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Literatura
Javier Gallego: “Es más necesario que nunca que haya una información al margen de lo que ocurre en el centro”
A finales de agosto de 2012, la emisora pública Radio 3 prescindió del programa Carne Cruda. Un reajuste de la programación; una decisión del nuevo director de la emisora, Tomás Fernando Flores, justificada por el alto coste que suponía su mantenimiento; o una limpieza de la parrilla para quitarse de encima un programa incómodo. Lo que pasó, pasó, y versiones hay para todos los gustos. Carne Cruda, dirigido y presentado por Javier Gallego desde 2009, no rehuía las cuestiones políticas y por sus enfoques podía ser un programa de una radio libre. Tres meses después del despido, ganó el premio Ondas por su capacidad transgresora y su facilidad para conectar con los nuevos medios, según explicó el jurado. En enero de 2013 se mudó a la Cadena Ser, donde permaneció en antena hasta 2015. Ese año inició una nueva etapa, sin el soporte de una gran emisora detrás y con el aporte fundamental de los oyentes mediante suscripciones. En 2024, la autoproclamada república independiente de la radio fundada en torno al programa parece consolidada y su impulsor añade otra faceta a su función de comunicador con la publicación de su primera novela, La caída del imperio (Random House, 2024).
Músico, poeta y periodista, Gallego se adentra ahora en la narrativa retratando el largo fin de semana de un grupo de treintañeros que se creen los young dudes de David Bowie pero que se parecen más a los veintegenarios de Albert Pla: lagartos que no son cobardes, ni valientes ni tampoco revolucionarios y que, en lugar de tomar el sol, toman la noche madrileña a ritmo de rocanrol. Pero Gallego aporta un factor ambiental que tiene importancia: ese fin de semana durante el que asistimos a sus subidas y bajadas es el previo al del inicio del 15M en 2011, una circunstancia que esta gente ya no tan joven, pero igualmente sin futuro, vive de refilón, enfrascada en sus soledades, traiciones, sueños rotos, dolores y drogas.
Me ha pasado algo raro: anoche soñé con esta entrevista. Creo que puede ser porque hay cierta cercanía entre El Salto y Carne Cruda, compartimos una parte de la audiencia, una perspectiva similar sobre la información, una trayectoria de varios años dando vueltas en el mismo corral. ¿Qué dirías que diferencia a ambos proyectos?
Sin duda que hay esa cercanía. En realidad, creo que hay muchas menos diferencias que cosas que nos igualan. Vamos de la mano en muchos sentidos. Solemos leeros mucho, llamar a compañeras y compañeros vuestros… Nos diferencia el hecho de que sois prensa escrita, aunque tengáis algún proyecto de podcast. Tenéis muchas delegaciones, gente en todo el Estado; nosotros somos una célula mucho más pequeña, reducida a un grupo que trabaja en torno a un programa de radio y a una productora que hace algunos podcast al margen. Pero no hay muchas diferencias en cuanto al planteamiento, al espíritu, en la vocación de periodismo independiente, en una comunidad que es la que nos sostiene. Creo que en vuestro caso es más difícil, precisamente por eso de la dispersión geográfica.
¿Qué función cumplen hoy proyectos de comunicación como Carne Cruda o El Salto? Da la sensación de que hace años estaba más claro, había menos proyectos así, menos posibilidades también.
Pero creo que somos más necesarios que nunca porque está muy establecido, en el público mayoritario, después de una época de convulsión, inconformismo y de poner muy en tela de juicio los medios tradicionales, se ha vuelto a asumir su hegemonía de una manera bastante natural. Por eso, es más necesario que nunca que haya una contraparte, información al margen de lo que ocurre en el centro, en el núcleo irradiador.
¿Cómo complementa La caída del imperio a tu trabajo como comunicador?
Es muy interesante esta pregunta. Creo que tiene que ver con mi forma de ser en todos los ámbitos de expresión a los que me dedico, que es buscar la vida en los márgenes, todo aquello que se sale de la convención, del carril principal… Esta generación, este grupo de amigos que aparecen en la novela, no dejan de buscar, de manera desesperada, una forma de vivir a contracorriente y en contra de las normas. Es un grupo que pretende ser, cada uno a su manera, inconformista, insubordinado, desobediente, con la dificultad que eso conlleva. Tienes la dificultad de subsistir en un mundo precario donde la juventud tiene pocos horizontes y, además, pretendes salirte de la norma, no llevar una vida convencional, lo que lo hace más difícil. Esa es la gran desesperación que sienten los personajes a veces, y la búsqueda desesperada que tienen de vivir de otra manera, no como nos han dicho nuestros padres que tenemos que vivir.
La novela está publicada por Random House, uno de los dos gigantes editoriales en España. ¿Cómo llegas a publicar tu primera novela allí?
Podía haberlo hecho en un sello más pequeño, me habría pegado igual más. Publico poesía con Arrebato, que es un sello pequeño pero muy activo, practica el activismo poético en todas sus formas. Este ha sido un trabajo titánico para mí, me ha llevado prácticamente ocho años de mi vida, y se movió por distintas editoriales, algunas más grandes, otras más pequeñas. Cuando Random House mostró tanto entusiasmo por la novela como que quería publicarla, vi la posibilidad de que llegase más lejos. Habiendo publicado mucha poesía en sellos más pequeños, y notando las limitaciones que eso tiene, pensé en plantar una semilla en el sistema. Sobre todo, necesitaba que la novela tuviera una difusión suficiente porque hay mucho trabajo detrás. También se me ha respetado profundamente todo lo que he hecho. La edición ha tenido una parte muy positiva de conversación y diálogo para ayudarme a mejorar la novela.
Por temáticas y estética, podría ser una novela publicada en una pequeña editorial.
Las Afueras, por ejemplo, que es una editorial que me apasiona, me gusta muchísimo lo que publica. Estaba entre los planes, pero apareció este otro plan…
Hace años quizá te habrían dicho que te has vendido por este lanzamiento. ¿Qué responderías a esa hipotética acusación?
A ver [se lo piensa]. Es interesante porque esto es un debate que siempre tengo con todo lo que hago, si tengo que estar siempre moviéndome en la cultura más alternativa, si todo lo que hago tiene que estar en ese ámbito o puedo intentar escribir, publicar, en un sello más grande.
Manteniendo la libertad artística y creativa, tener la posibilidad de que mi escritura tenga mayor difusión no me crea conflicto moral
Con mejores condiciones.
Con mejores condiciones, eso es. Manteniendo la libertad artística y creativa, tener la posibilidad de que mi escritura tenga mayor difusión no me crea conflicto moral. Si alguien lo tiene por esto, que no se acerque al libro. Creo que no tengo que demostrar que no me estoy vendiendo ni me he vendido nunca. He intentado mantener la honestidad en todo lo que hago, creo que la novela es honesta. No es una novela para nada a favor del sistema en ningún sentido. Sigo siendo el mismo Javier Gallego que hace Carne Cruda, el mismo que escribe poesía, que hace música, a veces con mayor o menor proyección. No creo que tenga que justificarme.
Entiendo esa parte peyorativa que siempre ha tenido lo de irte a una grande, pero la verdad es que no he tenido debate moral en este caso porque quería que la novela se leyese todo lo posible y porque me han dado una libertad creativa absoluta. Es como si les dijéramos a Lucía Lijtmaer o Leila Guerriero que por qué publican en Anagrama. Pues por qué no. Publico en una editorial muy literaria, al lado de escritores como Mónica Ojeda o García Márquez, que acaban de publicar un texto suyo… Sé que se me va a mirar como el periodista que acaba de publicar una novela, el presentador de radio al que, de repente, le da por la literatura, que no es cierto porque tengo publicados dos poemarios y un cómic con textos poéticos. Quiero que este libro muestre que tengo una faceta literaria de pleno derecho y una editorial como Random House, que publica a gente como Virginie Despentes o Chuck Palahniuk, que no creo que se pueda decir que son vendidos al sistema, me da ese sello de garantía de que lo que vas a leer es una novela, no un tipo que por la mañana ha pensado en escribir. Creo que necesitaba ese empuje, ese impulso.
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¿Cómo es publicar la primera novela casi a los 50 años?
Empecé con 40, no pensaba estar con ella casi hasta los 50. Empezó siendo más una novela sobre juventud y acaba siendo una novela sobre el fin de la juventud, que quizá tiene que ver con mi proceso de envejecimiento. No quería haber tardado tanto, me he encontrado con muchas dificultades. Creo que es una novela muy ambiciosa estilísticamente, también estructuralmente aunque solo sea un fin de semana pero son siete voces hablando cada una desde su punto de vista, contando una historia que se entrelaza, se separa, hasta que confluyen todas en una misma narración que habla de la marcha política, de la marcha de la fiesta y de un tipo que va a la marcha autodestructiva. Creo que hay una apuesta estilística de cierta vanguardia, que me ha costado mucho encontrar. Es una novela a la que se le ha dado 27.000 vueltas, la he cortado y editado mucho, era mucho más larga, y que compagino con un trabajo que me absorbe mucho. Es un poco como lo que le dijeron a Charlie Kaufman cuando hizo su primera película, “ha hecho su primera novela como si fuera a ser la última”.
Se suele decir que para el primer libro, o el primer disco si haces música, has tenido toda tu vida hasta ese momento y por ello se supone que hay mucho del autor en la obra, algo que va menguando en las posteriores. ¿Es tu caso?
Sí, en esta lo he puesto todo, como si no fuera a haber otra. Creo que la primera novela de casi todo escritor es un volcado de todas sus experiencias. Tenía esta historia hace muchísimo tiempo, creo que me representa en muchos sentidos: el grupo de amigos, ciertas vivencias, la música como hilo conductor, el movimiento político y social que ha marcado también mi carrera profesional, un espíritu rebelde que creo que está en todas mis formas de expresión…
Hay un contraste interesante entre la forma de la novela, con algunos recursos narrativos atrevidos, y el fondo, ya que no deja de ser una suerte de folletín.
No había pensado que fuera un folletín, pero sí… Al final son las cosas que nos pasan. No creo que tenga aire folletinesco porque no es melodramático, sí dramático en algún momento. El melodrama acentúa profundamente y lleva al extremo las pasiones humanas, la pasión amorosa, la amistosa, los sueños, es más grandilocuente. La forma fue apareciendo conforme iba avanzando la escritura, de hecho reescribí el principio para darle esa forma en la que los personajes se comunican, esa manera de expresión cada vez más rota y más pegada a lo que están viviendo. Creo que en esta novela el cómo es parte del qué de manera muy radical, es un protagonista más de lo que pasa: sus experiencias, momento vital, sensaciones se transmiten a la forma de escribir. Quería, ya que están viviendo una fiesta de un fin de semana, que la palabra también fuera una fiesta, que hubiera esta parte que tienen la noche y la celebración de que hay impulsos por todas partes, todo es un poco caótico, estás viviendo en una especie de nube, te golpea la música, los olores, las sensaciones, la vomitona, el caerse, el levantarse… Y todo esto está transmitido en la forma de escribir. Tengo una inspiración muy clara del modernismo anglosajón: desde Djuna Barnes a Faulkner pasando por Eliot, Joyce o Virginia Woolf son los referentes estéticos que a mí siempre me han movido, tanto en poesía como ahora que he escrito narrativa.
Los protagonistas son un grupo de amigos treintañeros y lo que les pasa en un fin de semana, que podría ser un fin de semana cualquiera de sus vidas. ¿Hasta qué punto tu intención era introducir una cámara y registrar qué pasaba en sus vidas esos días?
Hay una parte documental de un momento histórico, político y social que, en realidad, es trasladable a otros momentos. La novela se inicia con un personaje que se acopla a un grupo.
Darío, que es el público lector.
Sí, es la manera de entrar, como tu cámara. Efectivamente, hay algo cinematográfico en entrar a través de los ojos del desconocido. Y una vez los conoce, va desapareciendo. Hay una parte documental evidente. De alguna forma, quería hacer una especie de novela histórica encubierta en el sentido de que me interesaba contar el momento político y social de entonces a través de la vida de estos personajes. Por otro lado, es cualquier momento político y social que tiene cualquier generación de jóvenes, ese momento de inconformismo frente a una situación que no acepta y decide rebelarse. Puede ser mayo del 68, los beatniks o los jipis.
Sin embargo, aunque sitúas la acción en el fin de semana previo al estallido del 15M y un par de ellos sí participa en la manifestación cuya represión lo desencadena, este grupo no parece muy afectado por lo que ocurre fuera de ellos y ellas. Hay otro contraste ahí.
Hay distintas formas de ruptura en el grupo. Hay una clara vocación de todos ellos de vivir en los márgenes, de no acoplarse a la manera de vivir tradicional. Algunos están más implicados con lo que está sucediendo y se enfrentan, otros tratan de escapar. Son las dos vías, de lo que se habla es de evasión o confrontación. También hay algún personaje que sale por la tangente.
Sí se explicita un conflicto evidente entre Juan y su padre, reflejo del conflicto que en aquellos años estalló en torno a la llamada cultura de la Transición, que en la novela aparece con la crítica de Juan al discurso de la Transición modélica que hace su padre, un alto cargo socialista.
Fue uno de los momentos fundacionales, de revelación, de aquellos años. Nos dimos cuenta de que aquel relato era más un cuento que una realidad. Por supuesto, no deja de tener ciertas verdades, pero no era la verdad absoluta e inquebrantable que nos habían dicho. El padre de Juan representa precisamente a la cultura de la Transición, es un importante cargo socialista. Es que fue el enfrentamiento no solo de una generación sino de varias con el legado de los padres. No es solo que este tuviese una parte de cuento sino que lo que habíamos recibido rompía todas las promesas que nos habían hecho: eso de que somos la generación más formada de la historia, los jóvenes aunque sobradamente preparados… Y de repente vamos a vivir peor, en algunos sentidos, que la generación de nuestros padres. Ese enfrentamiento, que en política lo representó después Podemos, y el 15M tiene mucho que ver con esto, era como decir “qué habéis hecho, lo que estáis legando no está bien hecho”.
El rock, incluso el rock contestatario, cae en el riesgo siempre de generar burbujas evasivas y de no confrontar
La otra gran protagonista de la novela es la noche rockera del centro de Madrid durante la primera década del siglo XXI, con sus siete u ocho garitos, su música y sus drogas. ¿Hasta qué punto esa forma de ocio era una burbuja aislante para quienes participaban en ella?
Creo que ese debate está implícito en la novela. ¿Estos quieren romper con todo o quieren ocultarse, evadirse y escapar? Es un debate que ha habido siempre en torno a la música y el punk, eso de que demasiadas drogas te hacen tan esclavo como aquel al que criticas. Quería mostrar esa diferencia de posturas entre los personajes que quieren rebelarse y los que quieren escapar por la madriguera de conejo. Hay todo un debate ideológico y de posturas. El rock, incluso el rock contestatario, cae en el riesgo siempre de generar burbujas evasivas y de no confrontar.
¿Se puede establecer una comparación con lo que sucedía en Madrid veinte años antes, en los primeros años 80?
Tendría que pensarlo un poco, porque yo no viví la Movida, lo conozco de oídas. Hay una parte de mitificación y mistificación de la Movida que no responde a la realidad. Aunque salieron grupos muy punteros y luego tuvo mucha resonancia, tiene que ver con que la televisión lo apoyó. En realidad era un movimiento tan pequeño como puede ser cualquier escena, como puede ser la escena alternativa de los años 90, que responde a la contra a la Movida. A los alternativos no nos gustaba la música de los 80, queríamos crear lo nuestro propio. La escena de principios del siglo XXI es un poco heredera de las dos grandes aperturas musicales que hubo antes, la Movida y los años 90. Se materializa en la cultura independiente, que crea un estilo incluso convencional y comercial, que es el indie; y lo que sigue estando en los márgenes, la cultura underground de ciertos garitos y grupos, que siguen estando en las cloacas y en las profundidades. A mí me ha interesado más siempre esa movida, he pertenecido a grupos que se han movido en ese underground. A veces pienso que no tengo vocación de mayorías, ha quedado demostrado; tengo una vocación de desaprobación generalizada, creo que me encuentro más cómodo ahí.
Música
Música Cuando el rock dejó de cambiarnos la vida
¿Esa noche rockera de Madrid ha dejado de existir, se ha acabado esa manera de vivir?
No. Creo que la noche, y la noche madrileña, no tiene fin. Se va renovando, va cambiando de ambientes. Esa misma que muestra la novela sigue viva, yo sigo perteneciendo a ella y sigo encontrando los garitos llenos a altísimas horas de la madrugada. Pero es que hay otras. Das un paseo por Malasaña y ves que la chavalería sigue encontrando sus maneras de vivir y de salir, no creo que haya riesgo de que desaparezca en una ciudad que tiene un miedo a envejecer que yo llamaría patológico.
Me resulta sugerente pensar cómo serían los personajes de la novela hoy, cuando estarían rondando los 50. ¿Habrá continuación, como lo que ha ido haciendo Irvine Welsh con los personajes de Trainspotting?
Sí me gustaría. En la primera versión de la novela había un contraste entre lo que eran ellos con 25 años y lo que se cuenta principalmente, que son ellos con 35. Decidí quitarlo porque me parecía que ya estaba implícito que venían de pensar que eran emperadores y estaban viendo la caída del imperio. Sí me interesa recuperar la idea de cómo fueron ellos en los años 90 y plantear cómo serán ahora estos tipos que quieren romper con todo y que dicen “vive como imaginas y escapa de la policía”. ¿Realmente habrán escapado de la policía o se habrán dejado atrapar? Probablemente, alguno se habrá dejado atrapar, es evidente. Porque ese es el gran debate de la novela, hasta qué punto nos dejamos atrapar por las convenciones.
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Me parece tan falso este tipo, tan poco creíble en todo lo que hace. Recuerdo cómo colaboró en la cacería contra Irene Montero, por ejemplo, desde su podcast. Tuve la oportunidad de hablar directamente con él y me demostró que no es ni parecido a esa imagen que vende, me pareció agresivo y pedante. Fue una suerte, porque dejé de financiar su empresa y aumenté mi cuota en medios que sí merecen mi respeto, como este.
Publica con una gran editorial porque es una cara conocida y dan por hecho que, con algo de promoción, va a vender libros, más o menos todas sabemos cómo funciona esto. Vamos, yo he estudiado el sector editorial y las propias editoras me explicaban que es así. Que a lo mejor estamos ante el nuevo Vargas Llosa, no sé, no seré yo quién lo lea, ya he leído a demasiados hombres en mi vida.
Márgenes, me ha gustado, entre otras cosas. Aquí un productor de esa 'carne' que está en 'lo mismo', pero en otro sector, soy trabajador humanitario, aunque en este país nos llaman cooperantes, creo erróneamente... Ahí dejo esto, por si os sirve para vuestros libros de estilo periodístico. Saludos.