En el margen
“Ser una persona afrodescendiente tiene unas implicaciones políticas de las que tienes que hacerte cargo”

Estudiante de Trabajo Social, Tatiana Ndombasi considera que Kwanzaa, asociación universitaria que preside, ha sido fundamental para jóvenes afrodescendientes como ella que han encontrado entre compañeras un espacio de pertenencia y activismo.
Tatiana Ndombasi por Adrián Tapia
Tatiana Ndombasi. Foto:Adrián Tapia
4 jul 2024 06:00

Nacida en Madrid a comienzos de siglo, Tatiana Ndombasi Bokuy es la actual presidenta de Kwanzaa, una de las primeras asociaciones afrodescendientes universitarias del Estado español, un “espacio seguro de empoderamiento y conformación de futuros líderes y lideresas con conciencia crítica” en el ámbito de la enseñanza superior.

Estudiante del último curso de Trabajo social, este año ha realizado sus prácticas curriculares universitarias en la asociación Karibu, centrada en la población migrada de origen africano. También forma parte de la asociación Afrodiccionario, la cual busca luchar contra el racismo a través de su representación en el lenguaje castellano y resignificar a la comunidad negra desde sus propias narrativas.

Consciente del valor pujante de la juventud afrodescendiente, apuesta por su unión y formación con el fin de “poder generar un impacto no ya sólo en las sociedades europeas sino también en las africanas”.

Cuando naciste ya había pasado el año 2.000, una época que muchas recordamos ya como personas adultas; sin embargo, tus vivencias como mujer negra no distan mucho de las mías…
Yo nací en Madrid, en Leganés, aunque mi familia siempre ha vivido en Fuenlabrada. En el colegio no recuerdo incidentes específicamente racistas, pero sí que, con el tiempo, analizando el porqué de las cosas desde un punto de vista más crítico, he visto un trasfondo probablemente racista. No sólo hacia mí, sino también hacia la poca gente racializada que me he ido encontrando a lo largo de mi etapa educativa.

Con el paso de los años y en base a todas mis experiencias vividas, me he dado cuenta de que, si eres una persona racializada negativamente y te rodeas casi en exclusividad de gente blanca o al menos en su mayoría, como le puede pasar a muchas personas afro en el entorno educativo, te acabas alineando. Es decir, te mantienes en una burbuja social que en muchos aspectos no es capaz de reflejar tus realidades de manera precisa. Con lo cual, la persona en cuestión tiende a “deformarse” y adaptarse a patrones que tal vez no sean los que le corresponden. De ahí que mucha gente afro, incluso teniendo padres blancos, siempre acaba buscando relacionarse con sus semejantes. Por lo tanto, mi etapa educativa fue sentirme un tanto solitaria en ese sentido, siendo la única negra de clase y del curso.

En esta línea, hubo varias cosas que debieron de afrontarse de otra manera, sobre todo los prejuicios y estereotipos que, tanto yo como los pocos compañeros negros que tuve, enfrentamos cada uno a su manera. Y, yendo más allá, las mismas trabas estructurales que podía observar cuando era más pequeña, se siguen reproduciendo hoy en día en mi entorno.

¿Cuándo sales de ese entorno predominantemente blanco?
Fuenlabrada es un barrio bastante diverso y, siempre que he tenido la oportunidad de compartir espacios con personas afro, me he acercado a ellas porque entendía que había algo que nos unía, pero es verdad que, a la vez, me alejaba porque gran parte de aquellas personas se acercaban a la imagen estereotipada de lo que se supone que es una persona negra, que tal vez no estudia mucho, muestra más agresividad, etc. En mi casa siempre han intentado alejarme de esos estereotipos porque sabían que, a la mínima que hiciese algo mal, socialmente eso no se me iba a perdonar.

Sin embargo, las personas negras en mi entorno familiar sí que estaban presentes. Fuera de ese círculo familiar, éstas han cogido más peso en mi vida a partir de mi adolescencia y mi etapa universitaria, sobre todo cuando entré en la asociación universitaria afrodescendiente de la Universidad Complutense de Madrid Kwanzaa, que para mí ha sido un espacio de sanación porque nunca antes en el ámbito educativo había tenido mi lugar de negros, un sitio en el que sentirnos todos en una misma línea. Y eso hizo que se reforzaran mis relaciones.

La visión que yo tenía de la universidad era la de un lugar hostil donde no se me esperaba y donde iba a ser otra vez la única negra. Kwanza fue la sensación de que tengo mi pequeño círculo

¿Qué supuso para ti encontrar una comunidad de iguales?
Un todo, porque yo siempre he tenido claro que iba a ir a la universidad, mi madre siempre me lo ha inculcado, pero la visión que yo tenía de la universidad era la de un lugar hostil donde no se me esperaba y donde iba a ser otra vez la única negra. Kwanza fue la sensación de que, por difícil que sea, tengo mi pequeño círculo, mi hogar, en el que poder reafirmarme. Realmente es ahí donde he estado haciendo más vida universitaria.

¿Qué es la asociación universitaria afrodescendiente Kwanzaa?
Kwanzaa es un espacio socio-político donde se busca crear a futuros líderes y lideresas con conciencia crítica y racial dentro de la Universidad Complutense de Madrid. Además, dentro de este espacio se crean ambientes de comunidad donde poder compartir, enseñar y resignificar.

¿Qué actividades lleváis a cabo para la creación de esos futuros líderes y lideresas?
En primer lugar, tenemos una línea más interna y otra más externa, ligada a la importancia de no sólo concienciar al concienciado y juntarnos con un perfil como el nuestro, sino abrir fronteras y ser una organización de lucha accesible a todo el alumnado universitario, en especial el afrodescendiente.

A nivel interno, para poder entrar en Kwanzaa hay que realizar una formación de temática libre al resto de miembros, en las que nos puedes explicar lo que quieras sobre tu cultura, tu contexto o cualquier cosa que consideres sobre la que tienes una buena base de conocimiento y esté relacionada con el antirracismo. A lo largo del curso también hacemos formaciones, no sólo ligadas al ámbito de la negritud sino también al ámbito social, que es lo que nos une a la mayoría de miembros de Kwanzaa. Gracias a ellas, se da lugar a debates e intercambios de opiniones desde un punto de vista más crítico en los cuales partimos todos desde una mínima base al habernos leído los mismos textos o tener un nivel de formación similar. Ya que el antirracismo es un movimiento sociopolítico que implica muchas corrientes de pensamiento, conocimiento de la estructura social en la que nos encontramos y que, por supuesto, está relacionado con otros fenómenos sociales. Lo cual supone tener que impregnarse en profundidad para poder entenderlo en toda su complejidad y después poder aplicarlo cada uno en su ámbito de actuación.

A nivel externo, realizamos eventos como nuestras jornadas AfroComplutense, donde es bienvenida tanto gente de la Complutense como de fuera. A su vez, van surgiendo pequeñas sinergias con diferentes entidades, como asistencia a eventos, impartición de talleres de sensibilización al racismo para niños y niñas, tanto en educación formal como informal, y otra serie de cuestiones que encajen con nuestra línea de trabajo.

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Mientras estudiaba Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid Ngoy Ramadhani fundó, junto a un grupo de compañeras y compañeros, la Asociación Afrodescendiente Universitaria Kwanzaa. Actualmente trabaja acompañando a personas migrantes que llegan a las costas españolas mientras milita por los derechos de las personas afro.

¿Cuántas personas conformáis Kwanzaa en estos momentos?
Kwanzaa ha crecido bastante debido a que la presencia de las personas racializadas en la universidad está creciendo exponencialmente. Ahora mismo somos 14 personas, con una gran mayoría de mujeres.

¿Por qué es eso así?
En parte, porque en el tejido asociativo hay mayor presencia de mujeres y, por otro lado, porque nosotros nos encontramos físicamente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense; donde se imparten grados como el de Sociología, Trabajo Social, Antropología, etc., áreas bastante feminizadas ya de por sí.

¿Crees que la existencia de Kwanzaa ha enriquecido la Complutense haciendo que la universidad otorgue más valor a la diversidad de su alumnado?
Definitivamente, sí. Un ejemplo de ello fue lo ocurrido en la inauguración de nuestras II Jornadas Afro Complutenses, el pasado febrero. Las cuales tuve la oportunidad de abrir junto con Isabelle Mamadou, una de las encargadas del equipo de implementación del Decenio de los Afrodescendientes de la ONU aquí, en España, y Esther Campo, la Vicerrectora de la facultad; la cual recalcó que, a raíz de nuestras jornadas, se han podido crear nuevas alianzas, como la que se dio en 2023 entre la universidad Complutense y el Museo Nacional de Antropología.

Sí, porque llevasteis la exposición “Somos AFRO”, que había estado expuesta anteriormente en el museo, a los pasillos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense, ¿no?
Sí, tuvimos esa exposición durante un mes y eso nos permitió tejer redes con el museo y mostrar la negritud desde otro punto de vista, tanto al personal docente como al alumnado de la universidad.

A veces no nos hemos dado cuenta de que pertenecemos a toda una red de asociaciones y que también esas alianzas pueden ser positivas

¿Cómo es percibida vuestra existencia por parte no sólo del profesorado sino, sobre todo, del alumnado no racializado? ¿Se interesan por las actividades que realizáis?
En los cuatro años en los que llevo perteneciendo a Kwanzaa, no tanto por parte del alumnado blanco sino también por nuestra parte, hemos querido proteger nuestro espacio y a veces no nos hemos dado cuenta de que pertenecemos a toda una red de asociaciones y que también esas alianzas pueden ser positivas. Lo cual ha podido suponer un hándicap en cuanto a dejarnos fluir en torno al trabajo con personas no negras y, por tanto, el interés de las mismas hacia nosotros.

Pero, al margen de ese hecho, creo que sí suscitamos bastante interés. Teniendo en cuenta que Kwanzaa en su momento fue un proyecto innovador y, además, mantenemos bastante actividad en nuestra facultad frente al resto de asociaciones de la misma. Esto se refleja en hechos como las entrevistas que nos ha ofrecido alumnado de varias carreras para incluirnos en sus trabajos, apariciones en la Tribuna de la Complutense o propuestas de colaboración con otras asociaciones universitarias.

Como decías, este año habéis celebrado vuestras II Jornadas Afro Complutenses, ¿cómo surge la idea, qué actividades habéis realizado y qué experiencias extraéis?
Surgen con la idea de buscar un sello que pueda perpetuar la identidad de Kwanzaa, porque al final toda asociación tiene que buscar su línea y no reproducir lo que ya hacen otras. Aunque podamos tener presencia fuera de la universidad, lo que nos destaca es el estar conformadas por el movimiento estudiantil. Queríamos integrar de manera libre nuestra visión de la negritud, a la vez que reivindicar y crear nuevos espacios dentro de la universidad.

Partiendo de ahí, estuvimos pensando en una fecha que fuese significativa para la negritud a lo largo del curso escolar y decidimos celebrarlas en febrero, coincidiendo con el Mes de la Historia Negra. El año pasado concentramos todas las actividades en una semana, pero este año decidimos hacer dos actividades por semana durante todo el mes. Realizando, por un lado, actividades más de tipo académico, como podrían ser coloquios, y otras que se enfocan desde un punto más artístico, como puede ser un catering senegalés para que la gente pueda probar la comida de forma gratuita, la proyección de documentales o un recital de poesía que fue bastante potente, ya que la poesía como arma descolonizadora tiene muchas posibilidades.

Surgen también con la idea de dejar un legado que pueda continuar más allá de nuestra presencia en la asociación y poder contribuir al resto del alumnado con algo que sea de fácil accesibilidad, que no tengan que ir a otro sitio de Madrid teniendo en la propia universidad ese potencial transformador que muchas veces no explotamos lo suficiente.

Creemos que, desde nuestros espacios y desde nuestro propio capital humano, somos capaces de crear cosas totalmente válidas. Siendo además el proceso creativo y de ejecución un momento de empoderamiento hacia nosotros mismos. Tenemos el objetivo de que cada año sean un poco más potentes, tengan mayor impacto y perduren todo lo posible.

¿Y qué tal acogida han tenido esas jornadas?
Bastante positiva. Aunque bien es cierto que, dependiendo de la actividad, fue diferente. Yo las valoro positivamente, no tanto por el número de asistentes sino por el impacto y la participación activa del público que estuvo allí.

Te mencionaría como ejemplo la mesa redonda sobre Afrodescendencia y Educación que realizamos en la Facultad de Educación. En la misma surgieron cuestiones clave sobre retos que afronta el alumnado afrodescendiente en España, diferentes formas de afrontar la diversidad en las aulas desde la perspectiva del profesorado y también experiencias vitales de los y las ponentes que terminaron de enlazar todo lo anterior. Yo salí totalmente satisfecha sabiendo que las personas que asistieron se quedaron con buenas sensaciones y con un aprendizaje de calidad.

¿Qué supone para los y las miembros de Kwanzaa encontrar a profesorado afrodescendiente dentro de la universidad?
Encontrar a profesores racializados supone abrir espacio a referentes y posteriores puntos de apoyo. Personalmente, llevo toda la carrera deseando coincidir con Fernando Barbosa como profesor, porque creo que mantener una mirada decolonial en un grado como el de Trabajo Social, es esencial. Tanto él como Patricia Rocu, que son los profesores que en Kwanzaa más hemos tenido de referencia, siempre nos han apoyado. Tanto para venir como ponentes como para ofrecernos alianzas o tenernos en cuenta en sus proyectos. Ver todo lo que realizan y todo lo que se puede llegar a hacer siempre nos ayudará mucho.

En tu caso eres presidenta de Kwanzaa y la mayoría de las anteriores también han sido mujeres, ¿habéis optado de forma consciente por la feminización de la junta directiva de la asociación?
Por lo menos desde que estoy yo, la feminización de la presidencia ha sido por casualidad, pero también está relacionado con que la mayoría de personas que conformamos Kwanzaa somos mujeres. No obstante, creo que este hecho también manda un mensaje potente en cuanto a mujeres en cargos directivos, especialmente siendo mujeres negras. Con lo que, casualidad o no, me alegro de que la realidad haya sido así.

Participasteis en la guía que coordinó la profesora Patricia Rocu sobre género y raza en la Universidad, en la que se leían experiencias realmente demoledoras. ¿Está tan atrasada aún la universidad española como se lee en la guía? ¿Es todavía la universidad tan desconocedora de la diversidad de la sociedad y de la existencia de alumnado diverso en ella?
La universidad como institución no está tan avanzada como se cree o como debería. La fetichización de las alumnas negras, la minusvaloración de nuestras capacidades y de nuestra formación y la falta de implicación del profesorado en el enriquecimiento de los temarios en torno a negritud y afrodescendencia es algo todavía muy vigente en ella.

En el proceso de entrevistas de la guía también participó mi hermana mayor, que estudió Biología y, al final, nuestras vivencias no distan tanto.

El currículum educativo que se imparte en las asignaturas sigue siendo al 99, 9% blanco

Yo, dentro de la universidad, he tenido la suerte de estar en una facultad que, por lo que se imparte, debería de ser un poco diferente, pero sí que es verdad que aún queda mucho camino por andar. El currículum educativo que se imparte en las asignaturas sigue siendo al 99, 9% blanco.

España es diversa, el alumnado es diverso, pero también es verdad que en el paso a la universidad se pierde muchísimo alumnado racializado por el camino por diversos factores. No obstante, la diversidad debe de verse reflejada en la esfera universitaria, ya no por la diversidad que haya en las mismas sino porque indiscutiblemente se encuentra actualmente en nuestra sociedad. Aunque las cosas vayan cambiando poco a poco para mejor, las universidades aquí, en España, siguen siendo instituciones de difícil acceso para ciertos colectivos y no existe especial interés en que eso deje de ser así.

¿Hay más asociaciones afrodescendientes en otras universidades del Estado?
Sí, hasta hace un tiempo pensaba que éramos los únicos, pero no es así. Hay una asociación hermana en el País Vasco, otra en la Universidad Autónoma de Barcelona y otra en la Universidad Alfonso X de Madrid. Es probable que existan más, pero de momento son de las que tengo constancia.

¿Habéis tejido redes y alianzas de trabajo conjunto con ellas?
Tenemos varias ideas de colaboración, pero también es verdad que, a la hora de materializarlo, se vuelve bastante complejo debido a la inestabilidad que puede suponer a veces ser una asociación universitaria. De momento apostamos por seguir creando un Kwanzaa sólido, con buenas estructuras y una línea de trabajo clara, para que después sea más fácil trabajar con otros modelos o replicar el nuestro sin que eso suponga un terremoto en nuestras bases.

¿Por qué decidiste estudiar Trabajo social?
En mi etapa del instituto hubo un momento en el que pensé en estudiar Medicina, ya que las ciencias, en general, me parecían muy curiosas y la biología, en particular, me atraía bastante; pero lo descarté por distintos motivos. Además, no me veía el resto de mi vida trabajando en algo relacionado con ello.

Empecé a pensar en otras opciones, en las cosas que me gustaban y que hacía en mi día a día. En 4º de ESO participé en un voluntariado en un comedor social y me gustó bastante. También di talleres feministas a chicas que estaban en cursos inferiores. Ahí es cuando pensé en la sensibilización y en el trabajo con la población vulnerabilizada. Eso se mezcló con mi experiencia como persona racializada y con el tipo de realidades que he podido vivir. Hubo un momento en el que mi cabeza hizo clic y decidí que quería contribuir a paliar cierto tipo de vivencias que tiene gente parecida a mí en cuanto a racialidad u otras características. Así que, cuando alguien me mencionó Trabajo Social e investigué mínimamente lo que era, sentí que podía encajar con lo que estaba buscando. Y efectivamente, años después confirmo que el Trabajo Social es una de mis pasiones. Quien me conoce bien sabe que disfruto pudiendo dejar mi sello personal allá por donde paso: analizar la realidad social, relacionarme con personas y hacer cosas en mi día a día que se alineen con motivaciones que he tenido desde siempre. Creo que esta profesión me va a permitir poder explorar todas esas cosas.

¿Qué crees que puede aportar una persona racializada, concretamente una mujer negra, como es tu caso, al ámbito del Trabajo social y al desarrollo de esa profesión?
Puede aportar lo mismo que el resto de mujeres, más el plus desde una mirada más crítica en cuanto a la racialidad, intentando no perpetuar ciertos roles y pautas de comportamiento que, ahora que estoy más metida en la práctica profesional, veo que se dan. Además, las mujeres negras, debido al trasfondo cultural que tienen, suelen hablar varias lenguas y, en el caso de las que estamos aquí, en España, podemos implementar un punto de vista más amplio debido a la mezcla de culturas.

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¿Hacia qué ámbito del Trabajo social te gustaría encaminarte?
Estoy encaminando mi trayectoria hacia todo lo relacionado con las migraciones, que es un campo que me interesa bastante. También me gustaba el campo de las mujeres víctimas de violencia de género, pero se me hace muy duro. De igual manera, me interesa todo lo relacionado con los menores y la mediación con familias, aunque, a través de mis prácticas, he descubierto también las cuestiones relacionadas con el asilo y el refugio.

Has realizado las prácticas de la carrera con Karibu, ¿en qué están consistiendo y qué cosas has podido aprender con ellas?
Dentro de la entidad Karibu, he tenido la oportunidad de ir rotando por los diferentes recursos que poseen, desde el ámbito social, el campo del empleo y la vivienda o el área de protección internacional. Este hecho me ha permitido observar las cosas comunes en estos ámbitos y también la especificidad de cada uno de ellos. Mis gustos y mis pasiones dentro de lo social se han ido perfilando y remarcando.

Más allá de lo teórico, lo que he intentado absorber de las personas que eran mis responsables apunta más hacia el nivel de la intervención y el abordaje de diferentes tipos de conflictos, cómo trabajar los propios sesgos y cómo ser crítica con mi propia intervención. He tenido la suerte de aprender de diferentes personas y creo que he crecido bastante profesionalmente. Además, siento especial interés en el público objetivo con el que trabaja la asociación: las personas migradas de origen africano. Eso también me ha dado la oportunidad de aprender muchas cosas de ellos y ellas a nivel cultural.

¿Crees que es importante la existencia de asociaciones que se focalicen su trabajo precisamente en ese segmento de la población: la población africana migrada?
Sí, porque, al final, cuanto más acotas el tipo de beneficiario al que quieres ofrecer un servicio, eres más capaz de detectar y estudiar en profundidad el tipo de necesidades que puede tener ese colectivo. Además, si hablamos concretamente del colectivo perteneciente al África negra dentro del estado español, es sumamente necesario debido al momento crítico en el que nos encontramos con la mala gestión de la migración. Ciertas características, como la diferencia cultural, en muchos casos la barrera idiomática, la pérdida de estatus que supone la migración, la dificultad para homologar estudios, la pobre relación institucional entre países y el racismo institucional y sistémico que se encuentran a su llegada, ejercen el cóctel perfecto para que se sitúe a las personas africanas migradas como personas en situación extrema de vulnerabilidad. Por lo tanto, que exista un recurso así es muy positivo, así como la presencia de su directora, Nicole Ndongala, una mujer congoleña migrada que ha pasado por una experiencia dura de vida, pero también por un proceso de superación que sirve como referente para las mujeres con las que trabaja la asociación.

La juventud afrodescendiente que me rodea tiene la suficiente formación, conciencia y fuerza como para verdaderamente poder generar un impacto

¿Qué puede aportar la juventud a la realidad de la lucha antirracista de la comunidad afrodescendiente?
Creo que ganas, fuerza y un cambio de paradigma. Eso que se llama la “comunidad afro” dentro de Madrid a veces presenta ciertas carencias y la juventud afrodescendiente que me rodea tiene la suficiente formación, conciencia y fuerza como para verdaderamente poder generar un impacto no ya sólo en las sociedades europeas sino también en las africanas.

¿Crees que las personas más jóvenes tenéis en la comunidad afrodescendiente la suficiente visibilidad?
Creo que la gente más veterana y con el camino más avanzado de la comunidad, siempre tendrá mayor visibilidad en ciertos espacios, debido a la alta cantidad de logros, el respeto que se les tiene y su enorme contribución. Sin embargo, toda persona que se mete un poco en esto que llamamos “activismo”, sabe lo cansado que puede llegar a ser después de un tiempo. Por lo que la gente que lleva un periodo largo, se suele echar al lado y dejar espacio a nuevas voces que vienen más frescas y arrastran menos agotamiento. Así que no creo que haya una imposibilidad para que la gente joven pueda acceder. Creo que gente joven de mi entorno que tiene un discurso suficientemente arraigado está accediendo a los espacios antirracistas de la comunidad. Al final, no es cuestión sólo de que te dejen participar por ser joven y tener ganas, sino también de la calidad de esa participación.

¿Qué personas jóvenes de la comunidad afrodescendiente crees que tienen más empuje y visibilidad y pueden actuar como referentes?
Si tuviera que mencionar a alguien, no me hace falta irme muy lejos porque por suerte estoy rodeada de gente con mucho potencial. Por un lado, sin duda, debo de nombrar a mi compañero y amigo Mamadou Seydi, al cual admiro mucho por la gran evolución intelectual que ha sido capaz de demostrar durante su etapa universitaria. Él es politólogo en construcción, panafricanista por definición e intelectual apasionado por demostración. No sé cuál será el camino que decidirá seguir, pero tengo la certeza de que acabará dando mucho de qué hablar de manera positiva. Por otro lado, no me quiero olvidar de Mariano Rosario Cuevas, al cual Kwanzaa también puso en mi camino. Se podría decir que su cabeza siempre está en constante movimiento buscando una forma de crecer y eso, unido a su enorme conocimiento como futuro sociólogo y demás saberes y a su gran capacidad de trabajo, le harán llegar muy lejos. Al menos eso deseo.

¿Perteneces también a Afrodiccionario, qué cosas hacéis?
Afrodiccionario es una entidad social y educativa con impacto tanto nacional como internacional. Nos dedicamos a combatir la discriminación étnico-racial a través de su manifestación en el lenguaje castellano, debido a su herencia histórica y cultural. Además, también optamos por el empoderamiento de la propia comunidad afro mediante procesos de co-creación con la sociedad civil, que nos dan la oportunidad de poner palabras a nuestras propias historias, vivencias y formas de denominarnos.

Más allá de eso, poseemos cuatro líneas de actuación: centros educativos, empresas, derechos humanos y familias. Es partir de estos ejes que estructuramos nuestra acción, teniendo todo lo anterior en cuenta y partiendo del entendimiento del lenguaje como una tecnología viva, representante de nuestros esquemas de pensamiento y capaz de crear realidades. En definitiva, como nos gusta decir en Afrodiccionario: “A las palabras no se las lleva el viento, sino que crean realidades”.

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¿Crees que los hombres negros jóvenes están más deconstruidos y concienciados en cuanto a los feminismos negros y la lucha a ese respecto de sus hermanas?
Creo que, dentro de lo que cabe, me muevo en un nicho de perfil de hombre negro que a lo mejor no es lo suficientemente representativo de lo que son los hombres negros hoy en día, por lo que mi respuesta puede estar sesgada. En lo que a mí respecta, diría que sí porque al final son hombres que se mueven dentro de la lucha antirracista y, en algún momento, rozan todo esto de la interseccionalidad. Ese perfil de hombre negro con estudios superiores creo que tiene todo lo relacionado con los feminismos negros más integrado en su discurso y está más involucrado en la lucha. Muestra de esto pueden ser las diferentes voces masculinas que, desde hace unos años, vienen replanteando sus masculinidades negras y abriendo horizonte a entenderlas desde diferentes ángulos y teniendo en cuenta el impacto de las mismas en las mujeres. Aunque bien es cierto que en la vida menos académica todos estos discursos desaparecen un poco de la práctica.

A una persona afrodescendiente que esté ahora finalizando el instituto y pensando en la siguiente etapa de su formación, tomando conciencia de su negritud y acercándose a su comunidad, ¿qué le recomendarías?
Ser una persona negra afrodescendiente tiene unas implicaciones políticas de las que tienes que hacerte cargo y más aún si estás en una situación de privilegio, como es la de poder acceder a estudios superiores.

Por lo tanto, para hacerte cargo de esas implicaciones de manera coherente, animo a todo el mundo a leer, curse estudios superiores o no. Porque hay un tipo de conocimiento que sólo se adquiere leyendo y luego eso se nota en la manera de reflexionar, de debatir y en el tipo de elecciones que tomas. Lo cual te ayudará a poder entenderte y posicionarte como sujeto dentro de un contexto concreto. Al final, política son muchas cosas y es inevitable politizarse en el camino. Así que, para no perderse, que a veces es muy fácil, necesitas construir una base sólida de conocimiento y tejer redes con gente de tu comunidad que siempre tenga hambre de conocimiento.

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