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Opinión
Biologicismo y barbarie: hacia un feminismo no excluyente
La percepción de la feminidad como una parcela a la cual solo puede accederse con un determinado tipo de genitalia convierten un movimiento transversal de búsqueda radical de la igualdad en una actividad para privilegiadas que poseen un distintivo.
Hablar hoy de “feminismo” en sentido unívoco resulta problemático. Las críticas antifeministas que intentan desacreditar a estos movimientos generando una imagen única, estática y caricaturesca de ellos evidencian una actitud reaccionaria y una falta de honestidad intelectual de lo más preocupante. Las diversas tendencias feministas —e, incluso, posfeminista— sintomatizan el carácter ampliamente contradictorio de la cuestión de género resultando, imposible, su agotamiento en una simple parcialización conceptual con respecto a otras categorías analíticas (como las de raza o clase).
Parece que fue hace siglos cuando el Partido Feminista de España (PFE) fue expulsado de Izquierda Unida, un hecho que evidenció de forma clara la importante brecha en el seno del feminismo. Esta situación de fractura, y consecuente debate (trascendental), que se canalizó en el 8M, se vio disuelta por el estallido de la pandemia —manifestando, quizás, la poca importancia axiológica que realmente provoca sustancialmente la cuestión de género en la sociedad española— pero sus ecos han seguido latentes hasta volver a rebotar con fuerza las últimas semanas.
J. K. Rowling afirma que reconocer la feminidad de las mujeres trans pondría en peligro la veracidad de las experiencias de las mujeres cis
Una de las habituales de la transfobia durante estos últimos años ha vuelto a incendiar las redes. J. K. Rowling, la famosa creadora de Harry Potter, al igual que en 2019, ha vuelto a defender la idea de que la mujer es tal en tanto que su ‘sexo biológico’ sea, prácticamente, tener vagina. Esto nos obliga a hacer la ya conocida pregunta a todas las feministas radicales transexcluyentes: ¿Por qué hablan de género cuando quieren decir sexo? J. K. Rowling afirma que reconocer la feminidad de las mujeres trans pondría en peligro la veracidad de las experiencias de las mujeres cis como si, de repente, la misoginia y los abusos a los que son sometidas fueran a verse invisibilizados. Esta posición recuerda a la alegación de las sufragistas blancas estadounidenses que abrazaron la causa segregacionista al afirmar que dotar del derecho al voto a los hombres afroamericanos invalidaba su lucha por el sufragio femenino.
La comparación entre, por un lado, la exclusión de la feminidad de los cuerpos no binarios que pueden llegar a identificarse como mujeres y, por otro, la exclusión de las personas afrodescendientes de los derechos democráticos es debida y necesaria, pero es insuficiente. No podemos olvidar, como menciona Nadine Ehlers en su obra Racial imperatives, que la invención de los cuerpos de piel negra como cuerpos racializados no solo excluyó a las personas afrodescendientes de las categorías de ciudadanía y libertad, sino que, también, constituyó inicialmente a las personas afrodescendientes como sujetos fuera de la sexualidad humana normativa. De hecho, la hipersexualización de los cuerpos afrodescendientes derivaría de esta clasificación. Por si fuera poco, las reticencias a las uniones sexoafectivas entre personas blancas y personas negras vendría dada por la propia manera en la que la heterosexualidad habría sido construida. Tal y como afirma nuevamente Nadine Ehlers, esta depende de la existencia de cuerpos femeninos y masculinos hipertrofiados, es decir, que pertenecen a los dos extremos bien diferenciados de una categoría binaria; las personas racializadas —ya sean afrodescendientes, asiáticas o de los pueblos originarios de Abya Yala— quedarían excluidas de estos extremos hiperfeminizados e hipermasculinizados, en los cuales se incluyen la genitalia y demás rasgos de la corporalidad que sirven a las feministas transexcloyentes o TERF (Trans Exclusionary Radical Feminist) para hacer body policy sobre las personas trans y no binarias —vello corporal, sonido de la voz, pechos y tono muscular— por considerarse que las personas blancas europeas serían la única medida normal —es decir, el modelo que se autoimpone como “mayoría”— de esta diferenciación.
Esto nos muestra cómo las categorías de género y sexo, que forman parte de las cosmovisiones blancas y eurocéntricas que triunfaron y se expandieron por el planeta de la mano del colonialismo a lo largo de la Edad Moderna, están ligadas de tal forma que no puede abolirse una y dejar intacta a la otra: forman parte de lo mismo. De este modo, la supuesta labor liberadora de las feministas radicales trans excluyentes no sería más que una medida superficial, que seguiría condenando a las personas no binarias y no blancas a seguir insertas en categorías de dominación y colonización de cuerpos.
Toda abolición del género que no pase por una abolición de la consideración biologicista del sexo, como una categoría binaria, tan solo favorecerá a los cuerpos blancos cis
Este tipo de percepciones sobre la feminidad como una parcela exclusiva, a la cual solo puede accederse con un determinado tipo de genitalia, convierten un movimiento transversal de búsqueda radical de la igualdad en una actividad tan solo susceptible de ser realizada por parte de aquellas que poseen un distintivo. La condición de “mujer” se convierte en un privilegio con respecto a aquellas personas que se identifican como tales pero cuya corporalidad no se ajusta a los cánones binarios. Esto nos obliga a plantear que toda abolición del género que no pase por una abolición de la consideración biologicista del sexo, como una categoría binaria, tan solo favorecerá a los cuerpos blancos cis, dejando en una categoría de otredad irresoluble a todos aquellos cuerpos que no se adapten al binarismo biologicista.
La situación reciente ha alcanzado unas cotas de extrema gravedad. El PSOE acaba de adoptar oficialmente —firma de Ábalos y Calvo mediante— la postura transexcluyente en un documento en el que se afirma, literalmente, que “el sexo es un hecho biológico”, reduciendo la cuestión sexual a una parcelación con supuestas pretensiones científicas y biológicas —más bien cientificistas y biologicistas—, santificando la experiencia de los cuerpos cis y binarios, excluyendo de la experiencia a las minorías (claro está que la mayoría, siguiendo a Deleuze, es aquello que se establece como modelo —blanco, hetero, cis— la minoría puede ser, y es, numéricamente mayor). De este modo, la única realidad posible es aquella que es experimentada-constituida por la mayoría hegemónica. La persecución de la minoría se presenta como un deber para la protección del feminismo. De este modo, la retórica de la abolición del género se pone al servicio del mantenimiento del binarismo sexual y la exclusión de aquellas identidades y experiencias que cuestionen la posición privilegiada de los cuerpos cis.
La polémica que suscitó la expulsión del PFE manifiesta la imposibilidad de hablar hoy del feminismo como un corpus político universal, ya que ambas facciones intentan apropiarse de lo que para ellos es el único feminismo adecuado (o genuino feminismo “a secas”). Afirmar el “feminismo” de forma descontextualizada supone una reducción ahistórica de un movimiento que, desde sus inicios, engloba a toda serie de tendencias poliédricas y plurales, donde, como ahora, existieron presiones para crear un único movimiento homogéneo. Pero la unidad no está exenta de problemas; un ejemplo de esto sería, como hemos introducido más arriba, el abandono por parte de las sufragistas blancas estadounidenses —que habían ligado su lucha feminista a la abolición de la esclavitud— de la población negra (tanto masculina como femenina) y de la propia mujer blanca obrera (tal y como expresa la filósofa afroamericana y comunista Angela Davis en su obra Mujeres, raza y clase y como ya se menciona más arriba citando a Nadine Ehlers). Esta idea de “feminidad” blanca biologicista y excluyente, ligada a las concepciones positivistas y liberales de finales del XIX, nunca desapareció como tal.
Este bagaje positivista, aunque reivindicado como “materialismo” de manera falaz —ya que supone una suerte de pastiche que engloba ideas cientificistas decimonónicas sobre los cuerpos sexuados— se manifiesta en el PFE en sus ideas contradictorias con respecto a la “feminidad”. Las radfem, corriente feminista en la que se define el PFE y ahora (oficialmente) el PSOE, mientras que, por un lado, definen a la feminidad como un constructo creado para la dominación de las mujeres —abogando, por ello, por la abolición del género—, por otro lado, defienden la base biológica de la misma.
Su visión de “materialismo” y de Revolución Feminista no es más que la consagración del statu quo eurocéntrico e ilustrado, comprendido de forma objetiva y universal
Esta postura implica considerar a la clasificación binaria “a posteriori” de “vagina” y “pene” (convertidos en dos “sexos” inconmensurables; es decir, la construcción de los cuerpos sexuados) como la base “estructural” y objetiva (“materia”) sobre la cual se construye la idea “supraestructural” (cultura) de “feminidad”. Su visión de “materialismo” y de Revolución Feminista no es más que la consagración del statu quo eurocéntrico e ilustrado, comprendido de forma objetiva y universal, extrapolable a cualquier realidad histórica o cultural, abriendo la puerta a la colonización y negación de los cuerpos no binarios y no blancos; además de los cuerpos a los que consideran abyectos como los cuerpos trans. Este proceso, centrado específicamente para el pueblo Yoruba, es descrito por la socióloga nigeriana Oyèrónkẹ Oyěwùmí en La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos del género.
No hay una barrera cerrada entre lo material y lo cultural. Entender a la “materia” como sinónimo de hecho objetivo o como categoría física es limitar su potencia conceptual recurriendo, de forma vergonzante, a una visión positivista y decimonónica que, en su máxima expresión, supone una afirmación del “hecho” por el hecho de serlo renunciando a su problematización. No es que el Género sea una categoría analítica y el Sexo una realidad empírica, ambas son analíticas, pero, es más, todo uso conceptual, o lingüístico, en sí mismo, implica un uso analítico ya “a priori”; es decir, no es posible una abstracción en la interpretación sobre la realidad observable: no hay tal barrera. Con lo cual, querer afirmar irresponsablemente la “realidad empírica” de algo (¡como si el propio concepto “realidad empírica” no fuera, también, una categoría analítica!) desarticula la potencialidad emancipatoria del presente. El feminismo biologicista agota su fundamentación en un énfasis de lo existente que implica, inconscientemente, una visión cultural e ideológica de lo mismo que no sólo afirma aquello que hay problematizar, la feminidad (y masculinidad) en cuanto a tal y su correspondencia biológica, sino que ataca directamente al colectivo, en muchos casos, más vulnerable: las personas trans.
Además de su ataque a las personas trans, algunas miembros y simpatizantes del mismo, no tienen reparo alguno en expandir los límites de esta visión reduccionista del género para así tratar con paternalismo a mujeres musulmanas que, voluntariamente, deciden utilizar el velo —un ejemplo sería el arrebato racista de Lucía Etxebarría de hace unos meses— o, directamente, olvidar a aquellas personas cisgénero que bien pueden ser europeas blancas, afrodescendientes o latinas y que no se siente representadas dentro del esquema de género y de sexualidad binaria hegemónica. Fuera de España vemos un futuro dantesco protagonizado por estos grupos tránsfobos y racistas, un caso sería el acoso sufrido por Veronica Ivy, campeona transgénero de ciclismo en pista, por parte de perfiles tránsfobos en redes sociales que utilizaban imágenes de archivo de mujeres afrodescendientes para poder lanzar impunemente sus insultos escondiendo su identidad y haciéndose pasar por mujeres racializadas. De esta manera vemos una nueva instrumentalización por parte de las y los TERF hacia los grupos más desfavorecidos para así atacar a colectivos en riesgo de exclusión, o excluidos de facto.
El feminismo no debe buscar la constitución de un nuevo marco de certezas en cuanto a la comprensión binaria
Frente a esto, el feminismo no debe buscar la constitución de un nuevo marco de certezas en cuanto a la comprensión binaria, o no, de la sexualidad, la identidad o el género. El feminismo es problemático y como tal debe ser problematizador; es decir, la fortaleza de este reside, o debe residir, en evidenciar las contradicciones de los discursos hegemónicos, o no hegemónicos, con respecto a la construcción de la identidad sexual y de género. Lo contrario supondría recurrir, como de hecho ocurre, como hemos visto, en ciertos feminismos —feminismo TERF o radfem—, a un repliegue biologicista en búsqueda de una interpretación cerrada con respecto al problema de la sexualidad. Esta actitud no sólo hace aguas cuando sale de una perspectiva moderna occidental, sino que comparte unas bases discursivas similares a la alt-right.
Resumiendo, bajo unas categorías conceptuales pseudomarxistas se ha ligado, falaz e infundadamente, la teoría queer con el neoliberalismo como un eje causal (obviando la complejidad del proceso) que atraviesa la posmodernidad —o, como desde estos ámbitos suelen utilizar, el “posmodernismo”—. De esta forma, reproduciendo una teoría de la conspiración que coincide como las tesis reaccionarias sobre el “marxismo cultural”, estos colectivos acaban asimilando el discurso de la extrema derecha reproduciendo sus máximas discursivas, como puede verse en diversas declaraciones del Partido Feminista Español: “lobby gay”, “invisibilización de la categoría mujer”, “propaganda ideológica”. La gravedad de esta postura adquiere un mayor énfasis si consideramos el alarde de genuino “izquierdismo” que hacen gala estas corrientes (irónicamente ahora coincidentes con el PSOE: el gran muladar de la izquierda en este país) . Estas, si fuera poco, pretenden reducir toda la complejidad inconmensurable sobre las cuestiones identitarias a la posesión de una determinada genitalia recurriendo a un lenguaje que esconde un notorio carácter racista: dando una perspectiva universal y empírica a un discurso con unas coordenadas espacio-temporales muy concretas: la modernidad occidental y la construcción de la binariedad sexual.
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Creo que una parte importante de lo que se afirma en el artículo se enrevesa de forma deliberada para tratar de sustraerse a la crítica, ya que es mucho más difícil de criticar lo incomprensible e incoherente que lo coherente, pues lo.incoherente dice una cosa y la contraria y así se trata de proteger de la crítica.
Porque la eterna táctica de envilecer al disidente. Quién diverge de mis ideas lo hace con una mala intención, como si mis ideas tengan el monopolio de la verdad. Porque decir que el.hecho.es solo contexto subjetivo y emoción. Porque no puedo yo pertenecer al colectivo de los huérfanos racializados, solo por tener padres y ser blanco.
Hay un poco de artificulo en esa tesis de fragante relativismo filosofico
Por muchos escorzos teóricos que se realicen la confusión posmoderna en un mismo mundo de la vida de dos planos culturales distintos (tercera ola de feminismo) sintomatiza porque en muchas ocasiones el posmodernismo no es ninguna síntesis superadora de la modernidad y porque la diversidad (o dispersidad) posmoderna no es más que un resultado más de un individualismo posesivo propio del capitalismo maduro (aquí Bernabé tiene razón).
Es el artículo más absurdo que he leído en mi vida. Y mira que los he leído a montones. Pero este se lleva la palma. El que ha escrito esto (o la que lo ha escrito) o bien no entiende de qué va la cosa, o bien le pagan mucho por escribir estas estupideces. Ya ni hace falta ser feminista radical para darse cuenta de que a poco que uno lea y se informe sobre lo que de verdad defienden las radfem de hoy en día está a años luz de lo que se dice en este artículo. Lo que las feministas radicales dicen es simple y llanamente que se tiene que diferenciar entre dos categorías; sexo y género. El sexo es binario, y solo determina el que las personas sean hombres o mujeres, es decir, machos y hembras de la especie humana (nos guste o no, una especie animal de reproducción sexual, que comporta la participación de dos individuos de sexos opuestos). No es una identidad subjetiva que se pueda autodeterminar. El género, por el contrario, es un constructo socio-cultural, que encorseta a los individuos en la sociedad, en función del sexo al que pertenecen, y que les asigna determinados valores, actitudes o gustos, de los que no se pueden salir, si no quieren sufrir estigmatización. Para acabar con ello, hay que acabar con el género, abolirlo, para que las personas puedan desarrollarse personal y profesionalmente como ellas quieran, sin imposiciones de ningún tipo de la sociedad. Pero el género tampoco es una identidad, es una opresión en sí. El que un hombre quiera llevar vestidos, usar maquillaje, tener relaciones con otro hombre, etc, etc... No le convierte en mujer, seguirá siendo un hombre, porque dicha realidad material no cambia. Los teóricos queer, por el contrario, dirían que su “identidad de género” es distinta, y que por lo tanto eso condiciona también su “identidad sexual”, que se tendría que amoldar a ese género sentido. Pero esa es la verdadera visión fascista, no la de las radfem. Las radfem defenderían que ese hombre actúe y viva su vida como quiere, sin que escuche los prejuicios de la sociedad en la que vive. Los ideólogos queer le dirían que le han asignado el sexo equivocado al nacer, y que pase por costosas operaciones hormonales y quirúrgicas para pasar a tener el sexo que se corresponda con su género (su sexo sentido), o que al menos, se refiera a sí mismo como si fuera una mujer. Y lo peor es que cualquiera que no acepte ese delirio, pasa a ser etiquetado como “cis”, privilegiado y “transexcluyente”. Y en medio quedarán atrapados millones de infantes, cuyos cuerpos sanos serán mutilados, por culpa de estas teorías estúpidas de intelectuales de pacotilla, y financiadas y publicitadas por los grandes lobbies farmacéuticos y sanitarios privados estadounidenses (y de otros países anglófonos). Así que para el autor o autora de este artículo, un pequeño apunte: fascista es quien defiende que llevar vestidos, pelo largo, maquillaje y vista de rosa comporta una “identidad sexual femenina”; no quien dice que aquellos gustos o actitudes no tienen ninguna base de determinación del sexo de cada uno. Por culpa de artículos y postulados como estos, la izquierda perderá algo más que unas elecciones en el futuro.
Estos antifascistas, que realmente son fascistas (izquierda radical) ya está aquí desde hace ya mucho tiempo, desgraciadamente
Las próximas peras serán las antiperas, y las manzanas los nuevos melocotones, que suistuirán a las fresas por albaricoques. En fin, todo carne. Y de todo esto qué opina Soros? O los nuevos antisoros serán los soros del futuro?
El futuro será en un futuro el antifuturo y el presente será contrapasado. Y la teoría de cuerdas se utilizará para jugar al ahorcado.
Y esto es un poema.
Porque cuando hablamos de trans se aceptan los roles de
genero e incluso se potencian? Que pribilejios tiene la gente trans para que no se le critique por eso y yo como mujer me critican desde el feminismo si me depilo por ejemplo?
Porque a lo mejor ser hombre o ser mujer va más allá de lo biológico, estaría dentro de un constructo social, al nacer te miran tu pene o tu vagina y a partir de ahí, se te crea un papel donde segun tu biologia tienes que representar.
Porque le damos tantas vueltas a algo que solo es semántico y está destinado a dividir a las personas. Que casualidad que siempre se le asigna el género a las personas en función de sus genitales, no hay un solo "asignador" que utilice otro criterio, estatura, color del pelo, tacto de la piel, etc.... Tan importante es esto cuando te "asignen" como te asignen tu puedes amar a quien quieras, vestirte como quieras, modificar tu cuerpo, cambiar tu nombre, tu sexo.... y la ley te ampara, es que tenemos la necesidad de perdernos en cuestiones absurdas destinadas a dividir a las personas en favor del poder. Existe actitud más reaccionaria?
no respondes nada, se aplaude que un hombre se ponga vestidos,tacones,maquillaje,implantes,se depile... pero si lo hago yo me critican por seguir las normas del heteropatriarcado
Exacto. La cuestión es que ellos al ser "disidentes de género" juzgan el hecho de satisfacer la imagen pornográfica que el patriarcado proyecta sobre la mujer para su autoplacer cómo algo revolucionario, pero tú, al no ser parte de esa disidencia, al cumplir con los estandares de esa imagen no eres más que una colaboracionista, una contrarevolucionaria.
Justo, no hay que centrarse en la biología, porque la biologia y la fisiologia son discriminantes, nacer con vagina o pene, ser negro o blanco, ser gordo o flaco... Estamos siempre encasillando , y obviando la igualdad, la referencia va a ser siempre la misma hombre blanco con pene heterosexual. Ser biologicamente diferente no debe ser excluyente, porque esto entre otras cosas es lo que promueve movimientos radicales y sentimientos de pertenencia, es decir grupos contra grupos que luchan por un fin individual, y no por un fin común. Está bien el articulo
El subtítulo del artículo ya empieza FATAL. El feminismo que critica el culto al género NO piensa que la "feminidad" solo pueda vivirse si se poseen determinados genitales, TODO LO CONTRARIO: piensa que tanto la "feminidad" como la "masculinidad" deberían poder ser vividas y expresadas por todo el mundo, en lugar de ser asociadas a las vaginas y a los penes respectivamente. Para el feminismo crítico... ser mujer significa ser un ser humano de sexo hembra, ni más ni menos. La "feminidad", por otro lado, es un constructo social que ya va siendo hora de que deje de ser asociado a las mujeres.
Estos artículos que El Salto está publicando en plan churros mezclan todo el tiempo sexo y género... y hacen análisis tendenciosos e incorrectos de lo que dice el feminismo crítico. Esta ola de "izquierda" dogmática e irreflexiva se estudiará en las clases de historia dentro de unas décadas y la gente flipará. Personas autodenominadas "progre" que reproducen los sistemas de opresión contra los que supuestamente luchan, creyendo que están revolucionando el mundo.
Venís a decir lo mismo que el anterior comentario, el artículo es un auténtico despropósito. El sexo es un hecho biológico nos pongamos como nos pongamos.
La comparación con la discriminación de los afroamericanos es de traca...
Menudo despropósito de artículo. Ahora afirmar que el sexo es una realidad biológica es controvertido? Ahoea sfirmer que a las mujeres se nos ha oprimido Siempre (y ojo, lo siguen haciendo de forma aún más brutal en países subdesarrollados) DEBIDO A NUESTRO SEXO. Esto no es una categoría analítica, es la realidad. Basta de adoptar postulados sin pensamiento critico
Poner en cuestión que el sexo biológico como un hecho, es decir, preguntarse cuáles son los argumentos por los q damos por hecho q existe un sexo biológico no se traduce negar sus efectos en la realidad. Entiendo q el texto esta poniendo sobre la mesa esa reflexión; el binarismo es (desde la biologia misma) y debe ser cuestionable. Hablar de conceptos no invalida sus efectos sociales. Nadie está negando ninguna experiencia de opresión
Sí lo hacen. Transladan realidades materiales a sus esquemas conceptuales para que se conviertan en "categorías analíticas". Y es repulsivo. Un hombre no puede experimentar la maternidad y no hay abtractización que pueda afirmar que sí. La estructura biológica de una mujer, especialmente en lo referente a su sistema reproductivo es intranferible materialmente a la experiencia de un hombre, por muy mujer que este se "sienta", y esto tiene repercusiones profundas para la organización social y económica, así cómo para el aparataje legal que las vertebra. De eso va la lucha feminista, y por eso fueron las mujeres las que históricamente la empujaron aunque hoy otros muchos se sumen: porqué ellas la pudieron sustanciar directamente desde su experiencia. El resto lo apoyará en la medida en la que lo entienda y empatice con estas cuestiones, que mucho antes de ser teorizadas y abtractizadas en categorías analíticas fueron vivencias personales, cómo siguen siendo.
Toda la razón y como sociedad deberíamos centrarnos más en debates que nos puedan hacer avanzar y no dar vueltas estériles en círculos diseñados por quién nos quiere manipular.