Partidos políticos
Seis lecciones de urgencia sobre la España vaciada

No podemos representar a la España vaciada hablando de políticas demográficas, sin tener en cuenta que lo que se está exigiendo es un nuevo reparto de poder entre los territorios.
Pueblo autovia  A-3
Un municipio de la provincia de Cuenca desde la autovía A-3. David F. Sabadell
Daniel Ripa

Exdiputado de Podemos en Asturias.

22 feb 2022 13:40

Un AVE conecta en pocos minutos Madrid y Valladolid, pero Santiago Abascal sería el único líder estatal que lo utilizaría para pasar la noche electoral de Castilla y León en Castilla y León (sorprende que las y los dirigentes estatales, tras semanas repitiendo la importancia del 13-F, desaparecieran de la noche electoral para evitar quemarse). Dueño y señor de la escena, ante decenas de patriotas enfervorizados, en pleno Castillazo, Abascal lanzaba una sorprendente declaración: “Vamos a representar las demandas de la España vaciada, hayan obtenido o no representación”.

Pocas horas después Pablo Iglesias le daba la razón. Soria Ya! sería un movimiento sensible a la ultra-derecha, mientras cerraría el paso a la izquierda: “Las formaciones provinciales seguramente multiplicarán su presencia en el Parlamento a costa de los votos de la izquierda. Ya han dejado claro que no aplicarán cordones sanitarios a la ultraderecha. Saquen sus propias conclusiones”. Saquémoslas: ¿el análisis de las izquierdas sobre la España vaciada puede ser el mismo que el de Vox? ¿Estamos entendiendo el fenómeno? En las siguientes líneas expongo seis claves de urgencia para entender el éxito (y límites) de la España vaciada.

La falacia de Vox ante la España vaciada

Es evidente que Vox no lanzaba flores a Soria Ya y UPL porque se hubieran vuelto regionalistas ni porque esperen reclutar a sus votantes (que rechazan a Vox), sino para ganar votos en todas las provincias de la España vaciada donde no hay plataformas ciudadanas o partidos consolidados. Su mensaje no era para Soria y León, sino para Huesca, La Rioja, Zamora o Huelva. Saben que ahí se va a jugar la batalla de las siguientes elecciones generales.

Su falacia sobre la España vaciada consiste en manipular las soluciones ante los problemas de esos territorios y apuntar hacia los culpables equivocados. Según ellos, las demandas provinciales reflejarían el abandono causado por el estado de las autonomías. ¿La solución? Limitar el peso de catalanes y vascos en una recentralización que permita una relación directa “en igualdad” con el Estado central, evitando la horda de “élites corruptas” de las comunidades autónomas (“prefiero que me robe 1 que 19”). No se confundan. Los sorianos y turolenses (y los asturianos, riojanos, o extremeños) saben que hay una crisis del modelo autonómico (y probablemente rechacen una mayor autonomía en Euskadi y Catalunya), pero lo que exigen estos territorios no es devolver su autonomía a Madrid sino descentralización e inversiones y una discriminación positiva a territorios que pierden actividad económica y población. 

El eje centralismo-descentralización es antagónico entre Vox y las plataformas y partidos de la España Vaciada. Pero para contraponer la falacia de Vox es necesario plataformas y movimientos políticos sobre el terreno que ayuden a apuntar en la dirección adecuada, evitando que las provincias se conviertan en terreno fértil para un partido ultraderechista. Recuerda Fernando Fernández que “con la actual estructura demográfica de nuestro país y con la actual ley electoral (con 25 provincias vaciadas claves para la gobernabilidad estatal), si la presencia de la ultraderecha se consolida en el medio rural, no habrá forma de desbancarla”. Dado que Vox se nutre precisamente de la falta de estructuración territorial en esas zonas, las organizaciones arraigadas de la España vaciada son precisamente su antídoto.

Teruel Existe y Soria Ya! son fruto de décadas de reivindicaciones, pero en muy pocas provincias en el Estado hay experiencias así de plataformas vecinales en lucha y sin ello no es tan fácil lograr éxito electoral

Vaciados sí, arraigados también 

Soria Ya!, como antes Teruel Existe, tras 20 años como movimiento social, arrasa al dar el salto a las instituciones. Sus espectaculares resultados han vaciado al PSOE y frenado el paso a Vox. Que más del 40% de la población te vote significa que te consideran de los suyos. No están comprando su programa ni su experiencia, sino que se valora que ‘son gente como tú’. Arraigo. ¿Podría ser extrapolable el modelo a otros territorios? Sí, pero no a todos. España Vaciada, vaciada de activistas rurales tras recibir un aluvión de oportunistas de capitales de provincia despobladas, intentó arrimarse al efecto Soria Ya! y concurrir en otras provincias. Burgos era su mejor opción, una provincia donde Tierra Comunera en 1999 y más recientemente Podemos en 2015 y 2019 habían logrado representación. Pero no lo han conseguido. Estas elecciones demuestran que no sirve con estar vaciado, debes también estar arraigado. Teruel Existe y Soria Ya! son fruto de décadas de reivindicaciones, pero en muy pocas provincias en el Estado hay experiencias así de plataformas vecinales en lucha y sin ello no es tan fácil lograr éxito electoral. También es cierto que en la última década estamos viendo una densificación de las plataformas, asociaciones y movimientos sociales en las zonas rurales. Y eso supone una buena noticia para aquellos que estén ya trabajando e implicados social y políticamente en las zonas rurales: existe una oportunidad real en el tablero político. 

Este “neocantonalismo” o “neoregionalismo” impulsa también a partidos nacionalistas y regionalistas ya consolidados. Tiene que ver con la crisis de soberanías que vive Europa, pero también con la confianza de quien siempre estuvo allí.  Es una ‘ola vintage’. En los últimos ciclos electorales han crecido el BNG, Bildu, Esquerra, Compromis o el PRC, pero también partidos como la Unión del Pueblo Leonés, sin liderazgos consolidados, con una implantación social decreciente (pero mayor que Podemos, IU o la España vaciada) y que venía de obtener uno de los peores resultados de su historia en 2019. La mezcla de demandas de autonomía y descentralización, crisis del bipartidismo y del ciclo 15M-Podemos, beneficiará a los partidos que tuvieran arraigo previo en los territorios.

Una ventana de oportunidad aprovechada

Si Teruel Existe, el PRC o Soria Ya tienen (o tendrán) representación en el Congreso no es sólo debido a que la España vaciada haya entrado en la agenda, sino a un cambio estructural en el sistema de partidos estatal. Al pasar de un sistema bipartidista a otro de cuatro partidos, se provocan mayores dificultades para alcanzar la mayoría absoluta y un problema de gobernabilidad, que se muestra en las cuatro elecciones que tuvieron lugar entre 2015 y 2019. La solución histórica del régimen del 78 habían sido las alianzas entre el PP y PSOE con las tres decenas de diputados de los partidos catalanes y vascos. Pero eso ya no es suficiente y la estrategia independentista de Esquerra y Junts añade nuevas incertidumbres.

De repente, un escaño en el Congreso, como el de turolenses y cántabros puede desnivelar la balanza y ayudar a obtener mayorías. Se convierten en un voto útil, fácilmente convertible en inversiones territoriales que permitan estabilizar las mayorías del partido mayoritario. Se aseguran también el reconocimiento, la asunción como sujetos políticos en la construcción de la nueva España. “¿Por qué catalanes y vascos pueden chantajear a los gobiernos de uno y otro signo y nosotros no?”, se preguntan. “¿Por qué los grandes partidos nunca abren la boca en defensa de nuestras provincias?”, concluyen. Es una ventana de oportunidad que se abre por la inestabilidad política que, por primera vez, aprovechan territorios olvidados. ¿Alguien puede criticarlo?

Los pueblos ya se vaciaron

No debemos confundir el demos que impulsa a la España vaciada. Debido a los procesos previos de despoblación, el electorado más movilizado ante los problemas del vaciamiento no está ya en los pueblos, idealizados, sino en las capitales de provincia y comarcales, los lugares donde, paradójicamente, menos se vive del campo. Es donde sienten la amenaza (certeza) de que serán los siguientes en el ciclo de la despoblación y crisis económica. 

La causa de la hiper-movilización en las ciudades pequeñas e intermedias la explica Sergio Cabello en su brillante análisis sobre “La España en la que nunca pasa nada”. El descontento está ahora en unas ciudades que saben que van a ser perdedoras de la concentración del poder en los centros económicos del Estado. Las que ven marchar a sus jóvenes a trabajar a Madrid y que saben que serán los siguientes en la rueda de la despoblación. Las que carecen de alianzas inter-territoriales y de peso en las negociaciones políticas de los Presupuestos Generales del Estado. Y en las que existe un descontento que aún no saben expresar.

Debido a los procesos previos de despoblación, el electorado más movilizado ante los problemas del vaciamiento no está ya en los pueblos, idealizados, sino en las capitales de provincia y comarcales, donde sienten que serán las siguientes en el ciclo de la despoblación y crisis económica

Si Teruel Existe obtuvo en la capital turolense el 42,75% de los votos (14 puntos más que la media provincial), Soria superó el 50% en su capital (8 puntos más que en el resto de su circunscripción). Su empuje es mayor en la capital de provincia, debido a la demografía (hay más gente y menos envejecida), aunque en los pueblos logran excelentes resultados. Y es que los pueblos, aunque movilizados contra la despoblación, ya se vaciaron.

La hegemonía de los sentidos comunes subordinados

Hablamos a la gente de nuestras zonas rurales con conceptos construidos y diseñados para la población urbana. Varios ejemplos. Tenemos que proteger la biodiversidad natural de las comarcas que se encuentran en parques naturales y zonas protegidas y regulamos cualquier actividad por el potencial daño medioambiental, mientras miramos para otro lado ante la contaminación industrial de las ciudades. Exigimos pagar impuestos para financiar servicios públicos, pero hay zonas donde esos estándares de servicios no llegan. Hablamos del impulso (absolutamente necesario) de las energías renovables, pero sabemos que los eólicos y paneles solares se desplegarán en los alrededores de nuestros pueblos. Defendemos la ganadería extensiva frente a las macrogranjas, pero cuando los ganaderos en extensivo se movilizan por una regulación más estricta (pero inefectiva) del lobo, salimos espantados. 

Estamos en una profunda batalla cultural que cuestiona la legitimidad de muchas de las claves ideológicas empleadas anteriormente, una disputa por la hegemonía de lo que está bien y lo que no: “nos habéis abandonado durante décadas y sin embargo no paráis de decirnos qué está bien y qué está mal, a la vez que tenemos que buscarnos la vida por nosotros mismos”. Esta es la reacción rural que está sobre la mesa y donde Vox ha encontrado un terreno casi virgen, al apoyarse en asociaciones preexistentes (cazadores, ganaderos, empresarios) y haber mimetizado su discurso al de estos territorios. Es un fenómeno de ‘voxorización’ del campo, como señala Fernando Fernández, que apela a lo emocional (“sí anhelas nuevos horizontes sin despreciar tus viejas tradiciones”, vota a Vox).

Vox y algunas organizaciones agrarias están construyendo una hegemonía que señala un chivo expiatorio para los males del mundo rural: el urbanita ecologista y animalista, de la agenda globalista y universitario, que les dice lo que pueden o no pueden hacer

El partido de extrema derecha y algunas organizaciones agrarias están construyendo una hegemonía que también enseña a señalar a los enemigos, inventando un chivo expiatorio para el mundo rural: el urbanita ecologista y animalista, de la agenda globalista y universitario, que les dice lo que pueden o no pueden hacer, despreciando sus saberes y tradiciones, poniéndoles trabas en sus usos y costumbres, y amenazando sus trabajos y formas de vida. Los sectores más duros de esto son la caza y la ganadería, pero lo vemos también en la gestión forestal, la gestión de inundaciones u otros ámbitos. Éste es el eje motor de su batalla cultural en lo rural.

Vox no sólo señala problemas y soluciones, sino que ‘dirige su odio’ hacia las personas y colectivos equivocados. Eso también es la política, enseñar a señalar no sólo las causas sino también a los causantes. Y debe disputarse: ¿La culpa de los precios de los alimentos es de las multinacionales y cadenas de distribución o de los ecologistas? ¿Las malas condiciones de trabajo son causadas por la avaricia empresarial o por la llegada de inmigrantes?  Es evidente que quien marca la agenda pública, señala también los problemas a los que mirar y los supuestos culpables.

Sabemos, y la gente en el medio rural lo sabe, que existe un problema en el sistema de precios de la cadena alimentaria, que distribuidoras de alimentación y fondos buitre hacen movimientos especulativos y que la PAC perjudica a nuestro sector primario por las zancadillas de la UE (que impone nuevas condiciones para acceder a las mismas ayudas). Conocemos que sin un fuerte Estado del bienestar no se garantizan los servicios en las zonas rurales. Y sin embargo, hacer política para la España vaciada nos va a provocar una tensión derivada de atender a los problemas del vaciamiento con conceptos que están en entredicho en esas zonas. Es la escala de valores hegemónica lo que está en cuestión: de quién y desde dónde dicta qué es un problema y cuáles son las soluciones aceptables y los causantes de los problemas. Construir una nueva hegemonía no implica aceptar el sentido común imperante, pero nos requerirá la humildad para escuchar más en las zonas rurales e imponer menos las escalas de valores urbanas, que son mayoritarias en los partidos políticos.

No es una batalla por la demografía, sino por la soberanía

El vaciamiento es importante en la España vaciada, pero lo es más la distribución del poder. ¿Qué respuesta damos ante la pérdida de peso de ciudades como Soria, Teruel o Jaén, o de comarcas como el suroccidente asturiano? ¿O ante la situación de Logroño, Coruña, Santander y Oviedo en el mapa estatal? No podemos representar a la España vaciada hablando de políticas demográficas, sin tener en cuenta que lo que se está exigiendo es un nuevo reparto de poder entre los territorios: mientras nuestras tertulias las llene el problema catalán o vasco, y no el problema asturiano, castellano, aragonés, extremeño, riojano o andaluz, estaremos yendo en dirección contraria. Se busca volver a recuperar el control. Poco refleja mejor esta crisis de poder como el uso de las provincias para imponer candidatos cuneros de los partidos de ámbito estatal, una práctica utilizada desde el PP y PSOE a Cs y Podemos.

Hay quien piensa que hablando de wifi y transporte rural ganaremos sin más el apoyo de estas zonas. Gran error. No podemos representar a la España vaciada con políticas demográficas, porque es una cuestión de reparto de poder: Es una batalla por la soberanía. Y por ello es también un desafío al régimen del 78, a las claves en las que éste se ha constituido, a la España de dos velocidades, que construyó un modelo cuasi-federal en su relación con Navarra, Euskadi y Catalunya y centralista con el resto. Y es un desafío al sistema de partidos que ha vivido bajo esos parámetros. Existir como territorio, provincia o comarca a nivel de representación política se convierte en fundamental para amarrar la supervivencia futura e implantar soluciones. Estamos ante la pugna, la tensión, entre una España más centralista y otra que reconozca las singularidades locales y diversas. Y eso pasa por una mejor financiación municipal y autonómica, que permita más autonomía local. Sin recursos no hay soberanía. Y la disputa por los recursos se produce en los parlamentos y gobiernos.

Cuando luchamos por los servicios públicos, las derechas se quedan fuera de juego

En Soria, en 2015, el PP obtuvo tres diputados y el PSOE dos. En 2019, fue al revés, tres para el PSOE y dos para el PP. En estas elecciones, Soria Ya ha logrado tres escaños, por 1 del PP y otro del PSOE. No es de extrañar que Soria, donde existe un movimiento social organizado que señala certeramente otras causas de los problemas (infraestructuras, servicios públicos, reparto de fondos) y otros culpables, haya sido precisamente la única provincia castellano-leonesa donde Vox no ha logrado representación.

Las políticas de estado en materia demográfica requieren ingentes inversiones en infraestructuras, un alto estándar de servicios públicos que garantice médico, pediatra o escuelas rurales, y unos ingresos basados en una alta fiscalidad en las zonas urbanas y baja en las zonas rurales. De momento, Vox no ha seguido el patrón de Marine Lepen en Francia (contado por Guillermo Fernández en su libro Qué hacer con la extrema derecha), donde el Frente Nacional se lanzó a la captura del voto rural pidiendo un Estado fuerte y mayores inversiones públicas. Por eso, cuando son las plataformas ciudadanas las que dan el paso adelante, las derechas no tienen fácil ocupar ese espacio. Y es que algunos de sus leitmotiv, como la privatización de la sanidad, o una rebaja fiscal generalizada (que reducirá recursos), irán en contra de las zonas vaciadas.

Cuando son las plataformas ciudadanas las que dan el paso adelante pidiendo un Estado fuerte y mayores inversiones públicas, las derechas no tienen fácil ocupar ese espacio

La política para el campo y la pesca de las derechas también tienen profundas contradicciones: defienden una agenda neoliberal en todos los parlamentos. Cuando votan en contra de la última reforma de la Ley de la Cadena Alimentaria, están contra los ganaderos del vacuno de leche que venden por debajo de su coste de producción. Sus hechos van en contra de muchos intereses materiales de las zonas rurales. Hay experiencias de éxito en las izquierdas, como la gestión ‘podemita’ en Baleares de la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación y de la Dirección de Soberanía Alimentaria que, en alianza con las organizaciones agrarias, impulsó cláusulas sociales para la compra pública de proximidad, promovió mercados de productos de la tierra, aumentó el volumen de compra pública de productos locales o logró una subida de financiación de la PAC vinculada al sector primario en las zonas insulares como Baleares.

Necesitaremos alianzas transversales en temas como nuevas infraestructuras o incentivos fiscales demográficos. Dos ejemplos: en Asturies, PP y Podemos, de la mano de una plataforma ciudadana, presentaron conjuntamente una enmienda a los presupuestos autonómicos para incluir una inversión mínima anual (en torno a 15 millones de euros) en las infraestructuras del suroccidente (la zona más despoblada del territorio) y para incrementar los recursos para la sanidad pública. Y partidos como Foro, Izquierda Unida o Ciudadanos apoyaron una fiscalidad diferenciada menor para la Asturias vaciada. No hay política demográfica en las zonas despobladas sin transversalidad, pero tampoco sin fuertes inversiones públicas y un Estado del bienestar creciente.

Conclusión: ¿una nueva construcción de país?

Necesitamos una política de Estado para la España vaciada. No va de nuevos planes demográficos, ni de ministerios contra la despoblación. No consiste en recorrer más las explotaciones ganaderas de la España interior. No requiere de lamentos unitarios y promesas futuras. Ni de discursos que duran lo que tarda un trending topic de twitter en cambiar nuestra atención.

Va de reconocer que el régimen del 78 es deficitario en su distribución de poder y que sin actuar ante ello, los desequilibrios entre los centros y las periferias exteriores e interiores se van a agravar. ¿De qué sirve una plurinacionalidad que mira siempre a Euskadi y Catalunya, pero nunca a Huesca, a Cáceres o a Logroño. La construcción de Podemos ha repetido un centralismo que iba en dirección contraria a la descentralización. No tuvo por qué ser así. Antes de Teruel Existe, la confluencia entre Podemos, IU, Equo y activistas sociales logró un histórico escaño por Huesca en 2015 y 2016, bajo la fórmula Alto Aragón en Común. Pero mientras el grupo parlamentario reconocía el hecho diferencial de sus aliados catalanes, gallegos o valencianos, la confluencia del Aragón vaciado quedaba relegada a no tener voz propia.

Es urgente la empatía con las hegemonías rurales que fueron subordinadas en la agenda pública, definiendo con honestidad y humildad los límites de lo que no compartimos. Tenemos que definir correctamente las causas y apuntar las soluciones que ahora no se ven. Y generar alianzas activistas con plataformas transversales en un proyecto común, como se ha hecho con las fuerzas independentistas. El eje izquierda-derecha debe complementarse con la apuesta por la construcción de un eje “centralismo-descentralización” para configurar las mayorías futuras en España. Veremos más votos del BNG o el PNV con Soria Ya o Teruel Existe que con Vox. Debemos evitar que los fantasmas de lo nuevo nublen nuestro análisis. E impulsar un nuevo contrato social con el mundo rural. Porque ese país plural y amplio, que incorpore en su construcción a nuestros territorios vaciados, es en el que nos jugaremos esta década. 

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