Medio ambiente
            
            
           
           
Los desembalses irregulares de Iberdrola en el Tajo levantan fuertes críticas también en Portugal
           
        
         
Como  fue denunciado por diversos representantes municipales afectados por  el vaciado de la presa de Valdecañas (que se encuentra al 21% de  capacidad, algo desconocido en décadas), Iberdrola, aprovechando el  alza del precio de la luz (que lleva marcando varios días  consecutivos máximos históricos), está llevando al límite la cota  de dicho embalse con el objetivo de transferir recursos al siguiente  en la cuenca, Torrejón, y de ese modo turbinar y vender la energía  eléctrica producida en un mercado donde los beneficios se están  multiplicando. La subida del precio del gas en  el este de Europa, la ola de calor que afecta la península y la  señaladas tarifas eléctricas, sin duda que están concluyendo en  enormes beneficios para Iberdrola, la concesionaria de todos los  pantanos citados.
Estas  prácticas, evidentemente, también extienden sus efectos al país  vecino, con el que se comparte cuenca y que, por situarse aguas  abajo, frecuentemente padece los resultados de decisiones sobre las  que virtualmente no tiene ningún control y que son motivo de queja  permanente por parte de su sociedad civil.
Así, ProTejo-Movimento Pelo Tejo, ha declarado que “la descarga brutal de las presas de Extremadura española entre abril y agosto redujo el volumen de agua almacenado en un 40 % en 4 meses, a niveles hidrológicos de 2018/2019 —de baja precipitación— únicamente a causa del aumento del precio de la energía en el mercado español, pero tendrá graves repercusiones en los caudales del río Tajo hasta que entremos nuevamente en períodos de lluvia”. Añade el colectivo que “las represas existen y pueden perfectamente beneficiarse de la producción de energía, pero respetando caudales ecológicos que permitan la utilización en actividades económicas y de ocio, así como para la conservación de la biodiversidad y la propia sostenibilidad de la vida”.
 
Las hidroeléctricas españolas, sostienen fuentes del país vecino, estarían debilitando los caudales del río Tajo generando una completa inestabilidad en sus aportes que afecta directamente a la vida de las poblaciones circundantes, a su pesca y a su agricultura. Solicitan en ese sentido, la definición de caudales ecológicos regulares expresados en metros cúbicos y respetando su estacionalidad, integrados en los planes de gestión de la cuenca del Tajo de Portugal y España y coordinados por las delegaciones de la Convención de Albufeira, tratado que rige la gestión compartida por ambos países de los recursos hídricos de la cuenca, función explicitada en su propio texto, suscrito en 1998 y perfeccionado con un Protocolo de Revisión del Régimen de Caudales en 2008.
Los caudales (...) son ahora mismo exclusivamente energéticos y no ecológicos, y “ni sirven a las necesidades ecológicas, ni a las humanas de consumo y económicas, tanto del turismo como de la agricultura”
El citado acuerdo, en cualquier caso, únicamente mandata la transferencia periódica (siendo esta periodicidad el concepto clave) del 37% del total embalsado, quedando el 63% restante sujeto exclusivamente a los intereses comerciales de Iberdrola, la compañía propietaria de las concesiones en el lado español y quien de hecho obra a su voluntad en la cuenca, con una más que preocupante inhibición por parte de la Confederación Hidrográfica del Tajo, organismo que únicamente se ha manifestado en el sentido de que Iberdrola se mantenía “dentro de los límites contractuales”.
Como ejemplo, en los 3 meses de verano del año hidrológico 2019/2020 entró en Portugal el 40 % del agua proveniente de España, y en los 9 meses restantes el 60 %, lo que lleva a preguntarse a las asociaciones lusas de defensa del Tajo “cómo es posible esa inversión del ciclo ecológico del agua, con más agua en verano que en invierno”, mientras destacan que “el problema no es la falta de agua, porque España envió 5.500 hm3 en los últimos 10 años, el doble de los 2.700 previstos en el Convenio de Albufeira; el problema es la irregularidad a lo largo de las horas, los días y las semanas, dejando el río Tajo seco tanto en verano como en invierno”. Los caudales, afirman las mismas fuentes, son ahora mismo exclusivamente energéticos y no ecológicos, y “ni sirven a las necesidades ecológicas, ni a las humanas de consumo y económicas, tanto del turismo como de la agricultura”.
Objeto de crítica es, también, “la falta de transparencia por la no publicación de informes sobre el cumplimiento del Convenio de Albufeira desde 2018 por parte de la CADC - Comisión de Aplicación y Desarrollo del Convenio sobre la Cooperación a la Protección y el aprovechamiento sostenible de las aguas de las cuencas hidrográficas luso-españolas”. “¿Cuál es la razón de existir de esta institución que ha dado el río Tajo a las hidroeléctricas españolas, que ahora mismo han turbinado más del 50 % del agua que han acumulado hasta abril de este año debido a los altos precios que presenta el mercado de la energía en España?”, se preguntan.
 
Parece  comprobado, en cualquier caso, que las alteraciones del cauce en el  tramo español, todas con un claro trasfondo de búsqueda de  beneficio económico por parte de Iberdrola, estarían alterando  gravemente los ecosistemas portugueses, generando una permanente  inquietud en las poblaciones fronterizas.
En su tramo extremeño, el Tajo queda reducido a una cadena de cinco embalses (Valdecañas, Torrejón-Tajo, Cedillo y Alcántara) que acumulan unas reservas de más de 5.000 hectómetros cúbicos de agua. El estado de este río en la región, de acuerdo con la opinión de expertos y grupos ecologistas, presentaría un completo estado de degradación, sin bosques de ribera y sin presentar ningún marcador caracterizador, desde el punto de vista ambiental, de un cauce fluvial en sentido estricto.
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Sorprendente sequía en el pantano de Valdecañas
        
      
      Ríos de Extremadura
        
            
        
        
Los ríos en Extremadura II: embalses, islas y monstruos eléctricos       
        
      
      Segunda entrega de la serie dedicada por el escritor jarandillano Ramón J. Soria Breña a los ríos extremeños.
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