Medio ambiente
Extinction Rebellion: reinventando la desobediencia civil

Les puedes ver con llamativos trajes de época rojo en el metro de Londres, “muriendo” por intoxicación en un establecimiento de comida rápida, cubriendo de sangre las escaleras del Trocadero, impidiendo la entrada y salida de trabajadores de la BBC o cortando el tráfico en las principales capitales europeas. Extinction Rebellion han cambiado la forma en que se manifiestan y, para ello, también la forma de organizarse.

Extinction Rebellion  en Madrid
Performance de Extinction Rebelion en la plaza de Callao, en Madrid.
20 may 2019 09:00

Asistir a un pleno de Extinction Rebellion recuerda mucho a esos primeros días del 15M en que todo parecía posible. Hay las mismas ganas de cambiar las cosas, la misma ilusión y también muchas de las estrategias que entonces se veían en las plazas: asambleas, listas de correo, mucho trabajo voluntario, descentralización y un uso de las redes sociales y los medios como altavoz que no resulta ajeno, pero que ahora es mucho más crítico y global. Annemarie Botzki, de XR Berlín, explica cómo gestionan esas dos vertientes tan opuestas pero sin las que no pueden desarrollar su labor: “Estamos descentralizados y no tenemos jerarquía, nadie dice qué hay que hacer. Todas las decisiones importante se discuten en un pleno y se tienen que tomar de forma unánime. Basta con que una persona se oponga firmemente para no hacerlo. También discutimos cosas online, pero somos un poco escépticos: no nos oponemos a trabajar con nadie, no nos negamos a hablar con ningún medio aunque evidentemente somos muy críticos con algunos, pero hablamos con todo el mundo para tratar de cambiar algo. Y en las comunicaciones online utilizamos código abierto o creamos nuestros propios canales. También usamos Twitter, Facebook e Instagram, y hay gente que lo gestiona muy bien, como Fridays for Future. No son perfectos, pero estamos en una emergencia y es lo que hay”.

Extinction Rebellion (XR) surgió hace poco más de un año, pero es desde abril cuando ha ganado una notoriedad sin precedentes. El corte de tráfico en Londres ocupando Marble Arch, que se saldó con centenares de detenidos, es quizás la acción que más público ha atraído. Hasta 3D de Massive Attack decidió mostrar su apoyo pinchando para los manifestantes bajo el pseudónimo de The Stroud Village Green Band. Sin embargo, el modus operandi de XR suele poner el foco en el impacto e incluso en el aspecto visual en vez de en la cantidad: saben que unas escaleras teñidas de sangre o unas plañideras en el metro se viralizarán en medios y redes más que una marcha de mil personas. Buscan el impacto y la concienciación, y, para ello, están dando una vuelta de tuerca a la desobediencia civil y la guerrilla de comunicación.

Extinction Rebellion  en República Checa
Performance de Extinction Rebellion en República Checa.

Desobediencia civil

Para XR no se trata tanto de convocar cada fin de semana a decenas de miles de personas como de ganar acólitos e imponer su agenda, y, para ello, no dudan incluso en declararse en rebeldía, tal y como hicieron en Berlín a mediados de abril: “Declaramos la rebeldía al gobierno alemán porque no están haciendo nada contra el cambio climático —explica Annemarie Botzki—, amenazamos con actos de desobediencia civil y a continuación bloqueamos el puente Oberbaum de forma pacífica. La prensa reaccionó bien y se nos empezó a unir mucha gente”.

La curiosidad que despiertan las protestas de XR se repite en todas partes. Nicolás Elíades, coordinador de Comunicación de XR en España, cuenta a El Salto que la estrategia de hacerse los muertos en Callao provoca mejores resultados que cortar las calles: “Es impactante ver una plaza llena de cadáveres, causa curiosidad y hace que la gente se acerque y pregunte. Con la crisis había protestas por todas partes, ya no llama la atención y hay que cautivar los ojos y las mentes y los corazones de las personas, hay que pertenecer a nuestra época”.

Plañideras en el metro, bloquear medios de comunicación, bicicríticas… todo vale con tal de llamar la atención, pero en Extinction Rebellion son conscientes de que la desobediencia civil tiene consecuencias: solo en Londres ya han sido arrestados más de mil activistas, así que no basta con convocar a la acción, además hay que educar y asesorar: “No somos el típico movimiento de activistas jóvenes enfadados con todo, tenemos gente muy diversa —cuenta Botzki—, organizamos workshops en los que explicamos quiénes somos, por qué hacemos esto y cómo lo hacemos, cuáles son las consecuencias legales y hasta cómo dejarse retirar de un espacio por la policía. Tuvimos el caso de esta abuela de unos 70 años que quiso aprender cómo enfrentarse a la policía porque nunca lo había hecho antes”.

Extinction Rebellion en Ibiza
Concentración de Extinction Rebellion en Ibiza.

Comunicación guerrilla

La otra gran pata de XR es la comunicación. Si bien las redes sociales juegan un papel importante, el mail encriptado y las reuniones a puerta cerrada y sin móviles a la vista son fundamentales: “Tenemos cuidado de no comunicar algunas acciones en internet y somos conscientes de que puede haber policías en las reuniones, pero hay muchas razones para ser críticos con el Estado y el poder aunque tratemos de tener una buena relación con ellos”, reconoce Annemarie. Pese a todo, cada región tiene sus particularidades, como admite Elíades: “Para cuestiones de desobediencia civil usamos redes encriptadas, hay que apagar dispositivos y no compartir información de las acciones antes de tiempo, pero eso es aquí en España; en Londres no, son bastante claros y avisan a la policía con anticipación. Claramente en grupos de Brasil es todo mucho más secreto porque saben que hay escuchas de los gobiernos y que los gobiernos son asesinos y es otra realidad”.

Internet se ha convertido en un elemento clave para un movimiento fuertemente influenciado por el lema “piensa globalmente, actúa localmente” que parecía en desuso en los últimos años. “A veces nos conectamos por conferencia —cuenta Annemarie— y hay gente de Nueva Zelanda, EE UU, Reino Unido… tratamos de comunicarnos de forma internacional para coordinarnos, pero cada semana se unen 60, 70, 80 personas, y para nosotros es importante pensar en cómo comunicarnos con todo el mundo, cómo informar a todos, así que hay que empezar por ocuparse por la gente de tu ciudad, y luego coordinarse”.

“Hablo mucho del tema con mis amigos y mi familia también —continúa Botzki—, y a veces me preguntan por qué me tomo el tema tan en serio, y sé que no puedo cambiar todo a todo el mundo, por eso es importante que nos centremos en la gente que sí quiere unirse, que les demos información, no podemos estresarnos por la gente que no lo entiende”. Sin embargo, reconoce que el gran objetivo es global, y aunque quede por hacer, las demandas medioambientales empiezan a filtrarse en el discurso político: “Si te fijas en los carteles electorales, vas a ver la palabra ‘clima’ en todas partes; no es que vayan a hacer gran cosa, porque aún no entienden que hace falta un nuevo modelo económico y aún hay que aumentar la presión; ya no se trata de salir a la calle una hora a una manifestación y volver a casa, se trata de una situación de vida o muerte, hay gente en huelga de hambre o yendo a prisión por esto y va a llevar tiempo que la gente se dé cuenta de la importancia del tema, pero en muchas ciudades y países se está declarando la emergencia medioambiental, así que, aunque sea algo simbólico, algo está cambiando”.

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