en el gobierno filtró al diario Bild una propuesta de ley, capitaneada por Habeck, para sustituir las calderas en Alemania por modelos más eficientes energéticamente, permitiendo al tabloide aparecer con el titular “Habeck quiere prohibir la calefacción de gas y petróleo” —la de la mayoría de la población—, y que evaporó toda la confianza entre los socios de gobierno y, particularmente, entre Los Verdes y el FDP. Meses después, el 15 de noviembre de 2023, los socios de gobierno se pelearon nuevamente por desacuerdos en los presupuestos generales, una materia en la que, como recuerda Der Spiegel, hasta entonces el canciller había dejado margen de maniobra a su ministro de Finanzas, lo que Lindner interpretó –como Habeck había hecho antes– como una falta de confianza. Irónicamente, hasta la fecha Scholz se había mostrado bastante conciliador con Lindner, ya que quería evitar que los liberales se viesen como una fuerza minorizada frente a dos partidos “de izquierdas” como el SPD y Los Verdes.

Con las relaciones ya bastante degradadas, los tres socios de gobierno esperan que esta “conllevancia” durante un año no les perjudique demasiado y, quizá, algún acontecimiento internacional, como una nueva crisis del petróleo o la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre en los Estados Unidos, les permita marcar un perfil propio de contornos claros y definidos en vez del actual, cada vez más desdibujado.

Los partidos se posicionan

Aunque aún falta un año para las elecciones al Bundestag, los partidos ya comienzan a posicionarse. El copresidente de Los Verdes, Omid Nouripour, ha descrito al tripartito como una “coalición de transición”. La pregunta, por tanto, es obligada, ¿de transición hacia dónde? Días después varios políticos de la formación despejaron la duda y dejaron entrever que su socio preferente sería la Unión Cristiano Demócrata (CDU), que lidera todas las encuestas de intención de voto, siguiendo un modelo que ya se ha puesto en práctica a otros niveles en Alemania y que gobierna (por ahora) en la vecina Austria. Ya nadie habla del sueño de “un canciller verde”, que el partido ha acariciado en el pasado y Habeck aspiraba conseguir. El FDP —que en las encuestas de intención de voto se encuentra en torno al 5% necesario para mantener su representación parlamentaria— también se decantaría por entrar como socio minoritario en un gobierno con los cristianodemócratas, como ha hecho históricamente, aunque la novedad sería, quizá, hacerlo en esta ocasión en combinación con otro partido.

Por su parte, la esperanza del SPD es no hacerse notar demasiado, dejar que los liberales y Los Verdes se despedacen entre ellos y coaligarse con los conservadores para formar el próximo ejecutivo alemán. Después de conocerse los resultados de las elecciones en Turingia y Sajonia, el secretario general del SPD, Kevin Kühnert, se despachó a gusto con sus socios de coalición y afirmó, sin rodeos ni indirectas, que los socialdemócratas “no se dejarían dictar por otros que han sido expulsados de parlamentos regionales en unas elecciones de manera aplastante”.

Por su parte, Scholz, consignaba Der Spiegel en su reportaje, “ha aprendido la lección fundamental política de que al final siempre acaba ganando si permanece el suficiente tiempo sentado: al final todos los que se interponían en su camino se han acabado marchando, ya fuese Ole von Beust en la alcaldía de Hamburgo, Sigmar Gabriel en la Willy-Brandt-Haus [sede del SPD] o Angela Merkel en la cancillería”. Con la discreción que lo ha caracterizado, es posible que Scholz no se presente como candidato, haga mutis por el foro y deje paso a una cara nueva, o, más probablemente, que lo haga y abandone el escenario una vez el SPD tenga que entrar en un gobierno como socio menor de coalición. Lars Klingbeil, el copresidente del SPD, es el nombre que más suena en los medios como su sustituto.

Aunque aún falta un año para las elecciones al Bundestag, los partidos ya comienzan a posicionarse; en cualquier caso, el país habrá girado a la derecha

El presidente de la CDU, Friedrich Merz, se ve ya en la cancillería. Los sondeos se lo permiten: el holgado 30% que registran los cristianodemócratas en las encuestas de intención de voto desde hace meses le permitiría elegir cómodamente a su socio (o socios) de gobierno dependiendo de la situación dentro de un año, desde una reedición de la gran coalición con los socialdemócratas hasta una ‘coalición Jamaica’ (CDU-FDP-Los Verdes) o una ‘coalición Kenia’ (CDU-SPD-Los Verdes), pasando por una ‘coalición Uganda’ (CDU-SPD-FDP).

En cualquiera de los casos, el país habrá girado a la derecha, como ha evidenciado el reciente debate sobre política de asilo, pero también su decidida apuesta por incrementar los presupuestos militares, mantener intacto el tope de deuda o desplegar una política exterior atlantista a la que hasta el día de hoy una considerable parte de la población se opone. Si se mantienen los porcentajes de las actuales encuestas de intención de voto, la segunda fuerza en el Bundestag será, independientemente de la constelación política que gobierne, la ultraderecha de AfD, que actualmente se encuentra entre 16 y 17 puntos porcentuales, y BSW también estará representado en él.

Próxima parada: Brandeburgo.

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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
2/9/2024 15:50

Alemania va hacia el suicidio económico y político, de la mano de un SPD profundamente capitalista y vendido a los intereses del capital estadounidense. Han dejado al país desindustrializado, a los trabajadores en paro y sin servicios públicos y dependiente de EE.UU y tienen la osadía de echarle la culpa a la RDA! Jajaja
Y mientras tanto, el partido BSW no solo está diviendiendo a la única izquierda real, el Die Linke, encima echa la culpa del capitalismo a sus víctimas: los trabajadores inmigrantes que huyen del saquei y deuda neocolonial en sus países. Los racistas jamás serán de izquierdas, sino una herramienta del capital para dividirnos!

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