En el margen
            
            
           
           
Silvia Albert Sopale: “Yo quiero contar ciertas cosas y, en lugar de ir a la calle, lo hago desde el escenario”
           
        
        La coautora e intérprete de No es país para negras y Blackface y otras vergüenzas comparte el proceso de creación de sus obras e indaga en las reacciones que provocan en el público. Con su trabajo, la actriz pone el foco en las realidades de las personas afrodescendientes, profundizando en la experiencia personal y colectiva del racismo.
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Actriz,  nacida en San Sebastián en 1976 de madre  ecuatoguineana y padre nigeriano, Silvia Albert Sopale es coautora de las obras No  es país para negras(NEPPN)  y Blackface y otras vergüenzas. Ambas piezas teatrales abordan la realidad de la comunidad  afrodescendiente y los agravios a los que históricamente han sido  sometidas las personas negras.
Hablamos con ella sobre el canon interpretativo que excluye a las personas negras de la mayoría de los papeles, la imagen estereotipada del africano o la africana en el mundo de la interpretación, el proceso de creación tras sus obras y las distintas reacciones del público negro y del público blanco cuando las ven.
¿Cuándo  y por qué  decidiste  dedicarte a la interpretación? 
Empecé  a hacer teatro de pequeña en el colegio y  luego en el Instituto. A los 14 años entré  en un grupo de teatro que me gustaba mucho  y cuando llegué a tercero de  BUP el grupo se fue a hacer las pruebas de acceso a la Escuela de  Arte Dramático de Murcia. Yo me quería  ir de casa pero no me quería ir muy lejos,  Murcia estaba más cerca que Madrid y  probé. Es  complicado a esa edad saber qué quieres  hacer de tu vida, pensaba también  en ser delineante, tenía un montón  de ideas en la cabeza, pero al final hice las pruebas de acceso, me  cogieron y ahí estuve 4 años  estudiando.
En  tus dos obras, No  es país  para negras y Blackface  y otras vergüenzas,  hablas de la negritud, ¿has centrado tu trabajo en la realidad de la  comunidad afrodescendiente?
Sí,  al final hablo de las cosas que me atraviesan a mí.  Si estamos diciendo todo el tiempo que nadie como nosotros para  contar nuestras propias historias, nos corresponde entonces  contarlas. Creo que tengo mucha suerte porque hay tantas cosas de las  que hablar… Pienso a veces en otras  compañeras actrices blancas que tienen dificultades para escoger qué  cosas quieren contar porque ya está  todo contado cien mil veces y yo me posiciono y  digo: “Sí, quiero hablar de negritud, de  nuestras experiencias, quiero contar nuestras historias y aportar  estos referentes tanto a mi colectivo como al mundo”.  También con esta  idea de que haya teatro negro, donde el público  afrodescendiente sienta que le están  interpelando directamente a ellos.
En  tu obra Blackface  y otras vergüenzas haces un repaso a  distintos momentos vergonzosos de la historia de la humanidad, ¿qué  querías  exponer con ello?
Esta  es una pieza como más histórica  porque No es país  para negras es más  personal y es en parte autorreferencial, con Blackface lo que quiero  es separar la obra de mí y mostrar que no es algo mío,  algo personal, sino que es algo estructural que está presente  en esta sociedad y que lleva ocurriendo mucho tiempo.
No es país para negras es más personal y es en parte autorreferencial, con Blackface lo que quiero es separar la obra de mí y mostrar que no es algo mío, sino que es estructural
No es país para negras sería un “hablemos de mí”, Blackface y otras vergüenzas sería un “hablemos de nosotros” y la tercera desde luego será “qué futuro queremos, hacia dónde vamos”.
¿O  sea que va a haber una tercera? ¿Ya estás  pensando en ella? 
Sí,  tengo varias ideas.
¿Cuál  es la reacción del público  blanco y cuál  es la reacción del público  negro cuando ve Blackface  y otras vergüenzas?  ¿Es la misma? 
No,  no es la misma.
Hay mucho agradecimiento por parte del público negro, sienten que por fin se están contando historias que tienen que ver con nosotros. También, como hay un montón de códigos que tan solo pueden detectar algunas personas, genera una complicidad y un placer. Y luego hay una parte de dolor, de ver cómo esta situación nos ha afectado históricamente y cómo nos está afectando como colectivo. Por otra parte, está el sentirse empoderado, sentir la obra muy suya, que eso me encanta, y de ahí pasan a reescribirla o repensarla o crear a partir de ella. Lo reciben también como si fuese una licencia para poder generar sus propias creaciones.
El público blanco lo pasa mal porque sienten bastante culpa y vergüenza, eso los que están mas abiertos, más deconstruidos. Los que lo están menos, se cierran en banda y niegan que esto haya ocurrido o que tenga que ver con ellos. Y también hay una parte de agradecimiento, un “gracias por hacerme ver algo que yo no había visto hasta este momento y hacérmelo ver de esta manera” porque no deja de ser teatro.
En NEPPN entablabas al  final un diálogo  con el público  para ver cómo  habían  sentido la obra, sin embargo, en Blackface dices que  consideras al público  más  maduro y ya no lo haces, ¿por qué? 
Cuando  empezamos con NEPPN, sentía que era  necesario. Hace seis años sí necesitábamos  entablar esa conversación con el público  porque era seguramente la primera vez que mucha gente se enfrentaba a  una historia así. Era pura pedagogía  y también  suponía poder seguir mostrando otras  voces, porque la invitación al coloquio siempre era con personas que  tuviesen que ver con el territorio en el que estábamos.  Si yo iba, por ejemplo, a Santander, la idea era visibilizar a las  personas afrodescendientes de Santander. Además,  como una de las cosas que siempre ha ocurrido es que no existimos,  era una forma de demostrar que sí existimos.  “Mira, estamos aquí y éstas  son tus vecinas”. La idea de hacer  coloquio pasaba por eso, por poder mostrar realidades invisibilizadas  y también por  ampliar el discurso y complejizarlo.
Hace seis años sí necesitábamos conversar con el público porque era seguramente la primera vez que mucha gente se enfrentaba a una historia así. Era pura pedagogía
Pero yo ya me canso y pienso “este espectáculo es histórico, tenéis los libros, podéis ir a buscarlo” porque tampoco nos corresponde a nosotros estar haciendo todo el rato ese trabajo. En cambio, lo que ahora sí que hago siempre en los coloquios es invitar a las mujeres negras y a las mujeres racializadas a que suban y prohíbo a la gente blanca que hablen los primeros y, después, si hacen alguna intervención ya la están haciendo desde otro sitio. Si consideran que tienen que hablar, ya lo hacen desde otra posición.
En Blackface... hay un momento en que invitas a una mujer negra que esté  en el  público  a subir al escenario y ayudar a vestirse a uno de los personajes,  ¿qué  supone ese  momento para ti dentro de la obra?
Para  mí es la reparación que necesita ese personaje por medio del cuidado  y que tan solo le puede dar otra mujer negra. También  hay algo de hermanamiento, de que una mujer que es igual que tú,  te ayude.
Pero también es importante lo que ocurre con el espectador en ese momento. Es muy interesante ver cómo el público entero se moviliza, que la gente quiere salir pero no se atreve, quién puede salir y al final quién decide salir. Y, quién decide salir, cómo lo hace y ver que ese abrazo también lo está necesitando esa espectadora y no ya solamente el personaje.
Escribes  tú misma  tus obras, ¿cómo  es tu proceso de creación, en qué  te inspiras? 
Yo  soy de las que va durante mucho tiempo rumiando cosas, escuchando  cosas por aquí y por allá para  luego ponerlas en el papel.
Por ejemplo, NEPPN la escribo en colectivo, la escribo con ayuda de Carolina Torres Topaga, que es la directora, también con ayuda de Chechu García y con un poco de ayuda de Laura Freijo, hay un acompañamiento. Llegábamos al ensayo con los textos y los trabajábamos, lo que servía se quedaba, lo que no se desechaba, llegábamos a casa y seguíamos trabajando, puliendo escenas, yo se las enviaba y ellos me las corregían.
NEPPN empieza con el poema de Victoria Santa Cruz, “Me gritaron negra”, que es la columna vertebral del espectáculo a partir de la cual empezamos a generar otros textos que se van construyendo en torno a ese, siempre desde lo autorreferencial. Esa obra pasa mucho por el cuerpo y creo que es una cosa que se puede ver en el montaje, hay muchas propuestas físicas y desde ahí fuimos generando palabras y construimos el imaginario.
Yo no soy dramaturga de formación, yo hago dramaturgia en acción. Me lo paso por el cuerpo y entonces puedo escribirlo
En cambio, en Blackface es la primera vez que escribo el texto antes de empezar los ensayos. Tenía una coaching dramatúrgica que me hacía Denis Duncan, que es una dramaturga afrocostarricense, y era genial trabajar con ella porque yo escribía el texto, se lo mandaba, ella lo leía y luego quedábamos y me hacía preguntas sobre ese texto. Y desde ahí íbamos perfilando lo que quería contar.
Yo no soy dramaturga de formación, yo hago dramaturgia en acción. Me lo paso por el cuerpo y entonces puedo escribirlo. O como digo a veces “me baja”, a veces hay un texto que está dando vueltas por ahí, te sientas y se escribe solo.
¿Hay  una falta de representatividad de actores y actrices negras en la  interpretación en España?
Totalmente,  totalmente.
¿Por  qué?
Bueno,  a una escuela de teatro no puede tener acceso todo el mundo porque no  son baratas. Y luego está también  la falta de referentes, si realmente no saben que van a trabajar  porque no están viendo gente que esté  trabajando, piensan que es algo que no es  para ellos. Y también  hay una suplantación, muchas compañías o directores lo que hacen  es pintar a los actores o actrices de negro. No hay una  responsabilidad social por su parte. Forma parte de esa  invisibilización que sufrimos las personas negras en el teatro.
Y luego también hay una cierta colonización en la interpretación, la interpretación son escuelas de hombres blancos y el asunto es que ellos también están marcando la forma en la que hay que interpretar y todas las interpretaciones que no estén dentro de su canon, están fuera. Igual que hablamos del canon de belleza, podríamos hablar de un canon interpretativo.
Para luchar contra esa falta de representación es por lo que queremos abrir una sala de teatro en Barcelona, en la que la afrodescendencia sea el centro. Recuperando las máximas que se aplicaron en EEUU por los afroamericanos tras la emancipacion de las persoans esclavizadas. Un teatro realizado por nosotras, para nosotras.
¿Te  has sentido estereotipada en algunos de los papeles que has  representado o en los castings a los que te has presentado?
Yo  no hago castings, en ese sentido no tengo muchos problemas. Dejé  de hacer castings hace años porque son muy  exclusivos, no son anuncios públicos a los  que puedes presentarte. En mi caso, tienen que buscar a una negra  para que me incluyan. Si no se da por supuesto que es para personas  blancas. O como cuando te dicen en una película:  “ven y haz de africano”,  lo que ellos entienden que es el estereotipo del africano.
¿Cuál  sería  para la interpretación el estereotipo del africano o de la africana?
Es  el migrante, el migrante en situación más  irregular. También  una persona con un bajo nivel de estudios, económicamente pobre, con  inocencia en el carácter, alegría,  con una sonrisa siempre, y la fuerza también.  Es un poco la idea de la mamá África, es  alegre, es fuerte…
El estereotipo africano en interpretación es el migrante en situación más irregular. También una persona con bajo nivel de estudios, económicamente pobre, o con una sonrisa siempre
  ¿Crees  que la España  del futuro será una  España mejor para los afrodescendientes?
Claro  que sí, porque la estamos peleando. Hoy  veo el vaso medio lleno, se están haciendo  un montón de cosas. En Barcelona que es de donde más conocimiento  tengo, se están llevando a cabo numerosas iniciativas desde la  comunidad que apoyan ese futuro. Hay mucha gente racializada y mucha  gente blanca que también  está en ese cambio, que está  intentando entender. La gente que quiere la paz y  el amor en el mundo tiene que sumarse a la lucha antirracista o no  habrá paz y amor en el mundo.
¿En  qué otros  actores y actrices te fijas, quiénes  son tus referentes en el mundo de la interpretación? 
Más  que actores y actrices, han sido maestros y maestras que me han  transmitido pasión. Javier Galitó-Cava a  mi me cautivó y me propulsó desde el  punto de vista interpretativo y desde el punto de vista humano. Él  fue el que empezó a romper esas cadenas en mí y hacerme ver que  podía contar cualquier historia, que no  tenía que ceñirme a un imaginario  estereotipado. Descubrí otras maneras de  contar uniendo mi parte más activista con  mi parte actriz. Yo  quiero contar ciertas cosas y, en lugar de ir a la calle, lo hago  desde el escenario.
Antes  me hablabas de una tercera obra, ¿qué  otros  proyectos tienes en mente, en qué  estás  pensando? 
Estoy  haciendo el POPS (Programa Orientado a Prácticas Subalternas) que  organiza el colectivo Ayllu en Matadero, en Madrid, y durante el  curso conocí a una artista afrobrasileña  que se llama Musa Matiuzzi. Hablando con ella un día  me decía que nosotras somos las ancestras  del futuro y me preguntaba qué les  vamos a legar. Ella decía: “yo quiero  dejarles belleza” y yo pensé:  “yo también  quiero dejarles belleza”. Estamos dejando  denuncia, que me parece que está bien,  pero también  debemos dejar belleza. Estoy en un momento de querer dejar belleza  para mi entorno y también  en un proceso de dejar algo más sanador  porque la gente sale muy removida de todos los espectáculos.  Me parece que está bien, pero también  quiero hacer un pequeño regalo para que la gente salga enamorada del  mundo, de la vida, de la negritud. Esa cosa de vibración, de cargar  pilas y de que cuando salgan del teatro digan: “Me  lo como todo”.
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