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Pista de aterrizaje
Isabel Rodríguez: “Ahora limpiamos el triple por el mismo sueldo”
Sostienen el mundo y, ahora, más que nunca. Isabel Rodríguez (Bilbao, 1964) es limpiadora, cinéfila, lectora y, sobre todas las cosas, una mujer libre. Lleva 20 años trabajando de limpiadora en el Aeropuerto de Bilbao, rotando entre distintas empresas, varias crisis y las consecuentes huelgas.
¿Cómo fue tu niñez?
Muy fantástica, porque yo era muy fantástica. Crecí dentro del franquismo, pero no fui consciente hasta los 13 años, cuando murió Franco. En ese momento empecé a comprender lo que era una dictadura. Me habría gustado ser actriz o incluso estudiar música, pero no tuve la más mínima oportunidad ya que mis padres no podían mandarme a clases extra. Una infancia feliz y una adolescencia problemática, porque yo era problemática y muy rebelde. Nunca quise acatar las normas.
Hija de obreros.
Sí, con la muerte de Franco también comencé a tomar conciencia de clase, de que era hija de obreros y una obrera más. Empezaron a conformarse mis ideas políticas y mi manera de ver la vida. Mi padre, casualmente, también trabajó en un aeropuerto, en el de Sondika. Fue siempre un gran trabajador y gracias a él comprendí lo que significaba ser hija de un obrero y cómo les explotaban. Por esa época, también despertaron mis ideas sobre el feminismo, aunque entonces no era muy consciente de la situación de la mujer. Mi madre tenía ideas muy machistas. Recuerdo estar día a día luchando porque nos tratasen igual que a los hombres, por tener la misma libertad, aunque no fue así.
Me siento realizada como persona, como mujer y ser humana. Y no he necesitado ser madre para lograrlo. Esa no es la función vital de una mujer
¿Cuándo comenzaste en el aeropuerto?
Entré aquí porque me separé. Siempre había tenido trabajos precarios y sin asegurar, y necesitaba algo más fijo para mantenerme.
Sin hijos, ni marido.
Me siento realizada como persona, como mujer y ser humana. Y no he necesitado ser madre para lograrlo. Esa no es la función vital de una mujer.
Ese discurso sigue muy presente.
Seguimos en una sociedad profundamente machista, en la que a las mujeres se nos ve como reproductoras. Eso es así y seguirá siendo así, no hacemos nada por cambiarlo. Espero que las futuras generaciones de mujeres tengan claro que no tienen por qué ser madres, ni princesitas, ni necesitan la protección de nadie.
Y en el trabajo, ¿qué tal con las compañeras?
Hay una cosa que las limpiadoras del aeropuerto llevamos a rajatabla: si es necesario, a la hora de la verdad, nos unimos, siempre juntas. Cuando hacemos las asambleas, siempre recalcamos la idea de que el enemigo no está entre nosotras, son ellos. Tenemos que estar juntas para que no nos recorten nada, para que no nos quiten más derechos. Así, siempre hemos salido adelante. Cuando la cosa empiece a mejorar, las empresas se van a resistir a coger gente y la carga de trabajo aumentará. Pero nosotras, la plantilla fija, no nos dejamos pisotear. Una huelga de la limpieza puede ser muy dura. No solo dejas de limpiar, sino que también ensucias. Somos un colectivo con fuerza, aunque nunca hemos tenido necesidad de mostrar hasta cuánta.
¿Ha cambiado mucho vuestra tarea?
Limpiar es limpiar. La única ventaja que tenemos es que, por el momento, no hay ninguna máquina que pueda hacerlo. Lo que ha ido cambiando es la carga de trabajo: ahora hay mucha más para cada una. Se han ido ampliando las instalaciones, pero no el personal. Con el coronavirus ha pasado igual, limpiamos el triple, pero por el mismo sueldo.
¿Y lo que viene?
Me dejo llevar. Lo único que tengo en mente es seguir trabajando unos años más, porque es lo que me permite mantenerme y tener la vida que tengo. Soy de afrontar las cosas en su momento.
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