Opinión
Habas contadas en la izquierda vasca
Si no cambiamos el paradigma desde el que la izquierda transformadora vasca se concibe a sí misma, y se relaciona entre ella, la hegemonía del PNV pasará a la historia de la ciencia política europea
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Es militante de Podemos Portugalete.
Tras cada contienda electoral suele ser interesante esperar un tiempo para hacer análisis que huyan de la inmediatez de los resultados y de las emociones que los mismos generan, para ponerse gafas de “mirar de lejos” que nos den otras perspectivas. Es lo que quiero hacer con los resultados de las últimas elecciones vascas desde la posición de la izquierda transformadora, huyendo de titulares y colocando la reflexión en el marco amplio de ciclo político.
Primero los datos: Desde el 2015 hemos asistido a una auténtica orgía de elecciones, cuatro generales, dos autonómicas y otras dos a Juntas Generales. Comenzando por estas últimas del 2015, los dos partidos con propuestas de izquierda transformadora (Elkarrekin Podemos y Bildu) obtuvieron 391.000 votos (el 36,66%). En las elecciones al Parlamento vasco del 2016 se bajó a 382.000 votos (35,74%), en las Juntas Generales del 2019 fueron 378.261 votos (34,98%) y en estas últimas 332.063 votos (36,56%) sumando también los resultados de Equo.
El comportamiento es muy similar si analizamos las elecciones generales con dos salvedades; la primera es que el número de votos de ambos partidos es siempre mayor, alcanzando el techo en las generales del 2015 con medio millón de votos (41,04%); y la segunda es que, así como en las autonómicas Bildu siempre ha estado por delante de Elkarrekin Podemos en número de votos, en las generales de 2015 y 2016 Podemos fue primera fuerza.
“Sacando de la ecuación la abstención, lo que sube uno lo baja el otro y viceversa”
Lógicamente las interpretaciones de los resultados serán muy distintas en cada partido. Bildu tiene motivos para la alegría al ser el único partido que ha subido en votos a pesar del aumento de la abstención, y obtiene un buen resultado, a pesar de que el PP le ha arrebatado el último escaño por Bizkaia (dejando fuera a una política de las que deben ser imprescindibles en el parlamento), quedando finalmente en 21 parlamentarios. La otra cara de la moneda es Elkarrekin Podemos que baja de 11 a 6 parlamentarios con una pérdida de votos muy sustancial con respecto al 2016.
Si tratamos de abrir el foco, la realidad que nos arrojan estos resultados es que nos encontramos en peor situación que en el 2016. Si hace 4 años el PNV y el PSE-EE necesitaban negociar cada movimiento en el Parlamento, actualmente se encuentran con una mayoría absoluta que va a facilitar, por ejemplo, que la modificación regresiva de la RGI que se planteó la legislatura pasada y no salió adelante, lo pueda hacer esta vez sin problemas. Malos tiempos los próximos 4 años para las mayorías sociales.
Y es que, lejos de ensanchar la base, lo que nos encontramos es con una situación de las que se denomina suma cero. Sacando de la ecuación la abstención, lo que sube uno lo baja el otro y viceversa. Los resultados electorales de la izquierda transformadora son, como dice mi madre, habas contadas. Ambas formaciones corren con la misma tentación que se ha dado en el ciclo político que comenzó en el 2015. ¿y si me como electoralmente al otro partido consiguiendo la hegemonía de la izquierda para contraponerme como alternativa única al PNV? Esta hipótesis fue factible para Elkarrekin Podemos en 2015 y 2016 cuando en las generales alcanzó el techo del 30% de los votos, y lo es ahora para Bildu cuando está en el 27%.
“No parece factible que a medio plazo ninguno de los dos partidos vaya a conseguir por si solo gobernar”
Error de estrategia en ambos casos, probablemente fruto de una cultura política vinculada a la competición entendida como el todo o nada instaurada también a la interna (el caso de Podemos es el más evidente). O cambiamos el paradigma desde el que la izquierda transformadora vasca se concibe a sí misma y relaciona entre ella, o la hegemonía del PNV pasará a la historia de la ciencia política europea. No parece factible que a medio plazo ninguno de los dos partidos vaya a conseguir por si solo gobernar, incluso ganando las elecciones, por lo que toca entenderse.
Medio millón de votos, ese debe ser el objetivo de ambos partidos, cada uno con su idiosincrasia, con su estrategia y con sus diferencias, pero también teniendo claro cuál debe ser el horizonte común de emancipación y transformación social y cómo se instauran espacios de creación conjunta para ello. Es la manera en que la sociedad vea una alternativa real basada en una diversidad que no genere exclusión, donde medio millón de personas, más allá de sus diferencias, sientan que otra Euskadi no solo es posible, sino factible.
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