Fotografía
La mirada atenta de Julia Pirotte

En todas sus fotografías destaca la capacidad de Julia Pirotte de poner en el foco la cotidianeidad pese al horror, quizá con esa intuición definitiva de mostrar la humanidad frente al suceso histórico que inmortaliza y deja como una anécdota.
Julia Pirotte
Julia Pirotte. Autorretrato en 1943

La obra de Julia Pirotte, ignorada durante bastante tiempo, ha sido objeto de una exposición que ha podido visitarse en el memorial de la Shoah de París y que ahora ha llegado al Centro Sefarad Israel de Madrid, donde se puede visitar hasta el 30 de diciembre. En ella se cuenta la historia de una de las fotorreporteras fundamentales durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial en Francia.

Julia Pirotte, nacida Diament, vino al mundo en el seno de una familia judía de origen humilde en 1907 en Konskowola (Polonia). Ni ella ni sus hermanos pudieron acudir a la escuela, por lo que su aprendizaje fue fundamentalmente autodidacta. Con apenas 14 años comenzó a formar parte de la militancia comunista y a los 17 fue arrestada por defender sus ideas y condenada a pasar cuatro años de cárcel.

En 1934, debido a la constante persecución por su origen judío y la amenaza de ser arrestada de nuevo por sus ideales comunistas, se vio obligada a huir de Polonia para instalarse en París, donde tenía la intención de reencontrarse con su hermana.

Sin embargo, de camino a Francia cayó enferma y, mientras buscaba refugio en Bruselas con la ayuda de Secours Rouge, conoce a Jean Pirotte, un activista y obrero de fábrica con el que se casará un año más tarde. Un matrimonio que le otorgó a Julia la ciudadanía belga.

Mientras se encontraba en Bruselas, Julia Pirotte trabajó también como obrera de fábrica y escribió piezas para algunas revistas sindicalistas como Femme, gracias a las cuales llamó la atención de la activista Suzanne Spaak que había leído algunos de los artículos de Pirotte. Spaak termina regalándole una cámara Leica Elmar III y la anima a inscribirse en un curso de fotografía y periodismo.

Antes y durante su formación de dos años en la escuela de fotografía de Bruselas, Pirotte deja clara su preferencia por los retratos y por la fotografía de carácter social en la que destaca su profundo humanismo y en especial su interés por los niños y las mujeres

Antes y durante su formación de dos años en la escuela de fotografía de Bruselas, Pirotte deja clara su preferencia por los retratos y por la fotografía de carácter social en la que destaca su profundo humanismo y en especial su interés por los niños y las mujeres, a los que retrata a menudo a lo largo de su carrera.

En su fotografía también pueden rastrearse la influencia de la filosofía de Cartier-Bresson —escoger el instante preciso— y las instantáneas tomadas en la Guerra Civil por la pareja formada por Gerda Taro y Endre Ernő Friedmann.

En 1940, la agencia de prensa Foto Waro le hizo el encargo de cubrir los acontecimientos que estaban ocurriendo en los países bálticos. Sin embargo, de vuelta a Bruselas, la invasión alemana había llegado hasta Bélgica y su marido había sido hecho prisionero por los nazis. Este hecho la empujaría a viajar a Francia donde se presentaría voluntaria para trabajar en varias fábricas de armas en Marsella, hasta que en 1941 su hermana la introdujo en la organización de la resistencia francesa, de la cual ella formaba parte.

Pirotte se mantiene en el frente, siempre cerca de los combatientes, corriendo grandes riesgos y logrando unas fotografías dificilísimas de conseguir

Será esta proximidad a sus camaradas, a los maquis, lo que le hará captar instantáneas de ellos en el monte, combatiendo la invasión alemana. Pirotte se mantiene en el frente, siempre cerca de los combatientes, corriendo grandes riesgos y logrando unas fotografías dificilísimas de conseguir.

En Marsella capta para la revista Dimanche Ilustré la resistencia de la ciudad. En algunas de sus fotos se observa cómo están movidas por la urgencia con las que han sido tomadas. Esa urgencia por registrarlo todo, por ser capaz de enseñarlo al mundo.

Cuando Pirotte documenta la resistencia de Marsella está continuamente con los combatientes, en primera línea, especialmente todas las acciones del 21 de agosto de 1944, y su reportaje que es único en su momento.

De ese día escribió: “Me encontré con mi grupo de partisanos el 21 de agosto de 1944 a las 15 horas frente a la prefectura. Los alemanes que huían disparaban. En cuclillas, al abrigo de la rueda de una furgoneta, tomé mi primera fotografía de la libertad que había encontrado”.

Las fotografías de Pirotte promueven una historia de guerra de liberación que celebraba una lucha nacional

Pirotte comprendió desde el primer momento la importancia de las imágenes, la importancia de esas imágenes que ayudan a construir imaginarios y relatos. Al darle un rostro humano a la liberación a nivel local, y al ofrecer a esos primeros lectores la capacidad de identificarse en retratos de gente común y corriente que eran “como ellos”, las fotografías de Pirotte promueven una historia de guerra de liberación que celebraba una lucha nacional. En este caso, el relato de la liberación de Marsella y por ende el relato de la resistencia francesa contra la invasión nazi. “La gente no comprendía por qué iba a todas partes con mi cámara y que yo quisiera captar cada instante, sobre todo durante la Segunda Guerra Mundial, pero es que yo pensaba que no iba a sobrevivir, y por lo tanto quise captar y documentarlo todo”, explicaría.

La fotografía de guerra de Pirotte no excluye la participación de las mujeres en la resistencia como sujeto activo y no como sujeto normalmente pasivo de las consecuencias de la guerra. Pirotte las fotografía, de enfermeras o en el frente ya que, como ella misma dice, “las he visto trabajando en las fábricas, llevando armas y creando carnets falsos, corriendo el mismo peligro que los hombres en la batalla”. En una de sus fotos, incluso, llega a vincular visualmente los símbolos de La Marianne, o de la Libertad francesa con los de estas mujeres.

Marsella Pirotte
En las calles de Marsella, grupo con acordeones, al día siguiente de la capitulación, 9 de mayo de 1945 (Julia Pirotte / Collection Musée de la photographie de Charleroi)

Después de ese reportaje fundamental de la resistencia francesa en Marsella, Pirotte recibe el encargo de fotografiar el campo de Bompard, un edificio que había sido requisado por la prefectura y donde internaban a mujeres judías alemanas y austriacas con sus hijos que habían solicitado el pasaporte para Estados Unidos, mientras los maridos habían sido internados en un campo de Les Milles. Sin embargo, consigue entrar en el campo y tomar unas fotos. Con ello recoge el testimonio de la vida diaria y la humanidad en el campo antes de la deportación a Auschwitz de una parte de las mujeres y de los niños.

En todas sus fotografías destaca la capacidad de Pirotte de poner en el punto de vista también la cotidianeidad pese al horror, quizá con esa intuición definitiva de mostrar la humanidad frente al suceso histórico que inmortaliza y deja como una anécdota.

En su vuelta a Polonia en 1945, recoge las imágenes de Varsovia en ruinas. En esta Polonia, comprende enseguida Pirotte, sigue vivo el antisemitismo que ella había conocido y que aún daba lugar a pogromos que ella documenta

En su vuelta a Polonia en 1945, recoge las imágenes de Varsovia en ruinas. En esta Polonia, comprende enseguida Pirotte, sigue vivo el antisemitismo que ella había conocido y que aún daba lugar a pogromos que ella documenta, como el de la ciudad de Kielce en el que resultaron muertas 42 personas y heridas otras 80 y que va a tener un eco bastante importante, ya que algunas de las víctimas de este pogromo habían sido supervivientes de la Shoah. Después de fotografiar el horror sobre el horror, sigue recibiendo encargos.

Otro de sus reportajes más conocidos fue el que hizo para el Congreso internacional de intelectuales por la paz en 1948. En ese momento puede retratar a grandes artistas de la época como Picasso, Aimé Césaire o Dominique Desanti, pero también fotografía a la juventud polaca que participa en la reconstrucción del país.

En 1957 realiza un viaje a Israel, en el que intenta captar la vida cotidiana de sus habitantes en aquellos años. Su fotografía refleja el mismo interés por captar las personalidades de los habitantes de las ciudades que por los retratos que había hecho a los intelectuales de todo el mundo diez años.

Durante años, sus fotografías, que habían recorrido el mundo mostrando la resistencia de Marsella, circularon por todo el mundo sin que se hablara de su autora. Hasta que la revisión desde la década de 1990 se ha venido haciendo con respecto a la memoria y al papel de la Resistencia en la lucha contra los nazis puso a su obra en perspectiva y por fin pudimos recuperarla de nuevo.

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