Fronteras
Cédric Herrou: “Se me criminaliza para que la gente piense que es grave ayudar a migrantes a entrar en Francia”

Condenado por “delito de solidaridad”, Cédric Herrou ahora puede alegar que los actos que se le atribuyen están protegidos por la Constitución francesa, concretamente por el principio de “Fraternidad”, tal y como dictaminó el Consejo Constitucional de Francia el 6 de julio.

Cedric Herrou -dentro
Cédric Herrou, con camisa vaquera, a la salida de los tribunales donde se le juzga por ayudar a migrantes a cruzar la frontera. Foto de La Cimade.
9 jul 2018 07:08

Cédric Herrou (Niza, 1979) es agricultor y se define como antisistema. Desde hace quince años, vive en Breil-sur-Roya, cerca de la frontera francesa con Italia. En 2016 empezó a ayudar a personas migrantes a cruzar la frontera, controlada por la gendarmerie desde los atentados del club Bataclán (París, noviembre 2015). Condenado por “delito de solidaridad”, Herrou ahora puede alegar que los actos que se le atribuyen están protegidos por la Constitución francesa, concretamente por el principio de “Fraternidad”, tal y como dictaminó el Consejo Constitucional de Francia el 6 de julio.

Cédric Herrou confiesa sin problema que utiliza la provocación para hacer reaccionar a la gente. Cita un ejemplo reciente, cuando el diputado francés Eric Ciotti (Los Republicanos) dijo que había que devolver a Libia a la gente que iba a bordo del Aquarius, Herrou escribió “cuando Eric Ciotti dice en 2018: metamos los migrantes en Libia, es como si en 1940 dijera: metámoslos en la cámara de gas”. “Llevar a la gente a Libia es condenarla a muerte”, opina. Le preocupa que se hayan “normalizado estos discursos por parte de representantes políticos” y que ya no sea un escándalo cuando se hunden cientos de personas en el Mediterráneo.

¿Qué elementos cree que llevan a la normalización de las muertes en el Mediterráneo?
Pienso que somos como esponjas. Toda la violencia que vemos en la televisión o las palabras violentas de los políticos se nos quedan en la cabeza. Como escuchar a Macron decir “no podemos acoger toda la miseria del mundo”.

“Decidí ir a buscar a la gente al otro lado de la frontera y hacer un camping en casa en la primavera de 2016. Hay un componente humanitario, pero sobre todo es un combate político”

Si la excusa es que Francia no puede acoger toda la miseria del mundo, ¿entra en juego un clasismo mundial en el rechazo?
Hay una problemática mundial y debería resolverse entre todos países del mundo. Pero en Francia, Macron se limita a decir que no puede hacer nada, que va a crear centros de retención en los países del sur… Si eres el Presidente de la quinta potencia mundial, el poder te lleva al deber. Sin embargo, su actuación es bastante mediocre. De hecho, tenemos políticos que atemorizan a la gente con la cuestión de la migración. Con el discurso del amor y la comprensión haces a la gente libre y sin necesidad de sentirse protegida. Si quieres reunir a la gente a tu alrededor, hay que infundir miedo y tenemos políticos que juegan con eso.

¿Y el miedo genera racismo?
Directamente hay racismo de Estado. Se menosprecia a las personas porque son de un origen muy concreto. Hay racismo de Estado cuando se devuelve a Italia a los menores no acompañados sin saber si corren peligro o no, cuando hay un niño muerto al lado del autopista hacia Mónaco. El racismo es decir: “bueno, ya, no pasa nada”.

¿Precisamente por actuar le acusaron de “delito de solidaridad”?
Voy a contarle lo que le dije al juez de Aix-en-Provence. Él me preguntó: “¿Es usted consciente de que lo que ha hecho está prohibido?”. Le respondí : “Sí, lo sé. Pero usted me está juzgando por saltarme un semáforo en rojo, sin embargo, no quiere escuchar por qué lo hice. Me lo salté para dejar pasar a la ambulancia que venía detrás”. Pienso que no se puede condenar a alguien por una acción sin considerar qué habría pasado si no la hubiera hecho. ¿Qué es ayudar a entrar en Francia a una persona en situación irregular frente a la asistencia a personas en peligro?

¿A qué se arriesga?
A cinco años de prisión y 30.000 euros por ayudar a gente en situación irregular. No es grave, no he matado a nadie, pero el proceso judicial asusta y disuade a la gente, esto es lo peligroso. Se me criminaliza para que la gente piense que es grave hacer entrar migrantes en Francia. Es la misma lógica que desplegar militares en las estaciones de tren. Van vestidos de camuflaje para que se les vea, una paradoja ¿no? Es manipulación. Da miedo. Incluso a gente como yo, que se opone al sistema del Estado.
“¿Por qué existen las mafias? No para llevar a la gente de un punto A a un punto B, sino para esquivar un control policial. Es el gobierno mismo quien da pie al negocio de las mafias de personas”

¿Desde cuando se opone usted al sistema?
Soy rebelde desde pequeño. Nací en Niza, en un barrio que se llama L’Ariane. Iba a clase con muchos negros y árabes....

¿Cree que eso es relevante para lo que hace ahora?
Sí, pero también el hecho de que nací en el 79, una generación de lucha rebelde contra el Frente Nacional. Era la época de los Bérurier Noir, un grupo de punk que cantaba: “La juventud se caga en el Frente Nacional…”.

¿Ha tenido problemas con grupos de extrema derecha?
No sobre el terreno. Tengo amenazas de muerte vía Facebook, nada más.

Cédric Herrou -fuera
Cédric Herrou, en el camping instalado para ayudar migrantes y refugiados en su domicilio.
¿Cuándo se convirtió en habitual ir a buscar a gente a Ventimiglia (Italia)?
Decidí ir a buscar a la gente al otro lado de la frontera y hacer un camping en casa en la primavera de 2016. He logrado aguantar tanto tiempo, porque participo en una lucha. Hay un componente humanitario, pero sobre todo es un combate político. Por eso a veces llego a insensibilizarme ante las problemáticas personales, porque el día a día es duro y no logramos que todas las historias acaben bien.

¿Ahora la gente llega a su casa sin que usted la vaya a buscar?
Sí. Dedicarnos exclusivamente a hacer pasar a la gente por la frontera era un sin sentido, un trabajo en cadena. No teníamos ni tiempo de conocer a las personas, dormíamos tres horas por noche… Además, pasar la frontera de Ventimiglia (Italia) hasta Breil-sur -Roya (Francia), donde está la casa, es fácil, aunque también es el delito más grave. Lo que es complicado es ir desde la casa hasta Niza, donde se hacen las demandas de asilo, porque entre estos puntos es donde están los controles. Vamos en minibús escoltado por dos coches para detectar a la policía. En general, llega más gente a la casa de la que sale.

¿Por qué decidió hacer mediática la situación?
No quería hacer esto toda la vida. No soy chófer de taxi, no soy pasador. Me desperté una mañana de lluvia y mi casa era un campo de yo qué sé qué, la gente dormía por el suelo, entre el barro… Entonces decidimos crear la asociación y organizarnos. Había que encontrar una solución, alertar a los poderes públicos y generar una reacción. También por esta razón decidí suicidarme un poco a nivel judicial y provocar con el paso a los medios. Hay que mencionar que en el proceso no hay delito flagrante, solo artículos de prensa, que yo he confirmado.

¿Funciona la estrategia?
Para provocar al sistema, los medios son una herramienta muy útil para despertar la opinión pública y forzar la búsqueda de soluciones políticas. La contestación básica, sola, no sirve...

¿Qué opina de que el foco de debate, a menudo, se ponga sobre las mafias de traficantes de personas?
Es algo habitual. Por ejemplo, el actual ministro del Interior, Gérard Collomb, dijo que hay que luchar contra la gente que colabora indirectamente con las mafias, aludiendo a asociaciones como la nuestra. Pero ¿por qué existen las mafias? No para llevar a la gente de un punto A a un punto B, sino para esquivar un control policial. Es el gobierno mismo quien da pie al negocio de las mafias de personas. Pasa lo mismo que con las redes de tráfico de drogas, de menores… Es el peligro de toda prohibición, que genera una deriva contraproductiva.

¿Piensa que forzar a la gente a llegar de forma clandestina a Europa resta energía tanto económica como psicológica para empezar una vida aquí?
Sí. Tengo la impresión de que el Estado hace todo lo que está en su mano para que la migración no vaya bien. Además se hace un paralelismo entre inmigración y terrorismo. Manuel Valls dijo “explicar el yihadismo (terrorismo yihadista) ya es excusarlo un poco”. Se aplica la misma lógica a la inmigración. No se quiere entender lo que pasa.

Las fronteras francesas están controladas desde los ataques al Bataclán en noviembre 2015 ¿no?
Sí, justo antes de la COP 21, la cumbre sobre el clima que se celebró en París.

¿Sabe si en la frontera con Italia han arrestado a alguien con intenciones de llevar a cabo un ataque terrorista?
No. De hecho, no tienen derecho a controlar las fronteras dentro del espacio Schengen exclusivamente para controlar los flujos migratorios. Así que se sirven de la lucha antiterrorista para hacerlo.

¿Piensa que se genera un vínculo entre migración y terrorismo mediante la islamofobia?
Sí, se estigmatiza el Islam. Justificar la lucha contra el Islam en nombre de la lucha antiterrorista es como decir hay que luchar contra los católicos porque son pedófilos en potencia. Es contraproducente que esto lleva a extender el terror. Además, estigmatizar a la gente crea miseria y la miseria crea violencia.

Debe conocer a varios gendarmes del lugar, ¿habla con ellos sobre la situación?
Sí. Son conscientes de que su pequeño control no va a detener a gente que ha pasado por Libia, porque no hay cosa peor que Libia. Pero están allí porque el Estado se sirve de la policía a nivel de imagen, de comunicación. Es todo.

¿Entonces, en la práctica, qué hace la policía?
El problema es que los gendarmes de la frontera no están para nada formados en materia de migración, dado que su función allí es teóricamente la lucha antiterrorista. No tienen ni idea de papeleo. En la casa tenemos a gente que ya ha tramitado la solicitud de asilo en Francia y que que ha sido devuelta ilegalmente a Italia. De hecho, la policía no sabe nada de leyes, es bastante impresionante.

¿Y de los derechos de los menores, está al cabo la policía?
Durante mucho tiempo el prefecto pidió a la policía devolver a Italia a los menores no acompañados. Lo llevamos al tribunal administrativo y el prefecto fue condenado. Ahora la policía cambia la fecha de nacimiento en los papeles de los menores. Aunque según la ley, ni hay que ser menor para hacer una demanda de asilo, ni habría que esquivar controles policiales, pero el Estado no respeta este derecho y la consecuencia es que la situación es un desastre, con policía por todas partes.

¿En qué tiene esperanza para cambiar la situación?
Tengo confianza en el pueblo, en que haga presión para que las políticas cambien.

¿Se ha preguntado nunca qué pasaría si la gente como la que integra su asociación no se hubiera movilizado?
Es imposible. La humanidad reaccionará siempre. Siempre ha existido la resistencia.

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