Historia
El “otro” y “nosotros”: el proceso de esclavización a la comunidad morisca en 1570

Miles de integrantes de la comunidad morisca fueron enviados a tierras castellanas hace 450 años para servir como esclavos. El trabajo esclavo en aquella España es un capítulo que sigue estando mal resuelto en nuestros libros de historia.
La expulsion de los moriscos Gabriel Puig Roda
Detalle del cuadro 'L'expulsió dels moriscos' (1894), de Gabriel Puig Roda.

Historiador

@tulaytula_


23 ene 2021 03:42

Entre noviembre de 1570 y enero de 1571 llegaban a Castilla decenas de miles de moriscos y moriscas del Reino de Granada, desterrados después de perder una guerra desigual, hace ahora exactamente 450 años.

Es fundamental responder antes a una pregunta para entender qué supuso aquella dispersión: ¿Qué era un morisco? Estrictamente hablando, alguien descendiente de musulmanes que eligió bautizarse como cristiano/a ya fuese por obligación, conveniencia o creencia sincera; en ese sentido, hubo cientos de miles. Pero si consideramos moriscos a quienes mantuvieron intacta la fe y la cultura islámica, rehusando la asimilación e integración en la mayoría cristiana, apenas hubo. En cambio, fue atendiendo a esta segunda posibilidad cómo la propaganda oficial de la mayoría de “cristianos viejos” trató esa minoría de “cristianos nuevos de moros”, los moriscos. Basándose en la sospecha y en el odio, y solo en ese contexto, se entiende este proceso de destierro y esclavización masiva.

Hacia 1560 la comunidad morisca suponía la mitad de la población del reino de Granada, una tercera parte de Valencia y alrededor de una quinta en Castilla y Aragón. En Aragón y Castilla formaban un proletariado rural de jornaleros sin tierras y de artesanos, en una situación mucho más débil frente a terratenientes y comerciantes, que los explotaban fácilmente. En cambio, la comunidad granadina era propietaria de sus tierras, labradores independientes que explotaban la Alpujarra y la Axarquía tras haberla preparado para la agricultura y el pastoreo. Eran los últimos andalusíes, por lo que mantenían el árabe, la cultura y la experiencia religiosa mucho más arraigada que las demás comunidades moriscas de Castilla y Aragón.

Desde 1492 las autoridades se empeñaron en una cristianización de estos moriscos granadinos. Se prohibieron sus señas de identidad, su lengua, su ropa, sus bailes y se quemaron sus libros para eliminar su memoria colectiva. Existieron argumentos verdaderamente cercanos a los que hoy se escuchan en relación a otras minorías (no se quieren integrar, no se adaptan a nuestras costumbres, etcétera), pero también hubo voces, minoritarias, que evitaron los eufemismos. El marqués de Mondéjar, por ejemplo, gobernador de la Alhambra, señalaba a la codicia de los colonos cristianos castellanos como el principal problema.

Las tropas de don Juan de Austria aniquilaron al famélico ejército morisco en poco más de dos años, en lo que James Amelang ha definido como “el conflicto más devastador que tuvo lugar en suelo español entre la Edad Media y la invasión napoleónica de 1808”

La comunidad morisca pagaba unos impuestos abusivos para mantener sus costumbres y no ser hostigada por la inquisición, pero no podía evitar la codicia que había desplazado a miles de cristianos viejos castellanos llegados en 1492, atraídos por exenciones y ventajas fiscales si se asentaban y mantenían la economía del recién conquistado reino nazarí. El potente aparato del Estado siempre los protegió e hizo la vista gorda con sus excesos, validando la confiscación de tierras a moriscos a quienes se exigía mostrar la documentación que justificase su propiedad, cuando eran tierras que históricamente habían sido comunales y esos documentos nunca habían existido. Tierras que comenzaron a ser acaparadas por especuladores llegados de las principales ciudades castellanas, atraídos por negocios como el de la seda que habían sido la clave de la economía morisca, pero que primero fueron asfixiados con leyes que prohibían las exportaciones, después con subidas de impuestos y finalmente con lo que hoy llamaríamos privatizaciones. La asfixia económica, pero también cultural, llevó a los moriscos a una situación desesperada que se materializó en la Nochebuena del año 1568, cuando se alzaron en armas.

La lucha fue desigual. Las tropas de don Juan de Austria aniquilaron al famélico ejército morisco en poco más de dos años, en lo que James Amelang ha definido como “el conflicto más devastador que tuvo lugar en suelo español entre la Edad Media y la invasión napoleónica de 1808”. En febrero de 1571 Felipe II dejaba establecido cómo debían proceder los recién llegados a Granada a la hora de asentarse en las nuevas tierras y casas, cómo debían repoblarlas y trabajarlas y cuáles eran las condiciones del reparto de los bienes de la comunidad morisca que habían pasado a manos de la corona. Toda la comunidad morisca, sin distinción, fue considerada culpable y pagó por ello. Antes de terminar la guerra se había confiscado la tierra a más de 80.000 personas que fueron desterradas por Castilla. Comenzaron a llegar en noviembre y diciembre de 1570, tras recorrer cientos de kilómetros atados y caminando, sin descanso ni mucho sustento. Muchos murieron por el camino. A Toledo, por ejemplo, llegaron casi 2.000 en esos meses, la mayoría mujeres procedentes de la Alpujarra y de la Axarquía. Muchas más siguieron llegando en un flujo constante hasta 1576.

Se buscó el desarraigo, la reafirmación de su condición marginal y la desprotección legal en muchos aspectos. Se les prohibía el uso del árabe, llevar armas, volver a Granada e incluso salir sin permiso de las ciudades en las que fueron reasentados porque “no se podría tener de ellos la cuenta que conviene”. Se les obligaba a facilitar información familiar de todos, de “los que faltaren, o los que hubiere o nacieren de nuevo”, constituyéndose así en una minoría marginal hereditaria, pues quien nacía en el seno de la comunidad continuaría siendo tenido y tratado como morisco.

Ellas se convirtieron en el botín más codiciado de mercaderes de esclavos, que abusaron de ellas

Salvando el debate de si se puede o no hablar de racismo en el siglo XVI, cuando no se había aún acuñado el concepto “raza” tal cual hoy lo manejamos, no hay forma más cercana de definir una creencia que defendía que la sangre del morisco (y del judeoconverso) no quedaba pura ni limpia por la gracia del bautismo, como sí ocurría con la del resto de cristianos naturales, los llamados “cristianos viejos”. Una culpa hereditaria, pues la heredarían sus descendientes, y con ella la sospecha, la segregación y la imposibilidad de acceder a espacios y cotas de poder y de mercado reservadas solo para la mayoría de cristianos viejos.

Explotación y esclavitud como forma de disciplinamiento

España fue un país esclavista. Sus ciudades contaron con una población esclava de diversa procedencia durante siglos y fue la cuarta potencia que más se benefició con la trata y explotación de esclavos. Alrededor de 2 millones de personas fueron vendidas en sus puertos entre los siglos XVI y XVIII. No pocos pueblos, palacios y avenidas siguen llevando el nombre y honrando la memoria de esclavistas que hicieron fortuna con la trata de personas. De las haciendas del Nuevo Mundo a las minas de Almadén, el trabajo esclavo en aquella España es un capítulo que sigue estando mal resuelto en nuestros libros de historia pero que poco a poco va abriéndose camino gracias a publicaciones tanto españolas como no españolas.

Fueron años en los que la esclavitud era legal y estaba más que asumida, y representaba el 10% de la población de Lisboa y el 7,5% de la sevillana, yendo en aumento en las siguientes décadas como consecuencia del proceso de esclavización masivo de los moriscos. Tan asumida estaba que no se conocen escritos de juristas o teólogos pidiendo su abolición, y sí su mantenimiento desde los orígenes legales del derecho castellano (Las Siete Partidas) que admitía que de la guerra justa se podían hacer esclavos. Y la guerra de la Alpujarra fue jurídicamente justa, pues se consideraba a toda la comunidad morisca sospechosa de apostasía y de rebelión contra su rey, aunque todos fuesen nacidos y descendientes de nacidos en Fiñana, Guadix o Ronda. Si aceptamos que por entonces existía España, tendremos que aceptar que una mayoría de españoles esclavizó a una minoría de españoles hace ahora 450 años.

Las moriscas supusieron el 71% del comercio de esclavos tras el levantamiento

Las menores de 9 años y medio fueron entregadas “a personas a quien sirviesen hasta tener edad de veinte años, para que pudiesen ser instruidas y enseñadas y cristianamente criadas”, al igual que los niños de menos de 10 años y medio. No dejaba de ser una forma de explotación enmascarada bajo una apariencia de cuidado, pero evitaba jurídicamente que se hiciese lo que vivieron quienes superaban esa edad: la esclavitud legítima. Ellas se convirtieron en el botín más codiciado de mercaderes de esclavos, que abusaron de ellas, infringieron la ley y se enriquecieron sin pudor hasta el punto de que el rey tuvo que volver a recordar quiénes y cómo podían (y merecían) ser esclavizados, recriminando a muchos que “con malicia o ignorancia, a cuya mano y poder habían venido los moriscos varones menores de diez años y medio, y las mujeres de nueve y medio, los habían vendido y dispuesto de ellos como esclavos, y aún algunos habían señalado y herrado el rostro”. Herradas o marcadas con hierros en la cara o el cuello habitualmente, señalándolas para toda la vida y visibilizando pública y perpetuamente su condición social y procedencia, una práctica habitual en quienes intentaban huir de sus amos.

Las moriscas supusieron el 71% del comercio de esclavos tras el levantamiento. Las crónicas de la guerra escritas por Hurtado de Mendoza o Mármol de Carvajal son prolijas en referencias de soldados que tomaban sin control como botín de guerra a mujeres y niñas para vender como esclavas. Ellas, además, fueron muchas veces sospechosas por su doble condición de morisca y mujer, por lo que la inquisición vigiló sus prácticas médicas y mágicas y muchas fueron también acusadas de practicar la hechicería.

Su llegada a Castilla saturó el mercado esclavista, no acostumbrado a recibir un número tan repentino y numeroso de gente esclavizada. A los clásicos poseedores de esclavos se sumaron altos y medios prelados del clero, oficiales, artesanos y gente de clase media, que aprovechó el abaratamiento de esta mano de obra para comprar personas a las que explotar en sus negocios. Tener esclavos siempre había sido un signo de distinción para las elites, pero en 1570 se convirtieron en un bien más común de lo habitual en la sociedad castellana. No debería sorprender la participación de la Iglesia en el negocio y tenencia de esclavos en Europa y América, y en ciudades como Toledo, algunos canónigos, diáconos y miembros del Cabildo Catedralicio llegaron a tener nutridos séquitos de esclavas moriscas.

Las principales ciudades castellanas se beneficiaron de este proceso de esclavización a gran escala, pues contaron con mano de obra joven, fácilmente educable para oficios diversos, pero sobre todo mano de obra barata e incluso gratis

La decisión de la dispersión por Castilla buscaba evitar con castigos severos (desde la muerte y la esclavitud a las galeras perpetuas) que volviesen a asentarse en Granada, en unas tierras que habían pasado a manos de colonos castellanos. Pero sobre todo pretendía fijarlos en condiciones de servidumbre en su nueva tierra, Castilla. Serían castigados si lo incumplían e incluso perderían el control sobre sus hijas e hijos, que serían dados a “buenas personas eclesiásticas o seglares, para que los críen y enseñen, y se sirvan de ellos”, eufemística manera de validar una forma de servidumbre o esclavitud encubierta.

No son pocos los casos que conocemos de procesos judiciales que sacaron a la luz este tipo de abusos en provincias como Toledo, con autoridades locales apropiándose de menores de edad para sus casas y las de sus allegados y tratándolos como si fueran esclavos con la excusa de darles cobijo y enseñarles “doctrina cristiana”. Algunas niñas llegaron a ser esclavizadas con 6 años de edad. Las principales ciudades castellanas se beneficiaron de este proceso de esclavización a gran escala, pues contaron con mano de obra joven, fácilmente educable para oficios diversos, pero sobre todo mano de obra barata e incluso gratis. Así se pretendió reactivar la economía de industrias como la textil, que comenzaba a decaer entonces, consiguiéndose un crecimiento económico que se extendió durante toda la década de 1570 en ciudades como Toledo y zonas rurales cercanas, donde las condiciones fueron aún peores.

¿“Inasimilables”? El camino a la expulsión de 1609

El abuso de las fuentes inquisitoriales por parte de los historiadores, así como de la numerosa propaganda antimorisca escrita en el siglo XVI, ha llevado muchas veces a concluir que la expulsión que finalmente se produjo a partir de 1609 estaba justificada por una razón fundamental: la comunidad morisca era inasimilable y suponía un peligro. Muchos estudios recientes demuestran lo contrario, argumentando cómo muchos historiadores se han dejado intoxicar por la verdad oficial, no sabiendo leer en esa verdad oficial las principales causas: que nunca se defendía que fuesen inasimilables a la hora de expulsarlos, sino que fuesen apóstatas. Que habiéndose bautizado, sus conversiones eran interesadas y no sinceras, y que volvían a sus antiguas costumbres. Pero esas costumbres estaban ya muy lejos de ser islámicas, prueba innegable de lo integrados y diluidos que se encontraban en la mayoría de cristianos viejos.

No hay evidencia alguna de fricción entre cristianos viejos y nuevos ni de la documentación se puede extraer que formasen parte de comunidades separadas, mucho menos aún enfrentadas

En el Archivo Municipal de Toledo, por ejemplo, se encuentran numerosas causas criminales en las que hay moriscos implicados. Ninguna tiene que ver con motivos de fe, sino de clase social. Cristianos nuevos y viejos aparecen juzgados por los mismos motivos, derivados de la vulneración de las ordenanzas que afectaban al campesinado al que pertenecían: construir donde no se debía, talar madera, cortar chaparros en tierras que no eran comunales o vivir amancebados y amancebadas, la práctica sexual y sentimental más común y perseguida en esos siglos, sin frontera religiosa que permita atribuir este delito en mayor grado a unos u otros.

No hay evidencia alguna de fricción entre cristianos viejos y nuevos ni de la documentación se puede extraer que formasen parte de comunidades separadas, mucho menos aún enfrentadas. No hay evidencia que confirme la propaganda oficial que los definía como un bloque separado, monolítico, inasimilable e imposible de integrar, que merecía ser —y finalmente sería— expulsado. Es más, de la documentación se desprende que eran vecinos y como tal se trataban, apoyándose más de lo que se atacaban y dejando más muestras de integración que de agravios.

Sin duda el ejemplo más conocido en ese sentido es el del arquetipo del morisco que supone Ricote, el personaje cervantino que se encuentra con “mi caro amigo, mi buen vecino Sancho Panza”, a quien este no reconoció por ir vestido en traje de moharracho y franchote (francés), estilo que sí era extranjero para ambos, partícipes de una cultura común, más allá de si uno u otro descendía de musulmanes, que no les suponía un problema. Pero son mucho más valiosos aunque menos conocidos los ejemplos reales y no literarios.

En Las Ventas con Peña Aguilera, Juan Gómez denunciaba a Alonso Pérez en 1594. Ambos eran vecinos, aunque Alonso era morisco y había llegado en 1570 desde Gaucín, en la serranía de Ronda. Se integró, hizo amigos y con ellos compartió una idea extendida y habitual entre hombres: que acostarse con una prostituta no era pecado. Tanto Alonso como todos los testigos reconocieron que Alonso había dicho eso, pero en ninguno de ellos se aprecia malicia ni intención por agravarle el delito acusándole de ser un musulmán encubierto. Tampoco los jueces pudieron conseguir comprometerle en ese sentido, confirmando que rezaba habitualmente como cristiano. Alonso, morisco, era tan español como sus vecinos, independientemente de si su cultura era más o menos hereditaria de al-Ándalus.

Hidaya, cuyo nombre de cristiana bautizada era Águeda, llegó también a Toledo procedente de Benaque, en la Axarquía, junto a las miles de moriscas desterradas entre 1570 y 1576. Se asentó en la Mancha, se casó en Toledo y aquí pasó sus últimos años de vida. Con su marido, cristiano viejo, pero también con hombres y mujeres de la comunidad morisca, celebraba Ramadán sin que a unos ni otros les resultase un problema, como parte de una cultura ajena de muchos pero propia de otros, compartiendo buñuelos y tortas de aceite durante la ruptura del ayuno. Y lo hacía en 1609, el año exacto de la expulsión, cuando la propaganda oficial alcanzaba su cénit con la idea de que la minoría morisca no quería integrarse ni adaptarse a las costumbres de la mayoría.

Ejemplos como estos se repiten por otras ciudades y pueblos de Aragón, con casos fascinantes como el del estudiante valenciano Joan Ochoa, que sin entender los motivos fue llevado ante la inquisición a testificar contra sus vecinos moriscos, contando Las Ventas con Peña Aguilera —sin ver qué había de malo en ello— que muchos “no se encubrían del (Ramadán) cuando ayunaban y hacían sus Pascuas; antes, en las dichas Pascuas le convidaban y él comía con ellos de sus manjares”. Los inquisidores le preguntaban extrañados que por qué siendo cristiano “se entremetía tanto entre los moriscos”, a lo que él contestó: “Señor, ellos me convidan, ¿qué tengo de hacer?”. Un caso más, según parece, de cómo la propaganda terminó convenciendo tan solo a los propios propagandistas, a los ya convencidos, pero no a quienes vivían como vecinos compartiendo calles, mercados, crisis económicas y esperanzas de futuro.

Archivado en: Racismo Historia
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Literatura
Gabriela Wiener “Me pregunto si es posible hacer libros que cambien el discurrir del mundo”
La escritora peruana afincada en Madrid ha publicado recientemente ‘Atusparia’, una novela que recorre el pasado, el presente y un posible futuro de su país, un territorio de represión pero también de luchas por el territorio y por el porvenir.
Culturas
Servando Rocha “La modernidad de Madrid está edificada con la sangre de la gente”
En su nuevo artefacto, situado entre la literatura y la investigación histórica, Servando Rocha cartografía espacios de Madrid donde se registraron experiencias insólitas que han permanecido en el olvido durante mucho tiempo.
Euskal Herria
Cultura Los judíos en la tierra del euskera
Un repaso de la acogida que les brindó el Reino de Navarra tras su expulsión de Castilla y Aragón, a la red clandestina que los ayudó a cruzar la muga durante la ocupación nazi de Francia y las relaciones con el Estado de Israel
#87719
20/4/2021 5:05

Es gracioso que se defienda con tal vehemencia a un grupo que fue perseguido, luego de ser perseguidores. Es un símil de defender a los nazis que fueron perseguidos por Israel durante la post-guerra. Simplemente, en este caso ocurrió lo esperable de un proceso de independencia o "reconquista", la recuperación del territorio por parte de los reinos originados a partir de la caída del Reino de Toledo y la expulsión del que es percibido como invasor.

0
0
#81048
26/1/2021 13:17

Intentar hacer politica con la historia es como querer hacer cocteles con nitroglicerina

1
0
#80969
25/1/2021 17:29

Recomiendo fuera de este academicismo de "izquierda" antieuropeo, de cartón piedra y en general revisionista oficial del marxismo, a Felix Rodrigo Mora y sus tesis e investigaciones sobre el imperialismo Islámico en la edad media, y las revoluciones populares medievales que acabaron con el esclavismo en la península.
Nada más propio del imperialismo y el militarismo islámico medieval, que el esclavismo y la trata de mujeres. Pretenden aquí mostrarnos un mundo al revés, cuando los valores de la libertad son propiamente europeos.

0
2
#81039
26/1/2021 11:29

Claro, como cuando Napoleón intentó invadir Haití para restablecer la esclavitud en nombre de la “Libertad, igualdad y fraternidad” tan propia de los valores europeos.. ¿no tendríamos que decir más bien “valores SÓLO para los europeos “?

0
0
#81096
26/1/2021 20:27

La libertad y el individuo como sujeto son principios propios de la tradición europea.

0
0
#81176
27/1/2021 15:04

Cierto, lástima que en la práctica hayan sido absolutamente hipócritas y aplicados sólo sobre una minoría de la población..

0
0
#81459
31/1/2021 9:23

La izquierda y la derecha, el centro democrático y social, divide y vencerás. Desde luego que para ser un exclavo tan exclusivo, ¿a quien cree usted que votaron ellos?

0
0
#80860
24/1/2021 23:24

Buen artículo. De hecho, la integración de los moriscos en España desde la batalla de las Alpujarras tiene su impronta genética en España desde entonces, con una mayor predominancia de genes del Magreb cuanto más al Oeste de España - https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2668061/

1
1
#80858
24/1/2021 22:32

Felicidades al autor de esta fantástica síntesis y línea de investigación. Recomendarle el libro de Andrés Reséndez "La otra esclavitud. Historia oculta del esclavismo indígena", que plantea una hipótesis similar para el caso de la población indígena de las Américas. Por otro lado, siguiendo a Oliver Cox (Race, Caste and Race, 1948), efectivamente en esta época se encuentran los orígenes de los fundamentos materiales del racismo, cuyo epicentro es la división del trabajo bajo criterios racialistas, aunque no se hubiera construido todavía el concepto ideológico de "raza" que los justifica. Por tanto, sí podemos referirnos a estos procesos como racismo sin caer en el anacronismo, siempre que nos refiramos a procesos materiales de dominación y explotación y no sólo a construcciones discursivas e ideológicas, las cuales efectivamente se originan más tarde y fueron tan bien estudiadas por Foucault entre otrxs.

3
0
#80735
23/1/2021 11:57

No sé por qué, quizá una intuición, antes de empezar el artículo he pensado que seguramente ligaba el relato con otro grupo humano lleva seis siglos en la Península, y representa aproximadamente el 2,5 % de la población actual. En efecto, en el cuarto párrafo aparece una mención a este colectivo. Sin entrar a valorar el maltrato que este grupo humano, el pueblo gitano, soportó durante siglos, y hasta las postrimerías del franquismo, quiero decir que estoy más que harto del exagerado victimismo hacen gala y, en demasiadas ocasiones, "industria". Es inmoral no reconocer que se les maltrató durante siglos, pero ya desde bastantes décadas atrás, quién haya querido vivir más o menos dentro de los usos y costumbres de este país, ha podido hacerlo. No voy a mentar la palabras tolerancia, integración, etc dada la pérdida de su significado debido al úso espúreo habitual, por éso digo "vivir dentro de los usos y costumbres". Por que en este país se vive y deja vivir en líneas generales, no hace falta ni creer en Dios si no es el caso. He vivido y vivo junto a ese colectivo y siento general repugnancia cuando ese paternalismo deudor de siglos de maltrato se convierte en una coartada para seguir reafirmando sus desverguenzas en cuanto a utilizar los recursos públicos para perpetuar una discriminación positiva que los payos pobres no tienen. Estoy generalizando, sí, tanto como cuando tildan de racista a la sociedad española. Siempre hay matices y excepciones.

3
3
#80726
23/1/2021 10:52

Próximo artículo "La esclavitud cristiana y comercio de mujeres blancas por eI Islam en el siglo XIV"

2
8
#80821
24/1/2021 15:09

Otro ofendido racista!!

4
4
Oriente Próximo
Oriente próximo La diáspora kurda ante la caída de Bashar al-Assad
Siria enfrenta el fin de un régimen que durante décadas pareció inquebrantable. Desde la diáspora, la esperanza contenida de quien ha vivido demasiadas traiciones y promesas incumplidas.
Análisis
Análisis Rojava en peligro
Las intenciones de Turquía en Siria ponen en peligro no solo la Administración Democrática Autónoma del Norte y Este de Siria (AADNES) sino también la convivencia del resto de minorías presentes en el país.
Amazonía
Caso Chevron Pablo Fajardo: “Sacrificaron la Amazonía y la vida de la gente por racismo y por la ganancia económica”
El activista y abogado Pablo Fajardo fue elegido hace casi 20 años por la Unión de Afectados por Texaco para el juicio más importante contra la petrolera Chevron. Dos décadas después sigue luchando por la justicia ambiental y social en Ecuador.
Especulación inmobiliaria
Especulación en Madrid Las vecinas de Tribulete, 7 denuncian la especulación de Élix Rental Housing con una acción musical “fúnebre”
VV.AA.
30 inquilinas de este bloque resisten en sus hogares pese a que este fondo buitre ya ha adquirido la totalidad del edificio para convertir los pisos en apartamentos turísticos. Este sábado, han vuelto denunciar el proceso de gentrificación del barrio
Que no te cuenten películas
Comunidad El Salto Suscríbete a El Salto y llévate seis meses de regalo a Filmin
Estas navidades, haz posible que El Salto llegue más lejos con sus contenidos críticos y llévate de regalo medio año de Filmin. Y si ya tienes Filmin, suscríbete a El Salto y regala el acceso a esta plataforma a quien quieras.
Ley de Seguridad Ciudadana
Congreso de los diputados Reforma de la Ley Mordaza: ¿esta vez sí se puede?
Una de las mayores deudas de toda la izquierda del Estado español parece que está a punto de saldarse.
La vida y ya
La vida y ya Ya no sé quién vive en el primero
El barrio se ha transformado tanto que pueden pasar semanas sin ver por la calle una sola cara conocida porque los vecinos han sido sustituidos por turistas.

Últimas

Derecho a la vivienda
Vivienda El Sindicato de Vivienda de Euskal Herria propone la “expropiación de pisos turísticos”
Ponen en el punto de mira los intereses del sector inmobiliario y tachan de “falsas” a todas las medidas propuestas por los partidos políticos como la Ley de Vivienda.
Análisis
Análisis El independentismo se reorganiza, pero ¿sigue siendo independentista?
Los partidos independentistas han sufrido la crisis del procés y el posprocés, y todavía no la han resuelto, sino, a lo sumo, la han aplazado. El PSC aparece como el ganador de una carrera con corredores agotados.
Opinión
Tribuna Todas las razones para decir ‘Altri non’
Aquí van unos cuantos motivos para juntarnos este domingo en Compostela y dejar clara nuestra postura frente a un expolio que nos están tratando de imponer disfrazado de progreso, pero que sólo trae beneficio económico a unos cuantos indeseables.
Opinión
Opinión La oportunista invasión israelí de Siria
Desde la caída de Bashar al-Assad, Israel ha llevado a cabo una invasión de Siria sin provocación previa y con el apoyo de Estados Unidos. Los objetivos son claros.
Más noticias
Relato
Relato Descubrirse las manos
Descubres tus manos: el palmar y el dorso, la posibilidad futura de la pinza atrapacosas, dos miembros que te vinculan al chimpancé y al lémur. Aprendes su mecanismo.

Recomendadas

Literatura
Gustavo Faverón Patriau “Quizá la novela sea ahora mismo más relevante que nunca”
El escritor peruano Gustavo Faverón Patriau quería narrar en su nueva novela la historia de un boxeador que no sabía boxear pero tumbaba a sus rivales recitándoles al oído versos de César Vallejo. ‘Minimosca’ acabó siendo un cuentacuentos inagotable.
Galicia
Memoria histórica Así fue como el Patronato de Protección a la Mujer transformó Galicia en un convento de clausura
Las mujeres que cayeron en las redes del Patronato iniciaron un periplo de encierro, humillaciones, abusos y explotación que es desconocido para la mayor parte de la población. Queda hoy en la impunidad de un silencio que tenemos el deber de romper.
Palestina
Eyad Yousef “No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser: un pueblo que quiere la paz"
Eyad Yousef es profesor en la Universidad de Birzeit, Cisjordania, y comparte su experiencia en una universidad que “representa el pluralismo y la libertad que tanto anhela la sociedad palestina”
Pensamiento
Sarah Jaffe “En realidad tenemos que hacer menos. E impedir que algunas cosas sucedan”
La escritora y periodista Sarah Jaffe aborda el desengaño cotidiano al que nos aboca el mundo laboral e investiga cómo, a pesar de todo, las personas se organizan colectivamente en sus empleos para que “trabajar apeste menos”.