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Me pasa con el discurso feminista hegemónico que me produce una gran pereza. Pereza intelectual y emocional. Antes me daban ganar de debatir, o por lo menos me indignaba. Ahora ni eso. Escuchar a todas esas mujeres blancas tránsfobas, abolicionistas, salvadoras, sabelotodo y moralmente “superiores” me produce tal nivel de hartura que, cuando las escucho, mi mente hace clic y paso automáticamente a otra cosa.
Recuerdo cuando, cada año, acudía a las marchas del 8-M en el bloque de las mujeres/feminidades racializadas con ilusión, con ímpetu, sintiendo que desde el feminismo estaba todo por construir y organizar. Pero hace rato abandoné esa esperanza.
Para mí el punto de inflexión se produjo en junio de 2018 cuando el movimiento antirracista de Madrid organizó una concentración frente al Ministerio del Trabajo en apoyo a las mujeres marroquíes jornaleras de Huelva, quienes habían denunciado agresiones sexuales por parte de sus empleadores. En aquella ocasión, pese al llamamiento masivo que se hizo y pese a que se contactó directamente con la Comisión 8M de Madrid, a la concentración acudimos básicamente las personas del antirracismo, más una que otra feminista blanca.
Para ser justas, es necesario decir que siempre hay excepciones y que algunas mujeres blancas han sabido actuar de aliadas cuando se las ha necesitado. Pero esto también ha sido fruto del arduo trabajo que se ha hecho desde el antirracismo
Por esas mismas fechas en diversas ciudades de España se producían manifestaciones multitudinarias en apoyo a la mujer víctima de los violadores conocidos como La Manada. Familias enteras y cientos de miles de mujeres se volcaban a las calles para mostrar su indignación frente a este caso. Y en las redes sociales mujeres famosas, actrices, cantantes, periodistas, deportistas y políticas compartían con decisión e indignación los lemas #HermanaYoSíTeCreo y #SiTocanAunaNosTocanAtodas.
¿Qué ocurría para que luego no llegaran ni veinte feministas a la concentración en apoyo a las mujeres marroquíes de Huelva?, ¿por qué ninguna famosa se posicionaba en redes sociales ante este tema, ni se volcaban miles de feministas a las calles para denunciar las agresiones sexuales perpetradas contra un grupo de mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad?
La respuesta es simple: el feminismo blanco-hegemónico nunca nos has visto como una igual, por eso si nos tocan a nosotras, ellas no se sienten tocadas, por eso los problemas de las mujeres y feminidades racializadas nunca serán los problemas de “la” mujer, y por eso nuestras demandas nunca serán una prioridad en su agenda.
¿Y las feministas blancas aliadas?
Para ser justas, es necesario decir que siempre hay excepciones y que algunas mujeres blancas han sabido actuar de aliadas cuando se las ha necesitado. Pero esto también ha sido fruto del arduo trabajo que se ha hecho desde el antirracismo, desde nuestros cuerpos, discursos y reivindicaciones, que han ido permeando poco a poco determinados espacios y debates. Se me viene a la cabeza la gran labor de incidencia política y social realizada por las compañeras trabajadoras del hogar y los cuidados, quienes en su lucha por la ratificación del Convenio 182 de la OIT consiguieron que muchas feministas blancas las apoyaran.
Algo similar ocurre con el trabajo de las compañeras de #RegularizaciónYa, cuya visión estratégica ha permitido incorporar voces heterogéneas a la campaña, entre ellas, las de feministas blancas.
Pero estas alianzas ¿representan un cambio de fondo en el feminismo hegemónico? Sin menospreciar la alianza sincera que muchas feministas blancas han establecido con nosotras, no podemos obviar que, en términos generales, el feminismo, dicho así a secas, continúa siendo muy blanco y muy hegemónico. Que tal vez ha asumido una parte del discurso de las mujeres racializadas, pero que aún está muy lejos de asumir una postura honestamente antirracista.
Feminismos
Antirracismo Se buscan feminismos que impugnen las fronteras
Solo así se explica lo ocurrido el 9 de febrero en el Congreso de los Diputados cuando se votó la moción de censura contra el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, por su gestión en la masacre de Melilla en la que fallecieron al menos 37 personas migrantes. Tanto el PSOE como PODEMOS, partidos que se autoproclaman feministas, votaron en contra de esta moción.
En contra votó la ministra de Igualdad, Irene Montero, la misma que dos semanas después, en su discurso de inauguración del Encuentro Internacional Feminista, afirmara que se está construyendo un “feminismo que es transinclusivo, antirracista, interseccional y antineoliberal”.
Cuando estaba votando la moción de censura ¿no recordó Irene Montero el clamor del antirracismo que desde el minuto uno ha exigido que tanto Marlaska como el gobierno de Pedro Sánchez asuman su responsabilidad por la tragedia de Melilla? ¿Se puede considerar Irene Montero una feminista blanca aliada cuando vota en contra del clamor del antirracismo?
No nos equivoquemos. Ser mujer y autoproclamarse feminista no convierte a esa persona en una aliada de las mujeres racializadas. Ser aliada es mucho más que incluir cuatro palabras bonitas en un discurso
Menos discurso, más acción
Si las personas fallecidas en Melilla hubiesen sido 37 mujeres blancas, Irene Montero no sólo habría votado a favor de la moción de censura contra Marlaska, probablemente también habría renunciado a su silla de ministra. Lo habría hecho por convicción y por coherencia política. Lamentablemente, cuando se trata de personas racializadas, a las feministas blancas aliadas se les olvida toda convicción y toda coherencia.
No nos equivoquemos. Ser mujer y autoproclamarse feminista no convierte a esa persona en una aliada de las mujeres racializadas. Ser aliada es mucho más que incluir cuatro palabras bonitas en un discurso. Ser aliada implica actuar en consecuencia y significa pasar a la acción, por ejemplo, votando acorde a las demandas del antirracismo; impulsando un debate a nivel parlamentario con participación de movimientos sociales con el fin de derogar la Ley de Extranjería y, junto con ello, plantear el cierre de todos los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE); sacando adelante la Ley Orgánica contra el Racismo y no dejarla morir en un cajón; o aprobando la ILP presentada por la campaña #RegularizaciónYa que permitiría regularizar a 500 mil personas migrantes.
En el Encuentro Internacional Feminista organizado por Montero participaron varias compañeras de #RegularizaciónYa. Me dio una alegría inmensa verlas allí, puño en alto. Toda mi admiración por cada una de ellas, por poner el cuerpo y representarnos a todas.
Entre las compañeras que asistieron se encontraba la escritora peruana Gabriela Wiener, cuyo discurso suscribo y aplaudo: “(…) si el feminismo no se la juega este año 2023 por el antirracismo así como se la ha jugado por la comunidad LGTBQI y la Ley trans que todas aplaudimos, si no nos dejan esto aprobado, habremos fracasado como feministas antirracistas (…)”. “Se lo pregunto a la ministra Montero”, “¿Se va a apoyar la aprobación de la ILP ReguYa, tanto como la Ley Orgánica contra el Racismo, al punto de que si mañana fueran las elecciones presidenciales condicionarían a estas leyes un segundo hipotético Gobierno de socios?”
La pregunta queda hecha.
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El feminismo, dicho así a secas, sigue siendo muy blanco, muy hegemónico....y burgués, de elitismo intelectual, y poco o nada implicado en el antirracismo, el antimilitarismo y el anticapitalismo...