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Literatura
Otra vez la fase cero: literatura independiente después del coronavirus
Pequeño o independiente no es sinónimo de contestatario, pero sin una red del libro independiente el discurso contestatario carece de cauces por los que aparecer en el espacio social.
Las grandes crisis económicas producen literatura independiente. La afirmación es contraintuitiva pero se demuestra en los casos de Argentina 2001 y España 2008. Si bien es cierto que, tras los periodos de crisis, se imponen lógicas de precariedad extrema (como las derivadas de una concepción no mercantil de la literatura, es decir, de la supuesta gratuidad de la producción literaria), también lo es que producen un movimiento en apariencia paradójico. Por una parte, las ventas de libros caen. Por otra, la cantidad de títulos publicados y de editoriales independientes tiende a multiplicarse.
Hernán Vanoli ha diseccionado el escenario post-crisis de la Argentina de 2001. En cuanto a lo que ocurrió en el Estado español tras la crisis importada de las subprime de 2008, podemos sacar algunas conclusiones de un proyecto de investigación de la Universidad de Granada en el que participé: ECOEDIT, cuyos datos están renderizados para una visualización sencilla en el enlace.
Culturas
¿Quién genera la cultura gratuita?
La gratuidad de los productos culturales repercute directamente en una exclusión de clase para la creación de esos productos culturales y en el monopolio de las grandes cadenas de producción, cuyos intereses tienen mucho más que ver con el capitalismo que con la cultura.
Bajo la dirección de Ana Gallego Cuiñas (a quien este artículo le debe casi todo), recabamos 47 datos de 235 editoriales de habla hispana, lo que hace un total de 11.045 datos brutos. Es la información de la que se parte para trazar el mapa que se puede consultar en la web.
El proyecto giraba en torno al concepto de bibliodiversidad. Las crisis sistémicas del capitalismo producen situaciones que, durante los periodos de restauración, hacen perder poder adquisitivo a la clase trabajadora, lo que a su vez hace que las ventas de libros caigan. Pero eso hace más daño a los grandes conglomerados que a las editoriales independientes. Si nos fijamos en los datos de ECOEDIT —concretamente en los de las editoriales independientes españolas—, observamos que más de la mitad fueron fundadas con posterioridad a 2008, lo que —si consideramos que entrevistamos a todas las que pudimos encontrar, y no solo a las fundadas recientemente (es decir, que el arco 2008-2018 [fecha de las entrevistas] es mucho menor que el arco, pongamos, 1978-2008)— señala la existencia de una clara correlación. Si hacemos lo propio con las argentinas, observamos un fenómeno idéntico. En ambos casos el periodo de latencia es de dos años:Las crisis desmoronan parte de la estructura macroscópica del sistema y crean grietas en las que las iniciativas independientes pueden proliferar. Vale la pena que aclare que no voy a entrar en la disputa por el término “independiente”: la palabra circula y funciona, y podemos englobar en ella desde editoriales fanzineras (por ejemplo: las editoriales cartoneras nacen precisamente en Buenos Aires en 2001), ferias del libro alternativas, librerías de barrio, iniciativas vecinales o comunitarias.
Por supuesto, esto no significa que la actividad literaria, cuyo plusvalor es sangrante (Brigitte Vasallo lo ha comparado recientemente al de las trabajadoras de la agricultura) comience a suponer el sustento para personas que antes carecían de él. Si somos rigurosamente materialistas, tendremos que tratar la ideología como un modo de lo material: en ese sentido podemos afirmar que el tambaleo de los cimientos del sistema capitalista lleva aparejado el debilitamiento de los dispositivos que utiliza para conservarse.
En tiempos de crisis no solo proliferan las editoriales: también lo hacen las monedas sociales, las redes comunitarias, las okupaciones, las emergencias de proyectos independentistas latentes, en fin, todos los síntomas de una pérdida de poder de los mecanismos que el sistema utiliza para producir subjetividad.
No es que los grandes conglomerados no puedan publicar novelas contestatarias, sino que solo en un contexto de oposición esos libros pueden producirse
La multiplicación de la bibliodiversidad tiene motivos tanto materiales como ideológicos, porque no hay entre ellos diferencia de naturaleza.Este aumento de la bibliodiversidad en el contexto de un sistema del libro debilitado es lo que permite la producción de discursos disidentes. Y no es que los grandes conglomerados no puedan publicar —por ejemplo— novelas contestatarias, sino que solo en un contexto de oposición esos libros pueden producirse. Aquí hay que subrayar más que nunca la diferencia entre libro y texto: el mismo texto se encarna en libros distintos según el ecosistema editorial en el que halle cobijo.
En ECOEDIT demostramos que solo la existencia de un circuito literario independiente garantiza la bibliodiversidad. En dicho circuito se publican (y “emplean”, en muchos casos se trata de autoempleo) más mujeres, más traducciones, más autoras noveles, se crean redes de apoyo mutuo, festivales, ferias y distribuidoras que funcionan al margen de los grandes conglomerados y —con el caso excepcional de México— se subsiste al margen de ayudas y subsidios e incluso se rechazan activamente. Se producen en mayor medida otros formatos (fanzine, libro artesanal), se publica a autores hispanohablantes de fuera de sus propias fronteras administrativas al mismo tiempo que propuestas locales que resultarían “ilegibles” en el campo literario y, por lo tanto, imposibles de exportar y poco rentables. Además, solo las independientes apuestan por formas alternativas de derechos de autor como el Copyleft.
Pequeño o independiente no es sinónimo de contestatario, pero sin una red del libro independiente el discurso contestatario carece de cauces por los que aparecer en el espacio social. Las independientes no nos necesitan; nosotras las necesitamos, nosotras —de hecho— somos ellas.
Apuntes para el futuro de un Sant Jordi apocalíptico
No veo el futuro, no sé qué va a pasar después de la crisis del coronavirus. Lo cierto es que los estudios que vengo citando no nos sirven de mucho: nos hablan de un marco en el que los grandes conglomerados transnacionales (Planeta y Bertelsmann) acusan la pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora.
Como señalan desde Crononauta, si se cumplen las previsiones de recuperación en V esto solo supondrá para las grandes editoriales un bache al que podrán sobrevivir sin mayor problema, ya que podrán “reestructurar su planificación con más facilidad”. Al mismo tiempo, señalan la importancia crucial de un plan público para el sector cultural, pero son pesimistas: a día de hoy la mayoría de ayudas acaba en manos de los grandes conglomerados, “que pueden permitirse equipos legales y/o administrativos” que les proporcionan ventaja en el campo. A todo esto hay que añadir que partimos de un ecosistema en el que ya existen unas redes independientes relativamente consolidadas.
Culturas
Cultura aprueba ayudas de 13 millones de euros a las salas de cine independientes y de cuatro millones a las librerías
El ministro de Cultura y Deportes, José Manuel Rodríguez Uribes, adelanta que habrá un acceso extraordinario a la prestación por desempleo para trabajadores de la cultura, una línea de ayudas extraordinarias —38 millones de euros a las artes escénicas y música, 13 millones para salas de cine independientes y cuatro a las librerías también independientes— e incentivos fiscales para estimular el mecenazgo privado.
La previsión más evidente no resulta halagüeña: ¿resistirán la crisis todos los agentes del sector independiente que ya vivían en condiciones precarias? El problema se acentúa precisamente por la debilidad constitutiva de la naturaleza de la red independiente. Agentes, distribuidoras, revistas, escritoras, editoras, libreras, traductoras, gestoras culturales… existe una gran capilaridad entre todas esas instancias.
La escritora andaluza Olalla Castro Hernández, colaboradora de El Salto, señala una característica generalizada del campo independiente: “Más que de mi escritura, vivo de sus alrededores y, además, me sitúo en sus márgenes: soy correctora e imparto talleres literarios”. Ella podrá, por lo tanto, sobrevivir mientras la red no se degrade en su conjunto.
Incluso las editoriales más potentes del panorama independiente (grupo Contextos), esas que han conseguido acceder a grandes centros de venta como FNAC o Casa del Libro, dependen en buena medida de la existencia de librerías independientes para mantenerse. La situación empeora en las editoriales más pequeñas. Si esas editoriales cierran, las escritoras que publican en ellas tendrán graves problemas para que sus textos se conviertan en libros.
Si las condiciones para que el texto se haga libro independiente desaparecen, una gran parte del pensamiento contestatario colectivo desaparecerá con ellas
Otra de las conclusiones de ECOEDIT para todo el contexto hispanohablante es que la etiqueta “independiente” no implica solo un tamaño o una liquidez concreta, sino la propuesta de una estética alternativa. Las escritoras podríamos vernos abocadas a dejar de publicar o a adaptar nuestro discurso a las estéticas hegemónicas de las grandes editoriales. De nuevo, la ideología se revela como un modo concreto de la materialidad.
En el caso de las autoras, la mayoría ya escribimos contra el capitalismo, aunque nuestros libros no contengan necesariamente un discurso contestatario. Llevamos dobles jornadas, un trabajo “real” y otro “creativo” (aceptar la oposición ya es un triunfo para el sistema), escribimos en nuestro “tiempo libre”, el más perverso de los sintagmas, en las horas que le podemos robar a la lógica del capital.
Y si los textos que producimos en esas condiciones materiales pueden acceder al común es solo porque existen editoras que trabajan en condiciones similares.A corto y medio plazo, las crisis debilitan el relato que el sistema utiliza para sostenerse.
Culturas
La clase obrera de la cultura en la era Amazon
En el acto de entrega de la cartera, el ministro de Cultura saliente, José Guirao, le dijo a su sucesor en el cargo, José Manuel Rodríguez Uribes, que “los ministros, los concejales y los consejeros no hacemos la cultura, la hacen los creadores y los ciudadanos”. El problema es en qué condiciones se realiza en un mundo dominado por corporaciones gigantes que imponen sus normas, como Amazon y Google.
Patria, de Fernando Aramburu, es un ejemplo perfecto de que la literatura —concretamente, la novela— aún mantiene una función política que, si bien no es tan fuerte como la que desempeñaba en el caso de aquellos padres de las distintas patrias (véase Sarmiento en la Argentina), aún resulta esencial.
La flaqueza del sector independiente no implica solo que perdamos lugares en los que tomarnos cafés y asistir a presentaciones. Las redes que se trazan dentro del capitalismo (por más que se tejan contra él) siempre pasan por complicados (también el sentido de co-implicados) haces de relaciones de hegemonía y contrahegemonía. Si las condiciones para que el texto se haga libro independiente desaparecen, una gran parte del pensamiento contestatario colectivo desaparecerá con ellas.
Las dos librerías entrevistadas (Ubú Libros y Arrebato) cuentan que han conseguido sobrevivir a esta crisis gracias a la entrega de sus clientes habituales, a la comunidad que han creado alrededor de sus espacios.
No se puede ver el futuro porque el futuro no existe, es un enorme abanico de potencialidades que pueden o no cristalizar. Y eso depende en cierta medida de lo que nosotras hagamos para evitar que desaparezca el mundo del libro independiente que tanto nos debe, al que tanto le debemos y que, a la postre, nos constituye.
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Sin duda esa conciencia de red, contrahegemónica, es la que hace menos solitario el arte de escribir.