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Cuentan las crónicas que, durante la primera guerra mundial, en el Imperio austro-húngaro, ya próximo a su final, el Ministerio de la Guerra creó una unidad encargada de “peinar a los héroes”, tarea que consistía en embellecer los informes que los jefes de las unidades militares remitían a sus superiores pidiendo condecoraciones y premios por las gestas heroicas de sus soldados. Tras sustituir el lenguaje prosaico de esos informes por la retórica épica del Ministerio, los remitían a la Prensa con el objetivo de difundir un mensaje belicista embellecido, que levantara los ánimos alicaídos de la población.
Pues bien, el departamento de propaganda de Vox es una “peluquería del sexo”, encargada de embellecer sus programas antifeministas con palabras más gratas a los oídos de una población masculina y femenina llena de inseguridades. ¿Qué significaría en otro caso decir que el género es una “ideología”, utilizando el término en sentido despectivo, mientras que el sexo es lo “natural”?
Tras interminables esfuerzos teóricos las feministas lograron desentrañar la interrelación entre sexo y género, mostrando como a las características biológicas de los cuerpos de los humanos, tanto masculinos como femeninos, no les corresponden “por la gracia de Dios” una serie de roles, papeles, sentimientos, actitudes… sino que éstos son resultado de prácticas culturales que codifican aquellas características de un modo u otro.
La dimensión cultural, que caracteriza a los seres humanos, para Vox es “ideología”, y lo que ellos defienden no es ideología sino naturaleza
Las mujeres no somos, ni tenemos por qué ser, pacientes, dóciles, sumisas, cariñosas, dulces, hacendosas, cuidadosas, prudentes, etcétera, por el hecho de ser las hembras humanas, sino que toda una estructura sociocultural denominada patriarcado, se ha ocupado desde hace siglos de intentar, sin lograrlo, que seamos así. La contraparte es que los varones no son dominantes, agresivos, incontinentes, violentos, belicistas, irascibles, etcétera, por ser los machos de la especie, sino que se ven constreñidos a construir una subjetividad con estas características por la misma razón.
Pero los dirigentes de Vox que, por supuesto, ignoran todo esto, consideran que los rasgos biológicos de machos y hembras se traducen sin solución de continuidad en los rasgos socioculturales de varones y mujeres. Las dos dimensiones son una y la misma. La dimensión cultural, que caracteriza a los seres humanos, para ellos es “ideología”, y lo que ellos defienden no es ideología sino naturaleza. ¿Dónde queda entonces la dimensión humana? ¿Dónde la capacidad de los seres humanos para construir subjetividades más racionales, más cuidadosas con el entorno, más sensibles a las necesidades y las diferencias? ¿Para moldear culturalmente las constricciones naturales?
Su lenguaje se reduce a la fórmula más simple: el hombre a mandar y la mujer a obedecer. La violencia que se pueda ejercer sobre ella será una exageración, un accidente, una desgracia
Su lenguaje se reduce a la fórmula más simple: el hombre a mandar y la mujer a obedecer. La violencia que se pueda ejercer sobre ella será una exageración, un accidente, una desgracia que a las mujeres les ocurre no se sabe muy bien por qué. Tal vez porque le ha provocado, porque no ha sido suficientemente sumisa, porque es derrochadora o cocina mal o grita demasiado. Y eso, un hombre que llega a su casa cansado ya no lo puede soportar. No digamos un joven malcriado.
Lo más difícil de entender es que tantas mujeres voten a favor de tales planteamientos. A veces las escucho cuando despotrican de otras mujeres por no tolerar todo lo que ellas aguantan; o porque la asistenta se ha vuelto “feminista” y pide mejoras y ya no soporta estar de interna y no tener días libres; o porque las jóvenes hay que ver cómo van provocando por la calle, raro es que no haya más “desgracias”.
Vox
Enfadados con todo: Vox y la masculinidad
¿Qué pasa con los hombres para que encuentren en la derecha radical un nicho de confianza? ¿Qué dice o hace la ultraderecha para conectar con un votante masculino?
No somos feministas por nacer mujeres. Tiene razón Abascal, es una “ideología”, ahora en sentido positivo, una cultura que nos permite reconocernos como seres humanos libres y dignos, al menos todo lo libres y dignos que se pueda ser en esta sociedad, que no es gran cosa. Esas mujeres que votan en contra de todo lo que ellas mismas pudieran ser si se atrevieran, aunque fuera mínimamente, a dar ese paso, son las clientas de esa peluquería en la que al discurso antifeminista se le aplica un tratamiento para que se recubra con términos líricos, embellecedores, presuntamente “naturales”. Una especie de tinte para que no se vean las canas, para que el rizo no se despeine y aparezca la calva despoblada de una vida sin ilusiones y llena de resentimiento tal vez por el mismo hecho de haber nacido mujer.
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El artículo convencería si aportara estudios científicos de que la biología (el sexo) no determina, por ejemplo, la agresividad. Como no lo hace, se nota que ataca la ciencia porque no le gusta lo que ve. Como socialdemócrata y suscriptor de El Salto, recomiendo que se lea la obra Evolutionary Psychology: The New Science of the Mind (1999, 2019) de David Buss. Nadie le enseña a un niño a hacer bullying en su colegio. Está en su naturaleza varonil querer dominar. Hay muchos Hitler y pocas Margaret Thatcher como líderes. No obstante este ataque injustificado contra la ciencia, estoy de acuerdo con el femenismo y su lucha por la igualdad. Esto no quiere decir que sea fácil (luchar contra las adaptaciones mentales creadas por evolución por selección natural y sexual durante 2 millones de años no es fácil) cambiar lo que no nos gusta, pero sí significa que podemos intentar cambiar los peores (los más violentos) aspectos de nuestra biología. En cuanto al derecho a una subjetividad humana propia, no hay nada que objetar. Se llama identidad. Y todos nos creamos una dentro de nuestras limitaciones. Uno puede identificarse como hombre (de sexo) y filósofo (de identidad vocacional). Lo importante no es tanto la identificación subjetiva como la capacidad de poder llevar a cabo la actividad que ofrece esa identidad. Así, es importante sentirse nadador mientras se vive como hombre, pero si no se nada como actividad esa identidad es más ilusorio-escapista que real. Uno es lo que uno hace, decía Aristóteles (Ética a Nicómaco, ca. 330 AEC).
Si es que no hay que olvidar que estamos en el país del “vivan las cadenas”, el que tiene más fascistas por metro cuadrado de Europa y, detrás de Camboya, el que tiene más muertos enterrados en cunetas.