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Historia
Diego Muñoz Torrero, el sueño de una sotana decente
Estos días, Pablo Casado volvía a situar los orígenes de la nación española más allá de la historia como "la nación más antigua de Europa". Pero su nacimiento debemos buscarlo en la tradición liberal que inaugura las Cortes de Cádiz de 1812, significativamente, un periodo de nuestra historia poco reivindicado por los ahora autoproclamados liberales.
"Yo me expatriaría si la Inquisición se restableciera. Soy y quiero ser católico, apostólico y romano; pero quiero ser libre. Deseo cumplir con mis deberes, pero no quiero ser el juguete de un déspota ni la víctima del fanatismo." Las palabras del extremeño José María Calatrava habían resonado en las Cortes de Cádiz, en cuyo seno se debatía una Constitución para la Nación y un conjunto de derechos y deberes para quienes, desde ese momento, dejaban la condición de súbditos para asumir la de ciudadanos: libertad de imprenta, libertad de palabra, libertad de opinión.
Los Diputados en Cádiz señalaban con claridad los pilares del Antiguo Régimen que habían de abatir si querían levantar el nuevo edificio del Estado Liberal: la censura y la Inquisición; los terrenos baldíos y en manos muertas; los privilegios de la Mesta; el régimen señorial.
"La censura previa que encadena la imprenta es contraria a la propagación de las Luces y es obra de tiranos", había proclamado Antonio Oliveros, compatriota de Diego Muñoz Torrero. Pero fueron las palabras de este cura ejemplar las que estallaron con singular fuerza: "La previa censura es el último asidero de la tiranía que nos ha hecho gemir por siglos. La libertad sin la imprenta libre, aunque sea el sueño de un hombre honrado, siempre será un sueño."
Hoy su busto preside una de las salas del Congreso de los Diputados, entregado por las autoridades extremeñas a la Presidenta de las Cortes, en un acto realizado bajo el retrato de Felipe VI, descendiente de aquel infame tirano que lo persiguió con saña
El sueño terminó en pesadilla con la vuelta de Fernando VII en 1814. En la Catedral de Valencia fue recibido el monarca por el cabildo y allí se le había suplicado que restableciera el Tribunal de la Santa Inquisición. "Estos son mis deseos", pronunció. Vivan las caenas.
Todavía lo intentaron los revolucionarios liberales en el Trienio de 1820 a 1823 y, entre ellos, Muñoz Torrero. Aquel intento terminó con una nueva invasión: los 100.000 hijos de San Luis, al mando del duque de Angulema, ahogaron la Revolución del año 20.
El liberal Muñoz Torrero quiso buscar refugio en Inglaterra, embarcando desde Lisboa. Pero fue apresado por los agentes absolutistas. Encarcelado en la Torre de San Julián de la Barra, a orillas del Tajo, fue atrozmente torturado. Hacinado entre una celda subterránea que se inundaba con la subida de la marea. Sometido a trabajos forzados. Vejado. Tras una segunda apoplejía, entró en coma. Y aquí se realizó la última barbarie contra su cuerpo: le ataron una soga a los pies y lo arrastraron por una escalera de treinta y cuatro peldaños. No se recuperó.
Hoy su busto preside una de las salas del Congreso de los Diputados, entregado por las autoridades extremeñas a la Presidenta de las Cortes, en un acto realizado bajo el retrato de Felipe VI, descendiente de aquel infame tirano que lo persiguió con saña; hijo de Juan Carlos I, que llegó al trono por designación del dictador Franco (quien diera un golpe de Estado contra la Constitución de 1931) y nieto de otro monarca, Alfonso XIII, quien patrocinó otro golpe, contra la Constitución de 1878, y otra dictadura, la de Primo de Rivera.
LA SOTANA MÁS LIMPIA DE LA CRISTIANDAD
Diego Muñoz Torrero, mártir de la reacción, "la sotana más limpia de su tiempo" en expresión de Victor Chamorro (en Pasión extremeña en 13 actos) había nacido el 21 de enero de 1761 en la Villa de Cabeza del Buey, en el seno de una familia acomodada, en una Extremadura donde el latifundio, entre los privilegiados y las fiebres palúdicas, entre los aldeanos, eran todo el horizonte de vida. El valenciano Ponz nos dejó una imagen terrible de las condiciones de vida de estos hombres miserables (a los que llamó "sofocados") en su Viage a España, pudo ver como los jornaleros de esta tierra ocultaban bajo la faja los temblores palúdicos de sus manos para que el manigero diga: Tú sí. Palabra mágica que aseguraba el mísero sustento, al menos por un día: Tú sí. Tú te vienes. Tú hoy trabajas. De sol a sol.El 23 de julio de 1810 fue elegido diputado a Cortes por la provincia de Extremadura y el 24 de septiembre prestaba juramento en la Real Villa de la Isla de León
Rector de la Universidad de Salamanca con 29 años, Muñoz Torrero ejerció la docencia de Filosofía y la Cátedra de Lugares Teológicos antes de optar en exclusiva por la vida religiosa a partir de 1790. Hasta que la guerra de la Independencia y las Cortes convocadas en Cádiz se cruzaron en su biografía: el 23 de julio de 1810 fue elegido diputado a Cortes por la provincia de Extremadura y el 24 de septiembre prestaba juramento en la Real Villa de la Isla de León.
Tomó la palabra aquel día "en materia de señalada importancia" - según leemos en las Actas del Diario de Sesiones – para establecer el ideario revolucionario: "Que en las Cortes Generales y Extraordinarias reside la Soberanía; que convenía dividir los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, lo que debía mirarse como fundamental, al paso que se renovase el reconocimiento del legítimo Rey de España como primer acto de la Soberanía de las Cortes, declarando al mismo tiempo nulas las renuncias hechas en Bayona, no solo por la falta de libertad sino, muy principalmente, por la del consentimiento de la Nación (ACD, DSC, sesión de 24 de septiembre de 1810)."
Era una declaración revolucionaria: que los representantes de la nación son los diputados y que en las Cortes formada por estos reside la soberanía; que sin consentimiento expreso de la Nación no hay monarca ni sucesión en el trono; que se debe proceder a la separación de poderes.
Entre septiembre de 1810 y septiembre de 1813, Muñoz Torrero fue un activo diputado, participando en diez de sus Comisiones y destacando en la de Constitución, Libertad de imprenta y Consejo de la Inquisición. El Diario de Sesiones recoge 227 intervenciones suyas, 75 dedicadas a la Ley Fundamental. Está atestiguado que suyo fue el borrador de lo que se denominarán “Principios Generales” en la Constitución de 1812 y entre ellos el artículo 1 y 2 que definen el concepto de nación española: la nación es "la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios" (artículo 1) en un "territorio libre e independiente que no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona" (artículo 2).
El concepto moderno de Nación es relativamente reciente y se originó en dos grandes corrientes que pugnarán a lo largo del siglo XIX: la Revolución Francesa y las Cortes de Cádiz
Los absolutistas no se engañaron. Pedro Quevedo y Quintano, nacido en Ribera del Fresno, una de las mitras más favorecidas por el Antiguo Régimen, declaró que un cuerpo de súbditos y vasallos queda monarca y súbdito a un tiempo. Si los diputados detentaban la soberanía en nombre de la nación, Fernando VII y sus sucesores serían vasallos. El conservador extremeño Donoso Cortés concluyó: "La teoría de la soberanía constituyente del pueblo es una teoría atea."
El concepto moderno de Nación es relativamente reciente y se originó en dos grandes corrientes que pugnarán a lo largo del siglo XIX: la Revolución Francesa y las Cortes de Cádiz resuelven que la Nación es el fruto de un acto político, consciente, voluntario: la Nación no puede existir sin el consentimiento expreso de los que la conforman. La Nación en Francia nace con la Toma de la Bastilla. Los pensadores alemanes defenderán que el "Espíritu de la Nación" es la lengua, la costumbre, la raza. Que la Nación existe con independencia de los hombres que la conforman. Que la Nación está por encima de cada uno de los individuos que la habitan.
Muñoz Torrero también dedicó esfuerzos al otro gran debate entre los liberales revolucionarios: los derechos individuales. Defendió que la nación estaba obligada a proteger y conservar todos los derechos para sus integrantes y, junto al eclesiástico José Espiga, enumeró los principales: igualdad legal, derecho a la libertad, a la seguridad y a la propiedad.
Es esta una de las grandes paradojas de la Guerra de Independencia, que con las Cortes de Cádiz devino en Revolución. José Bonaparte llegó a Madrid con dos decretos firmados: la abolición de la Inquisición y la Reforma Agraria. Los diputados de Cádiz asumieron igualmente el ideal de la Revolución Francesa. "La regeneración de España – volvemos a leer en Víctor Chamorro – se alumbraría con los propios candiles, pero utilizando el aceite de las Luces que traían los soldados franceses en sus mochilas". Vencido el francés, el Absolutismo persiguió con idéntica iniquidad a afrancesados y liberales.
EL FIN DEL SUEÑO
Fernando VII regresó con el Decreto de 4 de mayo de 1814 bajo el brazo, que declaraba nulos y sin valor la Constitución y la obra legislativa de Cádiz, restableciendo el Antiguo Régimen. Fernando VII había vivido confortablemente durante toda la Guerra de Independencia en Bayona, pensionado por Napoleón Bonaparte e instalado en un Castillo.En el verano de 1828 se desató la persecución contra los exiliados españoles por todo el territorio portugués y Muñoz Torrero fue alcanzado y detenido en Lisboa.
Con el levantamiento liberal de Riego fue sacado de su encierro. El 21 de mayo de 1820 era reelegido diputado por la Provincia de Extremadura, ejerciendo hasta diciembre de 1821. Se encontraba en Villafranca de los Barros cuando el golpe de Estado de Fernando VII obligó a los liberales, él incluido, a huir. Pero en Portugal no pudo encontrar ni ayuda ni protección, especialmente tras el triunfo del infante Miguel frente a los partidarios (liberales) de Don Pedro.
En el verano de 1828 se desató la persecución contra los exiliados españoles por todo el territorio portugués y Muñoz Torrero fue alcanzado y detenido en Lisboa.
Muñoz Torrero perteneció a esa Iglesia que quiso posicionarse junto a los humildes, que renunció a predicar la justicia solo en el más allá y únicamente a cambio de permanecer pobre, desamparado y resignado en esta tierra, sobre todo resignado. Liberal, cuando este epíteto era sinónimo de revolucionario, levantó su voz para pedir la abolición de la Inquisición, la Libertad de Imprenta y la separación de poderes. Quiso una Constitución frente al poder absoluto del monarca y soñó con un pueblo soberano. Pagó con su vida estos sueños.
Sus últimos cuatro meses de existencia ya los hemos contado. Meses de terribles castigos, de ensañamientos, de brutalidad. Ni siquiera su cadáver fue respetado. Es marca de los tiranos ensañarse con los vencidos, incluso cuando ya han muerto: escribe Tomás de Comyn en 1834 que el mismo brigadier que ató sus pies con una soga "mandó envolverlo en cueros (su cuerpo) y en esta guisa fue colocado en un hoyo inmediato a una tapia del castillo con la cabeza al Norte". Era el 16 marzo de 1829.
Muñoz Torrero perteneció a esa Iglesia que quiso posicionarse junto a los humildes, que renunció a predicar la justicia solo en el más allá
Muñoz Torrero formó parte de una nómina de ilustres liberales extremeños que protagonizaron una Revolución en España: Manuel Luján, Antonio Oliveros, Manuel María Martínez de Tejada, Francisco Fernández Golfín, Juan Justo García (diputados) y Bartolomé José Gallardo.
Bartolomé José Gallardo (Campanario, 1776) desató su pluma en defensa de unas libertades conquistadas con sangre. Su Diccionario crítico-burlesco fue declarado "folleto infame y blasfemo, vómito de libertades criminales, impuro, sucio" por un sínodo de ocho obispos reunidos en Mallorca. José Gallardo, que engrosaría las filas del Partido Republicano, terminó en la lista de sujetos que debían ser apresados según el fatídico oficio de 1814 entregado por Fernando VII al Capitán General Iquic. Figuraba el primero de la lista.
Francisco Fernández Golfín (Almendrajelo, 1767), también diputado doceañista, participó en la insurrección de Torrijos en 1831. Desembarcó en las playas de Málaga portando una bandera roja, amarilla y violada y con vítores a la libertad en los labios. Y allí sería fusilado sin juicio previo junto a sus otros 49 compañeros. "¡Helos allí! junto a la mar bravía. Cadáveres están, ¡ay! los que fueran honra del libre", cantó el poeta José de Espronceda.
Muchos años después, otro sacerdote singular recogió el testigo de Muñoz Torrero. Declaró que "Jesucristo nuestro Redentor y Maestro, al que como tal debemos imitar, fue el demócrata por excelencia; más aún, fue socialista". José García Mora (Plasencia, 1829) fundó la Iglesia Cristiana Liberal de Villanueva de la Vera en 1870. Su primer artículo rezaba: "Yo creo en la Revolución.
El carro de la Revolución que nos conduce felizmente hacia la república. Yo creo que libertad, igualdad, fraternidad son de origen evangélico".
Pero esta es otra historia.
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No debemos olvidar al cacereño Juan María Herrera, compañero de Muñoz Torrero en la Cortes de Cádiz, que también participó en la redacción de la Constitución de 1812 con su trabajo anónimo, sin la menor pretensión de protagonismo. Juan Sanguino se ocupó de su figura en la revista "Archivo Extremeño" (1910), Gómez Villafranca aportó algunos datos más y en la reciente publicación colectiva sobre los liberales extremeños se le dedica un artículo, pero es una figura que merecería una mayor divulgación en su propia tierra.
Que desconocida es la historia de Extremadura y que importante recuperarla
Que ironía, el acto realizado bajo el retrato del rey heredero de los absolutistas que mataron a Torrero, y tb presentes en el acto la derecha asimismo heredera de esos absolutistas
Precioso y merecido texto a uno de los diputado más destacados de la historia de Españas y, sin duda, el más importante de Extemadura. Gracias a personajes como Muñoz Torrero pasamos del antiguo régimen a una democracia moderna. La Constitución de 1812, en la que fue decisiva sus aportaciones, fue una de las tres más importantes del momento, junto a la americana y la francesa