En el margen
Aya Sima: “El matrimonio muchas veces es una moneda de cambio o una forma de sobrevivir”

Nacida y crecida en Girona, a Aya Sima sus padres la prometieron a un primo cuando ella era adolescente. Tras oponerse a la voluntad de su familia, acompaña a otras chicas que se niegan a contraer matrimonio para satisfacer las expectativas de su entorno.
Aya Sima
Aya Sima en una foto cedida por ella misma.
24 nov 2022 06:00

Nacida y crecida en Girona, Sima es la segunda de siete hermanos y la primera de las chicas, lo que ha conllevado para ella siempre una gran responsabilidad familiar. Auxiliar de enfermería y con estudios de Magisterio, forma parte, también gracias a su experiencia personal, de la asociación Valentes i Acompanyades que ayuda a chicas jóvenes víctimas de matrimonios forzados, una de las formas de violencia contra las mujeres más brutales.

Sima evitó un matrimonio forzado, al que se opuso desde el principio y con fuerza, pues su padre la prometió siendo una adolescente en contra de su voluntad. Madre de dos hijos y también cantante, ha estado dos veces en Gambia, la última cuando tenía 16 años, y, aunque siente cierto apego hacia la tierra de origen de sus padres, no se siente ni de aquí ni de allá.

Formas parte de Valentes i acompanyades. Hablemos un poco primero de tu historia personal y luego de la labor de la asociación.
Sí, pues mira, mi padre me propuso que me casara con mi primo cuando tenía 14 años, volviendo de unas mini vacaciones en casa de mi tía. Mi padre me vino a buscar en el coche y, en el trayecto de vuelta, me dio la noticia. Me habló bien de mi primo y me dijo que yo ya me estaba haciendo mayor. Le dije que no, que no y que no, que en ningún momento se me pasaba por la cabeza algo así y mucho menos con alguien que no conocía de nada, por mucho que fuese mi primo. Él vivía en EEUU y, de hecho, todavía sigue viviendo allí.

¿No conocías de nada a tu primo?
Sólo teníamos contacto por teléfono, llamaba esporádicamente, pero no había ningún tipo de relación aparte de eso. Yo le dije a mi padre que no quería casarme, a lo que él contestó que esa era nuestra tradición, nuestras costumbres, que nosotros lo hacemos así, que él con mi madre también lo había hecho así, sin conocerse, que mi primo era buena persona, que ellos sabían que yo iba a estar bien, que sabían lo que era mejor para mí porque yo era muy joven… Intentando convencerme, en definitiva. Yo dije que no tenía ninguna intención de casarme y menos con quien ellos quisieran.

Al cabo de unos días mi padre me dijo que ya estaba todo cerrado y que ya se había hecho el compromiso. Le dije que el compromiso valía para ellos porque yo iba a seguir viviendo como si nada hubiese pasado. Y bueno, pues ahí empezó un conflicto, evidentemente, porque además te sientes traicionada, infravalorada y que no se te ha tenido en cuenta para nada.

¿Cómo viviste ese momento a tus 14 años?
Por mi parte, pues rabia, frustración, impotencia de que hagan contigo lo que quieran. Incomprensión. No entendía que pensasen más en el qué dirán, en la familia o en el quedar bien, el honor, la vergüenza o lo que sea, que en la voluntad y la felicidad de su hija. Te causa mucho dolor.

¿Y tu padre, cómo estaba él?
Mi padre estaba súper tranquilo, muy tranquilo. Para él era normal, es lo que digo siempre. Me trataba como “tú eres una niña, no sabes lo que quieres, déjanos a los mayores decidir por ti, que sabemos lo que es bueno”. Como si careciese de capacidad de razonamiento, pues te tratan un poco así, porque de hecho ya a las mujeres desde pequeñitas nos enseñan a obedecer y seguir unas pautas de comportamiento y a los hombres a decidir.

Mi madre siempre insistía mucho en que estudiásemos, porque ella había pasado por lo mismo. A los 15 ó 16 años la obligaron a casarse con mi padre. Ella intentó resistirse, se escapó, pero al final se casaron

¿Y el resto de tu familia?
Por suerte para mí, como mi primo no vivía aquí, no tuve que enfrentarme directamente a él, ni tuve que convivir con él ni nada de eso.

En toda esta historia fue diferente cómo se comportaron mi madre y mi padre, porque todo fue organizado por parte de la familia de mi padre, mi primo era sobrino suyo, hijo de su hermana. Si hubiera sido por parte de mi madre seguramente no hubiese pasado. Mi madre siempre insistía mucho en que estudiásemos, porque ella había pasado por lo mismo. A los 15 ó 16 años la obligaron a casarse con mi padre. Ella intentó resistirse, se escapó, pero al final se casaron. Tuvo que dejar la escuela, que le encantaba y era de las mejores alumnas de la clase. Si hubiese sido cosa de mi madre, no hubiese pasado, pero por parte de la familia mi padre es distinto. Él es mucho más conservador, de mentalidad más cerrada.

¿Y el ambiente en casa?
En casa mi actitud hacia mis padres cambió. Empecé con una etapa más rebelde, de no hacer siempre lo que ellos quisieran. Y, bueno, empezaron a darse conflictos por desobedecer.

A todo esto, se suma que con 16 años comencé a salir con un chico que no era musulmán, no sé si estás familiarizada con lo que supone eso, pero también es otro percal, y al cabo de un tiempo se lo conté a mi madre. Al principio, supongo que para no alejarme más de ella, me hizo ver que no pasaba nada, pero después se opuso. Me llegó a decir que, si no me quería casar con mi primo, se enfrentaría a toda mi familia, pero en ningún momento me iba a apoyar para salir con una persona no musulmana.

Entonces ya eran dos frentes abiertos los que tenía con ellos.

En casa ya no me sentía cómoda, pero hasta los 18 años no se disolvió el compromiso con mi primo porque se dieron cuenta de que no lo iba a aceptar, que ya me había rebelado. A los 19 años me independicé porque, aparte de que quería vivir mi vida sin presiones, en casa ya no estaba bien. Era la decepción de la familia y no me había comportado como esperaban de mí.

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Volviendo al tiempo presente, ¿cómo es ahora mismo la relación con tus padres? ¿Qué dirías que aprendiste de todo eso?
A ver, lo que siempre digo de entrada es que no lo hacen por maldad. Hay casos en los que puede existir algún tipo de maltrato o violencia, pero normalmente cuando los padres llevan a cabo este tipo de prácticas, el matrimonio forzado o incluso la mutilación genital femenina, que es tan horrorosa, lo hacen pensando que es beneficioso para nosotras. Lo creen porqué es lo que les han inculcado, cuando realmente el motivo es puro machismo.

Con el matrimonio es lo mismo, es una práctica que ha sido llevada a cabo generación tras generación durante muchísimos años y no la cuestionan como algo malo porque allí está totalmente normalizada. La gente crece sabiendo que un día se casará y ya está. Piensa que para nuestra comunidad el matrimonio o las relaciones no son elecciones individuales que uno tiene que hacer. Es una unión funcional. En nuestras comunidades, en las que todas las personas tienen un rol establecido dentro de una estructura familiar fuertemente jerárquica, se mira más por el bien de la comunidad que por la libertad individual. No se le da importancia al sentimiento de amor previo entre la pareja, que debería ser una unión para compartir, aprender, crecer y darse apoyo mutuo. El matrimonio tiene la función de mantener el linaje familiar, permitir procrear y seguir con la estructura de convivencia establecida.

¿Cuáles serían tus reflexiones hoy en día en torno al matrimonio forzado?
Hay muchos motivos por los que suelen llevarse a cabo este tipo de matrimonios, pero, sin duda, el principal es el económico. Si hay muchas bocas que alimentar en una familia pobre, casar a una hija quita una carga a los padres. Luego están los relacionados con las creencias, la virginidad, el honor de la familia o que la chica no vaya a mezclarse con ningún otro grupo étnico.

La conclusión a la que he llegado a raíz de mi experiencia y de la realidad que he observado a mi alrededor es que lo que realmente mueve a las familias a llevar a cabo un matrimonio forzado es la creencia de que de ese modo protegen a sus hijas. Para poder comprender esto uno tiene que ponerse en su lugar y entender el contexto del que provienen y la mentalidad machista que prevalece. Lo que han aprendido es que una hija solo puede llevar una vida decente si está casada, porque una mujer sola no puede valerse por sí misma. No conciben otra alternativa a lo que han conocido. Por lo tanto, bajo mi punto de vista, ese miedo a que sus hijas sean rechazadas y maltratadas por la comunidad les empuja a querer protegerlas de esa forma.

¿Con tu padre lo llegaste a hablar alguna vez?
No, no. Con mi madre lo he intentado, con mi padre lo doy por perdido, aunque tengo una buena relación con él.

¿El caso se ha repetido con tu hermana más pequeña?
Para nada, tiene 28 años y no tiene ni siquiera novio. No ha habido ni un intento ni nada.

¿Cómo surge Valentes i acompanyades y qué labores lleváis a cabo?
La principal impulsora fue Carme Vinyoles, que actualmente es la secretaria de la junta de la asociación, pero hubo muchas otras personas que estuvieron apoyando el proyecto para que saliera adelante. Ella siempre había estado en estrecho contacto con la comunidad afro-catalana desde los primeros migrantes que llegaron. A medida que las chicas jóvenes empezamos a crecer, nos encontrábamos con propuestas de matrimonio que la mayoría aceptaba por la presión familiar. Las que nos negamos y tuvimos conflictos con nuestras familias, fuimos las primeras en hablar sobre ello y, a raíz de eso, empezaron a ver que no se trataba de casos aislados sino de una práctica habitual que afectaba a muchas chicas.

En el año 2015 se consolidó el proyecto constituyendo la asociación como entidad independiente. Desde entonces nuestra labor consiste en visibilizar ésta realidad a través de actos de sensibilización y formación a profesionales de distintos ámbitos, también incidir en actos de prevención y, por último, intervenir directamente ayudando a la jóvenes que están en riesgo de sufrir un matrimonio forzado o ya lo han pasado.

Éste año pondremos en marcha el proyecto de trabajo comunitario para sensibilizar directamente a las comunidades y colectivos que practican el matrimonio forzado, para promover un cambio en la mentalidad que lleve a la desaparición de esta tradición.

¿A qué tipo de población os dirigís?
A todas las chicas que se pueden encontrar con esta problemática. La realidad que tenemos en el territorio donde llevamos a cabo nuestra labor es que la mayoría de la immigración procede de países africanos, pero también de países asiáticos y de latinoamérica. Siempre recalcamos que es una práctica que se lleva a cabo en todo el mundo, que se da en culturas y contextos muy distintos, pero todos tienen el denominador común de la cultura machista de base.

¿A cuántas mujeres aproximadamente habréis atendido en estos años?
Alrededor de 180. Pero estas cifras no reflejan el alcance que tiene esta situación en la realidad porque la mayoría de chicas no lo cuenta o no sabe dónde pedir ayuda. Es solo la punta del iceberg, no es nada comparado con la realidad que hay detrás.

¿Cómo acceden estas mujeres a vosotras?
Hay varias vías para llegar a la asociación. A raíz de la labor de hacer red con otras entidades y organismos públicos han podido llegar desde servicios sociales, centros educativos o de salud, etc. Al conocer los indicadores de riesgo que pueden mostrar la posibilidad de que una chica pueda sufrir un matrimonio forzado es más fácil detectarlo y actuar.

¿Con qué otros agentes sociales e instituciones trabajáis en red?
Hemos trabajado con servicios sociales, con mossos d’esquadra, con el Institut Català de les Dones, centros educativos, centros de atención primaria, y muchos más.

¿Crees que ese trabajo que habéis hecho de sensibilización y profundización en una realidad que muchas veces es desconocida ha servido para que estos agentes sociales se hayan acercado a ella y la hayan comprendido de otra manera?
Sí, sí, sí. Están mucho más alerta y a raíz de darnos a conocer como asociación, muchos agentes sociales han podido derivar a jóvenes en riesgo, porque la mayoría de las chicas que se encuentran en esa situación no quieren denunciar a su familia y perjudicarla a no ser que haya un maltrato o una situación más compleja detrás.

¿Vuestro trabajo se circunscribe a Cataluña o actuáis en todo el Estado?
Actuamos principalmente en Catalunya, pero si hay profesionales de otras comunidades que nos piden ayuda también ofrecemos asesoramiento para ayudarles a abordar la situación según cada caso. También, en los casos en los que alguna usuaria viaja al país de origen, hacemos un seguimiento y damos unas pautas para que no caiga en una situación de riesgo y, si cae, poder acompañarla para que pueda salir de ella.

Hay muchos motivos por los que suelen llevarse a cabo este tipo de matrimonios, pero, sin duda, el principal es el económico. Si hay muchas bocas que alimentar en una familia pobre, casar a una hija quita una carga a los padres

¿Cuáles son los casos más frecuentes que os habéis encontrado?
Cada caso es particular por el contexto y la situación de la que parte cada chica. Pero la franja de edad que ocupa el grueso de la intervención es de entre 18 y 23 años, y eso responde a que las familias ven que sus hijas han crecido y temen no poder mantener el control sobre ellas. Puede que anteriormente ya hayan empezado a limitar su libertad pensando en que se acerca el momento de casarlas, para así evitar que las chicas se comporten de manera inadecuada, que las señalen y adquieran una mala reputación por la que los hombres las rechacen. Entonces se encuentran con la propuesta de matrimonio que ellas no quieren aceptar y por eso piden ayuda.

También están los casos de chicas y mujeres que ya están comprometidas o casadas, y que quieren disolver esos compromisos o divorciarse pero las familias se niegan a aceptarlo y las obligan a permanecer en estos matrimonios a la fuerza. Muchas veces estas uniones no se formalizan a nivel legal sino que se hacen mediante rituales y celebraciones tradicionales que para ellos tienen más peso que un documento. Así que para poder divorciarse formalmente ante la comunidad necesitan la aprobación de los mismos que llevaron a cabo la unión y resulta muy difícil porqué suelen negarse a hacerlo.

¿Cómo gestionáis los casos más graves?
Desde la asociación no podemos ofrecer todos los recursos que necesita una chica que está pasando por esta situación. Por eso insistimos en la necesidad de trabajar en red, de contar con otros agentes que puedan ofrecer a la usuarias los recursos necesarios para que su proceso de recuperación sea menos complicado, y también del apoyo de los organismos públicos que ofrecen servicios básicos a personas que están en un momento de gran vulnerabilidad.

Ofrecemos una atención integral e individual según cada caso, por eso partimos de unas áreas de atención concretas, pero según cada caso se tienen que trabajar más unos aspectos u otros. Así según la situación y la gravedad de cada caso puede que una chica necesite atención psicológica y más acompañamiento que otra, hay que tener en cuenta la situación administrativa, valorar si tiene ingresos económicos que le permitan independizarse, si necesita salir del domicilio familiar, etc.

Tenemos un convenio con la Generalitat de Catalunya por el que nos conceden tres pisos que nos permiten ofrecer alojamiento temporal a las usuarias que necesitan abandonar el núcleo familiar para evitar un matrimonio forzado. Estos son los casos que implican una atención más intensiva, porque las chicas que pasan por esto pasan por muchos altibajos y generalmente requieren ayuda a nivel económico, inserción laboral, acompañamiento emocional, entre otras cosas.

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¿Crees que el matrimonio forzado es igual de conocido y está igual de reconocido como forma de violencia contra las mujeres que otras, como, por ejemplo, la mutilación genital femenina?
No. Tanto como la mutilación genital, no. Se ha trabajado durante muchos años para sensibilizar y concienciar sobre la práctica de la mutilación genital femenina, que además es algo visible que se puede detectar con un reconocimiento médico. Con el matrimonio forzado todavía hoy, cuando das una charla, hay mucha gente que desconoce que eso esté pasando. Queda todavía mucho trabajo por hacer.

Ahora, como el mundo cambia, se están llevando a cabo nuevas formas de convencer a las jóvenes aprovechando las nuevas tecnologías. ¿Cómo sería eso?
Lo que ha pasado en algunos casos, no es que sea la norma, pero lo hemos observado y hay que tenerlo en cuenta, es que si la familia considera que la chica se tiene que casar ya y como saben que las jóvenes ya no suelen estar tan dispuestas, la técnica es decirle al chico que la escriba él por redes sociales para empezar a hablar y que parezca que la relación ha surgido entre ellos. Lo intentan por esa vía para que no parezca que son los padres los que están presionando para que se casen.

¿Qué te parece que las mujeres negras trabajen juntas en proyectos que visibilizan este tipo de realidades?
Si hacemos referencia sólo a las mujeres negras reducimos el problema a un colectivo y lo estigmatizamos. Creo que todas las mujeres, no sólo las negras, y también los hombres deben concienciarse de que no se pueden seguir reproduciendo tradiciones que atentan directamente contra los derechos humanos y que producen daños y consecuencias muy nocivas directa e indirectamente. En cuanto a las mujeres, creo que es vital que recuperemos la confianza en nosotras y sepamos que todas tenemos valor, que no somos inferiores a los hombres ni tenemos que someternos a ellos y obedecer mandatos culturales que nos hacen vivir en la sombra.

Si no empezamos por ser conscientes de ello difícilmente podemos lograr un cambio real porqué seguirá prevaleciendo el miedo y la culpa por no actuar como se espera de nosotras, sumisas y complacientes. Es un asunto que concierne a toda la población independientemente de los orígenes, cultura y contexto social de cada persona.

Para finalizar, hablemos un poco de tu faceta de cantante. ¿Qué tipo de música realizas y en qué grupos has colaborado o participado?
Llevo cantando desde la adolescencia, pero empecé a cantar a nivel profesional con la banda de The Pepper Pots de música de estilo soul Motown de los años 60. Estuve durante los últimos cuatro años y medio de trayectoria del grupo, hasta que nos disolvimos en el 2014.

Con la maternidad y todo lo que conlleva hice un parón y lo retomé progresivamente. Primero con una banda de swing llamada The Jumpin Cats y, más tarde, con un dúo acústico llamado Aya & King.

Actualmente combino mi trabajo en la asociación con estos proyectos musicales y otras colaboraciones.

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