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Tres lanchas patrulleras de los guardacostas italianos realizaron el sábado pasado los primeros rescates en aguas internacionales, antes de transferir a todos los rescatados al Aquarius, el barco de SOS Méditerranée, siguiendo órdenes del centro de coordinación de Roma. Este 10 de junio llegó a la prensa la negativa del Ministerio de Interior y de Transportes (del cual dependen los guardacostas) a que atracase en un puerto italiano. Una vez más, los cuerpos migrantes se convierten en mercancía de intercambio, se convierten en parte de las apuestas del juego político, se convierten en armas en las cínicas manos de nuestros gobernantes.
De guión
Rebobinemos la cinta. En febrero de 2017, el superdemocrático ministro Minniti [responsable de Interior en el último gobierno del Partido Democrático, N. del T.] decidió financiar a algunas bandas libias para que hicieran de tapón en África, conteniendo los flujos migratorios gracias a enormes campos de concentración, y alimentando así un mercado de esclavos donde se compra a un hombre por 400 dólares, donde las personas son secuestradas y retenidas hasta que la familia no paga un rescate, donde todo tipo de violencias y abusos representan la cotidianidad de miles de personas llegadas desde el África subsahariana.Como declararía meses después, Minniti había concluido el acuerdo porque “había previsto a Luca Traini”. Es decir, que para evitar matanzas racistas, resultaba fundamental disminuir el número de subsaharianos que circulaban por Italia. Este es el famoso descenso en el número de desembarcos con el cual altos cargos del Partido Democrático han hecho campaña electoral, reivindicando el haber ya realizado lo que Salvini solo decía que quería realizar. En el fondo, nada nuevo bajo el sol.
La situación cambió sensiblemente a finales de mayo. Solo algunos periódicos dieron la noticia, amortiguada: con el pretexto de una “falta de carburante”, los “guardacostas libios” (en realidad uno de tantos grupos paramilitares que controlan el país descarnado durante la era post-Gaddafi) dejaron de patrullar las costas norteafricanas y, por tanto, de impedir el paso de emigrantes. ¿Quizás el cambio de gobierno en Italia dejó fuera al referente político del acuerdo? ¿Los "guardacostas libios" aprovecharon la situación para aumentar la apuesta en juego? Fuera como fuera, se asistió a un sensible aumento de los desembarcos. En la izquierda hubo gran regocijo: las promesas del contrato de gobierno [acuerdo entre la Lega y el Movimiento 5 Estrellas, N. del T.] eran solo patrañas, la oposición a la coalición verde-amarilla [colores de los dos partidos del Gobierno, N. del T.] la harían los mercados, la haría Europa, la harían los flujos migratorios.
Migración
Asesinado a tiros un trabajador migrante en Calabria
En el contexto generado en las últimas semanas, Matteo Salvini decide diseñar una campaña mediática que le permita ganar consensos e imponersePero sucede algo trágicamente obvio. En el contexto generado en las últimas semanas, Matteo Salvini decide diseñar una campaña mediática que le permita ganar consensos e imponerse en la que es ya una constante competición de “concreción” con el “aliado” pentaestrellado. El cierre de los puertos marítimos es anunciado con mucha pompa, mientras se insiste con la ridícula pretensión de que Malta (una pequeña isla con tantos habitantes como Génova) “asuma sus responsabilidades”. Ataque a la Unión Europea, campaña en redes sociales contra el “negocio de la acogida” y la “nueva trata”. En la izquierda, nos lanzamos a la cabeza datos y cifras que demuestran que si 2+2 son 4, entonces no hay demasiados inmigrantes en Italia, nos acogemos a la piedad humana y a la apertura. Algunos alcaldes progresistas, De Magistris a la cabeza, anuncian su disponibilidad para acoger a los migrantes.
¿El campo de refugiados de Europa?
Italia vive desde hace años la combinación de dos situaciones distintas. La primera es el sistema de Dublín, que prevé que el país de llegada retenga a todos los solicitantes de asilo hasta que finalicen los trámites que decidirán si se le concede, o no, el estatus de refugiado. Es esta situación lo que alimenta el sistema de acogida italiano: no un sistema de integración, sino de control, no la solidaridad organizada, sino un dispositivo de selección de “buenos migrantes” para el Norte de Europa, mientras que los “restos” se transforman en esclavos útiles en la cadena de suministro del Made in Italy, en los campos de tomates donde ha muerto asesinado Sako [jornalero y sindicalista de base, originario de Mali, asesinado hace unos días en la región de Calabria, N. del T.] y en todas esas industrias que precisan de mano de obra a bajísimo coste, la cual malvive en barrios de chabolas gestionados directamente por la policía.
Migración
El Aquarius pone rumbo a València
La segunda situación deriva de la voluntad del gobierno italiano, iniciada en 2014, de hacerse cargo de todos los desembarcos de personas que se dirigen a Europa. Eran los años en los que Renzi iba a Bruselas a pedir flexibilidad para sus 80 euros [bonus para trabajadores con rentas bajas, N. del T.], los años del “migration compact” [políticas destinadas a reducir los flujos en los países de origen siguiendo el modelo del acuerdo con Turquía, N. del T.], en los cuales la gestión de la cuestión migratoria se veía como un valor estratégico para relanzar las inversiones italianas en África y para reposicionarse en el espacio europeo.
Resulta evidente que Salvini no tiene ninguna intención de atacar el sistema europeo de explotación económica de los solicitantes de asilo, en el que el “negocio de la acogida” es solo un pequeñísimo engranaje (del cual la Lega es cómplice). En general, resulta evidente que para Salvini el problema no es la explotación de los migrantes (baste pensar que, en Italia, uno de cada cinco migrantes irregulares es una mujer que se dedica al cuidado de ancianos, sin derechos y en una situación de chantaje total). Los objetivos de Salvini son muy distintos. Uno, aumentar su propio poder de negociación en el tablero europeo a partir de la gestión de un flujo de inmigrantes (el de los solicitantes de asilo) bajísimo, pero mediatizado hasta el paroxismo. Y dos, arrinconar al Movimiento 5 Estrellas, que no puede desligarse de una cuestión que goza de un enorme consenso y la cual los mismos grillinos han contribuido a crear: el cuestionamiento de las ONGs y de los salvamentos en el mar. La política de siempre, dice el instinto, solo que en este caso se hace a costa de más de 600 náufragos que huían del infierno libio.
Una última observación. Todo el discurso salviniano se basa en la materialidad de una condición, la de los desempleados/empobrecidos; de los autóctonos sobre todo, pero también de los inmigrantes, de los cuales Salvini dice que quiere combatir la explotación y la “esclavitud” que sufren. Por mucho que sea imprescindible un enfoque ético ante estos vomitivos movimientos que están causando sufrimiento y humillación a cientos de personas, resulta urgente contraponerle un discurso que no haga un simple llamamiento a la humanidad y a la solidaridad, o que se limite a la deconstrucción, cifras en la mano, del sentido común.
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¿Por qué los países ricos no ponen empresas o industrias,en los países pobres?,darían trabajo a mucha gente,ganarían ellos y todas esas personas no tendrían que dejar su tierra.
De hecho, lo hacen: deslocalizan la industria europea para llevársela a países en los que se puede explotar más y mejor. Pero dar trabajo no siempre significa disminuir la miseria. Y mientras los países europeos y EEUU continúen vendiendo armas a todas las guerras del mundo, seguirán llegando personas empujadas por la necesidad.