Feminismos
Cuerpos disidentes que hablan por sí solas
Lo que representamos con nuestros cuerpos no puede ser contrario a nuestros discursos.
Así me lo hizo saber, sin titubeos, y no me quedó otra que sonreír y actuar como si lo que me acababa de soltar era una broma, y no lo que realmente era. Hablo de cómo una amiga cis heterosexual, recién bajadas de la mesa de “Cuerpos y sexualidades” nos soltó a varias ponentes aquello tan jocoso de de “¡ya nos habéis dado pal pelo a las heteras!”. Y risas. Pero no.
Primero, porque las presentes —en ese momento las hermanas de B.A.L.A y Medeak— no habíamos hablado en ningún momento de lesbianismo, que de si algo hablamos es de ‘bolleras’. Hablamos de bolleras y no necesariamente de con quiénes follamos (que también), sino de bolleras como sujetos políticos, bolleras contra el heteropatriarcado, bolleras como resistencia y lugar de placer; o como sentenciaron las B.A.L.A: “Para nosotras ser bolleras es una identidad política, es una manera de estar en el mundo, una manera de darle la vuelta al sistema y una herramienta para el empoderamiento, tanto personal como colectivo; a fin de cuentas, es una estrategia política”.
Pero, segundo, si hubiese escuchado a quien sí hablo de lesbianismo (Sare Lesbianista), debería de habérsele grabado a fuego aquello de: “Ser heterosexual es un régimen político impuesto en el que las mujeres se acuestan con sus amos”, y quizás más adelante, esa sutil invitación: “¿Por qué cuesta tanto ese ‘hacerse lesbiana’?”. ¿Por qué las mujeres no se acuestan con mujeres y siempre están criticando a los hombres, deseando que estos cambien y acabando frustradas? ¿No será más sencillo cambiar el deseo?”. Puede que se le escapase, o como ya había quedado claro en la mesa de Decolonialidad, que lo que nos interpela, sigue picando.
Sea como fuere, las Medeak nos vimos once años más tarde en esa mesa, quizás, con cierta sensación de abuelas cebolletas, de venir a decir “lo que más o menos ya dijimos hace una década”, pero creo que tampoco. Porque la mesa se había expandido en esta década. La mesa era sexualidades, pero también era más cuerpo, gracias, entre otras, a las compañeras de Elkartean, que constituyen mujeres con diversidad funcional. Y es que fueron ellas quizás las que más que nadie pusieron el cuerpo al discurso que teorizábamos otras. Gracias a ellas nos dimos un baño de realidad cuando hablamos de norma, de los binomios sano/enfermo, capaz/incapaz. Fueron ellas las que nos lanzaron la pregunta: ¿Qué ves cuando me miras? Y puede que de ello también tratara la mesa en general, de las realidades que creamos/reproducimos/subvertimos con nuestros cuerpos, y de la responsabilidad que atañe eso que representamos cuando toma forma de privilegio (entre otras cosas).
De ello también hablaron las compañeras de Ozen, grupo de mujeres trans, de las violencias y discriminaciones que supone vivir atravesadas por la transmisoginia. Cierto es, que ante algunas interpelaciones que lanzaron, fueron apeladas —quizás también motivadas por alguna resistencia— a la memoria y genealogía del movimiento feminista de Euskal Herria, que se sitúa muy lejos de las lógicas TERF y transmisóginas que inundan las redes y otros mapas del Estado. Y a fin de cuentas, acabamos todas bastante de acuerdo.
Y la verdad, que una se queda tranquila, viendo el relevo y discursos que habitan la mesa de cuerpos, históricamente más desierta. Así que, una se apunta deberes para dentro de diez años que piensa ver desde el público. Saber que lo que representamos con nuestro cuerpo no puede ser antagónico de lo que sale de nuestros discursos. Reconocer y dar el espacio que se merece a la identidad “bollera” dentro del movimiento, más allá de una preferencia sexual. Empezar a ver “mujeres” donde hasta ahora primero vemos las mal llamadas “discapacitadas”. Huir de esencialismos a la hora de describir ese cuerpo que habita el sujeto político. Y seguramente, alguna cosita más, pero creo que no es poco.
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