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Pista de aterrizaje
Amaia Castaños: “La filosofía sirve para amar la vida”
Bilbaína nacida en 1973, es la hija pequeña de una familia cuyos progenitores tienen una pequeña empresa de distribución de material de papelería. Tiene un doctorado sobre “desviolencia” y es profesora en las aulas de experiencia de la UPV.
Bilbaína nacida en 1973, es la hija pequeña de una familia cuyos progenitores tienen una pequeña empresa de distribución de material de papelería. Sus dos abuelos fueron desertores de la Guerra Civil: uno escondido en una alcantarilla en la muga con Cantabria y otro en el ático de una masía de Catalunya. Estudió en colegios religiosos arte dramático, psicología y filosofía, y tiene un doctorado sobre “desviolencia”. Ha trabajado como moza de almacén y, desde hace diez años, en Oihuka, un gabinete de asesoría psicológica. También es profesora en las aulas de experiencia de la UPV.
¿Para qué sirve la filosofía?
Para todo. Entre mi hermano mayor y yo, mi madre tuvo dos hermanas gemelas, en 1972. La misma noche que nacieron en la clínica La Gota de Leche las trasladaron al Hospital de Cruces. Dijeron que una había muerto de ictericia a las 36 horas y que la otra falleció sin causa aparente a los siete días. Cuando empezó a salir en la televisión lo de los bebés robados, lo tuvimos claro. Los informes se contradicen. Fuimos al cementerio de Barakaldo y comprobamos que en su nicho no había nada. Monjas y médicos estaban implicados. El caso es tan escandaloso —normalmente solo se robaba uno de los gemelos— que es uno de los pocos que no ha sido archivado. Pero, ¿qué es ser madre?, ¿tienes derecho a decirle a una adulta de 46 años que su madre no es su madre? Cuando el trauma y los dilemas éticos están ahí, la filosofía sirve para orientarse.
¿Fuiste una niña pensadora?
Bueno, de muy joven ya leía filosofía, aunque lo que más me gustaba era dibujar e ir al monte. Luego llegó la adolescencia, con la vida social nocturna, la cabeza rapada, la cresta, los clips y las canciones de La Polla Records. En casa no me apoyaron para estudiar bellas artes y me puse a trabajar con 18 años, pero mi salud se rompió.
¿Por los excesos juveniles?
Empecé a perder peso. Mido 1,72 y me quedé en 37 kilos. Pasé por varios psiquiatras. Dijeron que estaba loca, me diagnosticaron anorexia. Tuve tuberculosis y me costó un año curarme. Fue un recorrido médico interminable hasta que me encontré con un especialista de digestivo que me salvó. Con 22 años me operaron a vida o muerte y, en total, he pasado doce veces por el quirófano. Tengo un síndrome de esos raros. Sumando todas las intervenciones y posoperatorios, he estado años en la cama. En esos casos, me refiero a los de enfermedades crónicas muy graves, en los que la depresión es una amenaza severa, la filosofía también ayuda.
¿Ya tenías formación filosófica?
No, yo buscaba emociones y aprendes más en arte dramático. Luego, ya con la enfermedad, me puse con la psicología porque pensé que ahí encontraría las respuestas.
¿Estaban allí?
No. Terminando el posgrado de psicodinámica, una especialización orientada hacia el inconsciente, empecé a estudiar filosofía. Me metí tan profundamente que hice la carrera en tres años. El primer año que me matriculé, leyendo un libro, vi que ahí sí que estaba lo que buscaba y, cuando terminé los estudios, entendí que la filosofía sirve para amar la vida y compartirlo con las personas.
Parece razonable.
La filosofía contiene todo lo que respecta a convivir mejor, valorar la vida y tener una vida buena, y señala lo importante, que son muy pocas cosas. Yo diría que una: que nos morimos. Y cuando una se hace consciente de eso, sabe dar importancia a las cosas que la tienen. Epicuro decía que el placer es la ausencia de dolor y me quito el sombrero. Hay otras herramientas, pero la filosofía es el todo, sin ella no hay nada.
¿Y cómo se consigue en medio de la soledad y el consumismo de nuestra sociedad capitalista?
Yo lo intento con el gabinete de asesoría psicológica del que formo parte. Soy muy pesada con el lenguaje, porque creo que cómo nos hablamos es muy importante en la vida. Y también con la violencia. Uso la psicología para, a través de una teorización que empieza en el “mal” filosófico, llegar a la desviolencia. Frente a la no violencia, que es un posicionamiento que parte de creer que la violencia nos es ajena, la desviolencia entiende que la violencia es humana y no trata de anularla, sino de aprender a vivir sin usarla.
¿Hay esperanza?
La violencia más extendida es muy sutil, está en todos lados, pero eso no quiere decir que todas las personas tengamos todos los registros. Lo que hay que hacer es saber descifrarla para no utilizarla y para que no se practique alrededor. Pero es difícil porque mucha gente que la ejerce no sabe lo que hace.
Suena a eximente.
El fenómeno de La Manada es posible porque existen móviles donde se ven violaciones en grupo que son reales, pero ¿tú crees que tienen consciencia de lo que están haciendo?
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La prepotencia, el dominio y la violencia son actitudes humanas de las que somos perfectamente conscientes a partir de cierta edad...no las justifiquemos. Otra cosa es intentar explicarlas desde las influencias culturales propias que no son siempre transmitidas conscientemente. Pero una vez que se exponen, se dan a conocer, no hay vuelta de hoja, las personas prepotentes, dominadoras y violentas han de reeducarse, tomar consciencia y cambiar. Pidiendo perdón primero, asumiendo las consecuencias de sus actos en un estado democrático y de derechos, creo.
Las Manadas, sí tienen consciencia de lo que hacen. Otra cosa es que no comprendan la magnitud y gravedad de sus actos.