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Gobierno de coalición
La mayoría transversal ya muestra su flaqueza ante un Sánchez que no acusa recibo
“Unos son irresponsables y otros unos prepotentes”, decía con ceño fruncido una diputada catalana en los pasillos del Senado, escenario momentáneo de las peripecias del Congreso debido a la remodelación del hemiciclo. Lo afirmaba con respecto a Junts y el PSOE. El hastío era palpable no solo en ella, sino en muchos legisladores.
Es posible que la sesión, el superpleno del miércoles que duró doce horas, trace una bisagra temporal intangible en el proceso político actual. Fue inédita porque un Ejecutivo investido hace menos de dos meses ya sufrió una derrota legislativa parcial y estuvo al borde de sufrir un sopapo descomunal.
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El líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, se encargó de decir que lo que estaba sucediendo era un “esperpento” y tachó de varias cosas, todas poco bonitas, a la coyuntura política actual y al Gobierno. Sus exabruptos tienen un aliado, el mismo del cual carece cuando critica la economía como si estuviéramos al borde de la hambruna: la realidad. Es tan real que la economía va mucho mejor de lo que dicen las derechas, como real que lo que se vive a veces en la política doméstica es un poco surreal. Hasta casi bizarro.
La semana parlamentaria ha sido un pronóstico negativo si se la observa como un avance de la inestabilidad que vendrá durante toda la legislatura
Lo fue en varios hechos, como lo que provocaron PP y Vox al ser astutos y exigir que, al haber empate en la votación del escudo social, gracias a la abstención de Junts obtenida en el último minuto, cada diputado dijera en voz alta su decisión (voto por llamamiento, según el reglamento). Armengol debió consultar a los asesores con urgencia y mandar llamar a Pedro Sánchez, quien miraba todo desde Moncloa, para asegurarse que pudiera venir con prontitud al Senado. Su mera ausencia podía hacer caer la prórroga del escudo social y la derecha lo sabía. Todo al límite, como si fuera un guion de comedia.
La nueva realidad
La semana parlamentaria ha sido un pronóstico negativo si se la observa como un avance de la inestabilidad que vendrá durante toda la legislatura. No tratándose de leyes orgánicas ni muy trascendentales parece algo insólito que hasta el segundo previo a que Francina Armengol leyera los resultados telemáticos nadie supiera cómo saldrían adelante los tres reales-decretos en cuestión.
Ahí es cuando el comentario mencionado de aquella diputada encaja. Muchas veces los aliados del PSOE se han quejado en la legislatura anterior de las formas de los negociadores de Moncloa y de lo tarde que llegan a veces algunas llamadas y empujando las conversaciones al límite. Lo han hecho incluso, varias veces, socios habituales de los socialistas, como son el PNV y Coalición Canaria.
Esa prepotencia, o como se la quiera denominar, podía cuajar en tiempos en que la correlación de fuerzas era diferente, y con una pandemia y una guerra en pleno contexto. Las cosas han cambiado, no hay “mayorías variables”, Ciudadanos ya no existe, Esquerra tiene seis escaños menos que en la legislatura anterior y PP-Vox-UPN suman 171 escaños, nada más ni nada menos.
¿Había necesidad de impulsar tres reales decreto en estas condiciones, o de hacerlo sin las negociaciones previas para mejorar su redacción? Algunas cuestiones, como lo que hace a las medidas del escudo social tenían fecha de vencimiento y necesidad de prórroga, por lo que no hay lugar para la sorpresa. ¿Hace falta que Moncloa juegue la carta del tiempo y la presión como un factor constante de su negociación?
“Esto es Sánchez puro, a todo o nada, siempre fue igual”, reflexiona en conversación con El Salto un exministro y exalto cargo del PSOE, que conoce al presidente del Gobierno en la intimidad. “Van a tener que hacer cambios, por cómo están las cosas, y crear nuevos esquemas de negociación”, afirma.
La administración del tiempo en política es clave y Sánchez tiene el hábito de forzar las cosas hasta niveles no apto para cardíacos. Nunca se rinde, ya se sabe, pero ciertas tácticas pueden empezar a salir mal. “Es norma que el Gobierno siempre quiera acelerar los tiempos, y las minorías parlamentarias siempre utilicen tácticas dilatorias para obtener más beneficios; suele ser así, pero habrá que hacer cambios”, añade la misma fuente.
En Ferraz hay poca autocrítica. El Salto pudo confirmar que la negociación con Junts y Podemos siguió hasta último momento, especialmente con los soberanistas ya que el apoyo morado al escudo social estaba prácticamente garantizado. Desde la cúpula de comunicación mantenían el mismo argumentario: echar la culpa al Partido Popular y asegurar que todo puede pasar.
“Lo que tendrán que explicar cada uno es por qué no se suben las pensiones si el decreto cae. No estamos nacionalizando el carbón, nadie debería tener problema de votar esto, hasta Vox podría votar estas cosas”, se escudan cuando se les pregunta. Enseguida, la pregunta retórica: “¿Dónde está el famoso partido de Estado que el PP dice ser?”.
Se cuidan los socialistas de no tirar a los leones a los socios de Junts. Es una relación muy cuidada y con guante de seda. ERC les suele advertir, con ironía y en broma a los del Gobierno, que “todavía están en 'primero de Junts', ya verán lo que son”. El taller empieza a enseñarse.
Tampoco apuntan contra Podemos. Fuentes de Ferraz creen que ese problema les es ajeno. “Esto es una recolocación de las fuerzas a la izquierda, y ahí ha habido una ruptura traumática”. Es un hecho constatado que el PSOE negocia mejor con Podemos que Sumar, hoy en día.
“Ya hay gente pensando que esto no vuelva a pasar”, señala el alto cargo de Ferraz ante la pregunta, pero defiende la utilización de los reales decretos y ni una crítica a la forma de negociar. El 'todo o nada' de Sánchez no quiere morir pero quizás sea matado por el peso de la realidad.
El caso de Podemos con Sumar pertenece a la órbita del rencor. Nadie en su sano juicio podría decir que en la estrategia decidida por Ione Belarra e Irene Montero de no aprobar el decreto impulsado por Trabajo no está incluida la sed de revancha contra quien vetó e intentó sustituir al partido. La venganza se propinó quizás en un día poco feliz y sirviéndose en bandeja para las críticas, votando junto a PP y Vox (aunque por motivos antagónicos) y podría ser un bumerán. La posición de un aliado que tiene cariño por ambos bandos, el economista y exconcejal Carlos Sánchez-Mato, es compartida por muchos: es cierto que había un recorte pero había tantos más beneficios que había que votar.
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Tampoco nadie en su sano juicio, o que quiera ser honesto, puede negar que el liderazgo de la vicepresidenta flaquea en lo que hace a ceder y tender la mano con Podemos. La ternura que se muestra con la CEOE dista mucho de ser la misma con los morados. “Ellos creen que hablar es negociar y no lo es. Les dijimos que hiciera un cambio y no querían ceder en nada y nos acusaban de ir a votar con PP y Vox”, explicó a El Salto uno de los negociadores.
En el Ministerio de Trabajo admitían que el recorte en la cotización, eje del conflicto en la parte técnica, era un pedido de Nadia Calviño, un dardo envenenado clavado antes de irse a presidir el BEI. Hay un encono personal que no existía antes y las estrategias también deben acusar recibo.
Con la mira en Quebec
El encaje de la provincia de Quebec en Canadá es un modelo a seguir por parte al menos del independentismo catalán. No solo porque allí hubo dos referendos pactados y legales sino que el marco constitucional es confederal, todo el Estado es bilingüe (no solo en los territorios) y, además, ese gobierno regional tiene competencias en migraciones y en decidir qué tipo de nuevos residentes recibe y así proteger la identidad de un minoritario québécois (el dialecto francés que se habla allí).
Con la utopía de la independencia cayendo en las encuestas y un gobierno central menos hostil a satisfacer las demandas de Catalunya, los de Junts empiezan a indagar ese camino. No es casualidad que sobre el final hayan arrebatado a Sánchez lo de tener voz en materia de migración (a cambio de una abstención en todos los decretos).
Junts se ha vuelto un partido mucho más segmentado que lo que era Convergència y sus votantes siguen siendo profundamente nacionalistas. Los de Carles Puigdemont estarían virando a posiciones que pueden ser peligrosas, como lo de poner el ojo en la migración, al ver ciertos cambios demoscópicos que podrían no convenirles de seguir así.
Es el caso del crecimiento, muy leve por ahora pero existente, de ciertos partidos muy identitaristas y fanáticamente independentistas que explotan el temor a la inmigración musulmana. Concretamente, el Front Nacional de Catalunya, que en las últimas elecciones municipales ha conseguido ediles en varios ayuntamientos, algunos importantes como Manresa, y de hecho tiene al batlle (alcalde) más joven de toda la región, en el pueblo tarragonés de La Masó. Junts no quiere un Vox que hable la lengua de Pompeu Fabra y está obrando en esa dirección.
Feijóo ha encomendado a su equipo que machaque con la idea de que las competencias de migración, si se ceden, chocarán con Europa. En su primera opinión vertida al respecto, Isabel Díaz Ayuso ya lo ha mencionado. Lo peor es que podrían tener razón, si Moncloa no encuentra una fórmula que no se invente nuevas fronteras. Sánchez no puede darse el lujo de otorgar un viso de realidad al argumentario de Génova. Sería pagarles su principal hipoteca.
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Creo que el Sr Galvaliza adolece de cierta "soltura" al hacer sus análisis. En el caso que nos ocupa el sablazo (125% a 100%) a los mayores de 52, casi siempre parados de larga duración, es una medida política netamente neoliberal, se coja por donde se coja. Aplicar una medida de ajuste, reducción del gasto público, en quienes son parados, además de larga duración y además mayores de 52 años entra directamente en el terreno de lo miserable. Pero lo más importante, lo más grave, a mi juicio, es que para un gobierno supuestamente progresista no debería caber, ni de lejos, en su lógica política aplicar medidas que supongan la reducción del gasto público y, lo que es peor, una vez aplicada esta lógica a este supuesto, por qué no seguir aplicándola a cualquier otro: el huevo de la serpiente está ahí. Por último, pero no menos importante, Podemos tenía que dar un puñetazo en la mesa ante el arrinconamiento y acoso que no cesan, si no quiere una muerte dulce, digamos que no tenía otra.
La realidad de este Gobierno reside en que Sumar resta y NO es la izquierda del P$0E, buscan (por orden) de eliminar Podemos y salen como "indas" equiparando con PP+VOX por coincidir en esa votación. Cuando "defender" de los recortes a los de 52 años. . . ¡Es ir en contra del progreso! Yo, Yo, Yolanda gesticulante. . .
Afirmar que “El caso de Podemos con Sumar pertenece a la órbita del rencor” es de una simpleza intelectual mayúscula. Podemos y los parados mayores de 52 años tienen razones para no apoyar este decreto; y beneficiar a unos para perjudicar a otros no es asumible cuando unos y otros pueden salir beneficiados sólo con eliminar el recorte. Si Calviño y Díaz, PXXE y Sumar, pactaron el recorte que se atengan a las consecuencias. La solución está en sus manos.
Leo mucho sobre eso del rencor y la venganza en foros varios y, al igual que a usted, me parece un argumento infantil y embustero. Hay mucha gente que se dice de izquierda que sufre de un odio enfermizo, profundo y cegador. Me asombra.