El cierre de esta edición nos ha tocado escribirlo con un lazo negro en el pecho. El 19 de abril, el doctor Luis Montes perdía la vida de manera inesperada mientras viajaba en carretera a un acto de la asociación Derecho a Morir Dignamente, que presidía. Luchador incansable por esta causa, abandonaba este mundo con la dignidad del guerrero, sin dolor y sin agonía. El universo hacía justicia con el máximo abanderado de la causa.
Luis o Montes —no quería que le llamaran doctor— fue diana de la administración Aguirre, con el consejero de Sanidad Manuel Lamela a la cabeza. En 2004 una fuente anónima denunció 400 casos de eutanasia irregular en el hospital Severo Ochoa de Leganés y el Gobierno regional dio credibilidad a una aseveración lanzada sin ningún tipo de pruebas. La comunidad acabó remitiendo a la fiscalía 73 sedaciones practicadas en el servicio de Urgencias, coordinado por Montes.
Montes, fiero defensor de la sanidad pública, tuvo que soportar una atronadora campaña mediática de desprestigio orquestada por el PP y liderada por Lamela, quién acabó firmando su destitución. Finalmente, la justicia daba carpetazo a la causa en 2007. Pero eso no era lo importante para los populares. Lamela quería derribar a un defensor de lo público y fue a la yugular. El consejero, que años más tarde acabó imputado junto a Juan José Güemes, su sucesor, por malversación de caudales públicos durante la privatización de la sanidad madrileña, pretendía dar lecciones de ética y moralidad creando comisiones ad hoc para investigar a Montes.
El pasado 3 de abril, Luis participaba en uno de sus últimos actos públicos. Nacía la Plataforma Ciudadana en Defensa del Severo Ochoa y él era uno de sus ponentes. Durante la charla animó a seguir en las calles por lo que es de todas y todos. Hoy este es su principal testamento y por él esta causa debería recobrar aún más fuerza. Porque, además de morir, también hay que saber vivir dignamente. Y la verdadera dignidad reside en la lucha.
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