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Francia
La izquierda vuelve a la calle para oponerse al ‘trifachito’ francés
“Abuso democrático”, “golpe de fuerza”, “golpe de Estado”... El sábado por la tarde en París abundaban las expresiones contundentes para referirse a la última maniobra del presidente francés, Emmanuel Macron, para conservar sus reformas neoliberales. Tras 50 días de interinidad gubernamental —todo un récord en Francia—, el jefe del Estado nombró el jueves como primer ministro al conservador Michel Barnier. El exnegociador europeo del Brexit milita desde su adolescencia en Los Republicanos (LR), actualmente un decadente partido de derechas que terminó cuarto en los comicios del 7 de julio, con apenas el 5% de los votos en la segunda vuelta. Y se encuentra a las antípodas ideológicamente de la coalición progresista del Nuevo Frente Popular (NFP), que ganó por la mínima esas elecciones legislativas.
Dos días después de esa designación anómala respecto a los valores democráticos, el pueblo galo de izquierdas respondió con una primera movilización exitosa. Entre 300.000, según los organizadores, y 110.000 personas, según el Ministerio del Interior, se manifestaron en 130 localidades. Aunque se trata de unas cifras inferiores a la oleada de protestas sindicales del año pasado, superaron las expectativas. Los datos de manifestantes también resultaron superiores a otras protestas convocadas por las mismas organizaciones, es decir, dos sindicatos estudiantiles cercanos a la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar).
Estas protestas “no deben quedar en una simple piedra en el zapato de Michel Barnier”, sino que “son las primeras de muchas otras”, prometió desde el camión que encabezaba la manifestación parisina Manès Nadel, de 17 años, responsable federal de la Voie Lycéenne, una de las organizaciones que convocó las protestas y que ya estuvo muy implicada en junio en la campaña del Frente Popular.
Face à un tel déni de démocratie, nous devons marcher unis, fiers et divers.
— Manès Nadel (@ManesNadel) September 7, 2024
Qu'Emmanuel ne se dise pas qu'il a face à lui un peuple silencieux.
Nous sommes le peuple français.#7septembre pic.twitter.com/6yihmd8UaD
Tras un verano marcado por el somnífero social de los Juegos Olímpicos de París, este 7 de septiembre representó un primer aviso de la calle. Reflejó el fuerte cabreo del electorado de izquierdas. Este podría extenderse a otras categorías si el Ejecutivo Barnier-Macron impulsa un importante tijeretazo del gasto público y perpetúa la impopular subida de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa).
“El resultado no fue respetado”
El presidente “ha menospreciado al pueblo eligiendo a un primer ministro que no se corresponde con lo que votó”, afirmaba Lucie Salomon, de 24 años y estudiante en Sciences Po París, desde la Plaza de la Bastilla. Eran las cuatro de la tarde y aún quedaban unos pocos miles de personas en ese icónico lugar parisino a pesar de que la manifestación había arrancado desde allí mismo hacía dos horas. Los 2,5 kilómetros de distancia que hay entre la Bastilla y la Nación quedaron prácticamente llenos de gente, la mayoría de ellos jóvenes. Cuando lo escucharon el jueves, a muchos de esos veinteañeros y treintañeros les sonaba a chino el nombre de Barnier. La trayectoria del flamante ‘premier’ en los últimos 25 años transcurrió sobre todo en las instituciones europeas.
Rompiendo con la tradición de la Quinta República de dejar encabezar el Gobierno a la primera fuerza, Macron ha evidenciado las costuras del vertical y presidencialista sistema francés
“¿Qué sentido tiene nombrar a alguien de un partido ultraminoritario?”, se preguntaba indignada Jeanne, de 22 años, refiriéndose al hecho de que LR apenas cuenta con 47 diputados (de un total de 577). Esta estudiante universitaria de Geografía no disimulaba su deseo de que Barnier “no se quede mucho tiempo” en Matignon. “Macron tendría que haber nombrado a un dirigente de izquierdas. Si luego este no lograba el respaldo de la mayoría de la Cámara Baja y lo censuraban, esto tendría que haber sido una decisión del Parlamento, no del presidente”, sostenía Claude, de 64 años, un profesor universitario que milita en Géneration.s, un pequeño partido que forma parte del Frente Popular.
Primero, el presidente postergó la designación del primer ministro a la elección de la presidencia en la Asamblea, en que una alianza entre el macronismo y LR —con el beneplácito de la ultraderecha de Marine Le Pen— permitió a la macronista Yaël Braun-Pivet seguir al frente del Parlamento. Luego, utilizó los Juegos para declarar una “tregua política”. Después de dos semanas de un largo proceso de consultas, escogió a Barnier, quien ofrece a Macron la garantía de la continuidad de sus reformas neoliberales. El influyente secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, conocido como el “vicepresidente en la sombra”, ya le había ofrecido el cargo en julio.
Todo este proceso ha dejado una sensación de improvisación y, sobre todo, de farsa entre muchos ciudadanos galos. Hasta el 74% de ellos considera que el presidente no tuvo en cuenta el resultado de las elecciones a la hora de elegir al responsable del Ejecutivo, según un sondeo difundido el viernes por la cadena BFM TV. “En las legislativas (con la participación más elevada desde 1997), votó mucha gente que no solía hacerlo y ahora se dice que ese resultado no fue respetado”, lamenta Salomon, sobre una decisión del Elíseo que podría acentuar la desafección y la crisis de representatividad en el país.
El ‘trifachito’ francés
“¿Dónde está mi voto?”, “Bienvenidos a la negación de la democracia”, “Ninguna legitimidad para Michel Barnier”; eran algunos de los mensajes que se podían leer en las pancartas de los manifestantes. Había, además, numerosas referencias a la alianza implícita entre Macron y Le Pen, que influenció en la elección del primer ministro.
Macron multiplicó los contactos en los últimos días con Le Pen para asegurarse de una oposición suave, al menos durante los primeros meses del nuevo Ejecutivo
Probablemente, el futuro Gobierno estará compuesto por representantes macronistas y de la derecha republicana. Estos dos bloques apenas representan 213 diputados, lejos del umbral de la mayoría absoluta (289). Necesitarán la abstención de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN) para sacar adelante los presupuestos y superar la moción de censura, que ya anunció el Frente Popular, compuesto por los insumisos, socialistas, comunistas y verdes.
Como explicó este domingo el Journal du Dimanche, Macron multiplicó los contactos en los últimos días con Le Pen para asegurarse de una oposición suave, al menos durante los primeros meses del nuevo Ejecutivo, aún más teniendo en cuenta que no se pueden volver a convocar comicios hasta el verano del año que viene. Por un lado, lo hizo a través del exdiputado conservador Thierry Solère, uno de los consejeros oficiosos del jefe del Estado, imputado en hasta 13 casos de corrupción y que este año organizó una polémica cena entre Le Pen y el exprimer ministro Édouard Philippe. Por el otro, el presidente llamó varias veces a la líder ultra para que esta le confirmara que no censuraría de inmediato a Barnier.
Como muchos otros dirigentes de la derecha republicana, el excomisario europeo es un camaleón que en los últimos años abrazó medidas y expresiones de la extrema derecha por puro oportunismo. El recuerdo más reciente que tienen los franceses de él es su intento fallido para presentarse en las presidenciales de 2022. Para imponerse en las primarias de LR, en que terminó tercero, dejó en el armario su traje con un corte más tecnocrático bruselense y se puso otro con un estilo más populista y nacionalista. Sorprendió en esa campaña interna al proponer un referéndum para que Francia deje de aplicar las normas jurídicas en materia migratoria de la UE y el Consejo de Europa.
Sidecar
Sidecar Victoria aplazada de la izquierda francesa
“El señor Barnier es un primer ministro bajo vigilancia (...) de RN”, fanfarroneó el sábado Jordan Bardella, número dos del lepenismo. En cierta forma, el Gobierno en ciernes resulta el fruto de un acuerdo implícito del ‘trifachito’ francés (macronismo, derecha republicana y ultraderecha). Después de haber sido derrotado el 7 de julio gracias al cordón sanitario de los votantes, el partido de Le Pen se encuentra ahora en una cómoda posición de árbitro. Todo ello gracias a las maniobras de Macron. Desde 2017, el presidente no combate a la ultraderecha, sino que la utiliza para perpetuarse en el poder, tanto él como sus políticas. Como un buen ingeniero del caos.
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La política francesa, o sus polític@s más concretamente, con esas ínfulas que siempre ha querido darse, apesta a corrupción y autoritarismo. De siempre.
Bienvenidos a la era de la democracia -2.0: https://zenodo.org/records/11390424
Macron, saltándose toda regla democrática, sigue dando poder y más poder a la ultraderecha. Todo para mantener su verdadero rostro: El odio clasista hacia los trabajadores franceses.
Pero con estos juegos, lo que está es cavando su tumba para las próximas presidenciables, que si el NFP lo aprovecha, puede terminar victorioso.
Mientras se acusa de ultraizquierda a las más reaccionaria izquierda de todos los tiempos, que es esa que nos alumbra en toda Europa...minentras se pretende que creamos el desastre que sería que esa izquierda liberal llegue al poder, podemos realizar un ejercicio de documentación y buscar cuantos de los régimen totalitarios son de izquierda, a lo largo y ancho del globo...a mí no me sale ninguno. Ni Putin, ni Maduro, ni los chinos, ni por la Europa del está los hay, y ni siquiera otros muchos que ensucian la democracia lo serán jamás. Así que deberíamos dejar de asumir el discurso de la ultraderecha, que lo es hasta en Francia sin ningún lugar para la duda.