Opinión
La información es pacificación

La clave respecto a la información y el poder es que si no tienes el poder (si no estás organizado) la información no es poder.
2 nov 2025 06:27

Durante todos estos años de existencia de Internet hemos vivido creyendo que la información es poder.

Damos por sentado que necesitamos tener tanta información como nos sea posible. Que la información es lo primero. Que sin tener información y evaluarla no tenemos nada y nosotros mismos no somos nada. Pegados a nuestros teléfonos móviles, nuestras plataformas y nuestros feeds, hemos desarrollado un trastorno obsesivo-compulsivo en nuestra relación con la información. No podemos no comprobar las últimas noticias. No podemos no hacer scroll.

Todo esto ha sido una gran mentira. Nos han engañado para creer en una idea equivocada y peligrosa, una idea que nos está atrapando y conduciendo a la locura. En la actualidad lo cierto es que la información no es poder y que la información es pacificación.

Si damos un paso atrás, tomamos distancia y analizamos nuestra creencia en el poder de la información, ésta se nos presenta como algo racional, aunque en realidad hay una cualidad mágica asociada a ella. Primero viene la información. La información es un tipo de conjuro. Leemos las palabras en una página, las oímos habladas... y estas palabras pueden producir un cambio. Como si fuese un conjuro. Hay algo de cierto en ello. Pero también hay algo de misterioso y ultramundano en el proceso. ¿Cómo ocurren las cosas en el mundo? ¿Por qué actuamos?

La información es sólo información. Y en nuestras sociedades de consumo, entretenimiento y espectáculo, la información no es más que un producto

Si la información es, también, una suerte de conjuro, ¿entonces cómo sabemos que no es uno pernicioso? ¿Y si nuestra creencia de que la información es poder es, en sí misma, un embrujo? ¿Que el hambre insaciable de información, que nuestra necesidad de consumir constantemente datos, hechos y noticias, confiando de pleno corazón que llevará a algo trascendente, que si aprendemos un poco más... que todo esto, en fin, no es más que una trampa psíquica que nos han tendido? ¿Que no somos sino peones en el diabólico tablero de juego de otro?

La clave respecto a la información y el poder es que si no tienes el poder –si no estás organizado, si no te has unido a otras personas para organizarte, controlar las instituciones, manejar los hilos que mueven el mundo real– la información no es poder. La información es sólo información. Y en nuestras sociedades de consumo, entretenimiento y espectáculo, la información no es más que un producto.

Pienso en Julian Assange y Wikileaks. Assange era un hacker libertario bajo el hechizo de la era de la información: creía que la información tenía poder por sí misma y que lo que se oponía a la hora de la verdad en el camino hacia la liberación global eran instituciones poderosas que mantenían secretos a resguardo y mantenían así a la gente ignorante y desinformada. Creía que si de veras conocíamos el tipo de cosas que nuestros gobiernos y corporaciones estaban haciendo nos alzaríamos y cambiaríamos el mundo a mejor.


Pero no se cumplió nada de eso. Wikileaks publicó secretos. La gente conoció el alcance de los crímenes estadounidenses en la guerra contra el terrorismo, crímenes terribles que el ejército estaba cometiendo en Afganistán. Se hicieron documentales. Se escribieron miles de artículos. Se emitió un sinfín de reportajes en televisión. Y no ocurrió nada. La gente no se alzó porque no estaba organizada. No se alzaron porque eran individuos atomizados, enfadados y dispersos por todo el mundo. El statu quo imperial y secreto continuó. La información no condujo al poder para el pueblo. La tecnología militar estadounidense no vio socavados sus cimientos. Ni siquiera se reformó. Sin duda hizo que algunos diesen la espalda al militarismo y la desastrosa guerra contra el terrorismo que había iniciado el presidente George W. Bush, pero este antimilitarismo no condujo a ningún cambio. Es más, podría decirse que el militarismo no ha hecho más que ir a más, se ha vuelto más imprudente, más cruel y más cínico.

Cosas de las que antaño eran solamente testigo los supervivientes de guerras y las suprimían por lo traumático de la experiencia ahora son lanzadas en los feeds de nuestras redes sociales

En última instancia, Assange dio con sus huesos en prisión. Y salió de ella en un mundo que era peor, no mejor. Cuando dejó la cárcel lo hizo para entrar en un mundo en el que se libra una guerra proxy entre los Estados Unidos y la Unión Europea y Rusia en Ucrania, un mundo que se encuentra al borde de una guerra ampliada con una potencia nuclear sólo porque al imperio no le gusta verse restringido. Entró en el mundo en el que Israel comete un genocidio en Gaza con el apoyo de EEUU y la UE. Gaza es el ejemplo perfecto de que la información no es poder.

Todos los días vemos terabytes de vídeos procedentes de Gaza del genocidio, desde hace dos años, las cosas más horribles que puedan imaginarse son publicadas por las personas que lo cometen y lo sufren en directo, cosas de las que antaño eran solamente testigo los supervivientes de guerras y las suprimían y enterraban en sus recuerdos por lo traumático de la experiencia ahora son lanzadas en los feeds de nuestras redes sociales como si fuesen los momentos destacados de un partido de fútbol, intercalados entre anuncios publicitarios, selfis y tráilers de películas de la Marvel, con comentarios de gente indignada en podcasts, newsletters, TikToks y tuits citados.

Assange se equivocó. La libre información no lleva al cambio. Ni siquiera amenaza al poder. Porque la libre información es ahora el núcleo del espectáculo

En última instancia todo se reduce al espectáculo: el genocidio como espectáculo. El genocidio es bueno para el engagement. Todo esto es retorcido y deprimente, y claramente no está cambiando nada en Gaza, no importa cuantas pruebas más se suban a redes sociales de niños volando en pedazos por las bombas estadounidenses que Israel arroja. Esta reflexión no es especialmente profunda o perspicaz. He leído a gazatíes describir esta sensación, claramente consciente de que han sido convertidos en un espectáculo mientras luchan por sobrevivir y ven cómo gente alrededor suyo es asesinada todos los días: “No me digas mientras estás sentado en el sofá 'cuídate, ponte a resguardo, lucha por tu vida' para luego pasar página y ver una película bonita. No somos contenido: somos espíritus, espíritus que son tomados cada día.”

Assange se equivocó. La libre información no lleva al cambio. Ni siquiera amenaza al poder. Porque la libre información es ahora el núcleo del espectáculo. Y el espectáculo continúa. El genocidio, después de dos años, es un número más de ese show, algo que sucede entre otros escándalos, distracciones e indignación que se proyectan en nuestros cerebros. Y, pese a todo, seguimos pensando que la información es poder. Es una maldición realmente poderosa y que va a necesitar algo igual de poderoso para contrarrestarla.

Llegados aquí, pienso en Vladímir Lenin. ¿Cuánta información él y los bolcheviques, que eran maestros de la organización, necesitaron recopilar sobre la degeneración de la monarquía y el sistema capitalista? No tuvo que ser mucha. La gente sabía cuáles eran sus problemas. No necesitaban un feed constante de información sobre los crímenes de los Romanov. Lo que fue central fue la organización, convencer a la gente para que se pasase a su bando, de que su partido tenía las respuestas a sus problemas. La información desempeñó un papel, pero no tenía la centralidad cuasi-religiosa que le damos hoy. Una centralidad que nos ha sido impuesta por las entidades que alimentan nuestra atención, entidades que quieren mantenernos distraídos y pacificados. Supongo que la información que les era central era el cuerpo de textos políticos que daba forma a su manera de ver el mundo, el marxismo, que para ellos terminó por convertirse en una suerte de religión. Pero era una teoría y un cuerpo de textos políticos. No eran ítems informativos, ni el torrente de información trivial en el que hoy nos ahogamos.

Hace años escribí un libro sobre cómo Internet nació de un proyecto de contrainsurgencia del Pentágono. Este proyecto fue desarrollado en los sesenta y en los setenta –cuando los tecnócratas estadounidenses soñaban con construir sistemas informáticos que pudiesen recopilar y compartir datos, observar el mundo en tiempo real, y estudiar y analizar los movimientos sociales y sus miembros– con el fin último de predecir y prevenir desórdenes sociales. En pocas palabras: Internet fue diseñado para pacificar. Y hoy, como la tecnología que mueve el espectáculo, Internet sigue haciendo su cometido. Funciona en modo piloto automático: no hay nadie a los mandos. El conjuro tecnológico ha tomado una vida propia y trabaja por su propia cuenta. Los influencers –la gente que más se beneficia de este sistema– son quienes probablemente están más hechizados por este conjuro. Se sientan en la cima del espectáculo, su modo de vida, sus identidades y su posición social dependen de él, por lo que no hay nadie más afectado por el conjuro que ellos. Yo simpatizo con ellos porque soy uno de ellos. Para ellos, para nosotros, el fin del conjuro no es una liberación, es un ataque.

Nefarious Russians
Traducción: Àngel Ferrero | Artículo original traducido con permiso expreso: Information is not power. Information is pacification.
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