We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
La semana política
Montero y los espantapájaros
Desde el comienzo de su carrera política, Irene Montero ha devuelto golpe por golpe. Por eso, cuando alguien en la redacción de El Salto vio la foto de Irene Montero que había hecho Dani Gago, dijo que había que hacer algo con esa fotografía. Porque en el gesto, antes de ver el vídeo de su intervención, ya se veía que Montero estaba devolviendo el golpe. En el gesto se volvió a ver a la política más odiada de la derecha española respondiendo sin achantarse, otra vez. Y en ese gesto estaba el reflejo de las otras políticas odiadas y perseguidas, de todas las mujeres que han visto los colmillos de los lobos y, con miedo o no, se han enfrentado a ellos, por todas las que no pudieron hacerlo y por las que vendrán.
Los hombres que odian a las mujeres odian a Irene Montero entre todas ellas. Muchos buscan argumentos sofisticados, la mayoría ni eso. Pero esto no va de esos hombres, sino de la capacidad de la ministra de Igualdad para revolverse contra esa deshumanización y contra las campañas de acoso personal.
La legislatura de Igualdad es un hito y al mismo tiempo debe servir de aviso. De lo que pasa cuando se desarrolla una agenda feminista. De qué sucede cuando las plebeyas llevan a cabo acciones políticas decididas a favor de las plebeyas. De qué ocurre cuando una parlamentaria se rebela y quiere que los insultos no sean retirados del diario de sesiones, y exige que se plasmen para que no se borren los argumentos salvajes del machismo de nuestra época, tan similares a los gritos que soportaron las primeras mujeres que entraron en la política institucional. Desde el comienzo de su carrera política, Irene Montero se ha puesto en primera línea y ahora está recibiendo insultos que van dirigidos a todas las mujeres.
Feminismos
Violencia política Sentir miedo hasta que ellos sientan vergüenza
Los espantapájaros
Vox es antes que nada un show televisivo. Una rareza friki, convertida durante un nunca demasiado corto espacio de tiempo, en un signo de que las cosas no van bien para nadie. Pero Vox es también una inversión económica relevante “en prejuicios de género, raza, religión y clase, que la derecha presentó como una defensa de los valores familiares”, que ha seguido el mismo libreto que Rodrigo Nunes ha identificado en un excelente artículo sobre Brasil.
Como show televisivo no es fácil que desaparezca. Vox pierde audiencia, pierde punch, pierde a sus protagonistas —¿qué ha sido de Macarena Olona? ¿qué ha sido del propio Santiago Abascal?— pero sigue marcando agenda y sus procuradores siguen agitándose en el Congreso en busca del clickbait. Nadie descarta una inversión así sin sacarle todo el provecho posible.
Montero rompió la cuarta pared del Congreso de los Diputados e hizo que los insultos lanzados hacia ella fueran tomados como un baremo de hasta dónde va a llegar el acoso hacia las mujeres
Así que los diputados del partido están obligados a cumplir con convicción su papel de provocadores, de pirómanos de la democracia. Un papel que es útil para el sistema, en cuanto amenaza —“que vienen los fascistas”— y, de una forma más siniestra, como posible recambio si, en efecto, en algún momento el poder requiere de la extrema derecha que sea algo más que un espantapájaros. Vox es una amenaza que ya estaba ahí antes de Vox, pero que solía encontrar víctimas propiciatorias y respuestas tímidas.
El miércoles, Irene Montero no quiso ser la víctima propiciatoria. Quiso utilizar la fuerza del ataque, que seguía a un ataque similar que el lunes había lanzado un diputado del Partido Popular y que tuvo su epílogo momentáneo con la carga de dos ofendidos entretenedores (El Xocas y Pablo Motos), para lanzar su propio ataque. Rompió la cuarta pared del Congreso de los Diputados e hizo que los insultos lanzados hacia ella fueran tomados como un baremo de hasta dónde va a llegar el acoso hacia las mujeres. Obligó a que se posicionaran en su apoyo a quienes solo unos días antes la situaban como una mujer sin voz propia, cuando quienes conocen el ecosistema Podemos saben el poder que tiene su palabra para bien o para mal.
Fue un movimiento inteligente, como todos los que tienen capacidad de motivar transformaciones. Algo que teme la extrema derecha y teme el poder, que hoy, como ayer, se enfrenta a la posibilidad de que los plebeyos, las plebeyas, confronten su plan para la recomposición del neoliberalismo a través de la descomposición social, de la descomposición de la política, a través también de la descomposición del movimiento feminista. Pero ha sido esa combinación entre inteligencia y dignidad la que ha hecho del feminismo, pese a todo, un movimiento imparable.
Relacionadas
Solo para socias
Solo para socias Nueva carta mensual: “Redactor en crisis”, por Pablo Elorduy
La semana política
La semana política Lo que pasó, pasó
La semana política
La Semana Política La nave del misterio electoral
Muy grande Irene Montero. Representa a todos aquellos que creemos en el feminismo como motor de una sociedad más justa y solidaria.
Que pena invertir el sitio que representa a todxs en unxs pocxs, destruyen la Política pero los animales usados en la caza no importan ni al PSOE ni al PP que es lo que quiere la mayoría, PAN Y CIRCO.