Disparar al mensajero

Lo que vimos muchas de nosotras es que en determinados barrios y en determinadas ciudades hubo familias que pasaron de las normas impuestas para el desconfinamiento de los y las menores. Y no es una cuestión de teleobjetivos. ¿Es casualidad que fuera en los barrios acomodados donde más se saltaron la norma?

Domingo de desconfinamiento de niños durante el estado de alarma
Eva Máñez Familias en el Jardín del Turia, Valencia, durante el domingo 26 de abril.

El pasado domingo muchas y muchos fotoperiodistas salimos a currar con una sonrisa. Después de 45 días haciendo fotos de calles vacías, de UCI con doctoras y enfermeros batiéndose el cobre, de gente sin hogar, de makers ingeniando EPI con sus impresoras caseras 3D, de cementerios, de balcones, etc. Cuarenta y pico días currando muchos de nosotros con mascarillas y guantes conseguidos casi de contrabando porque, a pesar de ser un servicio esencial, nadie pensó en dotarnos de material que nos cuidara y que protegiera a la gente con la que nos cruzamos. Periodistas y fotoperiodistas que hemos estado saliendo a la calle a pesar de lo difícil que está siendo informar en esos días, a pesar de que muchos somos víctimas de ertes o de situaciones económicamente muy complicadas como autónomos precarios. Pues el domingo 25 salimos a currar con una sonrisa, con ganas de hacer fotos bonitas de niños y niñas en las calles.

Y lo que vimos muchas de nosotras es que en determinados barrios y en  determinadas ciudades hubo familias que pasaron de las normas impuestas para el desconfinamiento de los y las menores. Y no es una cuestión de teleobjetivos. Si antes había en redes saturación de virólogos y epidemiólogos, ahora es de especialistas en óptica fotográfica. Como dice mi compañero Natxo, fotógrafo deportivo, “que un tele aplana la imagen es cierto. Que el domingo bajo de mi casa habría 400 personas todas al mogollón jugando partidos de fútbol como si nada, también. Eso lo vi yo con mis ojos paseando al perro, no me hacía falta cámara”.

La estampa más común: padre y madre, con polo y jersey sobre los hombros y dos o tres hijos vestidos igual

Valencia 12h30 del mediodía en el Jardín del Turia, un parque muy extenso en lo que antiguamente fue el lecho del río Turia. A la altura del Eixample —la zona con los barrios de mayores rentas de la ciudad— cientos de familias pasean o juegan al fútbol. La estampa más común: padre y madre, con polo y jersey sobre los hombros y dos o tres hijos vestidos igual. Mi ilusión de hacer fotos bonitas mutó en pánico. Toda mi preocupación como profesional en aquel momento era poder contar ese desmadre sin que se le viera la cara a ningún niño o niña. Cuando llegué a casa, las publicaciones en Twitter superaban con mucho lo que yo pude fotografiar sin sacar caras de menores. Además de la fotogalería en el medio en el que trabajo, puse algunas fotos en mi Facebook con el siguiente texto: Hay que joderse que nos están inflando a multas y controles en los barrios populares y ahora vengan los de Cánovas, en el río, y hagan insumisión total a las normas del parque”. Este comentario y las cuatro fotos desencadenaron casi 500 comentarios en mi muro y en el de las personas que lo compartieron. Eso junto con la lectura del artículo en El Salto “Conductas irresponsables, teleobjetivos y pánico social me ha animado a escribir estas líneas.

¿Es casualidad que fuera en los barrios acomodados donde más se saltaron la norma? No hay fotos de familias de El Cabanyal (barrio más popular) abarrotando la playa, por ejemplo

Las normas eran claras: una persona adulta hasta con un máximo de tres menores. Esto no es un desconfinamiento en familia, esto es una desescalada que ha empezado con los y las menores de 14 años. Yo no soy viróloga pero entiendo que la misma lógica que no permite más de tres personas en un entierro debe ser la que rige esta norma. Es una cuestión de matemática exponencial, cuanta más gente en la calle más probabilidad de contagio. Cuanta más sensación de vuelta a la normalidad sin que realmente hayan bajado los contagios, más difícil será volver a esa normalidad, y llevamos 24.000 muertos. Y con esta simple norma a mi, con mis prejuicios de gente de izquierda de Benicalap (barrio de clase trabajadora), me surgen las dudas y los interrogantes. ¿Es casualidad que fuera en los barrios acomodados donde más se saltaron la norma? No hay fotos de familias de El Cabanyal (barrio más popular) abarrotando la playa, por ejemplo. ¿Es la misma lógica que exige el pin parental el que llenó el parque del Jardín del Turia el pasado domingo? ¿Algo así como mis hijos son míos y a mi ningún gobierno de izquierdas me va a decir lo que tengo que hacer con ellos?

Ni los niños y niñas son seres de luz, si no personas que hacen lo que sus progenitores les dejan, ni los fotógrafos son policías aficionados con teleobjetivo. Como dice el fotógrafo Morenatti en una entrevista a propósito de las fotos de ese día en Barcelona, “es la única perspectiva para hacer esa foto. Si alguien sabe alguna mejor, que me lo diga. Lo que pasa es que a la gente no le gusta lo que ve, así que atacan al fotógrafo, lamenta. 

Empezaban Sara Plaza y Sarah Babiker su artículo diciendo que “quienes ayer viralizaban bilis quizás no se den cuentan de que cuando solo se muestran las infracciones y se globalizan como norma, lo único que se consigue es que aumenten las restricciones. Que se acoten aún más nuestros derechos”. Lo siento, pero salir “en familia” por el momento no es un derecho. Y saltarse las normas porque a uno o a una no le guste, no las entienda o crea que no van con sus principios, es una cuestión de insumisión (yo fui insumisa autoinculpada al servicio militar y compañeros estuvieron en la cárcel por ello). Me temo que es la derecha de las caceroladas y las banderitas la que ahora está esgrimiendo esa insumisión. Y digo esto sin querer generalizar, porque ni toda la gente de derechas se salta las normas, ni todas las vecinas y vecinos de L'Eixample salieron “en familia”, ni toda la gente de esos barrios es facha. Pero hay mucho de “eso no va conmigo, que me den test y la culpa es del gobierno”.

Algún día tendremos los datos de las denuncias policiales por barrios. Con esos datos en las manos podremos ver si la presión policial, las multas, las sanciones (y las agresiones policiales, que también ha habido) ha sido la misma en todos los barrios.

Como decía alguien en mi muro: “No estamos todos en el mismo barco. Estamos todos en el mismo mar: unos en yate, otros en bote, otros a nado”. Algún día tendremos los datos de las denuncias policiales por barrios (datos que Sergi Pitarch de eldiario.es me dice ha solicitado insistentemente pero aún no ha facilitado el Ministerio del interior). Con esos datos en las manos podremos ver si la presión policial, las multas, las sanciones (y las agresiones policiales, que también ha habido) ha sido la misma en todos los barrios.

Lo que sí que tengo claro es que los y las fotoperiodistas que trabajamos el pasado domingo ni teníamos indicaciones de sacar multitudes, ni manipulamos fotos ni estuvimos a ver si pillábamos a niños, niñas y progenitores saltándose las normas. Ni mucho menos somos personas afilando sus cámaras, cargando bien sus móviles y desempolvando teleobjetivos para ir a la caza del infractor”, como dicen las autoras del artículo.

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