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En cierto sentido, tiene razón un amigo cuando dice que el debate público en Extremadura se encuentra en una etapa prepolítica. También la tiene cuando aclara que no es una cuestión de desarrollo evolutivo tardío (en plan, ya llegaremos), sino una situación instalada desde hace tiempo que impide, no ya un avance, sino un mínimo marco de entendimiento y de reconocimiento como condiciones de posibilidad para poder hablar de algo respetando a la inteligencia y, sobre todo, a la otra persona.
He querido escribir este artículo para responder de una sola vez al aluvión de comentarios (no solo en este espacio) que suscitó la tribuna que publiqué hace dos días sobre las primarias en Podemos Extremadura. No se trata de situarme fuera de ese “debate” utilizando un espacio de enunciación privilegiado. Como los lectores y las lectoras de El Salto saben, estas tribunas están abiertas a todas las personas que quieran utilizarlas. De hecho, El Salto tiene como uno de sus principales objetivos servir de espacio de encuentro y diálogo para las distintas sensibilidades críticas, también en Extremadura.
Unidas Podemos
Primarias, ¿para qué?
Del 9 al 17 del mes de junio, se vienen celebrando nuevas primarias para renovar el Consejo Ciudadano Autonómico y la persona al frente de la coordinación de Podemos en Extremadura.
Tampoco se trata de reaccionar a la reacción. El que escribe, sabe que se expone, busca interpelar y, en este sentido, es un provocador. Por eso, ha de encajar con madurez y buen talante lo que le viene de vuelta, aunque a veces pueda resultar frustrante, incluso doloroso, sentirse mal leído, malinterpretado o, simplemente, reducido al absurdo. No importa.
Ayer supe, por vía de los compañeros de la Edición General en Madrid, que varios suscriptores extremeños habían solicitado la baja de El Salto por estar en desacuerdo con el contenido de mi artículo
Como digo, no quiero rehuir el debate, pero sí su marco. Mi artículo sobre las primarias no pretendía abordar de manera exhaustiva la realidad actual de una organización compleja envuelta en un proceso interno. Tampoco desentrañar la abrupta trayectoria que la ha traído hasta aquí en el estado en que hoy se encuentra. Para estas importantísimas cuestiones, organizamos hace más de un año una sección titulada ¿Qué le pasa a la izquierda extremeña?, en la que intervinieron personas mucho más cualificadas que yo (por cierto, menos de las que hubiésemos querido). Su resultado, creo, fue muy satisfactorio, aunque no logró sentar un precedente que diera pie a continuar una senda constructiva e intelectualmente a la altura de los problemas de nuestra tierra.
Quiero recordar esa senda para no detenerme demasiado en lo obvio. Lo obvio es que mi artículo sobre las primarias era una tribuna de opinión y que, a nada que se sepa de ética periodística, como opinión, está exenta de consultar fuentes, reflejar la pluralidad de los puntos de vista, y podría hasta descartar la pretensión de ser rigurosa. Pero es cierto que un conocimiento amplio de la realidad de la que se quiere dar cuenta va a enriquecer siempre el punto de vista del que escribe. En ese sentido, y aunque no fuera mi objetivo, asumo el mea culpa.
Un asunto ya de otra índole, más allá de los comentarios, son las presiones encaminadas a coartar la libertad de prensa. Ayer supe, por vía de los compañeros de la Edición General en Madrid, que varios suscriptores extremeños habían solicitado la baja de El Salto por estar en desacuerdo con el contenido de mi artículo. Repito, un artículo de opinión.
Por supuesto, cualquier persona es libre de mantener o cortar una suscripción en cualquier momento, faltaría más. Y no hay nada que reprochar (si acaso decirle que recapacite) a quien después de más de una década decide darse de baja por el motivo que sea. Pero es inaceptable que un dirigente o una dirigente político utilice esta vía para presionar a una publicación que, como todo el mundo sabe, sobrevive a duras penas, por principios políticos básicos, sin publicidad de corporaciones privadas e instituciones. Mi opinión puede ser desafortunada, incluso un desastre incoherente, pero El Salto y sus trabajadores y trabajadoras no se merecen esto. Tampoco sus lectores y lectoras.
Por otra parte, me gustaría que todo este episodio sirviera, al manos, para pensar las simetrías entre estas actitudes tan poco edificantes y una cultura política, la extremeña en general, poco dada al debate, la crítica y al reconocimiento del valor del que piensa distinto. Precisamente, puede que la reacción sobreactuada, en público y en privado, de algunos dirigentes de Podemos en Extremadura tenga que ver con el intento de abortar la posibilidad del debate y la crítica cuando estos siquiera tratan de echar a andar. Sería lamentable en muchos sentidos, sobre todo en el sentido político.
Espero que esta tribuna de respuesta sea entendida como lo que quiere ser: un llamamiento a la cordura.
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Y haya paz y a por lo que interesa: defendernos, pelear, construir poder popular.