Opinión
La trama mediática de la alt-right española

La (ultra)derecha digital, que arrebata la hegemonía en internet a la izquierda, sería residual sin su presencia en medios tradicionales y masivos. El trumpismo fue anticipado en la radio por el recién fallecido Rush Limbaugh. Su trasunto español, Federico Jiménez Losantos, sembró tempranamente el neoliberalismo a ultranza de la FAES y del voxismo.
Limbaugh impulsó su carrera y acumuló ganancias criticando el gasto y el intervencionismo gubernamental. Pero vivía de “limosnas gubernamentales”: concesiones de licencias emisión sin auditorías que las justificasen. Esa fue también la senda recorrida por Losantos, esRadio, Libertad Digital y otros medios que abordaremos en siguientes artículos.
El cinismo deontológico y clientelismo institucional explican la normalización del “patriotismo tóxico y de la masculinidad tóxica”, así como las teorías conspirativas sobre la no nacionalidad estadounidense de Obama o la autoría etarra de los atentados del 11M. Fraudes a los que Limbaugh y Losantos dieron pábulo y que, más tarde, extendieron al Covid.
El discurso digital de la al-right, que se distancia de la “derechita cobarde”, tiene incidencia política y en la opinión pública gracias al eco en los medios tradicionales. La peculiaridad española reside en que las administraciones controladas por el PP y la Caja B del partido subvencionaron a fondo perdido, a cargo del erario público y sin apenas disimulo, a los pseudoperiodistas, mercenarios de la mentira.
Algo inconcebible en EE UU, los ‘Todos los Santos’ de la (ultra)derecha patria reciben respaldo incondicional y reconocimiento profesional de las asociaciones de prensa. Además, marcan la línea editorial en medios masivos y de referencia. Y se coordinan con partidos afines que no ejercen y, menos aún defienden, la libertad de expresión desde posturas propias del liberalismo o la democracia cristiana.
El show destropopulista y el régimen de mentira que impone se desenmascaran revelando su entramado. Se trata de estropearles la función desvelando los secretos del backstage y quién lo financia. Las subvenciones encubiertas como publicidad institucional y las concesiones públicas de emisión identifican los intereses económicos y las clientelas políticas a las que sirven.
La fascinación de las marionetas se arruina cuando percibimos las manos que las mueven. Por ello colaboramos en el artículo que firma Marcos Muñoz y que hoy publica El Salto. No en vano, este es el medio que más y mejor ha desarrollado una estrategia colaborativa con su público y otros medios afines salvaguardando la independencia.
Partido Popular
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